Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
El reflejo de nuestros pensamientos también se sumerge bajo las sombras, para constatar que más allá de toda transparencia, se esconde el otro lado de la vida.