MiCita con las palabras
Creer es un método magistral para llenar vacíos. Y creer en Dios una de tantas formas para buscar sentido… allí donde no lo hay.

Photo by joséluis vázquez domènech
Creer es un método magistral para llenar vacíos. Y creer en Dios una de tantas formas para buscar sentido… allí donde no lo hay.
Photo by joséluis vázquez domènech
Resulta más tranquilizador estar vacío que lleno de especulaciones. (Sobre todo cuando se trata de amores… y otras catástrofes).
Buenos días Mundo!
København – Photo by Joséluis Vázquez Domènech
Cada vez que alguien desde su presuntuoso universo artístico ofrece un trabajo con la intención de cubrir de escándalo el vacío de su obra, nos encontramos de frente con un estratega o, lo que es peor, con un emprendedor de feria.
Photo by Joséluis Vázquez Domènech
(desde el vacío)
En cada nueva incursión el miedo te atenaza, y sientes que te despojas de los cuerpos como si fueran hojas de otoño que mueren bajo tus pies. Retomas fuerzas y cuando crees que todo, por fin, queda atrás, el vértigo te alerta oprimiendo la voluntad. Se bloquea tu sonrisa y la noche es más noche aún. Llegado el momento eres incapaz de distinguir un aliento empecinado de uno avergonzado, o un torso inquieto de otro desaliñado. Has perdido el control de tu vida, y ha quedado arrinconado el enjuague del placer.
/La tristeza es el aislamiento completo y la pérdida de todo interés/.
Sé que no puedes mitigar aquella sensación que te produjo el cuerpo orondo de tu tío succionando esos pequeños pechos que apenas te emergían. Te despiertas pensando que va a volver a suceder, y que siempre hay alguien acechando en la oscuridad. Cada recuerdo es una sombra que te arrastra con ella, y que no deja que repose tu soledad.
Te apropiaste de mis palabras y fruto de aquella acción nació esta pequeña historia al borde del mar. No quisiste comprender cuando te acompañé a casa aquella madrugada estival y te dejé en la cama inclinada sobre el abismo de tu ebriedad. Procuré hacerte ver que todo aquello pasaría (porque allí estaría yo para doblegar tanto malestar). Y llena de voluntad, decidiste cada noche hacer lo propio, para que una y otra vez volviera a transportarte a tu lecho de paz. No cerrabas los ojos hasta escuchar de nuevo mi voz, y así expulsabas el vértigo y te alejabas de toda soledad.
Una aciaga jornada dejó de palpitar tu alarma vital. Minutos antes fui a buscarte al mismo bar y sonreías sumergida en un inquietante halo de felicidad. Camino del desenlace y desprovista del temor inicial, recuperaste aquellas fuerzas que habías dejado años atrás y rozaste mis labios con la inquebrantable decisión de poder amar. Tergiversaste mis actos y fruto de ese error surgió un enorme vacío para mi transitar.