Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.

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Україна

Es duro comprobar una y otra vez que vivimos inmersos en la catástrofe de la individualidad más retrógrada e insolente. Nuevamente en Europa, a las puertas del hogar, una nueva guerra está atropellando los más básicos fundamentos de la dignidad y los derechos humanos. Desde Estrasburgo, desde Estados Unidos, y desde esa capital llamada Bruselas y a la que tantos partidos desean acudir a proclamar la inutilidad fundada de nuestros sueños, han lanzado una nueva ofensiva para asegurarse lo que vulgarmente llaman mercado, y lo que una muerte sesgada por sus bombas ya no podrá nombrar jamás. Los acontecimientos que están sucediendo desde aquél fatídico primer día en que un diplomático comenzó a hacer «negocios» se resuelven en miles de crímenes; aniquilamientos respaldados por nuestros políticos endemoniados. Ucrania se desangra en el patio de nuestra casa y desde la terraza ni tan siquiera observamos, solo asistimos a la vergüenza espantosa de nuestras vidas, enfundadas en indignaciones superficiales encorsetadas en los escaparates de unas redes sociales plañideras, propias de colectividades  que encuentran en la comunidad el respaldo a sus débiles aportaciones. Europa vomita sangre, y nosotros nos creemos unos insurgentes, porque acabamos de descubrir que la república es hipster.

Más allá de la tristeza y el dolor… ¿Dónde vamos a depositar todas estas lágrimas?

publicado en Iniciativa Debate

 

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