Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
La manipulación del lenguaje no se consolida en las mentiras burdas que nos llegan desde la política. Ya está anclada desde tiempos inmemoriales en el seno de la familia, y en el turgente amor que la custodia.
Promenaden / Sandefjord – Photo by Joséluis Vázquez Domènech
Decía Samuel Johnson que el lenguaje es el vestido de los pensamientos. Pero yo creo que los construye, al menos a la hora de interpretar nuestra realidad. Con ocho consonantes y tres vocales los Pirahãs cantan, silban y tararean. Pero eso sí, sólo lo hacen en relación a su propia experiencia personal, y considerando el presente como único eje central de sus vidas. No tienen formas pretéritas ni futuras, tampoco palabras para expresar los colores y, lo más sorprendente, para ellos no existen los numerales ni el concepto de contar.
Me maravilla, esa posibilidad de poder vivir sin contar, y vivir ajenos a la acumulación.