Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
Cuando me sonríes un poema suelto moja todo mi cuerpo y a dentelladas te comería sin pensar en resultado alguno ni consecuencias post-traumáticas porque en ese preciso instante bulle en la distancia que no nos separa el espíritu de proximidad que algunos llaman atracción pero que a mi me conmueve y me deja expectante para revivir ese momento que golpea mi puerta y abre los sentidos a un nuevo acontecimiento que no entiende de armaduras porque de eso se trata cuando irrumpe sin cesar y luchar contra ello es una necedad en un mundo que necesita más amor y menos opresión controlada por los mismos de siempre haciendo artimañas que bloquean el principio de solidaridad de los cuerpos que tienen mentes que si se liberaran otro gallo cantaría y todo sería más plácido y armonioso lejos de ese malestar generalizado que pervive porque nos excluyen en vida para propiciar el abandono…
Cuando me sonríes así y resulta que no voy corriendo porque yo también estoy despistado en la tela de araña no explores la opción del razonamiento y contempla la posibilidad de cambiar de piel para que la serpiente que llevamos dentro se camufle perfectamente en un contexto donde no hace falta saber pensar para arremeter contra la incapacidad de sabernos felices por haber compartido un instante de vida que hace de las nubes lluvia y de los prados hierba que invita a tumbarse en silencio escuchando solo el fluir constante de la nueva sinfonía porque como bien sabemos la música es el arte que nos ayuda a comprendernos cuando más lo necesitamos y eso es mucho en un mundo un tanto desolado donde cada vez menos pájaros cantan cuando despertamos…
Cuando me sonríes comprendo perfectamente en qué consiste el bestiario de mis emociones.
Este fin de semana se han dado una serie de circunstancias que han hecho posible, que por H y por B, haya vivido episodios que definen bastante bien en qué consiste la vivencia de las emociones, sin que tengan cabida en ellas las reflexiones necesarias para detenerse un poco, y avanzar en los diálogos.
Los nacionalismos se apoyan en excesivas ocasiones en dicha percepción, pero lo mismo sucede con el amor, con el fútbol o con la religión. Creer es vivir, más veces de lo que nos gustaría. Y hay gente que cree en sus ideales como constructos perfectamente cimentados, y se dirige con ellos al margen de lo que en realidad está sucediendo a su alrededor.
Es delicado, muy delicado, poder poner sobre la mesa constructos o análisis que pongan en cuestión dichas creencias, y muy complicado poder sustituir los sentimientos (elaborados ad infinitum por la causa), por la razón, o lo que es lo mismo, por estudios o todo tipo de análisis elaborados desde la reflexión y la crítica.
Así, hablar del procés en el País Vasco no es tarea fácil, como tampoco lo es hablar de Podemos en un entorno de sueño y esperanza. Pero hay que hacerlo, al margen de quién sea el contertulio y qué sea lo que se pueda estar discutiendo.
Tanto en directo como a través de las redes he puesto sobre la mesa una percepción, una hipótesis que he construido considerando toda una serie de elementos que he ido estudiando en todo este tiempo. No tenía los datos cuantitativos, que ayudan a clarificar muchas de las actitudes y comportamientos de las personas, pero tenía otras muchas cosas, visibles en toda una serie de acontecimientos que se han desarrollado en los últimos años en Catalunya.
La idea podríamos resumirla así: «Estamos ante una revuelta, que de poder clasificarla en términos económicos e ideológicos, sería una revolución burguesa«. O tal y como he anotado en más de una ocasión, ante un ajuste de cuentas entre la burguesía catalana y la burguesía española. Las reacciones no terminan de ser muy amables entre quienes sienten esa percepción como un latigazo a sus sentimientos. Y en esas circunstancias es muy complicado hacer ver que aquello que se desea y aquello que ocurre puede no unirse en ningún punto del camino.
Suele ser muy común que se den toda una serie de argumentos para interpretar el deseo sin considerar en ningún momento la posibilidad de analizar muchos de los detalles. Hoy me he puesto a buscar todo tipo de información, y solo voy a dejar constancia de unos datos que me parecen, cuando menos, contundentes. Después, como siempre, cada cual que haga lo que quiera con dicha información.
