Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
«En la árida tierra que habitamos los sueños terminan por emigrar, y cada pisada se convierte en una grieta, y cada grieta abre un surco como un parto prematuro que no sabemos si es para olvidar o, si por el contrario, nos hace recordar…, que las glicinias siempre florecen, a pesar de que los topos oraden hasta el último refugio donde las semillas podían germinar.
Y resuelta a desobedecer la vida arrinconada, en éste preciso lugar, me das la mano y tu mirada me invita a pasear, lejos de los espasmos y más bien cerca de alguna fosa que nos lleve al mar. Y me abrazas rodeada de agua, porque dices, el agua puede sanarte hasta la eternidad. Yo nunca termino de comprender muy bien lo que me quieres decir, pero tampoco le doy mucha importancia, porque cuando estoy sumergido contigo hasta las mecedoras dejan de balancear.
La lentitud nos identifica en las caricias bañadas, y a veces no hace falta ni que el sol resplandezca para determinar que merece la pena permanecer allí hasta ahogarse, cuando es tu boca donde me zambullo sin saber siquiera que una rana acaba de depositar sus huevos en tu paladar.
Ni los peces de colores son capaces de deslizarse marcha atrás, pero tú…, eres capaz de hacerme creer que podemos amarnos sin tan siquiera saber nadar, y todo porque el agua es una constante cuando la sed ha de aplacar toda la tensión sexual. La botella sobre la mesilla de día, porque de noche preferimos bebernos, y al despertar, enjuagarnos los labios no vaya a ser que sin humedad no acertemos ni a regresar…
Dispuesta a que todo fluya, me invitas a que podamos presenciarnos poniendo como testigo el manantial de donde brota toda posibilidad de avanzar, y vuelves a darme la mano, esperando que todo el agua del mundo se convierta en ola…, y nos lleve una y otra vez, al fondo de nuestro mar»
Todos los paneles dejaron de emitir su luz hacia tu cuerpo.
Las lagartijas corren sin cola y la única nube que vaga en el cielo acaba escondiéndose lejos del alcance de mis manos temblorosas. Ya sin caricias, el agua dejó de ser. Los besos en barbecho, surcos, ni tan siquiera huesos de aceituna en el plato.
Un carro pasa sin caballo. Chirrían las ruedas, los últimos latidos son incapaces de inyectar sangre a esos ojos que buscaban. El mármol siempre frío. Los sonidos del otoño no pueden amortiguar un nuevo capítulo, en caída libre.
Cada dentellada, infiel reflejo poblado de espejos que distorsionaban la vida.
He de no recordarte, y labrar clavos en la dehesa que va desde tus hombros hasta las últimas letras que pronunciaste.
Sin fuerzas, dejo caer las cenizas, que pesan más que el júbilo que siempre te acompañó. Amor y muerte. El viento lo lleva todo.
Insistieron con aquello de que teníamos que reinventar el amor, ¿recuerdas?, y escribieron millones de páginas (dicen) colmadas de inteligencia emocional. Ya en el primer capítulo descubrí que solo podía descansar, administrar mi ignorancia de la mejor manera posible, y esperar a que el mundo tropezara de nuevo con su ansia de vender hasta mi último latido con tu respirar.
Hasta debajo de las piedras fueron a mirar por si encontraban los rastros del último sujeto que fue capaz de amar lejos de las leyes de los ciborgs. Tardaron más de lo previsto en encontrar su cadáver golpeado contra el asfalto bajo el puente de los suicidas. Parece ser que no soportó la idea de dar el testigo al siguiente eslabón de la cadena humana, y prefirió morir antes de adaptarse a una nueva era, achacoso de emociones oxidadas.
Ese especial «evento» llamado capitalismo no solo se cristaliza en un modelo económico que nos convierte en represaliados consumistas con ánimo de lucro, también digiere por nosotros éticas y estéticas, y políticas y filosofías, hasta el punto de hacer comulgar una forma de pensamiento con planificadas y diversas formas de acción (o desafección).
