Breves:
La luz debió de pensar que yo no era de fiar. En cuanto entré en aquella estancia todo quedó expuesto al misterio de la oscuridad desconocida, y sin atreverme a avanzar sin tientas, esperé un tiempo prudente. Bastaron cinco minutos para comprobar que de aquella primera impresión de fatalidad recobraba el aliento e incluso la audacia. Tenía la sensación de que lo que predominaba ahora eran mis movimientos y que sentía el placer de habitar la vida. Me abrazó, y nunca me importó tan poco no ver su rostro.