Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.


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El deporte al servicio del Capitalismo

Carta a toda la afición

(y la exigencia moral de liquidar la mayoría de competiciones)

Introducción:

Un grave problema que afecta seriamente la credibilidad de nuestras democracias está en la inmensa dificultad que tenemos para acceder al buen uso de la información, es decir, a cierta objetividad e independencia a la hora de tratar todas las noticias (la opinión pública está mayormente influenciada, regulada y controlada por los medios de comunicación). El mismo pack trae consigo los ilimitados obstáculos que se han de superar para poder mostrar en tiempo real (al menos en un periodo próximo a los acontecimientos que se están tratando) todas las mentiras que nos están contando.

Seguir el rastro de los modos, los tiempos o los enfoques con que se nos muestran las principales «incidencias» (guerras, invasiones, atentados, protestas…) ayuda mucho a saber descifrar la existencia o no de la veracidad que transmiten. Y en los últimos tiempos andamos sobrados de estrategias manipuladoras que incluso llegan a hacer gracia por sus indudables defectos de forma. Todo lo sucedido con la irrupción del Estado Islámico es buena prueba de ello. 

Pero no quiero hoy tratar el origen y expansión de este grupo. Más bien ponerlo como cebo para poder llegar a comprender qué sucede en este agreste mundo globalizado.

Quienes dirigen el cotarro saben muy bien dos cosas. La primera, que controlar los medios de comunicación es el primer paso para alcanzar todos los objetivos. Y la segunda, que mientras ejecutan sus innumerables actos delictivos de guante blanco, nada hay mejor que entretener a la población con anestesiantes que llenen de euforia las horas muertas de las jornadas cotidianas.

La mercantilización del deporte:

Todos sabemos que el deporte es el mejor dispensador de tiempo libre. Pero parece ser que no son muchos quienes se interrogan por su verdadero papel en nuestras vidas. Para simplificar los argumentos podemos llegar a decir, sin miedo a equivocarnos, que quienes nos auxilian con esos anestesiantes son los mismos que poseen las herramientas para manipularnos masivamente, y que también son los mismos que dinamitan con sus millones de dólares la paz en un mundo impregnado de humo y miedo.

El proceso es sencillo. Ofrecen a los ciudadanos ávidos de tiempo libre espectáculos que satisfagan sus deseos inminentes. Pongamos tres o cuatro ejemplos fáciles de interpretar. El fútbol, el baloncesto, el automovilismo y el motociclismo. No es casual que los deportistas que brillan en cada una de esas facetas sean todos multimillonarios. Lo son porque hay quien decide que así ha de ser, para engrandecer el circo al que representan. Y el encubridor de tamaña incongruencia no es otro que aquél que paga para que todo prosiga de igual manera. Los mismos que ejercen de tiranos y   conquistadores con su capitalismo rampante, son quienes financian a Cristiano Ronaldo, a los hermanos Gasol, a Fernando Alonso o a Jorge Lorenzo. Los magnates de la construcción, los grandes bancos o los petrodólares árabes son (por citar a algunos) los tristes protagonistas que a ti, amante de éstos eventos, te deberían hacer pensar. 

Por un lado participan en desembolsos importantes en la elección de presidentes o de cargos políticos, están en la línea del frente a la hora de reconstruir países que ellos mismos han llevado a la guerra, y crean lobbies de presión para dominar los centros de decisión de medio mundo. Y, por otro, mientras manchan sus negocios con una y mil peripecias geoestratégicas de difícil catadura moral, inyectan el dinero suficiente en determinadas modalidades deportivas para tener gozosa y satisfecha a gran parte de la población.

Google Images

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Las incoherencias devienen así  más visibles en un sector de la población altamente contaminada por esta fiebre televisada. ¿Qué piensa Ada Colau cuando se sienta en el palco del F.C. Barcelona? (Es probable que nada diga al respecto mientras ocupe su cargo, y que incluso se adhiera a mis planteamientos. Pero ahí está…). No importa que la afición sea militante de Podemos, de Izquierda Unida, del CUP o de cualquier agrupación popular asamblearia. La enfermedad también afecta a quienes piensan que salvaguardan la supuesta decencia ética. Mientras lanzan diatribas contra Israel o Arabia Saudí aplauden los goles de Messi a rabiar. Mientras inundan sus redes sociales de indignación ante los señores de la Troika animan a Valentino Rossi, enloquecidos con sus derrapes y adelantamientos sin par. Y mientras cenan disfrutando con Jordi Évole se frotan las manos viendo la NBA. Resulta difícil de entender, pero es así. Se alegran una y otra vez con las migajas que les ofrecen los mismos que gestionan las políticas contra los que luego ellos mismos dicen luchar. 

