Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.


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Serena? Williams

Un discurso que, al parecer, vale para todo

La tenista estadounidense monta en cólera porque un juez-árbitro la sanciona por su intolerable comportamiento. Insultos, desprecios y unas maneras propias de alguien que se cree superior son justificadas porque, según ella, el señor de turno y su actitud… son sexistas.

Tras el partido, y para seguir con su entrañable narración, termina la rueda de prensa haciéndonos saber que va a seguir luchando contra la discriminación contra las mujeres y a favor de la igualdad.

A su lado, en la entrega de trofeos, una mujer japonesa sufre los embates de la diosa negra y de un público volcado con su ídolo, y llorando, pide disculpas por haber ganado el partido.

La humillación que sufre Naomi Osaka por parte de Serena, luchadora por los derechos de la mujer es, cuando menos, curiosa. 

 


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Libertad de expresión también para quienes no piensen como yo

(Denunciémonos por todo y nos vemos en los juzgados)

Si algo debemos recomponer en nuestro comportamiento es nuestra querencia a la crítica y a cierto descontrol cuando se trata de ver la paja en el ojo ajeno. Es mucho más dificultoso de lo que podemos llegar a creer, ser imparciales en todo momento y considerar cada acontecimiento siguiendo los mismos criterios.

El revuelo que ha causado un autobús en España bien podría ser fiel reflejo de lo que viene ocurriendo en el universo de las redes sociales, donde sin tiempo para la reflexión y caiga quien caiga la ciudadanía se descubre como inquisidora profesional en base a algunos juicios que son, a mi entender, los que no dejan en buen lugar a quienes los promueven contra viento y marea.

Antes de hacer un pequeño análisis sobre ello quiero dejar constancia de que mi sorpresa deriva no tanto por lo que significa el mensaje que se traslada por parte de esa organización ultra católica y la posterior reacción de miles de personas, sino por la falta absoluta de criterio empleado para ello, ya que es del todo incomprensible (y creo que inadmisible), que no se actúe del mismo modo cada vez que sospechamos que algo indeseable, falso, contraproducente, bárbaro o calamitoso sucede en nuestra aburrida vida cotidiana.

Es decir, la imparcialidad no puede llegar a producirse cuando somos capaces de intentar exterminar una frase que nos produce asco, y no hacemos lo propio con la biblia, o con los telediarios, o con el sistema educativo o con las bases militares, siendo todos estos ejemplos claros objetivos contra los que podríamos proclamar la misma aversión y, por tanto, exigir la misma censura.

Las cosas así conviene aclarar que ya hace tiempo tomé la determinación de que impedir la circulación de ideas e informaciones no podría ser nunca motivo de celebración, ya que sería enorme el enredo que podría llegar a causar, y siempre habría quien se quedara sin voz ni voto a falta de fundamentos evidentes para su condena. La libertad de expresión ha de ser total, transversal, y sin limitación alguna (exceptuando la incitación y/o propagación del asesinato o la violencia). Y si de lo que se trata es de no permitir a un grupo de personas, por muy descerebradas que sean, lanzar sus mensajes, yo me apeo en la próxima parada.

Si por algo se caracteriza el fundamentalismo es por pensar a pies juntillas que toda idea no proveniente de sus cavernas ha de ser rechazada y, aún mejor, desmenuzada. Sé que hay creencias y sus imprevisibles consecuencias, que hay argumentos y perversos efectos derivados de muchos de ellos, pero yo no soy quien para poner una raya y delimitar con ella un espacio con las ideas que serán bien recibidas. Por tanto, no puedo acceder a encarcelar el pensamiento de algunos mientras al mismo tiempo doy rienda suelta a muchos de mis principios que, a buen seguro, colapsarán las entrañas de otros que habitan más allá de mis intervenciones.