Sin ahondar en los discursos que podrían habernos orientado por otros caminos (y sin duda alguna hacernos más felices), nos dejaremos llevar por aquél que durante siglos ha mantenido el filo de su espada sobre el paraje hedonista de la existencia. Resulta un tanto desolador comprobar que el triunfo de Platón no es una mera casualidad, sino más bien una necesidad imperiosa para mantener bajo el yugo el libre albedrío y la fuerza que hubieran imprimido los cuerpos libres y sus gozosas intervenciones.
Si lo pensamos detenidamente, es del todo improbable que podamos asimilar con naturalidad la idea de que el tejido social fuera en su conjunto quien decidió dar más valor, por ejemplo, al trabajo obligatorio que a la celebración de la vida. Sin duda alguna el cristianismo tiene mucho que decir sobre esto, y todo parece indicar que sometida la escenificación del deseo a la tradición de los dardos envenenados, se ha conseguido aplacar la subversiva y radiante vivencia de un amor más intenso y libre.
El patriarcado es un grave problema, pero esa casi secular supremacía masculina no se debe sino a la peculiar forma que tiene el poder para desdoblarse en otros frentes fomentando la coacción (y la violencia) allá donde puede establecerse un perfecto control social, en el que normalmente son las mujeres quienes están más expuestas a la opresión y al fundamentalismo que subyace en la confrontación de unas relaciones sociales impregnadas continuamente del belicoso gen de la explotación.
Es como si diéramos por sentado que hombres y mujeres bebemos de distintas fuentes, razón por la cual anticipamos nuestros actos a un devenir asumido en términos de clases sociales diferenciadas, cuando lo que laten en el fondo son los efectos secundarios de un antídoto perfecto colocado en medio de la revuelta, del amor, desde los estercoleros de la moral y del «buen uso de nuestras conciencias». Estamos políticamente mejor programados para el sufrimiento que para el deleite, más expuestos a la falta (recordad los usos y abusos de la media naranja) que a la vivencia del entusiasmo erótico sin resistencia.
Todo es un aprendizaje, también el amor, y éste no escapa al despilfarro ideológico e intelectual desde el que nos han sometido, con el único fin de proponernos una vida sin poesía y unas relaciones sin magia, eso si, con la colaboración inestimable de unas familias provistas del don de la imprudencia y voluntariosas a la hora de limitarnos en el disfrute sin cálculos.
Las injerencias de otras autoridades están más presentes de lo que creemos, e incluso en nuestro tiempo libre damos más valor al consumo sin medida que a la verdadera medida del conocimiento mutuo. Lazos perfectamente diseñados sujetan la corriente eléctrica de una sexualidad escorada a una sobre-exposición mercantilista que busca liberarse, pero a la que le cuesta transformar el sentido utilitario que damos a nuestras vidas.
El pensamiento está obstruido, y el miedo también está instituido cuidadosamente para que los quebraderos de cabeza no se resuelvan en la tensión de un cuerpo enamorado, sino en la casuística de muchos flecos que necesitan desprenderse de infinidad de enigmas e incertidumbres.
Esta especie de prisión traslada a muchas personas a todo tipo de experiencias, donde incluso lo inconcebible desea emanciparse para creer sentir un poco de alivio. Es el caso de nuevas y variopintas propuestas de identidad, o de esas ansias de rescatar voluntades quebradas hasta de los fangos de la corrupción sexual.
En la guerra de los medios también resuelven dar más cobertura a la violencia que al amor. Y quienes nos someten saben de las inmensas posibilidades amorosas y de su maleabilidad. No de ese amor romántico herido de vasallaje que tan bien controlan, sino de esos otros que se profesan desde la libertad, sin funcionalismos sociales ni guiones preestablecidos. Saben delimitar nuestros territorios y también dar rienda suelta a disturbios televisivos donde el mundo de las emociones no se sostiene por ningún lado, por esa irrefrenable obstinación en querer distanciarnos de un universo amoroso que en su originalidad podría ser capaz de dotarnos de mayor libertad.
