Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
Lo hacemos también nosotros, condicionar la respuesta para lograr el abrazo de nuestros sueños. En el enamoramiento puede haber una escaramuza prorrogada con la intención de desarmar el escudo de las emociones. El llanto, la primera emoción no contenida abre paso a una forma de comunicación que inmediatamente transmite una necesidad y un cuidado, y es difícil escapar a esa petición tan intensa y penetrante.
El marketing experimental, orientado a tocar la fibra y rendir culto a la humanización de la marca, hace sentir al consumidor que forma parte de ella. Antes de que se democratizara la pequeña pantalla la prensa ya había lanzado su primera ofensiva para alterar la percepción de la realidad; ocurrió en 1916 bajo el mandato de Woodrow Wilson en Estados Unidos. La Primera Guerra Mundial llegaba a su ecuador y se puede decir que la población era muy pacifista (como lo son la mayoría de poblaciones antes de que llegue el invasor), hasta que la administración del presidente decidió que su país tomaría parte en la contienda. Primer problema a resolver, había que inocular entre la población el ansia de la guerra. Dicho y hecho. Se creó una comisión a tal efecto, la Comisión Creel, y en seis meses la población se volvió histérica y estaba convencida de que había que desalojar el mundo de alemanes.
Poco después llegaría un nuevo experimento que se llegó a conocer con el nombre de «Miedo Rojo». Persiste hasta hoy aunque con otras características y con mucha mayor sutilidad. Desde entonces, una apisonadora incansable ha trabajado día y noche para borrar del mapa todo aquello que pueda hacer frente a unos determinados intereses. Esa apisonadora es la propaganda o la guerra mediática.
Es probablemente el arma de control social más sofisticado y vehemente. No descansa ni cuando dormimos y, lo peor de todo, está en manos de un sistema financiero internacional que no tiene escrúpulos.
Photo by joséluis vázquez domènech
Lo que sí tiene a su disposición son los llamados medios de comunicación de masas, los mejores propagadores de ideas y de plagas. A día de hoy dichos medios nos infantilizan y buscan nuestro llanto buscando perturbar nuestra paz interior y la modificación de nuestra conducta.
Creada la Opinión Pública de esta forma el sometimiento a una presión persistente se camufla en la sociedad del espectáculo, y todo va rodado en una secuencia vital que contribuye a disputar cada jornada soportando la violenta distracción con la que nos agasajan.
Una nueva guerra, Siria, unos nuevos invasores, nuestros gobiernos, y una nueva parodia para justificar la obstinada sed de mal. Diferentes capítulos han ido marcando el gradual desarrollo de los acontecimientos. Todos ellos construidos para influir directamente en nuestras emociones y, casi por norma, falseados y calculados para ser consumidos en el momento preciso.
Sin saberlo estamos en estado de shock, y en esas circunstancias es complejo sospechar que lo que acontece ante nuestros ojos no es sino la difusión del terror con el aderezo de la compasión.
Son tantas las evidencias de un complot contra este país y sus recursos que ya no hay que recelar ni temer por la abundancia de información que nos ahoga y nos oprime. En esta ocasión toca hilar todos los elementos que he ido desgranando, y os convoco a leer con detenimientoeste documentocon todas sus fuentes y enlaces. Reúne de una forma magistral toda la narración que he procurado argumentar; niños, lágrimas, bombardeos, heroicidad, ayuda humanitaria, difusión generalizada, barbarie, pánico y persuasión, y todo diseñado bajo el paraguas de los Cascos Blancos, que encumbran su puesta en escena con un espectacular guión producido por Netflix y patrocinado por la OTAN, con el consiguienteOscar al mejor corto documental(impertinente labor del azar)
Se que en ocasiones como éstas no es fácil abrir los ojos ante tanta atrocidad de la que es capaz el hombre blanco. Pero no tenéis más que dedicarle un poco de tiempo a la historia de esta falsa ONG y, después, reflexionar sobre todo en su conjunto. Y no olvidar, en ningún momento, que esta aclamada fábula es una pieza más con la que Estados Unidos vuelve a contribuir para que el odio y la guerra prosigan con el único fin de abastecer su imperio y su voracidad.
En la publicidad el marketing apela a emociones que todo el mundo puede sentir, generalmente a la felicidad. En la propaganda de guerra se hace lo propio, pero con el miedo, la turbación y el engaño.
No a las Guerras, No a la OTAN, no a las Bases Militares
(Para leer despacio, muy despacio, y con atención, mucha atención)
Somos cautivos de un inefable aparato mediático, que es capaz de convertir al agredido en agresor y al agresor en alma caritativa que va por la vida ofreciendo ayuda humanitaria.