Más de uno ya estará pensando que estoy extremando el discurso, o que yo mismo también protagonizaré mis pequeñas atrocidades con mi disertación y mis turbias aguas en la vida real. Puede ser, pero ello no ha de empañar la reflexión. Lo que me importa es descubrir los agujeros negros que nos succionan. 

Esta circunstancia la observo importante y necesitada para saber gestionarla. Es decir, hay que mostrarla  abiertamente para poder reflexionar. 

Deberíamos volver a las canicas, a la petanca, a los bolos o al dominó. Lejos de los dominios de los mercados, y próximos a nuestros vecinos, con quienes poder vivir los deportes y los juegos alejados de tanta contaminación. Si de sentir los colores se trata, qué mejor que esos partidos de pueblo, celebrando hasta la derrota. Pero hoy los colores no se sienten, se compran a destajo, se venden cuando hay premura, o se lavan con lejía si el equipo lo compra un patriarca ruso o un excéntrico chino. ¿Qué más da?, si lo que importa es prevalecer en la nebulosa de la gloria.

Una urgente reflexión:

¿De verdad sigues insistiendo y me quieres hacer creer que sientes la camiseta como si fuera tu segunda piel? He de retomar mis primeras líneas para declarar que no se me han olvidado. Cada jornada suceden en el mundo infinidad de acontecimientos que nos dejan sin respiración. Pero la búsqueda de la verdad no entra en ese guión. Bombardeos, matanzas, violaciones, deportaciones, emigraciones masivas, mutilaciones, hambre… Y yo no tengo todos los datos para enlazar directamente cada causa con su nefasta consecuencia, pero sé que los mismos que te quieren hinchar de palomitas y cervezas frente al televisor son los mismos que te abren las puertas a sus estadios. Y, lo que es peor, los mismos que subvencionan la incultura y la brutalidad patrocinan tu euforia ante la pantalla del hogar.

Hace bien poco ha aparecido una noticia, que sin que para mí sea sorprendente espero te haga recapacitar. Yo ya he escrito mucho sobre ello, (casi siempre como ya he dejado constancia antes, sin pruebas contundentes). Pero los años siempre reparan las mentiras. Qatar admite tener relaciones con el Estado Islámico. No te quiero ni contar qué tiene que haber escondido en ese escenario, en el que países como Estados Unidos, los Emiratos, Arabia Saudí, Israel o la propia Qatar han sembrado de putrefacción y dinero. Te aseguro que para cuando ellos admiten tener relación, es porque millones de personas ya lo sabemos desde hace mucho.

Ahora te pregunto. ¿No te da vergüenza saber que tus ídolos son el trueque necesario para que te olvides de la verdad que esconden? ¿No sientes una auténtica repulsión hacia quienes utilizan sus fondos para aniquilar gobiernos y, al mismo tiempo, entretenerte tiñendo con tu color la sangre esparcida? ¿No quieres detenerte un segundo, y pensar que tal vez no resulta lógico que unos cuantos figurantes cobren cifras astronómicas mientras tu barrio se llena de pobreza y desilusión?

Es probable que casi todos seamos incoherentes con aquello que proclamamos, sobre todo en estas redes sociales en las que tan fácil es darle al me gusta, y tan difícil pararse a pensar. Sí, es probable. Pero me niego a admitir que un ciudadano que dice luchar por el cambio, admita y dé alas a la continuación de este macabro juego, que ni es deportivo, ni es justo.

Cualquier socio de esos grandes equipos españoles debería exigir a sus presidentes el final de tanto disparate. Pero si lo que te importa es que en tu puto equipo jueguen los mejores del mundo, a costa de cualquier cosa, has de saber que estás favoreciendo el progreso de la miseria. Sí, has de saberlo.

