Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.


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La violencia como estrategia: 02

¿Cuándo es ley y cuándo es crimen el uso de la violencia?

La expansión fuera de lugar protagonizada por la violencia durante este siglo invita a pensar que no hay posibilidad alguna de revelar su existencia sin poder hablar del enorme conflicto que acarrea, visible sin lugar a dudas en las grandes migraciones que causa. Son innumerables las señales de horror y zozobra que están vivas en nuestras sociedades, pero lo son también las intransigentes medidas para afrontarlas que desde la política se plantean.

En tales circunstancias se resquebrajan los fundamentos que sostienen al Estado como garante de una convivencia pacífica, y las democracias se vuelven permeables a toda una serie de extraños acontecimientos respaldados por una legalidad encorsetada propia de situaciones de urgencia.

En dicho contexto podríamos rastrear, por ejemplo, el mapa socio-político tras los asesinatos de Ayotzinapa, ¿muestran las trágicas consecuencias de dicha violencia, o lo que vienen a reflejar es la expresión de fuerza de un Estado que recurre a ella para no ceder ante la vigilancia de la democracia?

Casos así hacen posible que poco a poco se vayan sucediendo (y lo que es peor, permitiendo) un mayor número de situaciones violentas y represivas por parte de los Estados, con actuaciones que pretenden ser normalizadas e incluso necesarias, pero que lo único que consiguen es pervertir las libertades e impulsar las tiranías.

Las consecuencias de todo amanecer invernal van exigiendo refugio, calor y la protección necesaria frente a tanta barbarie. Pero he aquí que estamos ante un dilema que poco ayuda para resolver la opulencia de tanta mezquindad. ¿Cómo vamos a buscar abrigo en casa de nuestro propio verdugo?

Revolcándonos en la legitimidad de la violencia no alcanzamos a subsanar tanto delito. Pero hemos de hacerlo para gravitar a su alrededor y después posibilitar un nuevo argumento.

La pregunta inicial, por tanto, se mantiene y ha de ser pragmática. ¿Cuándo es ley y cuándo es crimen el uso de la violencia?

En toda forma de Estado se define a éste como única entidad autorizada para ejercer la violencia en el territorio que lo conforma. Esta teoría ha de contemplar la legitimidad necesaria, otorgada lógicamente por los habitantes que en dicho territorio se integran.

Photo by Joséluis Vázquez Domènech

Photo by Joséluis Vázquez Domènech

Dicha legitimidad es concedida bajo unas premisas determinadas, pero éstas se encubren y tergiversan hasta el punto de traspasar todo límite de legalidad y, además, querer ocultarlo.

El monopolio de la violencia recae en manos del Estado y, por tanto, nadie más podrá apropiarse de él sin que sea penado o criminalizado. La excepción vendría de la promulgación de leyes autorizadas para tal fin, es decir, de la posibilidad de utilizar la violencia para defenderse uno mismo o para defender sus propios bienes (entendiendo siempre que dicha autoridad es ofrecida, claro está, por el propio Estado).

Esta arquitectura administrativa se extiende a todos los países de nuestro entorno, y si bien el Estado concentró los medios de violencia para pacificar la sociedad, todo parece indicar que en su desarrollo abrazó la causa de la disciplina como eficaz medida de control y seguridad.

Hasta tal punto ha sido así, que abandonando su función principal ha terminado por ensalzar un Estado penal donde las doctrinas autoritarias son la máxima en su actividad.

Así, el interrogante se bifurca. Por un lado habría que determinar dónde están los límites de su ordenamiento y, por otro, constatar cómo se procede para despojarnos de tanta justicia.

Si algo hay que revelar sobre el modo de pronunciarse de nuestras democracias es, sin duda alguna, el excesivo uso de reglamentaciones ad hoc para minimizar la respuesta ciudadana. Queda claro que los respectivos gobiernos se apropian de todas las licencias  para consagrar sus arbitrarias formas de articular el poder. Y subsiste así una estrategia que inmediatamente conduce a  una ruptura importante entre las estructuras estatales y el conjunto de la sociedad.

