Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
¿Qué ocurre cuando a una planta le quitamos, como por arte de magia, el pigmento de la clorofila? Aunque parezca mentira, recobra vida, y es capaz en su posición estática de dotarse de movimiento hasta crear una escultura.