Breves
Cuando un suicida arde, ya es demasiado tarde para apagarlo. Hay que combatirlo allí donde se produce: en las fábricas escondidas y polvorientas subvencionadas por la globalización y que vienen a llamar agencias de espionaje. Incluso desde las embajadas promocionan la desestabilización, y lo que podía ser diplomacia se convierte en el prostíbulo del terrorismo.
Hoy despierto frecuentando el desasosiego del infortunio. No para mi, sino para esas millones de personas que viven a expensas de que su dado haya volcado sin que arista alguna haya podido detener el estruendo.
Por momentos me gustaría que todos viviéramos allí, y a nuestro regreso volviéramos hieráticos, golpeados por esta desafección que no quiere comprender al otro, ni tan siquiera en el desgarrador lamento del abandono.
Somos un incontrolable desperfecto humano. Y no merecemos el más mínimo recuerdo para ningún pasado. Libia, Siria, Venezuela, Yemen, Palestina… Perdonad tanta infamia, pero nuestras democracias son así, el alimento para una nueva tragedia.

Photo by joséluis vázquez domènech