Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
Formamos parte de esa generación que divisaba un cambio; lo llamaron la transición. Nos engañaron y destruyeron sin complejos, y ahora tenemos que recomponernos de nuestras cenizas. (Necesitamos de nuestra solidaridad)