Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.


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Intelectuales, políticos y artistas, siguen dando el cante

Manifiesto por un gobierno de progreso

Son como una plaga, que aparece muy de vez en cuando, y traen en sus alforjas palabras llenas de despropósitos. Que precisamente a ellos tengamos que convidarlos para que repasen el significado que otorgan a algunos términos dice mucho de su indiferencia con el buen uso del lenguaje. En sus bocas, llenas de nostalgia de otros tiempos al que llamaron transición y dinamización de «culturas socialistas», observamos con  asombro y cierto desconcierto cómo esculpen y salivan lo que entienden por progreso.

No hace falta ser un lince para adivinar en muchos de ellos esa proximidad latente con un periodo en el que fueron tratados como reyes, del mambo de políticas de adhesión y amiguismo. Y además, no se retractan de ello, sino que embisten con el signo de su intelectualidad un tanto innoble, intentando convencernos de la imperiosa necesidad que tenemos para admitir que hay una solución para sacar a España del atolladero y, para que de una vez por todas, éste país tome rumbo hacia un florecimiento cultural sin precedentes.

Joaquín Sabina, Antonio López, Baltasar Garzón, Miguel Ríos, Pepe Viyuela, Vicente Molina Foix y toda la troupe socialdemócrata hacen un llamamiento para que «no se puedan permitir cuatro años más de un gobierno del PP,  que ha traído el empobrecimiento y el incremento de las desigualdades». Olvidan decirnos que Felipe González luchó como un auténtico guerrero para enriquecer a unos pocos, someterse a las órdenes del imperio, militarizar su territorio, plegarse al llamamiento de las grandes empresas y vivir a cuerpo de rey con sus amigos del alma. Pero eso son nimiedades, especulaciones de teorías conspiratorias sin valor alguno. 

Photo by Joséluis Vázquez Domènech

Photo by Joséluis Vázquez Domènech

El PSOE es un partido de chichinabo, conmovedor hasta en sus últimas incongruencias. Porque no lo olvidemos, este panfleto audiovisual de muy mal gusto lleva su sello, rodeado de artistas, políticos y sindicalistas que conforman un paraguas de indudable catadura moral surrealista. Quieren convencernos de que el progreso pasa por Ciudadanos y dicho partido, asociándose con Podemos para de una vez por todas avanzar a ritmo de boleros.

Sorprende que éste último partido no haya sacado ya un comunicado distanciándose de semejante tropelía, con contundencia, pero entiendo que todo vale en esta etapa en la que con la boca pequeña pueden decirse hasta las más grandes tonterías.

Así es, ha llegado un nuevo manifiesto, y llaman a «todos los ciudadanos y ciudadanas a unirse a esta exigencia democrática». No se lo pierdan, llaman a un gobierno de PSOE, Ciudadanos y Unidos Podemos una exigencia democrática. Este deseo se resume muy bien en el discurso de Manuel Rico: «No es inevitable que haya un gobierno del Partido Popular en los próximos cuatro años. No es una maldición ese castigo. Podemos cambiar la situación si efectivamente apostamos por un acuerdo entre los tres partidos que han obtenido la mayoría social y la mayoría parlamentaria. Hablo de Ciudadanos, hablo del PSOE y hablo de Podemos. Los tres partidos coinciden en la regeneración democrática, coinciden en la defensa del Estado del Bienestar y de las conquistas sociales, coinciden en la reforma democrática de las instituciones y en la limpieza y en la transparencia, y coinciden en una nueva dinámica económica. Yo creo que se pueden poner de acuerdo en un mínimo común denominador y abrir paso a un gobierno de cambio y progreso»

Las cosas así, les urjo a que nos concreten qué entienden por progreso, qué entienden por regeneración democrática o qué entienden por limpieza y transparencia, porque sobra decir que el PSOE, no solo adolece de todo ello, sino que forma parte, sin ningún tipo de dudas, de la creación de un sin fin de mecanismos que han apoyado sin descanso la involución democrática en España y en el mundo. (Me temo que a estas alturas también tendrían que darme su definición de «Democracia»).

Si ya es un pequeño delirio su propuesta, cabe decir también que su mayoría social no considera importante unir a la CUP, por poner un ejemplo, porque como ya sabemos a estas alturas, ni son progresistas y mucho menos defensores de regeneración institucional alguna. Son así ellos, demócratas que luchan incondicionalmente por la causa. Eso sí, pero no por una causa democrática, sino por su causa.

Cansa ya tanto manifiesto maniqueo. Y siento enormemente la ausencia de todas estas firmas en innumerables casos de arbitrariedad política e injusticias que se han dado en España desde la transición. Pero es que ahí reside el quid de la cuestión. Son ellos mismos los protagonistas de dicha transición, y nosotros los espectadores a los que nos obligan  una y otra vez a asistir a sus fiestas y bailes de salón. 

Son quienes sin vergüenza alguna salen en la foto para ver su propio reflejo, inundado de gracia.