Mi reacción es de sorpresa, primeramente, porque necesitaría saber qué efectos puede tener un eslogan, que difieran de aquellos que vivimos a cada instante en esta sociedad violentada, y por los que tan poca gente pone el grito en el cielo. Para que nos entendamos, la incitación al odio que se traslada a toda la ciudadanía  a través de ese ingente número de imágenes iracundas y agresivas que visionamos cada día en televisión…, ¿no es suficiente “delito” para echarse las manos a la cabeza y no permitir la entrada de pantalla alguna en nuestras casas?, la propaganda neoliberal que acompaña a los discursos de decenas de tertulianos y periodistas…,¿no representa un peligro atroz y fulminante en el devenir de nuestras vidas?…

Walt Disney no ha hecho sino proponer un modelo del amor romántico fuera de lugar, y su influencia es tan devastadora y tan denigrantes sus efectos en la estructura mental y emocional de las relaciones afectivas que aún no comprendo como no han salido hordas de personas (defensoras de los derechos de los niños) a quemar salas de cine por ataque tan vil a otros modelos de convivencia.

Creo que no hace falta llegar a exponer las cien mil calamidades que acompañan nuestras biografías y que podrían representar, sin lugar a dudas, la cruel maquinaria  que abastece toda existencia humana.

En consecuencia, todo indica que hemos de resolver sin mayor dilación qué vamos a ser capaces de permitir y qué estamos dispuestos a prohibir.

Elly Strik picture. Photo by joséluis vázquez domènech

Elly Strik picture. Photo by joséluis vázquez domènech

Bien pudiera parecer para un importante sector de la población que es sencillo saber dónde pueden estar los márgenes de la incorrección o de la contra-indicación. Pero yo no lo sé y, por tanto, dejo navegar por los caudalosos ríos hasta un barco lleno de cazadores y rufianes.

Y mi reacción es también visceral porque observo nuevamente cómo se apela a cierta conmoción para empujar un tren que hace tiempo perdió al maquinista. En demasiadas ocasiones somos protagonistas de ataques de “histeria colectiva”, que cuando llegan a su apogeo permiten que seamos gobernados más por procesos emocionales que por planteamientos racionales.

Sería del todo improcedente poder llegar a pensar que yo no deseo lo mejor para la población transgénero (por poner el caso que nos ocupa), o que con mi teoría lo que permito es que cualquiera pueda decir lo que le viene en gana en todos los frentes de nuestra sociedad, y que esto devendría en un caos sin precedentes. Mas no hay por qué preocuparse. Nuestra sociedad ya está más que acostumbrada a vivir bajo el yugo de la maldad (y no observo grandes reacciones por ello) y, por otro lado, sigo sin encontrar fundamentos razonables capaces de consensuarse en alguna ley que no nos pareciera injusta.

Con todo, es la igualdad el valor por el que deberíamos luchar más enconadamente. Y de igual a igual, dejo hablar a un votante del PP y a un antimilitarista, y dejo que escriba un artículo un fascista o una anarquista, porque de lo contrario, seguro estoy que sería yo uno de los ejecutados por la magnitud de mis palabras.

Ni las más nefastas opiniones vaticinan el colapso de la civilización, por muy aciagas que éstas sean. El verdadero y mayor peligro de aletargamiento lo sostienen quienes desean retener en sus únicas creencias el triunfo de su supuesta liberación.

Más allá del derecho penal hay otras fórmulas para castigar los actos insolidarios, pero éstos también son tantos que precisaría de un autobús londinense para poder mostrarlos.

Muchas son ya las personas juzgadas y encerradas porque un Tribunal ha decretado que es delictivo escribir, decir o hacer “ciertas cosas”. Y así, no me gustaría colaborar limitando el derecho a difundir algunas ideas, con las que ni comulgo ni con las que deseo ir a misa.

Si tal y como he manifestado en numerosas ocasiones, lucho contra la desinformación y el acoso de la propaganda mediática más hostil, también hago lo propio en favor de la libertad de expresión. Y lo que no puedo hacer y nunca haré, será combatir por mi libertad y obstaculizar la de quienes no piensan como a mí me gustaría.