Son tiempos difíciles, pero tremendamente difíciles para la libertad de información y, sobre todo, para la difusión de dicha información.
La tarea es tan ardua y tan complicada que quienes se dedican a investigar e intentar exponer sus análisis en profundidad, con otras miradas, desinteresados, impulsados por la honda motivación de querer entender cómo funciona el mundo en que vivimos, y dispuestos a establecer un diálogo para poner de relevancia las inmundicias de este sistema que nos devora, terminan normalmente siendo cuestionados o, lo que es peor, censurados como meros transmisores de teorías estúpidas o sin ningún sentido.
Ya no importa el tema que vayas a tratar; hables de ecología, agricultura, alimentación, investigación, farmacias, organizaciones no gubernamentales, política, cambio climático, religión, filosofía, deportes o redes sociales, todo está hasta tal punto contaminado que no tenemos casi nada que hacer. Tan solo esperar la comprensión de quien te lee, creer en su templanza y en su buen hacer, en esa predisposición a construir y argumentar nuevas ideas. Pero ese margen de confianza está también deteriorado, sencillamente porque los cauces de información general están absolutamente esquilmados.
Photo by joséluis vázquez domènech
Europa está a la vanguardia de la censura y la ocultación. Mientras vivimos una época en la que la ciudadanía europea hace valer su «supremacía democrática» sobre el resto del mundo (y sobre el mundo árabe en particular), la propia ciudadanía desconoce los acuerdos y pactos que firman sus dirigentes.
Dicha supremacía respalda, como no podía ser de otra forma, el ímpetu del capitalismo. Un sistema en continua expansión y que, precisamente por ello, está en la necesidad de proveerse de poderosos aparatos de propaganda para construir amplios consensos que justifiquen sus guerras (o lo que es lo mismo, sus nichos de recaudación y reestructuración).
Queda resuelto de este modo el control absoluto de la información. Por un lado a través de la censura y, por si esto no fuera poco, con el añadido de esa maquinaria capaz de alterar la percepción selectiva de la población.
Que los medios de comunicación están en manos de cuatro grandes grupos lo saben ya muchas personas, pero aun así no percibo una conciencia mayoritaria sobre las consecuencias de dicha intimidación. Si hiciéramos una encuesta en relación, por ejemplo, a las “revoluciones de colores” o a las “primaveras árabes”, una mayoría absoluta se decantaría precisamente por lo que dichos medios les han contado en todos estos años de embustes y ficción. Por tanto, superar la asimilación de la supuesta convicción del engaño que vuelve a engañar, es misión bastante improbable.
Desgraciadamente, un claro ejemplo de ello lo tenemos en los informes posteriores a la invasión de Libia. Periodistas, filósofos, politólogos y analistas de la «vanguardia intelectual de la izquierda» hicieron un flaco favor a los deseos de paz y movilización popular apoyando la injerencia en dicho estado, y clamando por el derrocamiento de Gadhafi. Y ahora que sabemos lo que ocurrió realmente, ¿qué nos queda? ¿Van a donar sus bienes para regalárselos al pueblo libio, que ha quedado desmantelado? Es desolador y realmente atroz tener que convivir una y otra vez con el mismo drama. He de callar mi boca y mirar a otro lado, para no lanzar misiles con mis palabras para quienes alientan tanta violencia. ¿Qué necesidad tienen? ¿Qué consiguen con ello? ¿Son posicionamientos conscientes o tan solo producto de la torpeza u “otros infortunios”?
El Parlamento español también apoyó la invasión (intervención militar para ellos), a petición de José Luis Rodríguez Zapatero. De un total de 340 diputados presentes, 336 votaron a favor, 3 en contra y una sola abstención. Cinco años después comienzan a llegar las primeras conclusiones. Siempre es igual. Siempre tarde. Y la Corte Penal Internacional de La Haya cubriéndose de medallas con sus deliberaciones nada imparciales, con África en el punto de mira mientras nuestros dirigentes salen ilesos de sus graves decisiones; «la estrategia estuvo basada en conjeturas erróneas». A la estrategia también se le puso nombre: Odisea del amanecer. Se me humedecen los ojos una y otra vez, en cada ocasión que un nuevo informe demuestra la barbarie que nos rodea. Libia ya está aniquilada.
No quiero entrar en un debate en el cual se me interpelaría pormis propias observaciones. Procuro dejar constancia de mis preocupaciones, a ser posible con noticias y argumentos contrastados. Ahí están diseminadas por la red miles de palabras, pensadas, ordenadas y analizadas, queriendo gritar una realidad que se nos oculta, queriendo dar luz a las oscuras causas que matan y menosprecian. Palabras que siempre necesitan ser justificadas. Pero también palabras que a veces pueden ser recordadas.