Y ahora, celebra todos los goles que quieras.

Colaboración para Iniciativa Debate

 

 

 


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Desenmascarando la corrupción

La Gran Perversión

La corrupción sostiene todo el discurso de la confusión, de la mediocridad y del desfalco. Y sin que importe lo más mínimo el bien social centra su objetivo en proteger el egoísmo más ruin.

Detrás de la corrupción política hay una especie de ética corporativa, construida para guarecerse de la sociedad a modo de fortificación impenetrable. Todas las instituciones, partidos, organizaciones y ciudadanos que necesitan justificar su deplorable actividad se yerguen autoproclamándose valedores de una ideología alejada de todo mal.

Y diseñada la  trampa llega siempre la sorprendente explicación. Esa respuesta “pedagógica” que les exime de todos sus pecados. Ellos lo saben. La monarquía, los diputados, la policía, los ministros…; es igual. No reparan ni en tiempo ni en gastos para defender sus actos y su posición, y tan siquiera se plantean la distancia que les separa del resto de la población. Se hacen fuertes precisamente así,  alejándose de la arena y sentándose en los púlpitos que conforman los espacios de la dominación.

Un claro ejemplo lo representan decenas de imputados, capaces de coger asiento en el tribunal cuan héroes de un extraño fenómeno paranormal. El enorme distanciamiento que se imponen les otorga la necesaria seguridad, y solo la prepotencia les salva de poder mirar de frente el mundo real. Es así como se convierten en jueces y manifestan sin complejos sus criterios y sus modos de actuar. Asoman desde sus privilegiados miradores para dictar sentencia, y les apasiona observar… cómo su poder obstruye el camino a los demás.

Sin ese poder no podrían abastecerse del orgullo que se necesita para presentarse en público libres de toda timidez y vergüenza. Su estatus requiere primeramente consciencia y, posteriormente, fuerza, mucha fuerza, para avanzar con todo el peso que a sus espaldas habrán de llevar.

Estamos ante un conjunto de maniobras bien pensadas, que como dardos envenenados nos atraviesan. Son parte del engaño. En nuestras vidas también participamos de trucos y señuelos, pero aún estamos lejos de tanta codicia, daño y menosprecio.

Ahí radica uno de los mayores males que se ha instalado entre nuestros gobernantes y representantes, en la absoluta desconsideración con que nos tratan,  reflejada perfectamente en pantallas de plasma y en tarjetas de negro recorrido. 

Esta puesta en escena no sería posible sin la participación de una ignorancia de latifundio, que conlleva la ausencia total de crítica y reflexión. Un hecho social que se esconde en la cicatería personal y que es fruto de una falta de educación que obstruye el camino de toda construcción en plural.

Tanta impunidad solo puede mostrarse dentro de los parámetros de una decadente moral, de arrogante incultura y con la inestimable protección de muchos lobbys de salón.

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Avanzamos. Todo colectivo necesita cimentar las relaciones sociales sobre unos soportes jurídicos que se apropien de la legitimidad y los valores propios del conjunto de la población. Pero precisamente desde esta perspectiva topamos con argumentos de escasa proyección en nuestro entorno más cercano.

Una de las grandes diferencias entre los países nórdicos y los países mediterráneos radica en el nivel de confianza existente entre sus habitantes. Noruega está a la cabeza, y los propios ciudadanos respaldan las gestiones económicas de sus gobiernos porque estos mantienen unas pautas de disciplina férrea en la construcción de una democracia social justa y equitativa. Noruega invierte el dinero de su petróleo en un fondo soberano destinado a procurar la riqueza de sus habitantes, y éstos responden sin la ostentación clásica que podemos apreciar en ciudades como Londres, o Barcelona, o París. Como resultado de las políticas públicas igualitarias nos encontramos con un país homogéneo que ha construido un enorme nivel de confianza. Y así, no es casual que presente un nivel muy alto de transparencia, y que casi toda la información gubernamental pueda ser accesible para el público en general.

