Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
La literatura como arte nos enseña a mirar las nuevas estrategias de las palabras. Como entretenimiento, nos ayuda a comunicarnos con los recuerdos, con lo sueños, y con la vida.