Colaboración para Iniciativa Debate

 

 

 

 

 


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El despropósito de los «intelectuales»

Manifiesto a los diputados electos

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Desde el presidente del Partido Nacionalista Andaluz hasta Joaquín Almunia, no lo olvidemos, ilustre ex vicepresidente de la Comisión Europea, y pasando por catedráticos de universidad y escritores convalecientes de ética, nos llega un nuevo manifiesto dirigido a los diputados electos, con el propósito de hacerles ver dónde reside el buen camino para sacar España de tanta y malévola incertidumbre. 

Según dicho grupo, se atreven «a indicar algunas cuestiones de primera necesidad que deberían de atenderse de inmediato» y estiman que «lo prioritario es investir un Gobierno que cuente con el respaldo suficiente para impulsar la estabilidad económica en el marco de nuestros compromisos europeos; para adoptar medidas sociales correctoras de las crecientes desigualdades; y para emprender una reforma… que aborde la articulación territorial».

Lo han llamado en muchos sitios un manifiesto firmado por muchos intelectuales y ex ministros. La «y» parece muy importante,  y algo de razón hay, porque parece difícil, muy difícil, ser ambas cosas al mismo tiempo. Hombres en su mayoría, «dedicados preferentemente al cultivo de las ciencias y las letras» (R.A.E.), que comparecen ante todo un país ungidos de pesadumbre y malestar debido a la caótica situación que desean resolver, y que no esconden su aversión y su antipatía contra todo un pueblo.

Dicen querer corregir las desigualdades. Gran obra la suya si fuera cierta. Pero se quedan tan a gusto con sus (no nuestros) compromisos europeos y su articulación territorial, que parece correrles por las venas como la sangre que les nutre en vida.

Si fuera cierto su deseo de acabar con la creciente disparidad en el reparto de las riquezas, hace tiempo que se hubieran levantado en palabras (las armas de los intelectuales). Razones no les hubieran faltado para contraatacar con el ánimo de tumbar las sucesivas reformas laborales, la ayuda inestimable a los bancos, las políticas económicas regresivas y tendenciosas, los misiles de la OTAN y sus bárbaras invasiones, los regímenes neo-liberales y sus desastrosas consecuencias, la reforma del artículo 135 de la Constitución, el feminicidio imperante en la sociedad, el caldo de cultivo de la violencia estatal, el terrorismo financiero de los mercados, la corrupción que engrasa y suministra de poder a sus amigos, la complicidad con monarquías millonarias, la servidumbre de la información con los grupos de poder, la falta de democracia, el olvido de la justicia y la imperdonable ausencia de este mundo despiadado y voraz.

Como decía, razones tendrían para dar y para regalar, para reunirse poniendo sobre la mesa las verdaderas preocupaciones y trabajar en lo posible aportando soluciones. Mil y una razones para escribir mil y un manifiestos, y ayudar a la gente a superar el estrangulamiento que está soportando la inmensa mayoría por parte de sus políticos, de sus instituciones, de sus falsos representantes y, ahora también, de sus queridos intelectuales.

Una forma más de menospreciar el valor de nuestras vidas, de proclamarse marchitos pensadores de las causas minoritarias. Os podéis meter vuestras preocupaciones en vuestras estilográficas doradas, porque tiempo habéis tenido para solidarizaros con la tragedia, con el menosprecio hacia los más pobres, con las guerras y con el incesante asedio del capital. Os podéis ir de paseo y fotografiar vuestros horizontes perdidos de egoísmo. Digo, os podéis ir al carajo con vuestras incertidumbres, a buscar acuerdos y soluciones en vuestras tertulias de café bursátiles. Dejad las sillas vacías para que las ocupe la ciudadanía.

¿Ahora venís con el cuento de que queréis corregir las crecientes desigualdades? Tengo un sarpullido en el estómago, y debo de acabar así este breve y directo texto, antes de que mi emulsión intelectual os zarandee como merecéis y vomite sobre vuestras soberbias preocupaciones.

Arriba el telón!

Colaboración para IniciativaDebate

 

 

 


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Intelectuales y Socialistas sin Vergüenza

Especial Semana Electoral

1- Intelectuales y Socialistas Sin Complejos

Si alguien pudiera ir a una clase de Ciencias Políticas un día y atendiera la explicación de lo que es el socialismo y de lo que representa el mundo obrero, se daría de cabezazos contra el pupitre porque no entendería nada de lo que le están contando. Bien porque le están mintiendo en toda regla, o bien porque su realidad está a mil años luz de todo aquello que le están mostrando…

La deducción no es muy compleja. A día de hoy quienes mienten son otros, y el socialismo ha pasado a mejor vida.

Pero, ¿qué nos ha ocurrido en el camino?

¿Dónde están esos miles de universitarios que estudiaron y aprendieron a analizar y evaluar sus conocimientos? Supuestamente informados (hasta accedieron a bases de datos hasta hace cincuenta años desconocidos). Enfundados en los trajes del saber, para solventar las dificultades y hacer progresar (y transformar) esos mundos lastrados que conocieron!

¿Dónde están esos miles que se dispersaron entre las ciencias y las letras, dejando atrás los campos para dibujar y ocupar las plazas urbanas? Supuestamente avanzando, porque nada había más fácil que transitar de una dictadura a cualquier otra sociocracia. Orgullosos de liderar modernidades y movidas casposas subvencionadas por doquier.