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Ya habrá quien esté considerando qué clase de fuentes he utilizado para tal fin. Yo haría los mismo, y lo comprendo. Por ello, he de dejar constancia de los pasos seguidos. Los datos no proceden ni del ABC, ni de El Mundo, ni de El País, ni de ninguna editorial enemiga de la causa. Bien al contrario, y con el peso de todo su engranaje político, están sacados del CEO (Centro de Estudios de Opinión), con un barómetro elaborado por el Govern, el Govern de Catalunya, y más concretamente tenemos que decir que el órgano promotor y ejecutor es …, Presidencia.
Algunos de los resultados cruzados dicen así: el 59% de la población que cobra menos de 900 euros no quiere la independencia, frente a un 54% que cobra más de 4.000 euros y un 55% de quienes cobran entre 2.400 y 4.000 euros que sí apuestan por la independencia. Por otro lado, entre quienes manifiestan pasar muchas dificultades por sus escasos ingresos, un 60% no quiere la independencia, y entre quienes dicen vivir cómodamente, un 51% se decanta por la independencia. Y para terminar, decir que en el grupo de parados, un 59% se opone a la independencia.
Se pueden hacer muchas interpretaciones, claro está, pero quien desee ver en esta movilización el protagonismo del pueblo trabajador, se verá obligado a inventar un nuevo modelo de análisis de la realidad social.
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Aquí se puede ver el cuestionario completo, un resumen, tablas estadísticas, etc.
Hay muchos factores que pueden ir decantando las movilizaciones a todos los sectores sociales; si España sigue insistiendo en cercenar los derechos humanos, si el independentismo cobra más fuerza por otra interpretación de la justicia belga, si los grupos fascistas exhiben su fuerza, si desde otras autonomías se apoya la causa, si los relatos exhiben su fuerza comunitaria, si la sociedad civil no se quiebra, etc. Pero el principio detonador y el objetivo final creo que tienen el sello de la burguesía catalana, y será ella quien determine cuando terminará…, y cómo (claro está, en común acuerdo con la burguesía española).
Ese especial «evento» llamado capitalismo no solo se cristaliza en un modelo económico que nos convierte en represaliados consumistas con ánimo de lucro, también digiere por nosotros éticas y estéticas, y políticas y filosofías, hasta el punto de hacer comulgar una forma de pensamiento con planificadas y diversas formas de acción (o desafección).
Sin ahondar en los discursos que podrían habernos orientado por otros caminos (y sin duda alguna hacernos más felices), nos dejaremos llevar por aquél que durante siglos ha mantenido el filo de su espada sobre el paraje hedonista de la existencia. Resulta un tanto desolador comprobar que el triunfo de Platón no es una mera casualidad, sino más bien una necesidad imperiosa para mantener bajo el yugo el libre albedrío y la fuerza que hubieran imprimido los cuerpos libres y sus gozosas intervenciones.
Si lo pensamos detenidamente, es del todo improbable que podamos asimilar con naturalidad la idea de que el tejido social fuera en su conjunto quien decidió dar más valor, por ejemplo, al trabajo obligatorio que a la celebración de la vida. Sin duda alguna el cristianismo tiene mucho que decir sobre esto, y todo parece indicar que sometida la escenificación del deseo a la tradición de los dardos envenenados, se ha conseguido aplacar la subversiva y radiante vivencia de un amor más intenso y libre.
El patriarcado es un grave problema, pero esa casi secular supremacía masculina no se debe sino a la peculiar forma que tiene el poder para desdoblarse en otros frentes fomentando la coacción (y la violencia) allá donde puede establecerse un perfecto control social, en el que normalmente son las mujeres quienes están más expuestas a la opresión y al fundamentalismo que subyace en la confrontación de unas relaciones sociales impregnadas continuamente del belicoso gen de la explotación.
Es como si diéramos por sentado que hombres y mujeres bebemos de distintas fuentes, razón por la cual anticipamos nuestros actos a un devenir asumido en términos de clases sociales diferenciadas, cuando lo que laten en el fondo son los efectos secundarios de un antídoto perfecto colocado en medio de la revuelta, del amor, desde los estercoleros de la moral y del «buen uso de nuestras conciencias». Estamos políticamente mejor programados para el sufrimiento que para el deleite, más expuestos a la falta (recordad los usos y abusos de la media naranja) que a la vivencia del entusiasmo erótico sin resistencia.
