Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
Ves su comportamiento y lo comprendes todo. Cómo se sitúa, cómo canta, y cómo se retira. Pero algún día también las gallinas se rebelarán ante su chulería, y cacarearán las noches de luna nueva.