Incluso creo que puede ser positivo dar visibilidad al apogeo de la abnegación por la ignorancia y permitir que aflore ese submundo lleno de estupidez, para así poder tomar nota y no precisar de la arbitrariedad de ningún juez.

Y no hay que alborotarse por ello; entre todos los tweets que han circulado por el mundo en los últimos cinco años, hay trillones que podrían considerarse ofensivos y punitivos, y si dejáramos que la decisión de encarcelar a alguien estuviera en tus manos, dime…, cuántas prisiones llenarías.

La justicia española ya lo hace (condenar a cautividad por comentarios en redes sociales), y maldita la gracia que tiene. A mí ya me es igual, que un niñato escriba alabando a Obama o que una mojigata se meta en el frente popular. Lo importante es dejar información sobre la mesa, para que quien quiera la coja, y quien no la quiera sea capaz de librar su propia batalla.

No me parece oportuno asistir al espectáculo de observar quién va a ser el siguiente «titiritero» que alguien desea encerrar. UPN y COVITE acaban de anunciar sendas demandas a la televisión pública vasca (EITB) por incitación al odio contra España, en el juzgado el primero y ante la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia los segundos. Todo ello por unas declaraciones vertidas en un espacio de humor en el que se pregunta a algunos entrevistados por su relación con España. Resultado, programa retirado de las pantallas y de internet el sábado por la tarde.

Bien, vamos a denunciarnos entre todos y nos vemos la mitad en los juzgados.

Colaboración para Iniciativa Debate


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Trois couleurs (Blanc)

¿No sabes que hacer éste fin de semana? Te invito al cine

Blanco

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Para su segundo color Krzysztof Kieslowski se asoció con Julie Delpy, y la perfecta combinación con su rostro y su inquietud nos desvela de nuevo . He de confesar que a día de hoy ésta película adquiere aún más trascendencia. Si ya cuando se estrenó apuntaba maneras hacia una Europa donde la igualdad era una osadía, en este momento su visión nos persuade de tal manera que no nos queda más remedio que otorgarle el don de la sabiduría. Y, claro está, nuevamente el de su interpretación de la estética. 

La Europa de las fronteras y los inmigrantes se abre camino dando cobertura desde su Polonia natal a las estrategias tan manifiestas en nuestra realidad social y política: el engaño y el tráfico de influencias para superar el abandono.

Karol confiesa la existencia de un matrimonio no consumado, un continente impotente, y desde la marginalidad del metro parisino nos llegará una nueva historia de amor reconvertida en la más crítica de la trilogía. Para mí, la más solvente. 

Título original, Trois couleurs: Blanc 

Año, 1994 

Duración, 92 min. 

País,  Francia 

Director, Krzysztof Kieslowski 

Guión, Krzysztof Piesiewicz & Krzysztof Kieslowski 

Música, Zbigniew Preisner 

Fotografía, Edward Klosinski 

Reparto, Zbigniew Zamachowski, Julie Delpy, Janusz Gajos, Jerzy Stuhr, Grzegorz Warchol,Jerzy Nowak, Aleksandr Bardini, Cezary Harasimowicz, Jerzy Trela, Juliette Binoche, Florence Pernel 

Productora, Coproducción Polonia-Francia-Suiza; MK2 Productions / CED Productions / France 3 Cinéma / CAB Productions / Zespol Filmowy 

Género, Drama |  

Grupos, Tres colores 

Sinopsis

Karol ama profundamente a Dominique, pero ella lo abandona debido a que él sufre un problema de impotencia. Entonces decide volver, con su amigo Nikolai, a su Polonia natal. Allí emprende con éxito un negocio y, aunque sigue enamorado de Dominique, planea vengarse de ella. 
Premios
1994: Festival de Berlín: Oso de Plata – Mejor director


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The First Day

Poemario disidente

01 de enero

Dicen que empieza un nuevo año, pero créeme que hoy viene igual que ayer, detrás de otro día cualquiera que apenas supo alumbrar la noche. Cargado con la misma emboscada y cubierto con idéntico aroma a pólvora y canapés.