Lo peor viene cuando algunos colectivos que postulan ese anhelo de libertad lo confunden con una disponibilidad cultural de la individualidad errada, y son capaces de defender la prostitución como justificación de un cuerpo con voz propia (que al parecer se rebela contra esa imposición decorosa de nuestras relaciones), sin plantearse que en el fondo subyace el dominio del hombre, capitalizando su posición con la compra de un servicio que sigue minando las relaciones desde la disparidad más absoluta.
Creo que con la prostitución se consigue socavar el anhelo de una búsqueda amorosa de los cuerpos, se potencia el rango de tiranía y coacción, y se procede a seguir humillando (como podemos apreciar en el vídeo expuesto) a la mujer como mercancía en el maltrecho mercado de la incomprensión.
Creo que es una forma más de mutilar los cuerpos, de ambos cuerpos, y de seguir sometiendo la potencial fuerza desbordante de quien se siente libre y ama. El enamoramiento no vale, porque encierra una forma de revolución incontrolable desde la dicha, pero fácilmente moldeable desde el carácter sufrido que se le asigna por su condicionada forma de proceder.
Los difusores de la información no recapacitan sobre la necesidad de construir mundos de aprendizaje con los afectos, más bien proceden a diseminar los estereotipos de uniformidad, violencia y caos, imponiendo esas necesidades que han de crear dependencia, esas lógicas del capitalismo que pervierten la paz y la igualdad y corroboran el esquema persistente del poder y del dominio. Otra batalla mediática para perpetuar ese sistema patriarcal que beneficia a muchos.
Nos zurcimos con nostalgia los pliegues de la piel y luego desaparecimos. Ambos dos, promocionando la costumbre y la peculiaridad de no traspasar los extramuros de nuestras vidas.
Por aquél entonces yo estaba sumergido, y no precisamente en reflexiones poco profundas. No nos conocíamos de nada y, tal vez por ello, éramos absolutamente libres de ser recompensados por el azar.
Todo era ruido alrededor, y el silencio fue la clave para que decidieras acompañarme a aquella trasnochada habitación. Ni el sigilo ni mis reservas. Nos miramos dos horas antes y explícale tu al destino lo que supuso aquella aproximación, que nos llevó de peregrinación por algún reconocimiento arrinconado.
(Bueno, igual fui yo quién te acompañó).
Quise darle un sentido, pero antes de darle placer a neurosis alguna decidí retener entre mi pecho y el filo de tu espada el milagro del amor correspondido…, entre dos víctimas que detuvieron al amanecer por alijo de emociones y percepciones atrincheradas.
Ayer te extrañé, veinte años después, y me tiré a las calles vagando entre el recuerdo y la supuesta lucidez de mi cuerpo avaro. (Formas de derramar nostalgias y aplicar técnicas de grabado en tu propia litografía).
Así es cuando menos te lo esperas, y pocas veces cuando lo confeccionas. No es entrañable exponerse paciente y dócil al sacrificio del escarceo. Las peripecias y los amaños amatorios son tan propensos al absurdo que es mejor no tener ocurrencia alguna y dirigirte sin rumbo hacia el abismo.
No hay mejor receta que el rayo que no cesa, cuando irrumpe desde las cumbres de la ignorancia y el estímulo se vuelve impulso que te subyuga.
Nunca más te volví a ver pero supe de ti, y que en tu cuerpo también quedó grabado…, un accidente que convirtió en precaria, la vida simulada que nos atropella.
La manipulación del lenguaje no se consolida en las mentiras burdas que nos llegan desde la política. Ya está anclada desde tiempos inmemoriales en el seno de la familia, y en el turgente amor que la custodia.
Promenaden / Sandefjord – Photo by Joséluis Vázquez Domènech
¿No sabes qué hacer este fin de semana? Te invito al cine
Love
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«Love, la nueva película de Gaspar Noé, no solamente utiliza el sexo explícito para sonrojar a los mojigatos y atraer a los curiosos. Aparte de la posible opción de presentar estas escenas como un buen reclamo de atención, un puñetazo sobre la mesa, lo que se pretende transmitir es una declaración de intenciones; esto es, abordar de manera directa el enorme conjunto de paisajes sensoriales presentes en las relaciones interpersonales humanas».