Como hoy, recordadas para desbrozar la maleza, para celebrar el acontecimiento de una noticia, y para tomar aliento y seguir con tiento cada referencia.
En varias ocasiones escribí sobre Ucrania. No recuerdo debate ni ningún tipo de acogida. Sí en cambio que me tiraba al monte sin brújula alguna. La cuestión es que, sabedor de tamaña peripecia, has de buscar información hasta en las ocultas estancias de la memoria, para que quien pueda llegar a leerte tenga elementos suficientes para proseguir tu estela. Pero es tan engorroso y es tan agotador que muchas veces piensas en dejarlo todo y quedarte solo en la esquina de tu propio balcón.
Es muy cansado verte en la obligación de estar justificando cada frase, cada consideración, y la respuesta que otorgas a cada interrogación.
Es más, estoy convencido de que es una trampa. Mientras ellos nos devoran con sus continuas falacias, y nos ocultan hasta el código informático del recuento de votos, nos obligan a tener que demostrar la existencia de documentos robados, de disquetes devorados, de entrevistas preparadas, de incendios provocados, de datos escondidos, de violaciones enmascaradas, y hasta de matanzas amañadas.
Mientras ellos juegan nosotros tenemos que averiguar cuál va a ser la próxima tentación de su desmesura, y cuál fue el crimen que cometieron mientras se reunían en la última cena.
Es un delirio estar continuamente a expensas de que nazca un Snowden o de que un tipo insistente descubra el dato que demuestre que el engaño era evidente. Es un delirio obligarte a tener que buscar allí donde han arrojado toneladas de residuos para que luego tú tengas que limpiar hasta el inodoro del presidente de la comunidad. Y todo para conseguir un dato, un miserable dato que proteja tu percepción. Hastía, devora, fulmina…
Durante el Festival de Cine de San Sebastián una mañana me encontré con el programa de mano de todas las proyecciones. Estaba con dos amigas. En una de las secciones anunciaban un documental sobre Ucrania. En cuanto lo vi me enojé y se lo hice saber a ellas. ¿Éste documental? Pero si es una parodia de lo que aconteció en realidad. ¿Quién se encarga de decidir qué películas se van a proyectar? No hay derecho! Allí se quedaron mis palabras… Netflix ganó fácilmente la batalla. Es muy fácil que te la den hasta sin queso. Este documental (Sub HD, hay que insistir después de las ventanas publicitarias y ya está), estuvo en la Selección Oficial del Festival de Cine de Venecia en el 2015, en la Selección Oficial del Festival de Cine de Telluride del mismo año, en la Selección Oficial del Festival de Cine de Toronto y, claro está, ¿cómo no iba a llegar a la Bella Easo? Nos lo ponen muy caro. El tráiler ya avanza un subproducto de Hollywood fácil de masticar.
Y así hasta que a veces llega el salvador, y todos tus esfuerzos parecen ser recompensados. En esta ocasión llega vestido de documental con una nueva producción de Oliver Stone, y dirigida por Igor Lopatonok. La prensa parece estar ausente, como no podía ser de otra forma. Lo que trasciende es una bofetada contra los mass-media y contra la verdad oficial, y nos descubre, oh sorpresa, una nueva visión de lo que ha acontecido en Ucrania, una nueva visión de lo que representan las “revoluciones de colores”, y una nueva visión del papel que representan la CIA y los Estados Unidos en el mundo.
Digo parecen porque uno no se siente muy cómodo por el hecho de que su trabajo tenga validez o no en función de lo que un director reconocido o un infiltrado hagan o dejen de hacer. Pero he de reconocer que a veces, reconforta.
Lo que verdaderamente nos interesa es mostrar la implacable censura de los medios, y denunciar a esta Europa infatigable en su desmantelamiento de la democracia. Dos días antes del estreno, en la red, apareció una petición del ucraniano Andréi Nezvani para que se prohibiera el filme, ya que en él “se tergiversan los hechos” y puede “provocar desórdenes en masa en Ucrania”.
El desorden ya está instalado en este continente corrompido por su avaricia y su modelo de desarrollo. Somos ahora nosotros quienes debemos ser conscientes de ello, y denunciar además de la censura y a sus confidentes de la manipulación el fraude al que estamos asistiendo.
¿Por qué cuesta llegar tanto al fondo de los hechos, que siempre cuentan con un mismo patrón? ¿Por qué quienes escriben y quienes pretenden informar son, en su mayoría, alentadores de un modelo de gestión donde se permite que el expolio de otras partes del mundo forme parte de nuestra tradición?
Estamos atrapados por el exceso de desinformación, y “forzados magistralmente” a asumir un comportamiento lastrado por las consecuencias del despotismo y el neocolonialismo más cruel.