Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.

Breves

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Photo by Joséluis Vázquez Doménech

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Así funciona el mundo

Hillary es abucheada en el inicio de la convención demócrata. Unos días antes se supo que desde las cloacas secretas del partido se hizo y deshizo para que su contrincante Bernie no terminara de romper los «planes». Michelle sale a defender su candidatura y ya tenemos el tren en marcha. No importa que los vagones estén llenos de miseria y la locomotora dé la espalda a quienes propugnaban un pequeño giro a la izquierda.

Todo sigue su curso. Llega Barack y sonríe a la primera mujer candidata a la presidencia. Se dirige a sus discípulos diciendo: todo el que beba de este agua volverá a tener sed… No importa, hay que beber, ahora hay que romper en aplausos al final de la convención, mientras todos de rodillas se olvidan del proceso, porque el proceso ya lo escribió Kafka y sabemos qué es. 

Así se explica la política, como un juego del que nunca nos podremos apropiar, ni siquiera cuando esté en sus horas más bajas. Un laberinto al que nadie puede entrar, sin ser antes un iluso o un cabrón más con quien poder contar. 

Ya han cortado la hierba para dársela de comer a su ganado…, siempre hambriento de más.

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