Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
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La policía cada dos por tres detiene a presuntos pedagogos de la alianza yihadista. Les acusan de promocionar el terrorismo. En Europa, hay quien fabrica armas para venderlas a otros países para lanzar guerras y, cuando no, para inventarlas. También hay quien estrangula a la población con políticas de austeridad irreconciliables con la justicia. Otros se esconden, y desde los espacios bursátiles contaminan la vida de millones de personas. Existen también bandas de políticos que venden su vida a las multinacionales en nombre de representaciones falsas de la Democracia, y otras bandas que venden sus leyes a aparatos judiciales que discriminan nuestras vidas. Y, por si fuera poco, estamos rodeados de personajes que clausuran el porvenir de todos y se lo reparten entre ellos, como si la propiedad de la vida fuera su capricho después de comer una buena langosta bañada de vino y mierda. Y después de fabricar este mundo tan peculiar y amistoso, con sus propinas pagan la noticia, a cientos de periodistas que nos cuentan que por la frontera ha entrado un posible y belicoso musulmán dispuesto a hacer pedazos nuestras vidas. Hay que joderse, cuando nuestras vidas ya han sido mutiladas por todos estos francotiradores de la esperanza. A éstos, la policía les abre las fronteras, porque de eso se trata, de globalizar la mafia para enterrar a los pueblos que sueñan.
Más de 800 periodistas veranean este fin de semana en la península helénica para amedrentar las redes informativas. Hasta hace bien poco, lo hacían en Siria, o en Libia, o en Afganistán, o iban allí a pasar «unas vacaciones de verdad» para no contar nada, porque nada querían extrapolar de ese país y sus gentes, y tomaban su caipirinha en la piscina. Fíjate que nos podrían narrar con todo tipo de detalles la propuesta de Syriza para pagar la deuda. Insisto, la propuesta para pagar, no para salir del euro. También podrían dibujarnos el mapa de impertinentes justicieros que llegaron con sus fondos internacionales para destrozar sus alas. Y bastaría con que explicaran quiénes son los dirigentes del Fondo Monetario y nos deletrearan cómo se las gastan con todos los Estados donde entran. Pero no. Han ido con sus cámaras a sacar la instantánea deseada, la de Tsipras alejándose de las estrellas europeas.
Quien no está en contra de las políticas que nos fumigan está cosechando la podredumbre que nos rodea. Y todo lo demás, es otra historia. Solo pensar que alguien se adhiere a la causa del Eurogrupo me hace temblar. De miedo, ante la barbarie que se avecina.
Y mañana la policía detendrá a alguien que salió de Grecia, para emigrar a este país de turistas y panderetas, incapaz de reformar la ética. Y mientras tanto, vendrán troikistas forrados hasta las cejas, a embriagarse de este sol y reírse de sus puñaladas traperas.
Tras la niebla, llegan como buitres en busca de su comida. (Un abrazo inmenso Grecia, pase lo que lo pase, estaré con tu tragedia).
Tú puedes ser un banquero, un tirano, un político, una reina, un empresario, un juez, un policía, una periodista, un alcalde, un verdugo, un obispo o incluso un esposo receloso. Yo, puedo ser una niña, un balsero, un pescador, una mariscadora, tu esposa, un agricultor, cualquier ciudadano anónimo y hasta tu propio profesor.
Entre tú y yo hay infinidad de acontecimientos difíciles de olvidar. Historias que te delatan, y que es preciso recordar.
Llevamos siglos viéndonos las caras, y por muy difícil que parezca entenderlo, sigues ahí…, amenazando todas mis demarcaciones y perforando mi cerebro sin complejos. Eres el rey que te has atribuido la potestad de hacer amigos que te cubren de dinero, y yo un desorientado ciudadano al que le cuesta comprender la razón de ser de este macabro juego. Santo Tomás defendía tu figura, como gobernante y pastor, como la mágica unión entre el Estado y la Iglesia, y por obra y gracia de dios tu semen no para de engendrar nuevas coronas y nuevas tropelías.
A tu lado se sientan muchos acreedores. Dos de ellos son el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que rápidamente se convierten en organismos de destrucción masiva. Desde mi cabaña he visto como han llegado a nuestras selvas compañías petroleras y de gas, mineros y empresarios, apoderándose de hasta las semillas de las tierras que lloran. Habéis dinamitado nuestros campos y nos habéis obligado a endeudarnos. Soy un pobre campesino, desterrado y humillado, y sin ningún tribunal que avale ni tan siquiera mi existencia.
