Poemario Disidente.
Cuando te vi por primera vez supe que podías convocar cualesquiera de las nubes para que lloviera sobre mí toda la in-certidumbre. Congestionaste cada una de mis posibles direcciones, para que mi único norte fuera tu sur; ese humedal que te acompañaba entre tus piernas y estremecía hasta a los vecinos más incrédulos.
Ahora, la línea que se dibuja en tu espalda hasta perderse entre las nalgas me lleva como un peregrino caminando descalzo presto a crucificarse (clavado a su dios ardiente). Y es entonces cuando reafirmo con ningún género de dudas, que toda religión necesita su propio guía.