Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
Hay quien manifiesta que la melancolía es el paso previo a la depresión, pero hay quien olvida que en ella puede doblegarse el recuerdo y asumirse el principio de la soledad.