Considerando las múltiples maniobras empleadas por las diferentes jefaturas nos daremos cuenta de que estamos enfrentados a manipulaciones sociales de alta intensidad. Dichas estrategias están dirigidas con precisión, con el único fin de limitar la defensa de nuestros derechos y profanar los valores de nuestras libertades. Generalmente arropados bajo argumentos exóticos y subvencionados por el capital y los beneficios de las élites.

El funcionamiento de los sistemas de partidos, la regulación de las representatividades políticas, las licencias de comunicación y libertad de radio y prensa, las construcciones de mayorías irrelevantes con las cuales poder gobernar, el fraude de la separación de poderes o la implantación del miedo como elemento propulsor que nos coacciona, son solo una pequeña parte de las perturbaciones a las que nos someten “en nombre del bien común”. Éstas medidas excepcionales tienen un respaldo que contribuye a poder evitar su deterioro, y a este respaldo lo llaman La Ley…

Uno de los mayores males de nuestras democracias es que se ha ido extendiendo la creencia de que las leyes son el fundamento de las causas justas. Razón de más para no olvidar dos de las ideas fundamentales que expongo: los Estados perviven a través de mecanismos insuficientes de legitimación y la ley que les ampara no responde a los parámetros de la justicia sino a los intereses manifiestos del poder. Viene bien recordar a Montesquieu, “Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa”.

Este análisis da buena cuenta, a través de la Ciencia Política, de la necesidad de transformar los principios por los que se regulan nuestros Estados. Pero es la Historia, con su espléndida biblioteca, la ciencia que narra todo lo que acontece y quien mejores y más respuestas nos brinda. Todas las libertades, sociales y políticas, todas las mejoras económicas y todas las transformaciones que han dado lugar al derrocamiento de poderes, élites, imperios, o gobiernos absolutistas, se han producido siempre bien a través de revoluciones sociales o bien con la inestimable ayuda de innumerables revueltas.

Recordatorio. Quien nos domina no nos va a conceder el privilegio de escaparnos de sus lindes. Aunque busquemos otras formas, casi todas las salidas de la opresión han sido y seguirán siendo violentas.

Esta pequeña alusión puede sonar contundente, y para muchos, insolente. Sobre todo en estos tiempos de indignación de manos blancas y de silencios cómplices. Pero el cambio, si se desea, ha de corroborarse a través de la postura que se defiende. Es imposible la transformación sin la exigencia del cambio radical de los acontecimientos. O lo que es lo mismo, no es posible indignarse para pedir dicho cambio si no contribuimos a la ruptura de parte del sistema. Siempre, claro está, que el propio Estado no retroceda o deje de alimentar la violencia (claros ejemplos son los mal llamados procesos de paz, como puede ser el de Colombia).

El sistema, el Estado, los gobiernos y nuestras democracias, están muy bien diseñados para asustarnos, para disuadirnos, para hacernos ver aquello que no existe, para aprender a distinguir entre el mal y su justicia. Todas las herramientas están a su alcance. De ese modo, que alguien pueda mirarse y declararse antisistema es no solo extraño, sino hasta delictivo. Tememos hasta el significado desnudo de las palabras, reconstruidas para protegernos de nuestros pensamientos y nuestra actitud.

Electores, pobladores, habitantes y vecinos, saben que ha de haber responsables, saben que la política no funciona, que nuestro país se tambalea, que las finanzas nos ahorcan, que las multinacionales nos violan. Millones de personas saben que este sistema no solo no nos ayuda, sino que nos estrangula, y están en contra de su mecanismo, de su puesta en escena. Saben que es necesario ir contra él y que hay que derribarlo, para construir uno nuevo. Y casi nadie se atreve a creerse antisistema…

Mantener la pasividad o la negación (también intelectual) es como intentar ganar la batalla refugiándonos en casa del enemigo.

La violencia no es siempre la misma. En la confrontación y lucha por la dignidad y por los derechos, su conciencia revuelve la diplomacia. Cuando los nuevos pobladores persiguieron a los indios, éstos necesitaron hacer uso de ella para sobrevivir en sus montañas. Cuando los europeos colonizaron África, los esclavos enfundaron las armas para impedir su exterminio. Cuando los turcos decidieron batallar contra el pueblo armenio desarmado, los aniquilaron, y un millón y medio de habitantes fueron forzados a marchas kilométricas, atravesando zonas desérticas para morir de hambre, de sed, de robos y violaciones.

