Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.

De anuncios

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Iberdrola dixit

«Soy Alberto y como yo hay 650.000 personas que cobramos los dividendos de Iberdrola. Con este dinero disfruto del verano con mi familia. Iberdrola eres tú».

«Soy Ricardo y como yo hay 650.000 personas que cobramos los dividendos de Iberdrola. A mí este dinero me permite renovar mi carnet de socio en el club de mis amores. Iberdrola eres tú».

«Soy Marta y como yo hay 650.000 personas que cobramos los dividendos de Iberdrola. Con este dinero completo mi pensión y vivo más tranquila. Iberdrola, eres tú».

«Soy María y como yo hay 650.000 personas que cobramos los dividendos de Iberdrola. Con este dinero mi hijo puede mejorar su inglés. Iberdrola eres tú».

No sabía si guardar este post en mi sección de Amor, Literatura, Poesía o Cuentos. Hace un mes o así que leí uno de estos anuncios en prensa, y lo retuve en mi memoria. Sabedores de la estrecha amistad que nos une a la mayoría de ciudadanos con dicha empresa, vuelcan todo su arsenal armamentístico haciéndonos ver que su viabilidad reposa en miles de personas de toda clase social que depositan su confianza en ellos, beneficiándose además de un extra que les ayudará a mejorar su calidad de vida.

Por un lado hay un menosprecio absoluto hacia sus propios accionistas, dado que la carga negativa de la imagen que proyectan la extienden con toda perspicacia hacia otras 650.000 personas que como tú, pueden perfectamente contribuir a su política de liquidación y derribo. Y, por otro, se pretende disfrazar el expolio asignándose valores propios de sentimientos «cautivadores», como lo son veranear en familia, acudir a la Catedral todos los domingos, mejorar la escasa pensión de una viuda, y ayudar de cara al futuro a una consternada madre que desea que su maravilloso niño aprenda inglés.

Las grandes empresas lo son porque tienen todos estos medios para seguir bailando al compás de su música, y porque pueden permitirse el lujo de reirse de nosotros a la cara sin que nada podamos hacer, excepto dejar constancia de su juego sucio.

Photo by El Jueves

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