Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
Es deplorable imaginar cómo se puede sentir una mujer forzada a detenerse en el camino. En el camino por el que transcurría, como nosotros, con la ilusión de convocar a sus alumnos hacia el aprendizaje. Es del todo doloroso sentir cómo alguien es capaz de segar la vida por el ampuloso y deleznable deseo de sentirse superior, de creerse dueño de los cuerpos que fagocitan sus escabrosas neuronas, su falo erecto de miseria y depravación.
El abismo está a nuestros pies, y seguimos permitiendo la cosificación de la mujer, el perverso maltrato a la que se la somete en cuanto la oscuridad toma las calles. Hoy me siento gravemente perjudicado, como hombre y como compañero. Y solo puedo mirar a mi alrededor y avergonzarme, y agrietar el horizonte con mis uñas y mi tristeza.
No quiero ni pensar, en lo que se puede llegar a sufrir, mientras un eslabón perdido de la civilización deshumaniza la vida, y fosiliza el alma, nuevamente de una mujer.
Me duele cerrar los ojos y pensar, tan siquiera pensar cómo ha sucedido todo.
Quizás todo el profesorado deberíamos detenernos a reflexionar, e invocar a lo más profundo de nuestro ser para hacer realidad aquello que debe ser uno de los pilares de la educación; salvarnos, aunque sea un poquito, de tanta barbarie.
Todas las televisiones se sumaron a la fiesta. La diferencia es que mucha parte de la ciudadanía creía que era una fiesta revolucionaria, y los medios de comunicación sabían que era una nueva parodia que viene reconstruyéndose (como quien no quiere la cosa) desde que a Hollywood le dio por plegarse a los designios de las corporaciones que fomentan las movilizaciones que no llevan a ningún lado.
Millones de personas que acudieron a manifestarse conocían perfectamente infinidad de eslóganes que los hubieran firmado hasta hace bien poco porque se reconocían en una realidad palpable y que podían sentir como próxima y reconocible. Pero como sucede hasta en las mejores familias, dentro del nuevo y un tanto rentabilizado feminismo transversal, miles y miles de personas se olvidaron, de repente, del significado de aquellas expresiones que elevaban el entusiasmo por saberse orientadas por el camino de la rebeldía y la contestación.
Una de esas frases célebres que para sí tomamos muchas personas (yo incluida), dejó de existir en el imaginario colectivo. Y lo que parecía algo evidente dejó de serlo, y la “revolución”… se televisó.
Aun así, pensándolo bien, estamos de suerte. No hubo revolución alguna y, por tanto, seguimos sin verlas por televisión. Porque por desgracia, el sentido estricto de ésta frase sigue vigente, y lo que ha cambiado es el sentido popular, o llamémosle de otro modo, lo que va transformándose desde hace mucho es el sentimiento de lo que es una verdadera transformación.
No tengo intención alguna de entrar en debates sobre la magnitud de los llamamientos, del éxito de sacar a las calles la magia del color morado, ni de custodiar razón alguna que se enfrente a aquello que ni deseo ni busco. Solo dejo sobre la mesa una reflexión. La misma que dejé el año 2011 cuando el 15M se fundió con un partido, ese partido con las instituciones, las instituciones con los medios, los medios con la gente, y la gente … con la desilusión.
No encuentro ninguna base sólida que me lleve a pensar que el 8M sucediera nada parecido a una revolución. Llevo alejado un tiempo de todo, lo cual no significa que lo esté de la realidad, y hoy he hecho un rápido repaso por las redes y lo único que me queda claro es que nada ha cambiado, ni próximamente cambiará. Lógicamente, hay que interpretar mis palabras en el marco de aquello que yo entiendo por revolución y en el espacio donde se esconde aquello que intuyo necesita una apremiante conversión.
La Sexta, ese canal de televisión que por sí solo explica muy bien en qué consiste la metáfora de la supuesta renovación, dejó constancia nuevamente de qué se está hablando cuando nos hablan por televisión. Y me sigo sorprendiendo con esa ingente cantidad de personas que regresan felices a sus casas pensando que han participado en una “increíble manifestación”; especie de incorporación a un sentir de obligado cumplimiento pero con escasa dosis de destrucción.
La revolución, será feminista o no será. No tengo dudas de ello, pero queda mucho tiempo para que algo ni tan siquiera parecido pueda llegar a suceder. Porque cabría añadir un matiz importante puestos a difundir mensajes que traten de revolución. El feminismo, será anticapitalista o no será, y no hace falta enumerar la infinidad de atrocidades que el sistema económico que nos colapsa ha depositado sobre el mundo de la mujer.
Esta es una de las imágenes más significativas que ha circulado por el mundo últimamente. Ni que decir tiene que no lo es por la presencia de esta bella mujer sueca, sino por su actitud, por su decisión de plantar cara a 300 neo-nazis dispuestos a sembrar de miedo las calles suecas de Borlänge.
La movilización por la transformación social consiste en ser capaces de intervenir, más allá de los cánones establecidos por las generalidades opciones de sumisión. Tess convierte su acto social en una de las acciones políticas más relevantes acaecidas en Europa en este siglo.
Y por ello, se merece un sillón en el parlamento europeo, y sustituir a todos los allí presentes para comenzar una nueva era.
La revolución tiene nombre de mujer, y es nuestra obligación agradecer su gesto y su voluntad de cambio.
Cuando la mujer es «cosa de hombres» el mundo comienza a dejar de ser. La política ha de adaptarse al feminismo tanto como el desierto necesita apagar su sed.
Hay muchas maneras creativas de comunicar lo que se quiere. Nadia Granados así lo considera, y alejada de la cada vez más aceptada sutileza y corrección, nos desafía con un nuevo lenguaje, purificador de la rebelión!. Quienes por su moral no acatan o aceptan los principios o derechos de quienes les rodean, pasen página. Y quienes, además, censuran a quienes procuran buscar respuestas y desafíos a los problemas que nos rodean, absténganse de ver este vídeo. Youtube, por su política reaccionaria con cuestiones sexuales, lo ha retirado.
«La maternidad no puede ser considerada un deber. Es una decisión personal. No más crucifijos en nuestros ovarios».
No hay mayor subordinación de la mujer al varón que esta práctica ancestral, que cierra las puertas al placer, y extiende los páramos del dominio… (y del miedo).
La incorporación de la mujer al mundo laboral, no es un acontecimiento moderno. Ya desde que el ser humano descubrió el fuego, las mujeres trabajan, sin cesar, el modo de superar la violencia de género.
(Un trabajo arduo, y fatalmente remunerado). Dedicado a todas las mujeres, hoy, que no es ningún día señalado, y todos los días.