Cuando la maldad te mira de frente y quiere borrar tus pisadas, puedes rebelarte o no, pero no hay ética que respalde tu caída ni razón que ampare o defienda tus heridas. No hay cobijo para la barbarie, y a veces, hay que hacerle frente.

¿Tiene el amenazado que legitimar su derecho a la defensa? Estamos bajo las órdenes de terceros que degradan nuestra moral y nuestras conductas. Las leyes de nuestros gobiernos socavan el orgullo de los ciudadanos, y nos someten a penurias que anulan hasta nuestra voluntad. La inmoralidad, el engaño y la perversión son los colaboradores represivos a los que ya nos han acostumbrado.

Lo acontecido a lo largo de la Historia no ha de cubrirnos los ojos, sino abrirnos la mirada. Lo dejó escrito un alemán, Max Stirner, hace muchos años; “El estado llama a su propia violencia ley, pero a la del individuo crimen.”


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Carta abierta a todas aquellas personas que Podemos luchar por el cambio

Interpretaciones para el Debate

Probablemente es el momento para redirigir la mirada a este movimiento que ya se convirtió en partido, y a una nueva perspectiva crítica (positiva a mi entender) capaz de analizar toda una serie de acontecimientos que ni podemos, ni debemos olvidar.

En una primera exposición que ya efectué antes de las votaciones europeas, dejé constancia de una de las brechas más significativas que me distanciaban de sus planteamientos. Su ausencia de ideología no solo se está agudizando, sino que se está escorando (aunque ellos no lo manifiesten) hacia ese espacio donde los cimientos del poder pueden asentarse con mayor seguridad.

La moderación cada vez más evidente de todos sus discursos, y una serie de detalles que no pasan desapercibidos nos ayudarán a modelar mejor los espacios donde cada posición política se asentará para comenzar la carrera hacia la presidencia del gobierno.

Quiero mostrar mi rechazo absoluto a ese bipartidismo que ha menospreciado a toda una sociedad en su conjunto y ha dejado que se instaure en España una política mercantilista que ha convertido en capital de cambio la sonrisa humana. Pero ello nunca puede ser óbice para que otro partido que desee alterar el rumbo de los acontecimientos no pueda ser estudiado en profundidad para que podamos adivinar qué se oculta en medio de todas las estrategias.

Así, estamos obligados a comenzar con la primera piedra de toque y, por tanto, averiguar la razón de ser de unos movimientos que no respondían (aparentemente) a las maniobras de los dueños de los medios de comunicación. Es del todo ilusorio creer que el respaldo mediático que se ofreció a Podemos fuera una anécdota que se podría resumir en el tirón de su líder. Tal y como funciona nuestro sistema político, con el aval incansable de un periodismo que recluta legionarios a base de talones exquisitos, se hace necesario responder a ésta pregunta. ¿Por qué, de repente, una corriente económica e ideológica próxima al neoliberalismo (atresmedia) sirvió de altavoz al nuevo eco de la ilusión?

Motivos exógenos a la propia formación no le eluden de responsabilidad a la hora de clarificar todo este episodio. Puede ser cierto que la necesidad más urgente en las altas esferas del poder fuera buscar un refugio donde atrincherar a probables desestabilizadores del orden, más aún en un momento donde los movimientos sociales comenzaban a recobrar fuerzas y tomar las calles. Por ello, no dejamos de lado esta probabilidad: Podemos puede ser el escenario más apropiado donde depositar la rabia acumulada y ese ardiente deseo de derribar los muros de las élites y sus finanzas. Así, qué mejor que un partido nuevo que amortigüe lo que podría ser un golpe en el centro de flotación a un entramado político que se vería asediado por continuas manifestaciones y rebeliones.

Seguir reflexionando desde el oportunismo y la óptica de quienes pueden salir beneficiados de todo ello, es más que probable que nos ayude a eliminar el vaho de nuestros cristales. Y tenemos que al mismo tiempo que se consigue un estupendo sparring, se dinamita la fuerza que desde la transición necesitan tener doblegada, asestando el golpe definitivo a cualquiera de sus esperanzas. Izquierda Unida y todo el trabajo realizado por miles de personas desde las bases populares (procurando agrietar los muros del poder) no verá nuevamente fruto alguno a sus denodados esfuerzos. Aunque en su debe también deberíamos hacer constar que tiempo tuvieron para extremar su discurso y ser más pragmáticos y populistas (en su buena acepción) con su aventura.

