La Ignorancia Crea
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Océanos de esperanza
Puse un anuncio ofreciendo mis servicios y solo recibí por respuesta la voz nada callada de centenares de hombres, dispuestos a intensificar experiencias pero gravemente mutilados en sus proyecciones afectivas e incluso sociales. No les interesaba lo más mínimo en qué podían consistir mis objetivos y todos ellos daban por hecho que yo era mujer abierta en dos y a ser posible entre los tablones crucificada. Constituían un mercado poco ambulante y se exponían, sin tan siquiera saber, con un puñado de euros a cambio de lo que me disponía a conceder.
Tuve a bien mostrar mis reticencias ante la respuesta obtenida, y decidí concretar un poco más en los repliegues de cada palabra. Y maticé que no era yo quien tributaba, sino que desde mi yo, era capaz de enmendar ciertos servicios que, lógicamente, muy bien administraba. Casi un número similar de acaudalados egoístas tuvo a bien imaginar que yo sí era un cuerpo muy ambulante, y que con él podía hacer desde las piruetas más extrañas hasta algo parecido a la magia. A una explicable mayoría les resultó aún más grato pensar que estar con alguien con experiencia tendría el precio módico que ellos mismos habrían de estipular.

Photo by joséluis vázquez domènech
Sin meditarlo mucho me desprendí (con total impunidad) del yo externo e hice saber que una mujer con experiencia estaba dispuesta a ofrecer su ayuda para aquellas personas que así lo precisaran. Paradójicamente se me llenó el buzón de sugerencias poco surrealistas y bastante más intrusivas. Me encontré con los mismos hombres, pero esta vez, «necesitados» de una buena fornicada o lengüetada, o como me dijo alguno, de una hembra que bien sabía lo que quería hacer.
Las cosas así no me quedó más remedio que despersonalizarme por completo, añadiendo la misma frase pero dejando a la mujer que habitaba en mí, fuera de juego y de todas las palabras. Mas todo indicaba que no había nada que hacer. La mayoría de hombres tienen una memoria selectiva para incinerar el hueco de sus deseos, y ésta vez demandaron al unísono para saber por mi desorientación sexual, respondiendo que en caso de ser portadora del sexo femenino pues claro que desearían que yo les ayudara, a empalmar sus impulsos aun a riesgo de ser yo una auténtica terrorista barrioaltera.
Mi última propuesta terminó anulando por completo mi existencia, y me descubrí como un hombre que ofrecía todo su aprendizaje y todas sus pericias. Como si dicho grupo no quisiera quedarse diezmado, un mismo porcentaje pero esta vez de «otros hombres», quedó encantado con el nuevo escenario que planteaba e interpelé vía urgente a todas mis conciencias. La primera de ellas me hizo ver que el lenguaje es un cúmulo de autocomplacencias registradas en el hemisferio subjetivo, y que bastaba un clic para convertirse todo él en un anhelo muy viable.
La segunda conciencia quedó atrapada entre dos tierras, y decidió que mejor era beber y que le den al mundo y a sus habitantes sin fronteras.
Considerándolo todo no me quedó más remedio que interrogarme por esa razón por la cual todos mis servicios habrían de confluir directamente en los afluentes de la sexualidad y no, por ejemplo, en mis capacidades matemáticas o logísticas. Y pensándolo un poco más, inquietante me resultó intentar comprender por qué los cuerpos estaban mercantilizados y solo les quedaba cotizar hasta en los supermercados.
Hoy desperté arrebatadoramente complaciente, y puse un nuevo anuncio. Mujer, 35 años, nadadora profesional e interesada en compartir océanos de esperanza se ofrece para disolverse sin cantos de sirenas.
Aún estoy esperando, la llegada de algún pequeño mar capaz de perderse en la comisura de mis asimétricas e inconmensurables latitudes.
Nadie parece entender, dónde quiero zambullirme, ni tampoco el color de mi piel.