Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
Las nubes han abierto sus heridas sobre la red, esparcidas y reconvertidas en gotas. La lluvia también pervive como nuestras sociedades, atomizada, mientras la gran araña vigila cada movimiento (escondida).