Un 1 de enero por la mañana, el teléfono suena. Murphy se despierta junto a su esposa y su hijo de dos años. Escucha el mensaje, la madre de Electra, muy inquieta, le pregunta si tiene noticias de su hija que está desaparecida. Teme que le haya sucedido algo grave. A lo largo de un día lluvioso, Murphy se encuentra solo en casa, recordando su historia de amor más grande; dos años con Electra. Una pasión llena de promesas, juegos, excesos, errores…
Premios
2015: Festival de Cannes: Sección oficial largometrajes (fuera de concurso)
No se trata de un titular romántico, créanme. Es el verdadero significado del término filosofía. Y si lo pensamos bien, parece del todo lógico que los gobernantes, los tiranos, los déspotas y nuestros representantes (que casi viene a ser lo mismo), no deseen permitir que el conocimiento se expanda, no vaya a ser que con un poco de lectura coincidamos la inmensa mayoría en que por no existir, no existe ni la democracia.
En Grecia y Roma era habitual, antes de que Constantino abrazara la fe cristiana y diera carta libre a la expansión de la iglesia, que la aristocracia emprendiera la tarea de abrazar la causa de los pensadores con los hombres de acción (los políticos), de tal modo que era muy común que muchos ciudadanos se «comprometieran» con una ideología particular y decidieran llevarla adelante en su vida privada. Y era muy común que en los estamentos del poder, una familia o un grupo determinado acogiera bajo su servicio a un pensador, a alguien que teorizaba y reflexionaba sobre la vida y que desarrollaba con rigor cualquier tipo de doctrina.
Estos pensadores eran los filósofos y estaban próximos, por tanto, a las reformulaciones políticas y a la diversificación de diferentes propuestas de vida. Actualmente la Filosofía es desterrada del campo de acción política y, peor aún, hasta del ámbito de la Educación. Su incidencia en la vida cotidiana de los sujetos es ínfima, y su vertebración en la vida política queda arrinconada, excepto cuando se trata de universalizar y globalizar el pensamiento común de esa vulgar filosofía que no ha hecho más que situarnos frente al alma, frente al sufrimiento, frente al dolor, y en suma, frente al estigma del miedo y la llegada de la muerte.
No habrá verdadera revolución a menos que se abra el campo de acción de las diferentes filosofías y podamos llegar a comprender y retener que somos cuerpo, que somos rebeldes, y que estamos dispuestos a ser felices.
(como mostraba Epicuro, dejemos de rendir tributo a los fantasmas platónicos, y nos irá mejor en la vida…, y en la muerte. Desmárcate)
Has tardado mucho en desvincularte y regresar al punto de partida primordial. La soledad siempre ha de ir con nosotros, y ahora la buscas entre los vestigios de un sueño que no terminaste de precisar. Una esquela apareció en las páginas de tu diario sentimental, y diste incluso por muerto ese infatigable mundo que otros muestran con tanta frivolidad.
/Si pudieras añadir una nueva categoría en el acontecer de esas representaciones que te provocan tanto malestar, sé que convertirías en delito que alguien te conminara a amar/.
Los huesos a un lado y tu voluntad inquebrantable accidentada por esa eterna indisposición. (No es fácil comprender la sencillez).
Todos tardamos mucho…, en olvidar lo que nos enseñaron y aprender a pensar. Y te cuesta creer que los caballos también tienen memoria y que los sonidos eternos insistirán… Las apariencias siempre van por delante de la verdad y los enamorados se dicen todo incluso antes de conocer su realidad.
