Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
Has tardado mucho en desvincularte y regresar al punto de partida primordial. La soledad siempre ha de ir con nosotros, y ahora la buscas entre los vestigios de un sueño que no terminaste de precisar. Una esquela apareció en las páginas de tu diario sentimental, y diste incluso por muerto ese infatigable mundo que otros muestran con tanta frivolidad.
/Si pudieras añadir una nueva categoría en el acontecer de esas representaciones que te provocan tanto malestar, sé que convertirías en delito que alguien te conminara a amar/.
Los huesos a un lado y tu voluntad inquebrantable accidentada por esa eterna indisposición. (No es fácil comprender la sencillez).
Todos tardamos mucho…, en olvidar lo que nos enseñaron y aprender a pensar. Y te cuesta creer que los caballos también tienen memoria y que los sonidos eternos insistirán… Las apariencias siempre van por delante de la verdad y los enamorados se dicen todo incluso antes de conocer su realidad.
Y prefieres vivir invisibilizada a que quebranten lo que has conseguido labrar. Adviertes que entre la bruma, piedra a piedra, quienes habitan tus periferias reconstruyen siempre el mismo nicho para el mismo funeral. El almacén ya está cubierto de helechos y moho, y hay que darse lentitud para no volver a errar…
Te comprendo. Callo a tu lado y mis manos te despiertan, sin necesidad alguna de nombrar tanto bienestar. Y de vuelta ni tan siquiera giras la cabeza, porque sexo que flota cuerpo que aprende también…, a meditar.
Sobre la bóveda has dibujado un cielo azul que no te atreves ni a nombrar. Cuando colisionas te gusta caminar descalza por la orilla y, tímida, desnudar al menos tu espalda y vestirte con ese olor a mar.
Y aunque calles, sé que tampoco esta vez me vas a llamar.
Recuerda. La imposibilidad de verte (reflexivo) es el inicio de la deconstrucción de un nuevo mundo. Quizás aún no sepas de lo que hablo, pero transcurridas todas las estaciones querrás correr como un niño en busca del agua. Diez años sin sol, sin saber de ti.
Los rasgos faciales no son los más significativos en esta experiencia, los podrás ver en los demás, e imaginarlos floreciendo en tu rostro como enredaderas que se atrincheran ante la inminente llegada de una batalla.
La edad no es el problema. Las articulaciones también darán buena cuenta del tiempo. Ni tan siquiera la ausencia de todo brillo en tu mirada; de haberla, ya la percibirán los vecinos y sabrás gestionar sus respuestas.
La incertidumbre de no saber cuándo o cómo podrás alcanzar plena conciencia de ti mismo (otra vez) una vez te hayas alejado para siempre de los espejos se tornará en tu mayor preocupación.
El experimento te parecerá vacuo e infantil, pero ya te imagino sobre el asfalto observando los colores del aceite en una mueca despistada. Los charcos esperando que el viento se detenga (y tu imagen por un momento quede congelada).
No podrás acceder nunca al cristal ni al metal, y solo una vez al año tendrás permiso para contemplarte sobre el agua.
Photo by Joséluis Vázquez Doménech
Esa jornada estaremos todos pendientes de ti. Jaleándote. Y te acompañaremos anotando todas tus reacciones y todos tus impulsos.
Desde el primer momento te espoleará la curiosidad. Las primeras semanas caminarás con una seguridad asombrosa, pero tras la primera tormenta llegará el comienzo de tu irritación. La imposibilidad de verte (reflexivo) será ya la construcción de una nueva imagen. Cada vez más ofuscado sentirás cómo llega el invierno antes de que las hojas empiecen a caer.
Han pasado nueve años. Nueve años sin ti. Sin darte cuenta, te sabes ya un escondite. Tú mismo eres un escondite. El anhelo del reflejo de tu rostro son abriles de ignorancia. Quieres gritar y hacer callar a quienes se preocuparon por saber cuándo nos llegaba el Yo de la consciencia, y se olvidaron por completo de su recuperación.
Ah! De eso se trata. De regresar una vez que nos perdimos. !Como si la mismidad durara toda la vida!. Hay que aprender a aceptarse de nuevo, una y otra vez. O lo hacemos por voluntad, o te obligan a ello. Es por el bien de la comunidad. La Democracia en el país de las Maravillas.
En medio del tumulto, al límite de tu tiempo, buscando oxígeno, regenerando la identidad…, no te queda más que ir al encuentro de la otredad, y te enamoras. Hay que joderse, te enamoras justo cuando quedan diez días para los diez años, y me vienes con la milonga de que has visto la luz, precisamente cuando no eras capaz ni de ver tu sombra.
El castigo no se hará esperar. El espejo no es el amor de tu vida. Quisiste encontrarte y lo confundiste todo. Estabas a punto de solventarlo y contribuiste como solo lo hacen los dandis bajo la lluvia, creyendo que la seducción es el camino más corto hacia el final.
Fracaso absoluto.
El deseo de saber de ti te llevará siempre al prójimo. Pero cuando regreses de él, querrás mirarte y te darás cuenta de que eres más barro que piedra, y que cada vez que lo intentes, verte de verdad, querrás ir al encuentro, en el límite de reconocer tu integridad.
Romper todos los espejos…, antes de ir al encuentro de tu consciencia. Para aprehender la realidad, ya está el dibujo de las olas sobre la arena.
En el enamoramiento ponemos de nuestra parte para que suceda aquello que, a los ojos de los demás, confirme que ya hemos superado la soledad. Hasta el día que en que se han de rendir cuentas frente al espejo, y de nuevo cada cual, vuelve a su unidad.
Si por un instante alguien puede pensar que el fin de una relación es un contratiempo, quizás debería ir reflexionando sobre la posibilidad de que el enamoramiento…, también puede llegar a serlo.
Si como dices…, lo contrario del olvido es el amor, quizás deberíamos empezar a pensar que la memoria es el fraude del enamoramiento. (Gracias Marta, por la noches poéticas)
Cuando se desbordan los sentimientos, cesa el rumor de la rutina, y se abren las compuertas de la vida. (Son las llamadas inundaciones repentinas…, o enamoramiento)