Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
No hay mayor subordinación de la mujer al varón que esta práctica ancestral, que cierra las puertas al placer, y extiende los páramos del dominio… (y del miedo).