Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
A veces hay que alterar el rumbo de las emociones, o hacer caso omiso de terremotos, batallas, y otras inquinas. Pasear por los estómagos vacíos…, y llenarlos de semillas.