¿Dónde están esos miles que hablaban de democracias y voluntades pendientes, para emerger de las sombras de las que decían proceder? Supuestamente liberándose, opositando para socialistas con cargo y hambrientos pero de poder. 

¿Dónde están esos miles que fornicaron felices y desatados y salieron y bailaron y se drogaron y ganaron y compraron y conquistaron? Supuestamente construyendo nuevas naciones, cerrando cicatrices nada fáciles de olvidar. Asfaltando los sacrificios de otros y recompensando tan solo el altar del narcisismo más burgués. 

Intelectuales, periodistas, profesores, abogados, economistas, sociólogos, arquitectos, escritores, ingenieros, médicos, artistas, informáticos o psicólogos. La mayoría camuflados. Petrificados en nóminas solventes y trabajando para pulir sonrientes sus futuras y honorables pensiones. 

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Hay que ser poco amigo del pueblo para presentarse como catedrático en un aforo y mostrarse amigo del discurso de un tal González. Hay que tener valor para escribir cualquier artículo y defender al partido de los marchitos rosales. Hay que ser egoísta y mucho más para ir a estudiar becado y regresar con el deseo de votarles. Hay que comer mucho y mal, para no ser siquiera capaz de ver…

Parece que no hay forma de comprender, que de la Universidad pudiera surgir tanta desdicha e infortunio. Que del academicismo nos llegaran, por ejemplo, los usureros del periódico El País y los feligreses de los gobernantes más traidores y delatores. Que desde los sindicatos y ayuntamientos floreciera de todo menos el puño en alto y la impronta de los luchadores.

Parece que no, pero la hay. Timadores sociales, que zurcieron los bolsillos de doble fondo para acumular el peso de la ingratitud y tanta maquinación. Porque hay que ser bien cómico para presentarse en público diciendo que uno se ha licenciado, y después de haber podido revisar todo el conocimiento tenerlos  bien puestos para respaldar a un partido que fue capaz de fulminar todos los sueños. 

Que me perdonen los votantes y compañeros socialistas que no pudieron estudiar porque tenían que trabajar, o ni tan siquiera tuvieron la oportunidad. Pero están a tiempo de revisar sus criterios y demandar el por qué de muchas acciones, o preguntar tan solo cómo es posible entender que el líder que todavía muchos proclaman pueda llegar a ser el lustroso millonario que partió de ánimo tan obrero.

Quien es capaz de sentirse orgulloso por lo mucho aprendido y aun así insiste en proclamar el favor de este partido, me temo que ha de aprender a asumir  cómo ser co- protagonista de la evolución de tamaño señuelo, porque el damnificado y el mundo obrero encenderá un día el pebetero para que con su llama alumbre el rostro de alguien tan irresponsable y torticero.

Sorprendente que después de todo lo que ha sucedido en los últimos cuarenta años apenas haya compañeros que cincelen con urgencia la bárbara trayectoria de tanto político sin complejos. Y cuestionable cuando menos que uno tenga que rebuscar para encontrar ensayos que borren de un plumazo su teatro de la adulterada y nada social democracia.

Que un facha defienda a Aznar es muy comprensible, pero que alguien que diga ser demócrata apoye al partido socialista es cuando menos, incongruente. Y para eso están los archivos de vida, para recordar a Isidoro y al gran Roldán, el no a la O.T.A.N. y los acuerdos militares que no podemos olvidar, las reformas laborales y la ley con la que patear la puerta, el cambio de la chaqueta de pana por los cuellos de alquitrán, los negocios giratorios y la privatización de hasta las migajas de pan, el fraude de la unión y las olimpiadas de la depredación, la «suerte» de unos pocos y el ultraje a gran parte de la población, las amistades rodeadas de reyes y dictadores y el desprecio hacia las minas y el agricultor, las balas del Estado y ningún cartucho para disparar contra la corrupción, los paraísos fiscales y los negocios de la transición, el desprecio hacia la izquierda y la clara apuesta por la ideología de la comercialización. 

Expertos en hacer de la negligencia un negocio! Y quien se sienta ofendido que investigue, y si lo que lee no le abre los ojos que pida ayuda, que información hay de sobra para poder decir alto y claro que Pedro Sánchez es «hijo» y buen alumno de una nueva escuela que sigue abonando este prolijo e inadecuado ateneo de la moderna explotación.

Ni socialistas ni obreros, estos son parte de los españoles que vendieron  hasta el alma de los pobres que ahora no tienen fuerza ni para ir de manifestación, mientras su hijo favorito se codea con los ricos camino de convertirse en el esperpento abogado de la sin razón. 

Estos días hemos escuchado muchas veces su grito de guerra para rociarnos con tanta e inadecuada manipulación: «La patria de los socialistas es la igualdad». Y sí, igual que comenzó la Transición, igual  proseguirán con su himno al despropósito, y abriendo puertas al TTIP y al Imperio seguirán permitiendo las alianzas a favor de toda invasión.

(es del todo desesperanzador que viendo el debate de ayer haya quien aun así, decida ir a votarles)

colaboración para Iniciativa Debate