Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
Si mostramos un excesivo interés en cómo los demás pueden interpretar nuestras vidas, es posible que poco a poco avancemos con el desconcierto de no saber muy bien qué estamos haciendo con la propia.
Si, por el contrario, somos capaces de ser conscientes de nuestro propio ser y alentarnos con todos sus significantes, es probable que vayamos abriendo alguna brecha que merezca la pena.
Porque tal y como decía Montaigne: «Solo podemos andar con nuestras propias piernas, y sentarnos con nuestro propio culo».
Vi anteayer un enlace en el facebook en el que todo el mundo mostraba una indignación considerable. Iba acompañado de un vídeo, un anuncio en el que la protagonista es Arancha de Benito. He de decir que me puse a visionarlo y había algo excesivo en todo ello, ya no tanto por su inapropiada catadura moral (que es lo que incendiaba a todos), sino por un guión cuando menos estrambótico y una actuación poco creíble. Así que buceé hasta dar con la clave.
Este suceso me parece un ejemplo perfecto de algo que está aconteciendo con el uso de las redes sociales. La rapidez, el poco tiempo dedicado a reflexionar y el excesivo dinamismo de la información permiten que sea oro todo lo que reluce, o lo que viene a ser lo mismo, que demos por válido absolutamente todo lo que nos llega. Y si a eso le añadimos el deseo latente (y constante) de querer poner a caer de un guindo al primero que pase por allí, lo que se hace viral no es el anuncio, sino el modo en que accedemos a un determinado tipo de comportamiento que no nos alumbra en absoluto.
Pero lo que más me llama la atención es la propia decisión de la protagonista de querer acceder a realizar dicho anuncio, puesto que las tenía todas consigo para que tras su visionado, todo el mundo no solo la pusiera a caer de un guindo, sino que tuviera que enfrentarse a miles de insultos y descalificaciones. Imagino que a estas alturas, varios días después de haber lanzado el anuncio, el segundo vídeo habrá reconfortado los ánimos y todos se solidarizarán por la causa, con la necesaria abolición de la política de todo signo de desigualdad social.
(os invito a leer los comentarios que ya corren como la pólvora)
Y aquí la verdadera causa, patrocinada por No es Sano, una campaña promovida por muchas organizaciones para exigir a los partidos el derecho universal a la salud.
¿No sabes qué hacer este fin de semana? Te invito al cine
Calvary
Google Images
El arranque de la película te invita a la reflexión. «No desesperéis, uno de los ladrones fue salvado. No presumáis, uno de los ladrones fue condenado». A partir de ahí, la moral cristiana ante un confesionario, dibujando las consecuencias de una sexualidad mutilada y de una comunidad golpeada. Irlanda como eje de unos acontecimientos ya conocidos por todos. «Probé semen por primera vez a los siete años. ¿No tiene nada que decir? Como primer comentario es asombroso. ¿Está siendo irónico? Perdón, comencemos de nuevo. ¿Qué es lo que me quieres decir?, estoy aquí para escuchar lo que me quieras decir. Me violó un cura cuando yo tenía siete años». Hay buenos diálogos, hay humor negro, y hay una evidencia social e histórica que necesita una revisión profunda.
El Padre James Lavelle (Brendan Gleeson) está dispuesto a conseguir un mundo mejor. Le apena comprobar la cantidad de litigios que enfrentan a sus feligreses y a la gente de su parroquia, y le entristece que sean tan rencorosos. Un día, mientras está confesando, recibe una amenaza de muerte de un feligrés anónimo.
Premios
2014: Premios del Cine Europeo: Nominada a Mejor actor (Brendan Gleeson)
2014: Festival de Gijón: Sección oficial largometrajes a concurso
El principio motriz del sistema educativo debería encauzarse de tal modo que todos aprendiéramos a pensar. Porque cada «idiota» que la nueva ley desea incorporar es contraproducente para el resto de la sociedad.