Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.


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Un cuento de invierno

Breves:

(prostitución infantil)

Los niños jugaban con condones de colores inflándolos a modo de globos que dejaban escapar como sueños. Los pies descalzos y los ojos abiertos, bien abiertos, porque siempre podía llegar el cliente más oportuno. De un vistazo sabían si de lo que se trataba era de una apresurada felación, o si podían convencerlo para retener sus deseos toda la noche, y de ese modo entre dos o tres sacarle una buena tajada, además de algunas heridas en sus delicados mimbres con los cuales tejían los erráticos y extraños entretenimientos que llenaban de placer a los turistas armados de decadencia. A veces incluso los dormían abonando la infusión con algunas hierbas que utilizaban en defensa propia.  

Había jornadas en las que descansaban hasta seis horas, y se sentían agradecidos cuando al amanecer uno de los jefes les recompensaba con dos billetes y un viejo plato cubierto tan solo de arroz y mucho caldo.

Aquella mañana nadie vino. Muy cerca, una nueva redada policial alumbró las calles de ruido y fuegos de artificio. Un señor entrado ya en años y liposucciones despertó cuando el sol despuntaba y las primeras cucarachas se escondían. Miraron a todos lados y se abalanzaron sobre él, que todavía transitaba por alguna nebulosa desconocida. Hicieron acopio de una fortuna y salieron corriendo a buscar su nueva dosis de inhalación preventiva. Así creían olvidar la imagen de esos surcos que dejaban las venas hinchadas de sangre, como iconos del capitalismo que explotaban sobre sus rostros imitando a las bombas de racimo.

Así creían olvidar, su infancia cautiva y desmoronada. 

Photo by Joséluis Vázquez Domènech

Photo by Joséluis Vázquez Domènech

 

 


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Crisis

Breves:

Estaba con los ojos cerrados. De pie. El cuerpo un poco caído y con un gesto incómodo. Lo observé unos segundos, los suficientes para saber que dormía. De fatiga. Su rostro explicaba muy bien el desfalco que sentía. No era ese descanso de quien explora los sueños mientras tanto (los sueños ya se habían ido, reconducidos por los agujeros de los bolsillos). Se abrió la puerta automática y reaccionó tímidamente, tal vez queriendo escuchar el sonido de una moneda de cincuenta céntimos. Nada ocurrió. Cuando se giró se dio cuenta perfectamente de mi presencia. No sabía que hacer. (Yo). Por un lado me hubiera abalanzado para abrazarle. Y, por otro, me sentía molesto con mi parálisis y no reaccionaba. Quizás para exculparme busqué un poco de dinero y le di diez euros. Acababa de ganar veinte haciendo una encuesta sobre el uso del tiempo. No me dijo nada. Se percató del miedo que me atenazaba; de poder terminar cualquier día a su lado, postrado a la sombra de la vida.

Photo by Joséluis Vázquez Domènech

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Espejos

Cuento para una jornada incierta:

EL EXPERIMENTO

Recuerda. La imposibilidad de verte (reflexivo) es el inicio de la deconstrucción de un nuevo mundo. Quizás aún no sepas de lo que hablo, pero transcurridas todas las estaciones querrás correr como un niño en busca del agua. Diez años sin  sol, sin saber de ti.

Los rasgos faciales no son los más significativos en esta experiencia, los podrás ver en los demás, e imaginarlos floreciendo en tu rostro como enredaderas que se atrincheran ante la inminente llegada de una batalla.

La edad no es el problema. Las articulaciones también darán buena cuenta del tiempo. Ni tan siquiera la ausencia de todo brillo en tu mirada; de haberla, ya la percibirán los vecinos y sabrás gestionar sus respuestas.

La incertidumbre de no saber cuándo o cómo podrás alcanzar plena conciencia de ti mismo (otra vez) una vez te hayas alejado para siempre de los espejos se tornará en tu mayor preocupación.

El experimento te parecerá vacuo e infantil, pero ya te imagino sobre el asfalto observando los colores del aceite en una mueca despistada. Los charcos esperando que el viento se detenga (y tu imagen por un momento quede congelada).

No podrás acceder nunca al cristal ni al metal, y solo una vez al año tendrás permiso para contemplarte sobre el agua.

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Esa jornada estaremos todos pendientes de ti. Jaleándote. Y te acompañaremos anotando todas tus reacciones y todos tus impulsos.

Desde el primer momento te espoleará la curiosidad. Las primeras semanas caminarás con una seguridad asombrosa, pero tras la primera tormenta llegará   el comienzo de tu irritación. La imposibilidad de verte (reflexivo) será ya la construcción de una nueva imagen. Cada vez más ofuscado sentirás cómo llega el invierno antes de que las hojas empiecen a caer.

          Han pasado nueve años. Nueve años sin ti. Sin darte cuenta, te sabes ya un escondite. Tú mismo eres un escondite. El anhelo del reflejo de tu rostro son abriles de ignorancia. Quieres gritar y hacer callar a quienes se preocuparon por saber cuándo nos llegaba el Yo de la consciencia, y se olvidaron por completo de su recuperación.

Ah! De eso se trata. De regresar una vez que nos perdimos. !Como si la mismidad durara toda la vida!. Hay que aprender a aceptarse de nuevo, una y otra vez. O lo hacemos por voluntad, o te obligan a ello. Es por el bien de la comunidad. La Democracia en el país de las Maravillas.

En medio del tumulto, al límite de tu tiempo, buscando oxígeno, regenerando la identidad…, no te queda más que ir al encuentro de la otredad, y te enamoras. Hay que joderse, te enamoras justo cuando quedan diez días para los diez años, y me vienes con la milonga de que has visto la luz, precisamente cuando no eras capaz ni de ver tu sombra.

El castigo no se hará esperar. El espejo no es el amor de tu vida. Quisiste encontrarte y lo confundiste todo. Estabas a punto de solventarlo y contribuiste como solo lo hacen los dandis bajo la lluvia,  creyendo que la seducción es el camino más corto hacia el final.

Fracaso absoluto.

El deseo de saber de ti te llevará siempre al prójimo. Pero cuando regreses de él, querrás mirarte y te darás cuenta de que eres más barro que piedra, y que cada vez que lo intentes, verte de verdad, querrás ir al encuentro, en el límite de reconocer tu integridad.

Romper todos los espejos…, antes de ir al encuentro de tu consciencia.  Para aprehender la realidad, ya está el dibujo de las olas sobre la arena.


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Una pequeña historia de amor

Una pequeña historia de amor

Cuando Lucas Reisengberger descubrió mariposas en su estómago, se perforó sin tregua alguna diez centímetros por encima de su ombligo, y pudo extraer todas aquellas alas de colores sin el menor signo de arrepentimiento. Pero al poco de cerrarse la herida, diez días después de su auto-intervención emocional, comenzó a notar extraños movimientos en su interior más profundo y dilatado. Sigue leyendo