Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
La muerte de toda esperanza, y el comienzo de una nueva etapa. Suicidarse es un segundo. Lo contrario, toda una vida (esquivando innumerables segundos).