Dolor y Muerte en Ucrania
La realidad ha de mostrarnos sus heridas, y dichas heridas han de reflejar nuestra terrible decadencia.
Nuestro compromiso con cualquier organización social, plataforma, movimiento o partido político ha de llevar consigo la exigencia de una inmediata retirada de la Alianza Atlántica y de la Unión Europea. De lo contrario seremos solicitantes de un justo descrédito, y una merecida reprobación.
No hay espacio para discursos anquilosados de democracia marchita, ni cobertura alguna para operaciones financieras que abran la puerta al capitalismo neocolonizador. Quien no considera al ser humano como sujeto libre y respetable, ha de ser excluído de nuestro hogar.
La muerte de una sola persona, motivada por el afán de enriquecimiento y ejercida sin tapujos por nuestros dirigentes, es suficiente razón para desestimar los modos de propagar los conflictos, las guerras y la internacionalización del mercado.
Ucrania es un claro ejemplo de cómo funcionan las alianzas internacionales, y de cómo diseminan los soldados de la globalización sus planes estratégicos para expoliar las riquezas y todos los recursos. Y Ucrania será el resultado de una perfecta coordinación para seguir fomentando nuevos focos de miseria.
Somos unos aniquiladores sin escrúpulos. Cofundadores de la barbarie y el anticipo del sufrimiento; quienes proveemos de los ingredientes suficientes para que la adicción continúe…
El escándalo que desató la aparición en internet de una conversación realizada entre el Embajador de E.E.U.U. en Ucrania y la Subsecretaria de Estado para Asuntos Exteriores americana hablando sobre dicho pais, fue solo un avance de la insidiosa política de Occidente, que con el beneplácito y participación de la Unión Europea impuso las normas de un dramático juego. El objetivo era contemplar quiénes serían los encargados de apadrinar el golpe de estado y quiénes ocuparían el poder. Tarea sencilla para los profesionales de la desestabilización; por un lado inyectando millones de dólares para financiar grupos y partidos ultranacionalstas y fascistas, y por otro adiestrando fuerzas neonazis cuyo apoyo sería fundamental para derrocar el gobierno democráticamente elegido.
Nosotros, observadores trasnochados, propiciamos semejantes aberraciones pujando en cada elección por personajes vendidos a mafias perfectamente diseñadas, y alentamos sus intereses permitiéndoles gestionar sin compromiso alguno.
No estaría de más que nos detuviéramos un minuto, y fuéramos capaces de visualizar cómo unos agentes externos entran en nuestras vidas, promueven revueltas, confiscan nuestra esperanza y, de regreso a casa, observar cómo han humillado a un ser querido.
Nadie se merece en ninguna parte del mundo sufrir tanto agravio y menosprecio. Y precisamente por ello no deberíamos inclinarnos ante éstos Estados, que ahora nos reclaman para acudir en masa y respaldar sus violentas y sofisticadas acciones.
Si alguien, empañado de geoestrategia y rindiendo cuentas al mercado de valores, tiene el más mínimo impulso de hacerme llegar su ideario sobre lo contraproducente que puede resultar abandonar la Unión Europea y salir del euro, me gustaría hacerle ver que su despótica posición es la de un desalmado ciudadano capaz de sostener un sistema que basa su riqueza en el más absoluto de los desprecios por aquellos seres humanos que sin formar parte de nuestras políticas pueden ser eliminados, torturados, y tratados como escoria.
Yo no quiero pertencer a ningún estado, nación o colectivo que propicie el terror como estándar de vida. Y si ello obliga a pasar diez años de penuria hasta construir una nueva sociedad alejada de todo mal, se pasa. Tenemos la responsabilidad de dar ese paso al frente y luchar por la defensa de los derechos más elementales. No hacerlo sería como incurrir en un grave delito y seguir permitiendo la explotación de otros seres en beneficio propio.
No hacerlo es confirmar la adhesión a un pacto político diabólico y participar de la insaciable sed de los delincuentos subvencionados; esos que dicen gobernar en nuestro nombre y que a espaldas de los pueblos ejecutan a favor del capital, esos que sin pudor alguno despiertan henchidos de orgullo.
Me detengo y manifiesto mi ira y mi desprecio. Ningún partido que no pida la salida de la Unión Europea es digno de pedirnos el voto ni de buscar nuestro refugio. Nos debemos un poco de pedagogía política y, con ella, un poco de humanidad.
Publicado en Iniciativa Debate
http://iniciativadebate.org/2014/05/11/pedagogia-politica/
Y en Ssociólogos.com
http://ssociologos.com/2014/05/11/pedagogia-politica-dolor-y-muerte-en-ucrania/