Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
La persona que estaba sentada en el banco ha cogido la línea 3, Villaverde Alto / Moncloa. Llevaba un pantalón vaquero y una camisa roja, de algodón y botones negros. Me ha dejado su presencia, llena de color y sigilo.