Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.


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Mercenarios

Mercenarios

Se aplica al soldado que sirve por un salario en un ejército extranjero. O bien,  a la persona que realiza cualquier clase de trabajo por una retribución. Si juntamos las dos acepciones posiblemente entendamos mejor el concepto en su etimología más agresiva o militarista. Y así podemos hablar de personas (o estados) que por una buena cantidad de dinero sirven para participar en cualquier conflicto bélico, siendo muy común que éstas carezcan por completo de  consideración moral o ideológica alguna, dado que el objetivo de su lucha se opone por completo a dichas deferencias.  En el lenguaje común se les denomina asesinos a sueldo.

Si seguimos el proceso de liquidación  de los comunistas en Ucrania, o de los palestinos en las franjas de la desesperación, los delitos que se les presupone ni lo son ni responden a la autenticidad de las acusaciones.  Siempre en cómicos rituales de verificación de pruebas, no importa por quienes sean llevadas a cabo, o bien éstas se mantienen en secreto (para “proteger las fuentes y métodos de sus servicios de inteligencia”), o bien falsifican la realidad para retransmitirla cuando procede.

Los ciudadanos sólo tenemos una opción: creer en su palabra. Pero a estas alturas dicha opción representaría el suicidio de nuestros principios.

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Quiero recordar que no podemos caer en la trampa de callar y amordazar nuestros pensamientos por el mero hecho de que estemos imposibilitados para demostrar la falsedad o no de los argumentos esgrimidos. No necesitamos ser detectives o espías profesionales para aseverar día sí y día también que estamos siendo manipulados constantemente. Y no debemos de preocuparnos por no poder acceder a las evidencias que demuestren lo contrario de lo que nos cuentan. No tenemos las armas y el poder necesario para enfrentarnos a quienes sí los tienen.

No importa. Solo con la memoria colectiva y, compartiendo todos los acontecimientos, podemos avanzar. Con dicha memoria, y con el principio básico del derecho. Dado que tenemos la experiencia de Irak, Vietnan, El Salvador , Chile , Cuba, Venezuela o Sudán (por poner unos ejemplos); no nos creemos nada. Y dado que hemos de apoyarnos en la justicia, exigimos fuentes fidedignas, pruebas fehacientes (y visibles), documentos desclasificados, inspectores neutrales, y una detallada explicación de todo el proceso geo-político diseñado por la Casa Blanca, la O.T.A.N., la Unión Europea, Israel, y el padre que parió a todos  los contingentes invasores.  Mientras no tengamos acceso a la verdad, podemos seguir manifestando libremente que nos están mintiendo.

Si el imparable acoso de quienes no ceden en sus pretensiones prosigue, podremos denominar a cada cual por su nombre. Y si alguien genera un conflicto bélico, y sabemos que como consecuencia de ello fructifica su poder y, además, quiere demostrar ante el mundo que su golpe sobre la mesa… era necesario, sabemos que estamos ante un mercenario.

(Y si cualquier gobierno del mundo no ha generado tal conflicto, pero sus «intereses» amordazan la voz del disidente y calla, sabemos que estamos ante cómplices de mercenarios).

Colaboración para  Iniciativa Debate

*** En recuerdo de un niño palestino, que debía estar jugando al futbol en Donostia, pero problemas burocráticos le impidieron salir, con tan mala suerte que en Gaza recibió junto a otros miembros de su familia el regalo envenenado de los misiles israelíes, quedando inertes para siempre… Y en recuerdo de toda Palestina


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Liquidadores en Serie

Si, señor ministro

¿Estás a favor de la intervención aliada en Siria? Si es así, déjame decirte que no voy a tener palabras condescendientes contigo.  A día de hoy me resulta incluso obsceno dar cobijo a planteamientos que integran en su discurso la injerencia imperialista. Y acostumbrados como estamos al noticiario de guerra unilateral, no habrá de resultarte impertinente ser protagonista por un día de la ofensiva de mis palabras.

Tengo un nudo en el estómago. Llevaba mucho tiempo esperando esta jornada, la comparecencia del presidente de los Estados Unidos confirmando el ataque. Un año y nueve meses.  Parece un intervalo suficiente para haber podido amortiguar el dolor, o esa sensación de vacío y honda tristeza que genera una guerra. Pero no es posible. Nunca es posible ausentarse de esa tragedia, y mucho menos, cuando es consentida.

Quizás tú también pienses que se trata de una «intervención», en respuesta al uso de armas químicas. Créeme entonces, que en mi legislación ética, yo solo voy a hacer uso de mi intervención en respuesta a tu barbarie.

No puedo hacer nada para pararle los pies a Obama, a Netanyahu o a tu presidente, pero necesito interpelarte, y necesito adivinar tu rostro y tus intenciones. ¿Eres consciente de que cualquier misil va a arrebatar la vida a una persona, así, como por arte de magia? Una persona como tú, que ahora mismo estará temblando en su humilde casa porque millones de personas al igual que tú, participáis del indecoroso poder de juzgar los límites existentes entre el bien… y vuestro mal.

Photo by Joséluis V. Doménech

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