El auge de Podemos ha sido constante, y las apariciones televisivas el detonador perfecto. Hay que subrayar este hecho, porque del mismo modo que ese punto es una de las causas que permite amplificar sus voces, lo va a ser también ahora de su enojo por la llegada de las críticas desaforadas. Es decir, lo que no es de recibo es hacernos creer que el impulso no se debía a la inestimable ayuda de la Sexta, y sí en cambio la nueva etapa de acoso e intento de derribo programada y ofrecida por las diferentes televisiones. Ambas situaciones germinan desde el mismo centro de operaciones.

El afianzamiento de esta fuerza resulta un hecho, y el bombardeo de encuestas poco serias mostrando su liderazgo todo un acontecimiento. Una fase en la que insistentemente nos venían mostrando la hipotética victoria de esta formación también descubre los requiebros que se están realizando para movilizar el voto del miedo.

Probablemente, se les ha ido de las manos. Pero el supuesto plan sigue su curso y todo indica que redoblarán fuerzas para ser capaces de aplacar los movimientos de Podemos. Antes de las elecciones generales el Partido Popular habrá purgado la mayoría de sus «casos de corrupción» y llegará más oxigenado al envite final.

El otro partido representa al perfil sociológico más difícil de asumir y comprender de España. Los de Ferraz, teóricamente, deberían estar renegociando sus deudas con los bancos y sus gentes porque estaban llamados a desintegrarse, respaldados por su propia estupidez. Pedro Sánchez ha asumido el papel a la perfección y está escribiendo uno de los capítulos más tristes justo en el preciso momento en que cualquier organización socialista debería acometer las más profundas de sus transformaciones. Y sus teatrales movimientos están llegando tarde y son tan irrisorios que merecen el mayor de los oprobios. El P.S.O.E. sigue representando a la saga de políticos que hay que procurar descartar cuanto antes. Lo esperpéntico es que sigan aguantando el tirón y todavía queden incondicionales capaces de mirarles a los ojos, a pesar de los esfuerzos que siguen haciendo por mostrar el rostro más inhumano e indecoroso con su adhesión incuestionable al régimen monárquico, financiero y elitista. Las cosas así, su batalla interna con los afiliados seguirá siendo de calado cuando las coaliciones o pactos concretos sean su única salida, aunque también tengo que recordar que a muchos de sus seguidores les será igual arre que so; todo sea por proseguir copando las tan apreciadas cumbres del poder.

Tempus Fugit News

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Y ello, si no se produce una de las maniobras más deprimentes de la que ya dejé constancia; la foto la dibujan Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Alberto Garzón  juntos, porque puede ser uno de los mayores reclamos (en función de cómo se estén gestando las diferentes posibilidades) de un buen número de ciudadanos. Sería el punto final a la meteórica carrera de los profesores universitarios. No deberían dar ese paso bajo ningún concepto; constatarían la nula apuesta por revolución alguna, y destruirían el sueño de las izquierdas en el momento menos oportuno desde la muerte del gran dictador.

Es complejo poder indagar en todos esos aspectos que desde fuera inciden directamente en el devenir de Podemos, pero no lo debe ser tanto procurar hacerlo desde dentro. Tenemos movimientos internos, actitudes y realidades que han de ayudarnos a cerrar el círculo, y no perder detalle para hacer un boceto más asumible en términos más objetivos.

Quiero mostrar solo unos detalles que para mi son representativos de un camino, y al que necesito prestar atención. Desde luego, muchísima más atención que la que sus enfervorizados seguidores le van a conceder.

Es cierto que hemos vivido y vamos a presenciar una enconada serie de ataques que no conocerán freno hasta después de las elecciones generales, generalmente sin mucho fundamento, y con el único objetivo de destrozar esta formación. Por ello muchas personas se sienten incómodas ante tanto desenfreno y tanta injuria, pero inclinarnos a la necesidad de observar críticamente todo lo que está sucediendo no debería ser recibido con esos gestos de reprimenda y animadversión. Es más, cada vez veo más urgente un espacio dentro del propio partido que acoja una mirada crítica, antes de que releguen al olvido aquellos orígenes que parecían abrazar la causa de los más desfavorecidos.

