Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.


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PNV

La falta de ética como norma en nuestra sociedad

El PNV hace cualquier cosa para conseguir sus intereses. No importa qué partido gobierne y qué políticas vaya a realizar éste. Queda un amplio margen para que se pueda firmar un pacto hasta con el mismísimo diablo, y todo es viable mientras el cofre del tesoro pueda seguir llenándose con las monedas de las transferencias olvidadas y algún que otro premio palpable y terrenal.

Lo lleva haciendo media vida, sin pensar en las consecuencias ni en las pulcras formas  que imprime a un especial modo de entender sus relaciones sociales, familiares y de intimidad.

Sus fieles seguidores son en su amplia mayoría conservadores de ratio despreocupada, acomodados a un pensamiento acrítico y con grandes dosis de fidelidad, tanto en sus deseos amatorios como en sus querencias políticas y pseudoreligiosas.

Así las cosas, les importa mucho consensuar modelos educativos llenos de bondad, con una moral determinada y donde las virtudes teologales estén reposando en sus armoniosas mesillas de noche.

Su herencia, transferida por tradición a niñas y niños que los domingos exceden en sus modas y diferencias, se refleja muy bien en sus mandamientos. Quieren y desean vestirse de gala con valores como la solidaridad familiar, la conducta adecuada u obrar, simplemente, con honestidad. ¿Qué cristiano no se implica en tamaña actitud ejemplar?

Pero como ocurre siempre de puertas al más allá, en el camino todo se desmorona, eso sí, sin que nadie parezca percatarse de las singulares formas con que todo principio termina barnizado de oscuridad.

Quien dice regirse por esta disciplina tan entrañable, cada cuatro años nos acostumbra a presenciar un nuevo carnaval con su inefable práctica de la tajada sin par.

Retomemos, para no olvidarlo, la idea original. Al PNV no le importa tratar con políticos que desahucian, que nos llevan a cruentas guerras, que desfalcan las arcas, que insultan a las democracias o se esmeran en vaciar de contenido incluso su propia nacionalidad. Acuerda, sin más, obtener beneficios un año más. No importa que ello deje de ser ético o un directo ataque a su «desatinada» moral. No importa que quede arrinconada toda honorabilidad y, mucho menos, que recoja frutos a cambio de cualquier disparidad. 

En su política no importa que sus actos no casen con su supuesta conducta pensada para protagonizar una vida ejemplar. El zurrón se llena y eso es bueno para toda la sociedad. Un objetivo que justifica hasta la más disparatada alianza o firma por conquistar.

Y nadie se avergüenza de ello ni es capaz de contemplar que algo va muy mal. Nadie en sus filas puede llegar a observar que sus modales son el principio instructivo que sus propios hijos manifestarán. 

¿Alguien cree factible que yo acuerde con un mafioso un trato a favor para toda mi comunidad? ¿Alguien considera apropiado que consiga financiación para un colegio de manos de un constructor irresponsable que obtiene beneficios de cualquier lugar? ¿Alguien sostiene sin echarse a temblar que yo edifique un parque eólico y la infraestructura la pague una empresa que vende armas a cualquier impresentable que pase por el lugar?

Así funcionan las conversaciones políticas. Un ejemplo lucrativo muy alejado del sistema pedagógico que se dice querer implementar. Y ellos creen que su mensaje no cala, que los niños no se dan cuenta de sus hazañas. Piensan que los jóvenes no se dislocan observando como insultan al adversario y luego se van con él a desayunar. 

Ni tan siquiera advierten que es probable que su comportamiento no solo no es ético, sino que no puede considerarse ni medio normal. Han naturalizado tanto la miseria que creen que cualquier acuerdo es válido si con ello se obtiene un pedazo de pan.

Photo by joséluis vázquez domènech

Me gustaría verles en el hogar explicándoles a sus retoños que en un futuro cercano deberán trabajar, y que para ello no importa que se alíen con la multinacional que explota en sus talleres a niños de ocho años sin pestañear, si de ese modo traen un buen salario a casa y, de paso, creen beneficiar a toda la sociedad.

¿Es absurdo verdad? ¿Quién en su sano juicio dirá en casa a quien quiere algo tan inhumano y demencial? En casa nos atrincheramos, porque ya son los políticos quienes ejercen de bandoleros y nos inculcan su impecable afinidad por la rentabilidad o una buena comisión sin más.

Mi comunidad, mi colegio y mi parque eólico, no son merecedores de subsistir a tanta artimaña y perversidad. Del mismo modo, ni el TAV, ni el nuevo remplazo de la Ertzaintza y ni el artículo más importante de Estatuto alguno son merecedores de negociación alguna, si quien aporta el premio es alguien que ha destrozado el camino a media sociedad.

