Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
Es importante, muy importante, tender el puente a las palabras. Lo que ellas no transmiten puede llevar a reacciones insospechadas. Callar puede parecer a veces un acto de desobediencia, pero normalmente solo consigue arrastrarnos hacia el desconocimiento, pervirtiendo no solo la relación, sino también lo que podría haber sido…
(Sobre el agua limpia han de depositarse también las hojas y las pequeñas hierbas, porque en el silencio transparente solo cabe el deseo de zambullirse…).
Hoy al mediodía me corresponde, en nombre de Ojos Para la Paz, hacer el saludo protocolario de nuestra organización, en el acto de clausura que tendrá lugar en el Centro Cultural Moncloa. Estáis todas y todos invitados.
Diré así…, después de un momento de silencio…
«En Siria y en muchas otras partes del mundo, miles de personas esperan pacientes a que el silencio sea el abrigo de sus sueños. Ese silencio que aquí se hace tenso, es el eco de su esperanza; es la ausencia de todas las explosiones y el comienzo de una nueva vida.
Me llamo joséluis vázquez domènech y pertenezco al colectivo internacional Ojos Para la Paz, que desde el primer momento entendió la necesidad de poner en marcha el Movimiento de Apoyo a Siria. Ojos Para la Paz nació tras el asalto de la OTAN a Libia en 2011, y fueron dos mujeres como Leonor y Purificación quienes abrieron las puertas a cientos de personas para que hoy seamos un gran grupo exigiendo la no injerencia, el cumplimiento del derecho internacional, la justicia, la paz, y el silencio…
Son muchas más de las que creemos, las personas que trabajan desde sus pequeños cobijos para poder transformar esta triste realidad.
El 28 de enero, en un local de Vallecas, 16 personas nos reunimos con el objetivo de apoyar a un pueblo que está siendo ultrajado desde hace seis años. Tal y como venían sucediendo los acontecimientos, y ante el clamoroso desembarco de cientos de periodistas retenidos ante la verdad oficial y presenciando la deriva en la que se han habían situado infinidad de personas a título individual y muchos partidos de izquierda, vimos necesario abrir las puertas a una masiva convocatoria. El primer documento que surgió de allí se bautizó como «Acta de Constitución del Movimiento de Apoyo a Siria». Las primeras intervenciones y decisiones fueron resolver cuál sería el nombre que deberíamos dar a dicha movilización. A partir de ahí, un largo e intenso recorrido. Viendo aquella imagen y reteniendo hoy todo lo acontecido estas dos jornadas, creo que puedo llegar a expresar que la magia existe, y que hay personas dispuestas a dar pasos hacia adelante aun a costa de mitigar el tiempo en sus vidas, de dormir poco, de viajar mucho, y de mostrar una preocupación latente por la consecución de la paz en el mundo.
Ésta misma preocupación, que se convierte en angustia en más de una ocasión, creo que también la sufren millones de personas en el mundo. Y de ello quiero hablar un momento.
Pocas horas después de que Estados Unidos bombardeara la base aérea de Shayrat lanzando 59 misiles desde dos buques de guerra (el USS Ross y el USS Porter) que tienen a bien pernoctar al norte de la bahía de Cádiz, los avances informativos de medio mundo coreaban al unísono la misma consigna: «gran parte de la comunidad internacional avala dicha acción».
Pero quienes estamos aquí no somos parte de su comunidad internacional. Quienes estamos aquí tampoco somos nadie para los medios de comunicación que asumen sin rubor su papel colonizador. Pero estamos aquí…, para recordar entre otras cosas que la comunidad es un ente plural formada por una ciudadanía que, en su mayoría, aborrece las guerras y no quiere saber nada de los incesantes juegos armamentísticos con los que someten a medio mundo. La comunidad está harta de que en su nombre se proyecten y ejecuten las más insolentes acciones bélicas y, lo más importante, la comunidad no duerme solo en las parcelas de Occidente. Hay comunidad, más allá de Europa y más allá de los Estados Unidos de América. Hay una inmensa mayoría al otro lado de nuestro escudo protector que también tiene voz y, aún más, tiene derecho a la vida.
Photo by joséluis vázquez domènech
Ni la OTAN ni la Unión Europea representan a la mayoría pacífica de un mundo que someten a sus caprichos y sus malvadas pretensiones.
