MiCita con las palabras
Creer es un método magistral para llenar vacíos. Y creer en Dios una de tantas formas para buscar sentido… allí donde no lo hay.

Photo by joséluis vázquez domènech
Creer es un método magistral para llenar vacíos. Y creer en Dios una de tantas formas para buscar sentido… allí donde no lo hay.
Photo by joséluis vázquez domènech
Esta noche he soñado que dios venía a mi (vete tu a saber por qué) y me preguntaba qué tal estaba el mundo. No sabía cómo responderle y me he hecho una postal, para que tengan bien claro en los cielos cómo están los tiempos aquí bajo sus efluvios.
(Me da que está haciendo una encuesta, y espero que cuando te pille, no se te ocurra tergiversar la historia y hacerle creer que todo va bien para que te de una parcela cerca del refugio donde descansa).
Photo by joséluis vázquez domènech
En la propia página corporativa de la Catedral nos encontramos con éstas palabras…
«La catedral es la imagen de la Jerusalén del cielo de la que se habla en el Apocalipsis: la ciudad celeste cuyas puertas están defendidas por torres poderosas y que desciende de junto a Dios como esposa que se engalana para su esposo. En la tradición cristiana el esposo siempre es Cristo y la esposa la Iglesia».
Su retablo, la cámara santa o el claustro gótico son de una belleza sin par, pero he preferido exponer ésta imagen como referente del simulacro de poder, ya desgastado en ecos y palabras anquilosadas, onduladas como aguas que se pierden en la arena del tiempo…
Photo by José Luis Vázquez Doménech
Si uno lo piensa bien, es decir, procurando eliminar el lastre continuo de la búsqueda y de los sueños, ha de pensar que la vida es, cuando menos, un extraño accidente.
Puede que incluso se pueda llegar a pensar que es tremendamente triste confirmar que hasta para nacer haya de defendernos la suerte. ¿Cómo si no, por un incidente biológico imposible de controlar por el nuevo inquilino de la tierra, llegamos a donde estamos?
Otra cosa es que le quieras otorgar a dicho acontecimiento el mayor de los halagos, o pretendas elevar a los altares a algún creador que aclare los enigmas de tu existencia. Pero fuera cual fuese tu válvula de escape, estás atrapado. Desde el principio, estás aquí por una insólita carambola, que del mismo modo que decidió tu presencia, impidió la de quien jamás llegará ni a pensarlo…
Y si aún tienes a Dios como guía, pregúntale cómo lo hizo, para traerte aquí y dejar al otro en su lista de espera.
Reproducción – Photo by joséluis vázquez domènech
Cuando te vi por primera vez supe que podías convocar cualesquiera de las nubes para que lloviera sobre mí toda la in-certidumbre. Congestionaste cada una de mis posibles direcciones, para que mi único norte fuera tu sur; ese humedal que te acompañaba entre tus piernas y estremecía hasta a los vecinos más incrédulos.
Ahora, la línea que se dibuja en tu espalda hasta perderse entre las nalgas me lleva como un peregrino caminando descalzo presto a crucificarse (clavado a su dios ardiente). Y es entonces cuando reafirmo con ningún género de dudas, que toda religión necesita su propio guía.
«Si, la fe trasciende la razón, como un criminal trasciende la ley… Y huye de la razón porque ésta amenaza su cómoda burbuja de la ilusión». Son algunas de las perlas de Pat Condell, cansado de que cada vez que nos hablan de religión, no podamos poner en entredicho todas las trampas con las que nos intimidan en nombre de la fe. Yo estoy con él, entre otras cosas, porque el respeto ni ha de ser universal ni popular, precisamente porque lo que no podemos es soportar miles de infamias, injusticias e injurias a las que nos someten toda clase de instituciones o «personalidades» que deberían estar enterradas en las orillas del olvido.