De policías, mujeres y putas
Ya sabemos a estas alturas que los uniformes transforman, y según cual sea el diseño elegido, proporcionan mayor seguridad, altivez, distanciamiento, y altas dosis de arrogancia y corporativismo. Ocurre en innumerables grupos laborales, desde los diferentes estamentos sanitarios de un hospital, hasta las oscuras estancias eclesiásticas.
Pero hay uniformes que, además, se llevan con una fiel adhesión al poder. En muchos casos, quienes se visten con ellos, ascienden a otro plano y se creen miembros con derecho a represalia. Es decir, en cualquier momento pueden proceder a fortalecer su “don de gentes” y disuadir a los viandantes.
En cualquier momento es …, en un control, en una redada, en un desalojo, en un incidente vial o allí donde les precisen para interponerse entre el gran estado y las miradas desahuciadas de los ciudadanos.
Si el uniformado es un hombre la cosa se puede complicar, y su orgullo y su impronta de macho probablemente aparezcan en momentos de tensión. Por ejemplo, cuando una mujer se instale allí donde no debía, y se sienta ofendido por su presencia y su actitud. Será entonces cuando crezca su ardor y redoble su dominio para tratar de descalificarla. Desde su atalaya verá tan solo la imagen más degradada (ya instalada en su simbología particular), y pensará en las putas como las últimas habitantes de la tierra…
Ocurrió no hace mucho en Valencia. “No tienes cuerpo ni de puta”, llegó a decirle un policía a una chica de apenas 15 años, que se manifestaba contra los recortes en Educación. ¿A dónde vas niña de mierda, si aún no debes de saber ni follar, y te metes en estos tinglaos?, es lo que en realidad le hubiera querido decir si dispusiera de un poco más de tiempo.
Sabemos también que no todos actúan igual. Pero estaría bien que los uniformados restantes denunciaran el hecho, y exigieran las medidas oportunas, porque la policía está para velar por el orden, y no para abusar de la fuerza.
Difícil situación. Hay mil y una excusas para que nada se altere. Estudios internos y otras regulaciones que no ayudan a tomar cartas en el asunto; la tensión en ese instante, la obediencia de órdenes, e incluso el pronto del momento bastarán para que todo permanezca igual.
Eso si, todo seguirá igual, y sin que quienes se sientan ofendidos o indispuestos por estas líneas hagan nada por defender a la chica, a las mujeres y, sobre todo, a las putas.