Todo es un aprendizaje, también el amor, y éste no escapa al despilfarro ideológico e intelectual desde el que nos han sometido, con el único fin de proponernos una vida sin poesía y unas relaciones sin magia, eso si, con la colaboración inestimable de unas familias provistas del don de la imprudencia y voluntariosas a la hora de limitarnos en el disfrute sin cálculos.
Las injerencias de otras autoridades están más presentes de lo que creemos, e incluso en nuestro tiempo libre damos más valor al consumo sin medida que a la verdadera medida del conocimiento mutuo. Lazos perfectamente diseñados sujetan la corriente eléctrica de una sexualidad escorada a una sobre-exposición mercantilista que busca liberarse, pero a la que le cuesta transformar el sentido utilitario que damos a nuestras vidas.
El pensamiento está obstruido, y el miedo también está instituido cuidadosamente para que los quebraderos de cabeza no se resuelvan en la tensión de un cuerpo enamorado, sino en la casuística de muchos flecos que necesitan desprenderse de infinidad de enigmas e incertidumbres.
Esta especie de prisión traslada a muchas personas a todo tipo de experiencias, donde incluso lo inconcebible desea emanciparse para creer sentir un poco de alivio. Es el caso de nuevas y variopintas propuestas de identidad, o de esas ansias de rescatar voluntades quebradas hasta de los fangos de la corrupción sexual.
En la guerra de los medios también resuelven dar más cobertura a la violencia que al amor. Y quienes nos someten saben de las inmensas posibilidades amorosas y de su maleabilidad. No de ese amor romántico herido de vasallaje que tan bien controlan, sino de esos otros que se profesan desde la libertad, sin funcionalismos sociales ni guiones preestablecidos. Saben delimitar nuestros territorios y también dar rienda suelta a disturbios televisivos donde el mundo de las emociones no se sostiene por ningún lado, por esa irrefrenable obstinación en querer distanciarnos de un universo amoroso que en su originalidad podría ser capaz de dotarnos de mayor libertad.
Lo peor viene cuando algunos colectivos que postulan ese anhelo de libertad lo confunden con una disponibilidad cultural de la individualidad errada, y son capaces de defender la prostitución como justificación de un cuerpo con voz propia (que al parecer se rebela contra esa imposición decorosa de nuestras relaciones), sin plantearse que en el fondo subyace el dominio del hombre, capitalizando su posición con la compra de un servicio que sigue minando las relaciones desde la disparidad más absoluta.
Creo que con la prostitución se consigue socavar el anhelo de una búsqueda amorosa de los cuerpos, se potencia el rango de tiranía y coacción, y se procede a seguir humillando (como podemos apreciar en el vídeo expuesto) a la mujer como mercancía en el maltrecho mercado de la incomprensión.
Creo que es una forma más de mutilar los cuerpos, de ambos cuerpos, y de seguir sometiendo la potencial fuerza desbordante de quien se siente libre y ama. El enamoramiento no vale, porque encierra una forma de revolución incontrolable desde la dicha, pero fácilmente moldeable desde el carácter sufrido que se le asigna por su condicionada forma de proceder.
Los difusores de la información no recapacitan sobre la necesidad de construir mundos de aprendizaje con los afectos, más bien proceden a diseminar los estereotipos de uniformidad, violencia y caos, imponiendo esas necesidades que han de crear dependencia, esas lógicas del capitalismo que pervierten la paz y la igualdad y corroboran el esquema persistente del poder y del dominio. Otra batalla mediática para perpetuar ese sistema patriarcal que beneficia a muchos.
Si algo caracteriza a la música es su estrecha relación con los modos de adaptarse a todas y cada una de nuestras emociones. De ahí la popularidad y su arraigo en nuestras vidas.
Hay puertos a los que regreso una y otra vez. Unas veces porque en sus lindes habitan los duendes de tus emociones, y otras veces porque desde los cielos surcan los centinelas de las ilusiones. Cuando ambas cosas suceden a la vez, no te queda más que mirar atrás y sonreír, observando la línea directa dibujada entre tus ojos y el algoritmo de tus recuerdos.