Y así prosigo. Uno de los fracasos existentes en el plano socio-político es la distancia cada vez mayor que se está produciendo entre la clase dirigente y la clase que verdaderamente está sufriendo las consecuencias de esta guerra sin cuartel contra el estado del bienestar. El movimiento 15M se presentó como conductor de ese sufrimiento y lo canalizó a través de la calle. Las dos corrientes más significativas de Podemos indicaron desde un principio que los indignados eran su referente, aunque ya dejaron claro que el déficit organizativo que representaban había que suplirlo como lo han hecho. Pero, ¿qué hay de real en el reflejo social de esta pantalla? La respuesta no favorece lo que en principio parecía iba a ser. El movimiento no fue capaz de aglutinar a ese colectivo obrero damnificado, y Podemos, mucho menos. Y ahí radica una grave penalización, dado que ese vacío reconduce la lucha política sin que quienes más sufren puedan engancharse a esperanza alguna. Y hay que recordarlo, esto no tiene marcha atrás. Si analizáramos quiénes representan o lideran la mayoría de círculos en los diferentes municipios, y quiénes han sido los principales candidatos, nos daremos cuenta que las clases medias y bastante bien acomodadas, copan ese mercado (desde la cúpula hasta sus bases). Negar esto seguirá amordazando una realidad que necesita oxigenarse.

Si hubiéramos de crear un perfil medio de quienes se han emocionado con el nuevo partido, la población urbana, treintañeros, gente con estudios secundarios o superiores, y pertenecientes a las nuevas clases medias o altas (obreros y profesionales cualificados, trabajadores de la Administración y servicios, y empresarios) dibujarían su mejor adhesión, y las clases menos pudientes, autónomos o agricultores no serían su mayor baza. Y lo más grave, tampoco parece haber intención alguna de subsanar dicha ausencia. Puede ser cierto que sociológicamente los sectores más desfavorecidos queden atrapados en un bucle de resignación (y sin deseo alguno de acudir a votar), pero ello no debería ser causa para que prosigan los mismos criterios de fidelización política. Y además, siendo realistas, Pablo Iglesias y su equipo deberían abandonar cualquier llamamiento a los más desfavorecidos si nada hacen para integrarlos en el proceso (y en su organigrama). Aunque parezca contradictorio, como ya ha reflejado Thomas Jeffrey Miles, “los más activos a favor del movimiento pertenecen ellos mismos en su mayoría a grupos de población que ya tenían más posibilidades de ser cooptados por el establishment, que todos aquellos que están más amenazados por la crisis”.

La Asamblea celebrada en Vista Alegre ya dejó claro cómo se distribuye el poder y en manos de quien queda. El hecho de que los vencedores hayan sido respaldados por una mayoría aplastante de los votos no dota a esa opción de ser la más exigente y defensora de las causas más justas, solo significa que su líder tiene un tirón sin precedentes.

E igual ha sucedido en las últimas votaciones para elegir a sus candidatos para las autonómicas, siendo mucho menos representativas las listas no apoyadas por la dirección oficial.

La novedad, el poco tiempo empleado en su formación y otros condicionantes han posibilitado cierta desconfianza en el buen avance de la creación de todos los círculos y en la presentación de candidatos. Por ello desde arriba ven necesario atar en corto todos los movimientos. De ahí también el recelo para presentarse a las municipales con su nombre. Es entendible dicho miedo, pero también se ha de cargar con las consecuencias de sus propias decisiones. Sigo manteniendo que Podemos no debió presentarse a las elecciones europeas, y que la etapa de construcción del partido hubiera sido mejor prolongarlo para dotarlo de una mayor consistencia, tanto política como organizativamente. El cambio de discurso efectuado también forma parte de esa falla, junto con el hecho de que diferentes “cabezas visibles” pueden patinar también con sus declaraciones, denotando que no hay coherencia interna, o que de haberla, deja mucho que desear.

El País Vasco y Navarra ya han presentado sus credenciales, y desde altas instancias parece que va a quedar claro que habrá dificultades para quien desee pactos con la Izquierda Abertzale, al margen de que muchos círculos o incluso la representante navarra, Laura Pérez, no vea con malos ojos pactos programáticos para conseguir el tan ansiado cambio político en la comunidad foral.