La acción política hace mucho que llenó los habitáculos del poder con el marketing y las más absurdas maneras de entretener al pueblo y al coronel. La acción política es reflejo también de un sistema que se declara netamente económico y lleno de injusticia y nula humanidad. La acción política está a años luz de cualquier enseñanza que pudiera establecerse como asignatura…, ni en el colegio más vulgar.

Sus modos no son precarios, son deplorables. Y sus consecuencias no se evaporan, son parte del conocimiento que se hereda, esa herencia que tanto le gusta administrar a la familia, la familia burguesa que todo lo controla a través de la ganancia para su comunidad.

Por mí no lleguéis a acuerdo alguno con nadie. Porque nadie está a la altura de ofrecer un poco de pedagogía, ni ética ni social. Por mí, podéis quedaros con vuestra policía y vuestro tren de alta velocidad.

P.D.: Ésta pieza musical pertenece a una opereta que todos los partidos protagonizan casi por igual.

 


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Kichi, los barcos de guerra y el paro

Irresponsabilidad social y política

http://www.lasexta.com/programas/salvados/mejores-momentos/kichi-de-las-corbetas-para-arabia-saudi-no-puede-recaer-la-paz-mundial-sobre-cadiz-nosotros-no-decidimos-sobre-guerras_2017022658b33a360cf28e3b3aa29601.html

Kichi descendió a sus infiernos el pasado sábado. Jordi Évole no tuvo compasión con él, porque de lo que se trataba era de asestar un duro golpe a «esos que van de revolucionarios y luego la realidad les supera».
 
Kichi estuvo a punto de rozar el ridículo, si por ridículo entendemos esa capacidad de cambiar de opinión como si de un juego cualquiera de naipes se tratara. No importaba que él mismo se viera en una marcha antimilitarista y leyera además el comunicado, lleno de palabras que sin desparpajo pocos años después echaría a la basura.
 
Se puede llegar a justificar que alguien cometa el error de confundir un chino con un coreano, pero que un antimilitarista (que sigue declarando que lo es) nos quiera confundir tratando de implicarnos en su creencia de que el índice de paro ha de reducirse como sea incluso reflotando la industria armamentística…, forma parte de una más de esas bofetadas que los inquilinos de Podemos nos están regalando con su osadía nada revolucionaria.
 
Si una persona, en este caso un cargo público, siente que sus decisiones están colisionando seriamente con su ideología, lo que ha de hacer es dejar el cargo y manifestar que sus convicciones le imposibilitan para llevar adelante aquello contra lo que lucha. Con total naturalidad. Y lo que nunca debe de hacer es lo que una y otra vez se empeñan en vender: mostrar su lado «solidario» con aquellos que sufren (en este caso la gente desempleada de Cádiz), bajo la excusa de que lo primero es llevar un trozo de pan a la boca.
Photo by joséluis vázquez domènech

Photo by joséluis vázquez domènech

Lo primero, José María González, es la colaboración con un mundo mejor y, en este caso, en paz. Porque si lo que deseas es bajar el índice de paro en tu querida provincia, con esa vergonzosa postura que mantuviste, bien podrías recalificar terreno y construir un parque temático lleno de casinos y prostitutas, una central nuclear de última generación, una banda mafiosa para recibir refugiados y darles cobertura, una multinacional de productos de Monsanto y, sin con todo esto no llega hasta los límites del paro estructural, comprar un equipo de voley de chicas y construir un estadio para que 50.000 machos ibéricos las vean deslizarse sobre la arena.
 
No hay argumentos para incentivar el negocio de la guerra. Solo uno, tu temible irresponsabilidad, que es la que normalmente mantiene toda la plaga de políticos, incapacitados para concienciarse con la necesidad de un cambio radical, en este mundo que lo desmoronan y nos quieren hacer cómplices de sus tragedias.
Siempre de bruces contra la misma piedra!


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Europa, la censura y la maquinaria más cruel

 Atrapados por el exceso de desinformación

(Para leer despacio, muy despacio, y con atención, mucha atención)

Somos cautivos de un inefable aparato mediático, que es capaz de convertir al agredido en agresor y al agresor en alma caritativa que va por la vida ofreciendo ayuda humanitaria.

Son tiempos difíciles, pero tremendamente difíciles para la libertad de información y, sobre todo, para la difusión de dicha información.

La tarea es tan ardua y tan complicada que quienes se dedican a investigar e intentar exponer sus análisis en profundidad, con otras miradas, desinteresados, impulsados por la honda motivación de querer entender cómo funciona el mundo en que vivimos, y dispuestos a establecer un diálogo para poner de relevancia las inmundicias de este sistema que nos devora, terminan normalmente siendo cuestionados o, lo que es peor, censurados como meros transmisores de teorías estúpidas o sin ningún sentido.