Te vi hace poco en una rueda de prensa. Yo estaba en una camilla, con ambas manos crucificadas por tus concertinas. Una herida abierta en mi brazo izquierdo, y un corte en la planta de los pies. Dos dedos han perdido toda movilidad. Yo estaba malherido, pero podía escuchar tu discurso sanguinario; tomando medidas disuasorias contra mí, y pidiendo informes para saber si las cuchillas tenían efectos en las personas. Estoy internado en un centro para extranjeros, pero antes de caer rendido puedo oirte decir que “en la defensa de los derechos humanos, nadie nos va a ganar”.
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Con un fuerte golpe sobre la interminable mesa de madera has dictado sentencia. A mi pequeño pueblo de Palestina nos ha llegado la noticia de que una Corte Internacional ha constatado que el levantamiento del muro y los asentamientos son ilegales. Cada mañana cuando despierto, una interminable valla custodiada por varias torres de vigilancia me impide ir a jugar con mis primos, que están al otro lado. Bajo el único olivo que quedó en pie guardé la chaqueta que llevaba mi padre cuando dos tiros le sesgaron la vida.
Acabo de salir del túnel. Trece horas después de dibujar mis pulmones con mercurio y picar la pesada piedra que trasladé sobre mis espaldas con un martillo de cuatro kilos. Me lo dijo hace dos años mi madre; ya no podrás ir al colegio y acompañarás a tu padre a la cantera. Cada año mueren 38.000 niños como yo en accidentes de trabajo. También sé que Colombia es uno de los países más minados del mundo (y con más víctimas de esas minas antipersonas). Y así es, ya consiguieron que dejáramos de ser personas, mientras tú inviertes en bolsa depreciando el valor del maíz, y compras lingotes de oro que eran polvo de muerte en la aldea que me vio nacer, y ya a nadie puedes ver.
He dado un portazo y me he encerrado en la habitación. Mi cuerpo es legislado como si yo fuera suelo a expropiar. Mujeres de todo el mundo somos despreciadas sin complejos, ignoradas en la coexistencia y cosificadas hasta doblegar nuestra intimidad y nuestros cuerpos. Acabo de regresar de una habitación “clandestina”, y no hago más que mirarme en el espejo y auscultar mi presencia con la mirada. Estoy difuminada. Apenas si tengo capacidad para darme significado, para comprender tanto veneno. Tú querías obligarme a ser madre, violando mi autonomía y mis derechos, plegado a tu jerarquía ministerial, y orgulloso de tu corrupta ideología.
Por hoy ha terminado la jornada laboral. Hemos estado recogiendo gravilla con las manos para después meterla en contenedores de plástico que, al final, transportamos sobre nuestras cabezas. Mi marido no sé donde está. Se lo llevaron por carreteras asfaltadas con mi gravilla en una furgoneta llena de soldados armados. Tú, hombre religioso donde los haya, y tal vez por ello elegido Ministro de Defensa, sabes mucho de venta de armas. Estos días de guerra te tengo muy presente, cada vez que mi espalda se contrae para erguirme por mi vida; cada vez que de regreso a ninguna casa la sangre mancha mis pisadas.
Con cada letra del abecedario podríamos empezar miles de historias que nos pondrían los pelos de punta y, achatada por los polos, el alma. Así es nuestra Tierra. Somos ya muchos quienes coincidimos en la necesidad de cambiar. Nos queda la protesta; salir a las calles y dibujar más que pintadas de amor y libertad. Las ofensivas han llegado ya a las puertas de nuestras casas. Y por todo ello, además de gritar, queremos ir hacia ti, y mostrarte en persona las consecuencias de actos tan vejatorios, tus actos. Sabedores de las “indecorosas” consecuencias que ello tendría, tú, y todos los que son como tú, respondéis con la nueva Ley De Seguridad Ciudadana. Y sumamente agradecidos, nos instituimos en tu enemigo.
Con tu soberbia y tu maldad congénita has inundado de piedras la distancia que nos separa. Entre tú y yo solo queda la grieta. No podemos cruzarla, ni trasladarnos a los confines del universo para esquivarla y atravesarla por su esquina más remota. Entre tú y yo el deshielo ya es un hecho, y la glaciación ha comenzado. No preguntes por mí en ninguna de tus próximas reuniones. Es posible que me haya levantado, mientras veo como se tiñen de miedo las suelas de tus zapatos. Eleva un muro allá donde estés, porque el sufrimiento necesita detener su soplo, y cuando el malestar supere al miedo, no solo comprenderás tu inquebrantable acto de mala fe, sino que podrás ver miles de yos acudiendo a derribar tu muro, y tu infame procacidad. Porque entre tú y yo, has planificado perfectamente nuestra venganza.