Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.


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Épicas transitorias

¿Qué pensará la ciudadanía emocionada cuando caiga el telón?

Carles Puigdemont comienza a definir el camino, que parece quebrarse  para quienes siguen embriagados de exaltaciones temporales. Pero todo apunta a que dichas exaltaciones van a dejar paso a un nuevo aleteo, alejado de los espacios de la secesión y del amor de quienes sueñan despiertos.

El presidente de Catalunya, en una entrevista ofrecida en Bélgica, deja constancia de lo que venimos anunciando desde un principio: las dos burguesías se aproximan al reparto del pastel, y lo que parecía pronto…, no podrá ser. Porque nunca fue. 

Casi nada es lo que parece, y lo resumen muy bien sus palabras; «otra alternativa a la independencia es posible», y más teniendo en cuenta cuando manifiesta que siempre ha estado abierto a otra solución. Éstas declaraciones podrían no ser muy resolutivas desde la distancia, pero «casualmente» se producen mientras otros dirigentes de peso van pintando un nuevo marco con sus nuevas revelaciones, expresadas desde todas las esferas del independentismo adinerado (que es de lo que siempre se ha tratado).

Joan Tardá nos deja perplejos declarando con firmeza que a día de hoy no es posible la independencia, porque no hay masa social que la respalde. Y Artur Mas nos conmueve echándose para un lado mientras toda una serie de figuras políticas abrazan la misma interpretación.

Cuanto más tiempo pase más nítidamente se irá viendo todo, y esa «impresionante» lucha por la independencia se quedará en eso, en agua de borrajas, y a las gentes  que han formado parte de las movilizaciones se las recordará en esas imágenes que ahora gustan de protagonizar a toda velocidad en las redes… Y como ocurre con los mensajes de whatsapp, se olvidarán de ellas y las palomas vendrán a comer los restos de la última diada.

¿Qué va a ser del relato de la épica ciudadana y de todas aquellas personas que saltan al ruedo con la única razón de una emoción con la fecha caducada? Nada, porque nunca pasa nada de puertas adentro para criticar la propia ceguera.

Photo by joséluis vázquez domènech


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CUP

¿Alguien da Mas?

Una última noticia ha interrumpido mi descanso. Pero lo celebro, porque lo merece…

La CUP lo ha conseguido. Probablemente, el acto social y político más significativo realizado por grupo alguno que dice ser representante de la ciudadanía.

En los últimos 40 años no ha habido golpe más efectivo y sincero. Una apuesta que ha tenido una resolución digna de tener en consideración.

Esta maniobra trae consigo maravillosos efectos colaterales que ni debemos ni podemos olvidar. Por un lado golpea con contundencia el establishment político, pero por otro, y este aspecto lo quiero subrayar, asesta una bofetada a miles de personas que, casualmente, ahora están celebrando el objetivo conseguido.

Este grupo de personas está formado por muchos independentistas vascos y catalanes, que hace bien poco volcaron su ira contra la CUP, por no ceder a sus pretensiones, y por seguir fieles a su principal propósito.

Pues bien, que sepan y no lo olviden, que solo y gracias a este minúsculo grupo, hemos vivido un acontecimiento merecedor del más justo de los principios políticos, como lo es ser fiel a la palabra y a las ideas.

Paradójicamente, si estuviéramos en manos de tantos independentistas  que abanderan ciegos los colores de sus banderas, estaríamos hablando de procesos políticos corrompidos, como hubiera sido haber cedido al miserable deseo de Artur Mas de seguir en la presidencia.

Las cosas así, creo hasta insolente la celebración de estos militantes independentistas del nuevo escenario que se abre en Catalunya, porque si fuera por ellos estaríamos todavía bajo los usos y abusos deleznables enmarcados en el patético juego del poder.

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La CUP cede además su protagonismo, pliega sus alas, y se compromete a que algunos de sus electos dimitan para que pueda dar por fin salida a su lucha: expulsar a Artus Mas como merece. Un gesto que ojalá pudieran ser capaces de hacer muchos partidos que pregonan sus bonanzas democráticas y que, en el fondo, actúan como casi todos, buscando cotas de supremacía al precio que haga falta.

EH Bildu y Esquerra Republicana deberían aprender mucho de esta noticia. Por encima de todos los nacionalismos está la verdadera lucha por la autodeterminación personal y la justicia social, y unos cuantos catalanes embarcados en una agrupación minoritaria han obrado el milagro más sorprendente de nuestra pequeña historia.

Gracias CUP. Infinito abrazo, y hasta siempre.