Ya no importa el tema que vayas a tratar; hables de ecología, agricultura, alimentación, investigación, farmacias, organizaciones no gubernamentales, política, cambio climático, religión, filosofía, deportes o redes sociales, todo está hasta tal punto contaminado que no tenemos casi nada que hacer. Tan solo esperar la comprensión de quien te lee, creer en su templanza y en su buen hacer, en esa predisposición a construir y argumentar nuevas ideas. Pero ese margen de confianza está también deteriorado, sencillamente porque los cauces de información general están absolutamente esquilmados.

Photo by joséluis vázquez domènech

Photo by joséluis vázquez domènech

Europa está a la vanguardia de la censura y la ocultación. Mientras vivimos una época en la que la ciudadanía europea hace valer su «supremacía democrática» sobre el resto del mundo (y sobre el mundo árabe en particular), la propia ciudadanía desconoce los acuerdos y pactos que firman sus dirigentes.

Dicha supremacía respalda, como no podía ser de otra forma, el ímpetu del capitalismo. Un sistema en continua expansión y que, precisamente por ello, está en la necesidad de proveerse de poderosos aparatos de propaganda para construir amplios consensos que justifiquen sus guerras (o lo que es lo mismo, sus nichos de recaudación y reestructuración).

Queda resuelto de este modo el control absoluto de la información. Por un lado a través de la censura y, por si esto no fuera poco, con el añadido de esa maquinaria capaz de alterar la percepción selectiva de la población.

Que los medios de comunicación están en manos de cuatro grandes grupos lo saben ya muchas personas, pero aun así no percibo una conciencia mayoritaria sobre las consecuencias de dicha intimidación. Si hiciéramos una encuesta en relación, por ejemplo, a las “revoluciones de colores” o a las “primaveras árabes”, una mayoría absoluta se decantaría precisamente por lo que dichos medios les han contado en todos estos años de embustes y ficción. Por tanto, superar la asimilación de la supuesta convicción del engaño que vuelve a engañar, es misión bastante improbable.

Desgraciadamente, un claro ejemplo de ello lo tenemos en los informes posteriores a la invasión de Libia. Periodistas, filósofos, politólogos y analistas de la «vanguardia intelectual de la izquierda» hicieron un flaco favor a los deseos de paz y movilización popular apoyando la injerencia en dicho estado, y clamando por el derrocamiento de Gadhafi. Y ahora que sabemos lo que ocurrió realmente, ¿qué nos queda? ¿Van a donar sus bienes para regalárselos al pueblo libio, que ha quedado desmantelado? Es desolador y realmente atroz tener que convivir una y otra vez con el mismo drama.  He de callar mi boca y mirar a otro lado, para no lanzar misiles con mis palabras para quienes alientan tanta violencia. ¿Qué necesidad tienen? ¿Qué consiguen con ello? ¿Son posicionamientos conscientes o tan solo producto de la torpeza u “otros infortunios”?

El Parlamento español también apoyó la invasión (intervención militar para ellos), a petición de José Luis Rodríguez Zapatero. De un total de 340 diputados presentes,  336 votaron a favor, 3 en contra y una sola abstención. Cinco años después comienzan a llegar las primeras conclusiones. Siempre es igual. Siempre tarde. Y la Corte Penal Internacional de La Haya cubriéndose de medallas con sus deliberaciones nada imparciales, con África en el punto de mira mientras nuestros dirigentes salen ilesos de sus graves decisiones; «la estrategia estuvo basada en conjeturas erróneas». A la estrategia también se le puso nombre: Odisea del amanecer. Se me humedecen los ojos una y otra vez, en cada ocasión que un nuevo informe demuestra la barbarie que nos rodea. Libia ya está aniquilada.

No quiero entrar en un debate en el cual se me interpelaría por mis propias observaciones. Procuro dejar constancia de mis preocupaciones, a ser posible con noticias y argumentos contrastados. Ahí están diseminadas por la red miles de palabras, pensadas, ordenadas y analizadas, queriendo gritar una realidad que se nos oculta, queriendo dar luz a las oscuras causas que matan y menosprecian. Palabras que siempre necesitan ser justificadas. Pero también palabras que a veces pueden ser recordadas.

Como hoy, recordadas para desbrozar la maleza, para celebrar el acontecimiento de una noticia, y para tomar aliento y seguir con tiento cada referencia.

En varias ocasiones escribí sobre Ucrania. No recuerdo debate ni ningún tipo de acogida. Sí en cambio que me tiraba al monte sin brújula alguna. La cuestión es que, sabedor de tamaña peripecia, has de buscar información hasta en las ocultas estancias de la memoria, para que quien pueda llegar a leerte tenga elementos suficientes para proseguir tu estela. Pero es tan engorroso y es tan agotador que muchas veces piensas en dejarlo todo y quedarte solo en la esquina de tu propio balcón.