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Tras las últimas elecciones en Andalucía no parecía del todo acertada esa “ingerencia” desde Madrid, y todo indica que a última hora se han impuesto las condiciones de Teresa Rodríguez, tres exigencias que ayer mismo corroboró Pablo Iglesias en rueda de prensa; que la Junta no contrate con bancos que desahucian familias sin darles alternativa, que Díaz se comprometa a reducir altos cargos y a cambio readmita a profesores y maestros interinos, y que imponga tolerancia cero a la corrupción y exija responsabilidades políticas a los expresidente Manuel Chaves y José Antonio Griñán al margen del resultado de la investigación judicial sobre los ERE en que están inmersos.

Pero más allá de estos cambios y cómo se resuelvan las negociaciones, quiero dejar claro que las reflexiones aquí expuestas no responden a una interpretación mia sui géneris, sino que vienen determinadas por sus actos al incumplir lo que ellos mismos prometieron, esto es, que en todo momento las bases iban a ser quienes decidirían cómo y con quién deberían pactar (o no). “Tal y como aparece en los documentos organizativos aprobados en la Asamblea Constituyente Sí Se Puede, los pactos electorales se decidirán por todos los inscritos e inscritas en Podemos de cada territorio, que constituyen cada Asamblea Ciudadana Territorial”. (Ione Belarra)

No hay explicación alguna para perdonar críticas hacia Podemos ante evidencias que consideramos importantes, y que con cualquier otra figura política no hubiéramos dejado pasar. Asumo que miles de flechas ya se han lanzado para herir el progreso de este partido, y que les esperan meses difíciles enfrentándose directamente a las cloacas del poder y sus mercenarios. Pero no me parece prudente que por ello hayamos de abandonar un espacio crítico, sobre todo si se procura efectuar con prudencia, con trabajo, y sin ningún ánimo de ofensa ni de derrumbe. Bien al contrario, somos muchos quienes deseamos una urgente transformación que termine regenerando el cielo político. Pero también somos muchos quienes exigimos cambios de mayor calado y un mayor esfuerzo para que los más afectados vean un poco de luz en el oscuro escenario que nos ciega.

Quiero terminar con una última interpretación de los hechos, que sostiene una de las razones por las que se va a minar la pretendida ascensión al poder. Las clases asentadas y que no temen a la crisis, porque sus bolsillos están candados y a buen recaudo, no necesitan de la asimilación ideológica de ningún tipo para perpetuar sus intereses o sus maquillados cambios. Les vale con que sus tipos de interés estén defendidos, desde uno u otro bando. En cambio, desde la izquierda, o más bien desde la zona de no confort, es necesario cuestionar los principios, la concepción del mundo y los discursos, porque se espera de ellos una transformación: la transformación soñada que nunca llega.

El activismo siempre será mínimo, por lo que los momentos de desazón y de regresión aparecerán constantes, sobre todo cuando las erupciones ya hayan dejado su impronta. Y estamos ahora en uno de esos momentos, ratificable (para mí sin ninguna duda) con los datos de participación en la elección de candidatos para las autonómicas, próximo al 20%. Una tasa bajísima que bien debería hacer pensar a quienes creen controlar los funcionamientos de las nuevas democracias a través de las redes sociales.

Aunque pueda parecer contradictorio en un partido liderado y apoyado por un gran número de universitarios y estudiantes, va a ser precisamente el significante y la reflexión política la que vacíe cuantitativamente las arcas de la nueva formación. Ésta solo se encontrará cómoda en la ausencia de todo rigor político y fundamentación de sus obejtivos. Y cuanto menor sea el grado de profundización de los pensamientos, mayor será el porcentaje de posibles votantes. Y ellos lo saben, y es a todas luces, preocupante. Y lo digo cabizbajo, porque este giro permite la estandarización de la atonía política y, con ella, la desconexión absoluta con los principios originarios del cambio.

Si creéis que podéis, por favor, repensar en qué consistía aquella indignación, y dónde quedan los rostros más marcados por la crisis.

Si podéis, por favor, hacer llegar mis palabras a quien proceda.

Un abrazo, joséluis

colaboración para Iniciativa Debate