Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
No deberíamos partir de la posibilidad de hacer feliz a nadie. Si ya de por sí es una ingente tarea recaudar tu propia felicidad, imagina las consecuencias a la hora de redoblar esfuerzos… y tener que institucionalizarlos.
No, amigo: deberíamos aprender que se puede hacer feliz a la gente que nos rodea. O, considerándolo como una forma no menor de la felicidad, que podemos ayudar a esa gente a vivir mejor sus vidas. Partiendo siempre desde la premisa de que alguien in[satisfecho]feliz nunca podrá ayudar a su semejante.
27 octubre, 2014 en 8:32 AM
No, amigo: deberíamos aprender que se puede hacer feliz a la gente que nos rodea. O, considerándolo como una forma no menor de la felicidad, que podemos ayudar a esa gente a vivir mejor sus vidas. Partiendo siempre desde la premisa de que alguien in[satisfecho]feliz nunca podrá ayudar a su semejante.
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