Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.

Louis Vuitton

1 comentario

Breves:

Qué desgracia!

He dejado que corriera el tiempo, para aplacar aún más mi temple, y solventar mi deuda con la reacción que me inspiró tamaña noticia.

Fue titular por unos días, la debacle del comercio minorista para multimillonarios. Bilbao ya no es lo que era, una de las grandes firmas se iba de la gran ciudad, y ello significaba el estancamiento o, aún peor, la catástrofe para un sector que atraía a un selecto colectivo de turistas.

Si vierais cómo hablaban, la tristeza y la desazón que se perfilaba en sus rostros, después de varios intentos por sacar a flote la empresa. Pero no pudo ser. «Louis Vuitton se reorganiza en España y echa el cierre en Bilbao para centrarse en sus ‘flagship stores’». Hasta para distanciarse del resto de los mortales acometen nuevos retos con ideas que van más allá de nuestras latitudes.

Flagship stores… Somos unos analfabetos, y peor aún, no sabemos las repercusiones negativas que dicha noticia tiene para el futuro de las nuevas generaciones. La capital vasca dejará de percibir cantidades ingentes de euros que bien podrían ayudar a las maltrechas arcas públicas, y acometer con ellas políticas sociales nunca vistas.

Una auténtica desgracia. El grupo LVMH decidió clausurar la tienda y la prensa se hizo eco de la noticia. Ese mismo día cerraron cien más, pequeñas fruterías, droguerías, bares, empresas del metal y hasta un sexshop que llevaba años a la deriva. Pero nadie se percató. Ningún actor famoso y ningún traficante inglés decidió ir de compras por ellas. Ningún banquero ni político pendenciero las pusieron de moda. Y murieron, como lo hacen los pequeños héroes anónimos, sin causar revuelo alguno y sin pretender ofrecer lástima ni pena.

Au revoir Louis! Je suis désolé…

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Un pensamiento en “Louis Vuitton

  1. …y esas cien pequeñas tiendas que cerraron se llevaron un trozo de nuestra libertad.
    Como en San Antonio, allá por 1907, te pagaban con un vale (hoy tarjetas de crédito, visas o como se llamen) y solo podías canjearlo en sus tiendas (hoy grandes superficies comerciales cuyos dueños son los mismos que te pagan).
    Les apagaron la voz y la vida en Santa María de Iquique y surgió la cantata. Hoy nada ha cambiado.
    Te hacen creer que eres libre porque ponen a tu disposición sus enormes complejos sin limites de horarios. Pero realmente te conducen a su economato guiando y dirigiendo tu tiempo libre para comprar lo que necesitas para vivir. Y de paso, te envuelven en un marketing de consumo de lo que no necesitas. Te aumentan la jornada laboral, pero te crees libre porque puedes comprar en tu tiempo de libertad cuando te están robando ese tiempo y el de la persona que te atiende. Te pagan con un vale y compras en sus tiendas. Y se llevan en un día cien tiendas pequeñas, cien trocitos de libertad.
    En los años 80, largas conversaciones con mi amigo Luis el comunista en la librería en la que trabajábamos. Los dos en una jungla de una gran ciudad. «Yo si veo un escaparate de lujo y no puedo comprar no soy libre» decía. Al final nos echamos los dos al monte. Mi amigo volvió a su pueblo y montó una de esas tiendas pequeñas. Hoy no se que será de su vida, pero adivino. Yo volví a mi terruño y pude esquivar, aparentemente, al ogro capitalista. Pero me pregunto que habrá sido de mi amigo el comunista, y de tantos y tantos otros.
    ….cerraron cien pequeñas tiendas y se llevaron un trozo de nuestra libertad.

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