En el otro extremo estamos nosotros. No solo renegamos de los políticos, también de nuestros compañeros y vecinos. Y mejor no mentar los índices de transparencia de las instituciones, los partidos, y hasta de los clubes deportivos. Las posibilidades de que el nuevo alcalde termine viviendo en un chalet son tantas que lo que debía ser una excepción es la norma en toda legislación. Somos espectadores “comprensibles” de una actividad lucrativa que pasa a formar parte de nuestros propios usos y abusos, respaldada como no podía ser de otra forma, por una justicia cuya regulación penal para los casos de corrupción es, cuando menos, irrisoria. 

Y concretamos. Estas peculiaridades no son una eventualidad o fruto del azar.  Hay un elemento que termina por atrincherarnos en el mayor de los infortunios. Todo este entramado que campa a sus anchas y trasciende a la mayoría ciudadana (concentrándose en una élite política y empresarial) precisa  sin duda alguna de un soporte sólido que proteja la razón de sus desenfrenos y sus parodias. Sería de difícil asimilación un colectivo tan draconiano, inculto y hostigador, si no fuera por la presencia de un gran equipo de colaboradores sin escrúpulos, dispuestos a brindarles  la oportunidad de convivir en la más absoluta mezquindad.

Podríamos decir que un buen número de “intelectuales” de poca monta, desde sociólogos y economistas, hasta abogados y escritores, pasando claro está por la bien concurrida plaga de periodistas invertebrados, son quienes hacen posible que se visualice una princesa encantada donde hay un colector de basura. Y éste es el trasfondo donde se construye esa desalentadora moral, y desde donde se nos instruye para que con una venda en los ojos seamos capaces de mirar para otra parte.

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

La gran perversión, mayor que la que sucede con los propios actos delictivos, los robos y los sobornos, se esconde en el marco ideológico de la construcción social.

En este marco se suceden las estrategias más elaboradas, y trabajan sin descanso para abordarnos antes de que podamos llegar a puerto.

Los prestamistas de la troika ponen a Grecia entre la espada y la pared, y al cabo de unos años tildan a sus habitantes como depredadores de las arcas del estado, e incumplidores de los acuerdos firmados (en cinco años de crisis se ha hecho con una deuda que le va a costar pagar entre 50 y 60 años). Felipe VI acude a las exequias del rey Abdalá, y desestima viajar a México (pais hermano y que en tanta estima tiene) para solidarizarse con los familiares de los 43 normalistas asesinados. Susana Díaz propone que pasen a ser miembros de la Diputación Permanente a tres preimputados en el caso de los ERE, después de manifestar por activa y por pasiva que ella limpiará de toda suciedad su propio partido. Zapatero abona el campo para que E.E.U.U. y la O.T.A.N. utilicen la base de Rota como “escudo anti-misiles”, aunque en realidad será una base para que reposten aviones que vayan a bombardear según el plan especificado. Rajoy asiste a una gran marcha por la libertad de expresión mientras al mismo tiempo se divierte promulgando la Ley Mordaza. España es un estado laico que nos hace comulgar por televisión todos los días del señor. Los mandatarios occidentales agitan la bandera de la libertad de manifestación en los confines del universo y cada vez que se reúnen lo hacen bajo un despliegue policial impenetrable. El capitalismo crea riqueza mientras llena de niños la industria del tabaco o las alfombras. Las Organizaciones Humanitarias y los Parlamentos Democráticos abren sus corredores particulares para que pasen las granadas y los antimisiles. En las costas protegidas urbanizan para los nuevos ricos de Asia. Y los que celebran partidos por la tolerancia, contra el racismo y la xenofobia cobran sus sueldos de los yacimientos de las dictaduras.

La gran perversión, insisto, está a la vuelta de la esquina. Un sistema que cuenta con todos los favores del poder administra el universo de las creencias, penetra hasta en nuestras alcobas, y termina por mandarnos mensajes de felicitación.

Y un solo botón, el que enciende el ventilador, será quien sin prisas y con todo un ejército alrededor expandirá la imagen del día.

Pero yo no soy Charlie. Soy Joséluis, aunque a veces, me cuesta.

La corrupción es una práctica de ignorantes, y su permisividad el lecho donde yacen sus entusiastas amantes.

Esta anemia oficial necesita celebrar con su ideología el triunfo de las masas. Y de eso trata, entre otras cosas, el fútbol; perfecto resumen de cómo se las gasta nuestro pequeño mundo.

Colaboración para Ssociólogos.com