Un gran número de periodistas deberían hacer valer estas pequeñas matizaciones y acostumbrarse a inyectar un poco de profesionalidad a sus subversivas desinformaciones. Y deberían de saber que no existe comunidad alguna en el mundo que respalde la guerra (a excepción de aquella que ha sido empujada a ella). Solo hay un grupúsculo de francotiradores apostados en los balcones de los Estados que apuestan por las bombas, bien pagados por quienes financian los genocidios y las invasiones, por quienes domestican hasta las tierras de cultivo y explotan las nubes de algodón.
No existe ese consenso de la comunidad para avalar el terror, no vinimos al mundo para apadrinar el hostigamiento continuo, no formamos parte de ninguna red de bandoleros que claman ni tan siquiera venganza, no nos acostamos pensando qué país queremos invadir mañana, no nos gusta dar la mano a quien siembra terror bajo las montañas, no incentivamos el desprecio hacia las otras personas y, qué duda cabe, tampoco participamos de ninguna cruzada contra nadie.
Todo ello no es sino parte del juego de quienes buscan una y otra vez la guerra para apoderarse del control y de todas las riquezas. Todo ello solo representa a la voz del amo y quiere callar la boca al pobre y al inocente pueblo agraviado. Somos mayoría quienes clamamos por un mundo justo y en paz, quienes luchamos y lo seguiremos haciendo, contra los misiles y la mayoría de medios de comunicación.
Han invadido Siria, la han bloqueado y han expandido el caos. Y al igual que ocurrió en Libia, la historia se repite. Hay que recordarlo, y debemos seguir haciendo frente a esa banda de malhechores que insisten en divulgar sus bárbaras pedagogías llenas de capitalismo y de mala fe.
De aquél 28 de enero en Vallecas, queda hoy registrado este grito de paz y solidaridad con el pueblo sirio.
En nombre de todas las personas que formamos parte (desde muchos de los rincones del mundo) del colectivo Ojos Para la Paz, no a las Guerras, no a la OTAN, no a las Bases Militares, y un abrazo inmenso a quienes desean terminar con el estruendo de las bombas y el ruido de las falsas palabras.»
Lo leí un día en el muro de una amiga desconocida pero que siento próxima. Tiene la costumbre de invitarnos a ver sus fotos… y sus palabras. Yo atiendo siempre mucho a las palabras. Y le escribí diciendo que las suyas, las que acompañan sus imágenes, suelen ser normalmente bellas, y que daba gusto leerlas así.
Le pedí permiso para apropiarme de unas pocas, pero eso si, para que abrazaran una imagen mía que con su reflexión quería crecer…
Aquí os dejo mi fotografía, enmarcada perfectamente con su voz
Dijo así: «La fotografía es la manera más elocuente de escuchar el silencio»
Dicen que empieza un nuevo año, pero créeme que hoy viene igual que ayer, detrás de otro día cualquiera que apenas supo alumbrar la noche. Cargado con la misma emboscada y cubierto con idéntico aroma a pólvora y canapés.
/Pensar que algo ha cambiado o lo puede hacer, es dejar en la inconsistencia de la esperanza colectiva la necesidad de la propia transformación/.
Nada hay que esperar, porque todo queda por hacer.
Levántate, derrumba los muros de esta sociedad maltrecha, y hazlo. Hazlo sin miedo.
Ama.
Como si la vida te fuera en ello…, y el mundo fuera un clavo ardiendo.
Pero no comiences con los autoestimados, que ellos mismos ya tienen suficiente.
Ama la justicia social, la igualdad, el rostro cautivo, los inviernos duros, los charcos llenos de barro, la herrumbre de tus pensamientos, el olor del vagabundo, los demonios que llevamos dentro, el agua en los zapatos, el esfuerzo de la tierra que se abre a dentelladas, el silencio más que la palabra, la rareza que te esquiva, a la mujer que le arrebataron la mirada, al hombre que no sabe acompañarla, a quien no puede con su espalda y, sobre todo, a quien han robado su trozo de comida.
(el silencio más que la palabra)
Y después, ámate lo que quieras, que tiempo tendrás todavía…
Si la gente se detuviera a pensar antes de hablar, mejorarían notablemente las relaciones humanas. Y si callara, sería un gran logro para la humanidad.