/Pensar que algo ha cambiado o lo puede hacer, es dejar en la inconsistencia de la esperanza colectiva la necesidad de la propia transformación/. 

Nada hay que esperar, porque todo queda por hacer.

Levántate, derrumba los muros de esta sociedad maltrecha, y hazlo. Hazlo sin miedo. 

Ama.

Como si la vida te fuera en ello…, y el mundo fuera un clavo ardiendo.

Pero no comiences con los autoestimados, que ellos mismos ya tienen suficiente.

Ama la justicia social, la igualdad, el rostro cautivo, los inviernos duros, los charcos llenos de barro, la herrumbre de tus pensamientos, el olor del vagabundo, los demonios que llevamos dentro, el agua en los zapatos, el esfuerzo de la tierra que se abre a dentelladas, el silencio más que la palabra, la rareza que te esquiva, a la mujer que le arrebataron la mirada, al hombre que no sabe acompañarla, a quien no puede con su espalda y, sobre todo, a quien han robado su trozo de comida. 

(el silencio más que la palabra)

Y después, ámate lo que quieras, que tiempo tendrás todavía…

Photo by Joséluis Vázquez Domènech

Photo by Joséluis Vázquez Domènech

 

 

 


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Contra el engaño

Breves:

(Aclarando conceptos)

Cuando los ríos andan revueltos y el sistema parece tambalearse, bien porque alguien mina la fortaleza del Estado, bien porque un grupo social exige reformas constitucionales, o bien porque otros colectivos deseen instaurar una República allí donde hay una Monarquía, la respuesta ante estos movimientos viene a ser siempre la misma: «Estamos aquí para defender la Ley y la Democracia».

En el mismo enunciado de ésta pequeña frase está la gran trampa. Se nos quiere hacer creer que por algún rocambolesco truco de magia, aquél día en que alguien inventó la Democracia, se hizo al mismo tiempo con las riendas de la Ley, como si ésta no tuviera otra opción que caminar junto a la primera como un matrimonio indisoluble.

Pero ahí está la temperamental realidad para hacernos ver precisamente lo contrario. Defender la Democracia no es defender la Ley, entre otras muchas cosas porque ya sabemos que desde aquellos primeros años en que Grecia dio a luz al gran hijo varón del Sistema Político, comenzaron a hacerse infinidad de leyes que ni eran justas, ni estaban pensadas para beneficio de las mayorías.

Es bastante sencilla de adivinar dónde se esconde esa mentira que parece nadie quiere rescatar. Si la Democracia es un régimen político que defiende la soberanía del pueblo, que le da el control sobre sus gobernantes, y la regla de las mayorías permite que éstas tengan unos representantes que gobiernen por ellas… ¿Cómo es posible que en el contexto de nuestro entorno político, ningún Gobierno responde a las ansias comunes de justicia, trabajo, igualdad, libertad y dignidad de los habitantes por los que dice trabajar?

La respuesta no requiere grandes tesis ni el beneplácito de politólogos o estadistas sesudos. El propio sistema encierra dentro de sí una serie de mecanismos perfectamente controlados y dirigidos para que aquello que parece, no pueda ser. Y en definitiva poder expulsar de las parcelas de decisión a aquéllos que más lo necesitan, y mantener en las cotas de poder a quienes saben como proseguir con la farsa.

Y así, año tras otro, durante siglos. Y ¿para qué?, para que la mayoría de la gente siga yendo a las urnas a manifestar su adhesión a la trama más embustera y maquillada de la modernidad y esta Democracia siga adelante, pasando por encima de todos los derechos y de todas las mujeres.

(Todavía nos queda un inmenso mar que cruzar)

Photo by Joséluis Vázquez Domènech

Photo by Joséluis Vázquez Domènech