Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.


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Liquidadores en Serie

Si, señor ministro

¿Estás a favor de la intervención aliada en Siria? Si es así, déjame decirte que no voy a tener palabras condescendientes contigo.  A día de hoy me resulta incluso obsceno dar cobijo a planteamientos que integran en su discurso la injerencia imperialista. Y acostumbrados como estamos al noticiario de guerra unilateral, no habrá de resultarte impertinente ser protagonista por un día de la ofensiva de mis palabras.

Tengo un nudo en el estómago. Llevaba mucho tiempo esperando esta jornada, la comparecencia del presidente de los Estados Unidos confirmando el ataque. Un año y nueve meses.  Parece un intervalo suficiente para haber podido amortiguar el dolor, o esa sensación de vacío y honda tristeza que genera una guerra. Pero no es posible. Nunca es posible ausentarse de esa tragedia, y mucho menos, cuando es consentida.

Quizás tú también pienses que se trata de una «intervención», en respuesta al uso de armas químicas. Créeme entonces, que en mi legislación ética, yo solo voy a hacer uso de mi intervención en respuesta a tu barbarie.

No puedo hacer nada para pararle los pies a Obama, a Netanyahu o a tu presidente, pero necesito interpelarte, y necesito adivinar tu rostro y tus intenciones. ¿Eres consciente de que cualquier misil va a arrebatar la vida a una persona, así, como por arte de magia? Una persona como tú, que ahora mismo estará temblando en su humilde casa porque millones de personas al igual que tú, participáis del indecoroso poder de juzgar los límites existentes entre el bien… y vuestro mal.

Photo by Joséluis V. Doménech

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