Hoy lunes regresamos, para poder reflexionar en torno a la siempre esquiva puesta en escena de la comunicación. Os dejo algunos interrogantes que plantearé durante la charla.
Más allá de la interpretación: ¿Es posible una óptima comunicación?
En el encuentro entre dos personas la comunicación parece el instrumento más eficaz para llegar a un acuerdo, y el uso del lenguaje será la clave para llevar adelante ese proceso. Pero lo que a todas luces parece lógico, puede convertirse en un laberinto donde perderse es más común que encontrar la salida.
Comenzar una conversación supone, las más de las veces, no saber cómo va a continuar y, mucho menos, cómo se va a desarrollar. Su puesta en escena recuerda en exceso a una partida de ajedrez, dada la continua dependencia de los movimientos del otro y a esa presencia permanente de la estrategia.
Lo hablado, perfectamente podría haber sido otra cosa. Debemos constatar que no se llegó a expresar todo lo que se quiso y, paralelamente, tampoco del modo en que se propuso. Si añadimos a ello todo lo que se calló, ¿quién sabe qué hubiera sucedido sin la premisa del silencio?. Hay que reconocer que en las entrañas de la comunicación hay infinidad de mundos que se nos escurren entre las manos y que inciden directamente en los resultados de cada aproximación… y cada distanciamiento.
La percepción se convierte en este fantástico viaje en herramienta fundamental. Cada uno de nosotros adquirimos una sensación interior que resulta de muchas impresiones. Puede ser consciente o inconsciente, y llevarnos o detenernos. Su importancia es de tal calado que debemos dejar constancia de que la percepción precede a la comunicación.
Así pues, nos acercamos a uno de los grandes enigmas. Antes de comenzar el diálogo ya tenemos preestablecidas una serie de “técnicas internas” que harán posible que las palabras se deslicen hacia un lado o hacia el otro, a un ritmo o a otro y, también, que vayan construyendo o deteriorando cada encuentro. Y en este peculiar inicio, dar por hecho o dejar de hacerlo puede convertirse en una apreciación más importante que lo posteriormente hablado.
Photo by Joséluis Vázquez Doménech
Todo parece indicar que la mejora es necesaria, e incluso urgente. Bien; tratándose de que hemos de comunicarnos, no debemos olvidar que somos dos. En cada aproximación van filtrándose todas nuestras ideas y, por muy importantes y razonables que nos parezcan, no pueden ocultarse en el laboratorio de la soledad porque ésta no es campo para la siembra. Para interactuar hay que viajar, desde el origen de los pensamientos hasta escuchar la voz de nuestro interlocutor. Y en el encuentro saber que estás dentro de una noria que, a cada vuelta, puede traer una sensación distinta.
Queremos (y parece que debemos) superar todas las limitaciones para que con cada acto comunicativo nos podamos entender. Pero resulta que cada vez que nos encontramos lo hacemos con una experiencia más, y desde un ángulo diferente. Ese ángulo puede incidir tanto en los malentendidos como en los sobreentendidos, y transformar por completo lo que parecía un buen inicio.
Sin colaboración el monólogo será la receta y un excesivo desembolso. Entre nosotros está el proceso abierto y tendremos que saber de dónde partimos… y hacia dónde vamos.
Pero aun sabiendo el camino resulta imposible saber dónde está el punto exacto de la cooperación. Es decir, no podemos determinar dónde se esconde ese lugar desde donde podríamos decir que todo va a fluir. Porque la réplica puede contener un inesperado gesto, o una palabra “inadecuada”, y puede alterar de nuevo el rumbo que nos propusimos seguir.
Si la comunicación puede caracterizarse por algo es porque resulta impredecible y, por tanto, deberíamos dejar de luchar por su causa, y tan solo permitir que suceda… o no.
Desprovistos de respuesta algunaSe nutren las heridas y se incineran los sueñosLa tierra callada se filtra bajo los piesY se adentra hasta el tuétano… en la órbita de una elipse desfiguradasin tan siquiera una palabra, un gesto, o una bocanada…Y aun con todas las voces silenciadasQueda la música (que resuena vibrando sobre la piel)Con el sonido que nos sostienegota a gota…