¿No sabes qué hacer este fin de semana? Te invito al cine
Del revés
Pixar & Disney
Gobernados y enredados entre nuestras emociones, dejándonos llevar por un guión que merece ser subrayado, y a caballo entre la máquina de sueños y el estallido de imaginación que habita en el buen cine, nos encontramos de nuevo con Pixar. Y mayores y menores ante la pantalla, todos a una a celebrar que de vez en cuando es cierto aquello de que se puede ver cine…, en familia!
Cuenta la historia de Riley, una chica que, como todas las personas, tiene a las cinco emociones en su interior acompañándola. Su vida ha estado marcada por la Alegría, que se ocupa de que todo vaya bien en su vida, aunque las demás emociones también participan en el día a día de la chica. Por desgracia, el grupo de emociones, que por lo general tiene claro su papel, no entiende muy bien cuál es el motivo de que tenga que existir Tristeza. Una serie de acontecimientos llevan a que Alegría y Tristeza se vean introducidas en una peligrosa aventura en la cual el mundo interior de Riley se pondrá patas arriba.
Premios
2015: Festival de Cannes. Sección oficial largometrajes (fuera de concurso)
Uno de los primeros artículos de la Declaración de los Derechos Humanos debería comenzar por respetar y facilitar la construcción de la identidad y orientación sexual de las personas, independientemente de su sexo biológico y de sus preferencias e inclinaciones.
Ello con el propósito de contribuir al desarrollo integral y saludable de cada persona, favoreciendo así una vivencia plena y propia de los sentimientos, de las emociones y de los afectos, sin la cual, todos estaríamos anclados a los usos y normas generalizadas, constriñendo la particular expresión de nuestras diferentes identidades.
De nada sirven nuestros supuestos derechos y libertades (sin distinción de raza, color y sexo) si tras ellos conviven las barreras, y esas etiquetas que proclaman lo atípico o desigual como enfermedad o patología a erradicar.
Un porcentaje muy elevado de nuestras posibilidades para conseguir momentos de felicidad y equilibrio vital pasa, sin duda alguna, por la necesaria manifestación y expresión libre de nuestras emociones, por la necesaria armonía entre la elección de género y las características sexuales corporales heredadas al nacer, así como por el consiguiente derecho a poder proclamarlo y compartirlo sin ser juzgado.
Photo by Joséluis Vázquez Doménech
Sin esa opción surge una especie de expropiación de los sentimientos, un complejo conflicto personal, que conlleva a arrastrar el dolor y la no aceptación. Y lo que es peor, la vivencia con unas patologías añadidas que nada tienen que ver con la realidad y que incapacitan para la consecución de una vida plena.
No existe enfermedad alguna en esos modos de vivir el sexo y el amor en conflicto con la asignación de un cuerpo equivocado. Lo que hay es tan solo la dificultad de poder traspasar los límites establecidos en nuestro entorno. Una persona transexual necesita de todos los medios que podamos ofrecer para que pueda hacerse real una identificación entre su mente, su cuerpo, su placer, su erotismo, su sexualidad y su vivencia en comunidad. Y para ello, han de facilitarse todas las ayudas, desde las terapias necesarias hasta las operaciones que se tengan a bien realizar, y siempre, de modo gratuito.
Esto no es un capricho (Basta con exponer la cifra de suicidios que se da dentro de este colectivo, un 20% superior a la media). Forma parte de la necesidad de poder convivir con los vínculos afectivos con la misma facilidad que pueden hacerlo todos los demás.
Desde la más tierna infancia, un mundo extraño espera, pacientemente, a que tus fuerzas se debiliten… Sin que apenas te des cuenta, te juzgarás extranjero de tus propias emociones y, poco a poco, serás un inmigrante más, reclamando la ilusión de vivir en armonía con los sentimientos.
Y entonces, ya no te quedará más que elegir: continuar por un sendero al que le han arrebatado las semillas originarias del placer y el sosiego, o destrozar el camino… para que seas tú quien transite por zarzales con olor a otoño… y humedad.