Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.

«Cerdos vascos y catalanes»

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Alerta Digital (La ratonera neonacional)

«¿Dónde metemos a esos 70.000 cerdos vascos y catalanes que van a acudir a la final de la copa del rey, a degradar los símbolos de nuestra nación?

Yo no les diría catalanes ni les diría vascos, yo les llamaría separatistas, separatas, son ratas separatistas que no hay otra.»

Éstas son solo algunas perlas que podemos escuchar en una página de internet, Alerta Televisión, gracias a la labor ingente que realizan ciertos depredadores de la información empeñados en que asistamos al espectáculo más vergonzoso e irreverente.

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Incluso después de escuchar reflexiones tan agudas y planteamientos ideológicos tan nefastos, yo tengo grandes dudas sobre la posibilidad de restringir  la libertad de prensa en algunas de sus facetas. Creo que lo más adecuado sería que cada cual pudiera decir lo que piensa, al margen de que tuviéramos que escuchar los más graves atropellos. De ese modo, respaldaríamos la posibilidad de que toda opción tuviera su sitio, y eliminaríamos la posibilidad de entrar en un debate sin fin para saber dónde estarían los límites de todo discurso.

Pero claro está, mi planteamiento no podría verse acotado por ningún ejecutivo o sistema judicial capaz de detener y encarcelar a alguien por quemar un contenedor, y hacer la vista gorda por amenazar e insultar a 70.000 ciudadanos que, como mucho, mostrarán su desacuerdo silbando contra una institución fundada por la gracia de dios. Resulta hasta cómico poder observar cómo el mismo acto (injurias a una bandera, por ejemplo) puede ser un hecho que el fiscal del estado puede considerar razón para el cumplimiento de una condena, o pasar inadvertido. Y todo por una clara vinculación del delito con un perfil social determinado, inscribiéndose así la brecha existente en la justicia española.

Una de las virtudes de las leyes es la universalización de sus fines; las leyes se formulan para todos, y por ello todos estamos sometidos y debemos ajustarnos a sus principios del mismo modo. Pero a estas alturas ya sabemos que el trato que otorgan nuestros tribunales a la ciudadanía media es similar al que ofrecen las gasolineras low cost, en las que cada cual ha de limar asperezas con el surtidor correspondiente.

Y como siempre, si hacemos un pequeño esfuerzo por comprender cuáles son los motivos que hacen posible que España sea una país a la deriva, digno de un espectáculo esperpéntico , llegaremos a conclusiones que ayudarán a comprender muchas de las dinámicas instauradas en nuestro entorno.

Un ejemplo serán suficiente observando algunas de las «maniobras» y señalando a sus «esforzados protagonistas».

En primera plana tenemos a Armando Robles, ex-responsable de prensa de Jesús Gil (antiguo presidente del Atlético de Madrid), quien protegía en sus filas a ultras tristemente recordados por muchas de sus violentas actuaciones. Presentó a las elecciones europeas una candidatura de extrema derecha, Soluciona, de difícil catadura moral.

Son muchos quienes contribuyeron y lo siguen haciendo por la causa, haciendo del fútbol un puente entre la política y el personalismo más vergonzoso y rancio.

Quizás deberíamos repensar un poco quién está detrás de los espectáculos deportivos, qué empresas (y empresarios) lo financian, y podremos concluir que no es casual que los mismos que manejan los hilos del poder son quienes distribuyen el circo del balompié como «recompensa por los daños causados», alejando de esa manera la ira a otras latitudes.

Si yo tuviera la opción de silbar al monarca español y a todos los monarcas del mundo, también lo haría, y si de paso ese silbido fuera comunitario y alcanzara fuerza huracanada, contribuiría a desplazar esa figura al espacio que le pertenece, lejos de toda sociedad justa e igualitaria.

A los periodistas que enarbolan su bandera de modo tan deplorable y vergonzoso les dejaría que siguieran haciendo su trabajo, porque nos ayudan a reforzar la idea de esa apremiante necesidad de restaurar la labor informativa.

colaboración para Iniciativa Debate

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