Es muy cansado verte en la obligación de estar justificando cada frase, cada consideración, y la respuesta que otorgas a cada interrogación.

Es más, estoy convencido de que es una trampa. Mientras ellos nos devoran con sus continuas falacias, y nos ocultan hasta el código informático del recuento de votos, nos obligan a tener que demostrar la existencia de documentos robados, de disquetes devorados, de entrevistas preparadas, de incendios provocados, de datos escondidos, de violaciones enmascaradas, y hasta de matanzas amañadas.

Mientras ellos juegan nosotros tenemos que averiguar cuál va a ser la próxima tentación de su desmesura, y cuál fue el crimen que cometieron mientras se reunían en la última cena.

Es un delirio estar continuamente a expensas de que nazca un Snowden o de que un tipo insistente descubra el dato que demuestre que el engaño era evidente. Es un delirio obligarte a tener que buscar allí donde han arrojado toneladas de residuos para que luego tú tengas que limpiar hasta el inodoro del presidente de la comunidad. Y todo para conseguir un dato, un miserable dato que proteja tu percepción. Hastía, devora, fulmina…

Durante el Festival de Cine de San Sebastián una mañana me encontré con el programa de mano de todas las proyecciones. Estaba con dos amigas. En una de las secciones anunciaban un documental sobre Ucrania. En cuanto lo vi me enojé y se lo hice saber a ellas. ¿Éste documental? Pero si es una parodia de lo que aconteció en realidad. ¿Quién se encarga de decidir qué películas se van a proyectar? No hay derecho! Allí se quedaron mis palabras… Netflix ganó fácilmente la batalla. Es muy fácil que te la den hasta sin queso. Este documental (Sub HD, hay que insistir después de las ventanas publicitarias y ya está), estuvo en la Selección Oficial del Festival de Cine de Venecia en el 2015, en la Selección Oficial del Festival de Cine de Telluride del mismo año, en la Selección Oficial del Festival de Cine de Toronto y, claro está, ¿cómo no iba a llegar a la Bella Easo? Nos lo ponen muy caro. El tráiler ya avanza un subproducto de Hollywood fácil de masticar.

Y así hasta que a veces llega el salvador, y todos tus esfuerzos parecen ser recompensados. En esta ocasión llega vestido de documental con una nueva producción de Oliver Stone, y dirigida por Igor Lopatonok. La prensa parece estar ausente, como no podía ser de otra forma. Lo que trasciende es una bofetada contra los mass-media y contra la verdad oficial, y nos descubre, oh sorpresa, una nueva visión de lo que ha acontecido en Ucrania, una nueva visión de lo que representan las “revoluciones de colores”, y una nueva visión del papel que representan la CIA y los Estados Unidos en el mundo.

Digo parecen porque uno no se siente muy cómodo por el hecho de que su trabajo tenga validez o no en función de lo que un director reconocido o un infiltrado hagan o dejen de hacer. Pero he de reconocer que a veces, reconforta.

Lo que verdaderamente nos interesa es mostrar la implacable censura de los medios, y denunciar a esta Europa infatigable en su desmantelamiento de la democracia. Dos días antes del estreno, en la red, apareció una petición del ucraniano Andréi Nezvani para que se prohibiera el filme, ya que en él “se tergiversan los hechos” y puede “provocar desórdenes en masa en Ucrania”.

El desorden ya está instalado en este continente corrompido por su avaricia y su modelo de desarrollo. Somos ahora nosotros quienes debemos ser conscientes de ello, y denunciar además de la censura y a sus confidentes de la manipulación el fraude al que estamos asistiendo.

¿Por qué cuesta llegar tanto al fondo de los hechos, que siempre cuentan con un mismo patrón? ¿Por qué quienes escriben y quienes pretenden informar son, en su mayoría, alentadores de un modelo de gestión donde se permite que el expolio de otras partes del mundo forme parte de nuestra tradición?

Estamos atrapados por el exceso de desinformación, y “forzados magistralmente” a asumir un comportamiento lastrado por las consecuencias del despotismo y el neocolonialismo más cruel.

Colaboración para Ojos para la Paz e Iniciativa Debate

 


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Educación

Breves:

(educación)

Hay padres que piensan que educar a los niños es vivir en democracia. Olvidan el deber, esa responsabilidad que obliga, y justifican sus actos en la presunta bondad de la concesión. Un día despiertan y descubren por sorpresa que no es oro… todo lo que de ellos surge.

 

Photo by Joséluis Vázquez Domènech

Photo by Joséluis Vázquez Domènech