Y prefieres vivir invisibilizada a que quebranten lo que has conseguido labrar. Adviertes que entre la bruma, piedra a piedra, quienes habitan tus periferias reconstruyen siempre el mismo nicho para el mismo funeral. El almacén ya está cubierto de helechos y moho, y hay que darse lentitud para no volver a errar…
Te comprendo. Callo a tu lado y mis manos te despiertan, sin necesidad alguna de nombrar tanto bienestar. Y de vuelta ni tan siquiera giras la cabeza, porque sexo que flota cuerpo que aprende también…, a meditar.
Sobre la bóveda has dibujado un cielo azul que no te atreves ni a nombrar. Cuando colisionas te gusta caminar descalza por la orilla y, tímida, desnudar al menos tu espalda y vestirte con ese olor a mar.
Y aunque calles, sé que tampoco esta vez me vas a llamar.
El amor es como una ciudad a la intemperie por la que discurren innumerables principios de vida, presuntuosas rebeldías, negociaciones a destiempo, e incluso justificaciones de épicas aventuras. Lo sorprendente es ver como se vacía de noche, engullido por los secretos de la vida, por el ansiado color que desprende de día.
Hasta el amor es revolución, excepto cuando retienes el influjo servil de la infancia, el trato protector de la familia, el paradigma de la cultura, o la jaula de tu propia experiencia. Si, hasta el amor es química, cuando corrompes toda norma y te diriges sin óxidos y sin amarras.
Te apropiaste de mis palabras y fruto de aquella acción nació esta pequeña historia al borde del mar. No quisiste comprender cuando te acompañé a casa aquella madrugada estival y te dejé en la cama inclinada sobre el abismo de tu ebriedad. Procuré hacerte ver que todo aquello pasaría (porque allí estaría yo para doblegar tanto malestar). Y llena de voluntad, decidiste cada noche hacer lo propio, para que una y otra vez volviera a transportarte a tu lecho de paz. No cerrabas los ojos hasta escuchar de nuevo mi voz, y así expulsabas el vértigo y te alejabas de toda soledad.
Una aciaga jornada dejó de palpitar tu alarma vital. Minutos antes fui a buscarte al mismo bar y sonreías sumergida en un inquietante halo de felicidad. Camino del desenlace y desprovista del temor inicial, recuperaste aquellas fuerzas que habías dejado años atrás y rozaste mis labios con la inquebrantable decisión de poder amar. Tergiversaste mis actos y fruto de ese error surgió un enorme vacío para mi transitar.
Me gusta quedarme dormido antes de hacer el amor, salpicar tu cabello con la lluvia de mis lágrimas y ausentarme de las plazas públicas cuando todos se concentran para celebrar. Procuro pisar las líneas que separan las baldosas camino de casa, traspapelar las cartas descubiertas y poner el grito en la tierra cuando me enfado de verdad. No sé quién pinta las barandillas de óxido y las paredes de humedad, tampoco quién acecha cuando deseo mi soledad, pero presiento que todavía es tarde…, para colmarme de felicidad.
Recuerda. La imposibilidad de verte (reflexivo) es el inicio de la deconstrucción de un nuevo mundo. Quizás aún no sepas de lo que hablo, pero transcurridas todas las estaciones querrás correr como un niño en busca del agua. Diez años sin sol, sin saber de ti.
Los rasgos faciales no son los más significativos en esta experiencia, los podrás ver en los demás, e imaginarlos floreciendo en tu rostro como enredaderas que se atrincheran ante la inminente llegada de una batalla.
La edad no es el problema. Las articulaciones también darán buena cuenta del tiempo. Ni tan siquiera la ausencia de todo brillo en tu mirada; de haberla, ya la percibirán los vecinos y sabrás gestionar sus respuestas.
La incertidumbre de no saber cuándo o cómo podrás alcanzar plena conciencia de ti mismo (otra vez) una vez te hayas alejado para siempre de los espejos se tornará en tu mayor preocupación.
El experimento te parecerá vacuo e infantil, pero ya te imagino sobre el asfalto observando los colores del aceite en una mueca despistada. Los charcos esperando que el viento se detenga (y tu imagen por un momento quede congelada).
No podrás acceder nunca al cristal ni al metal, y solo una vez al año tendrás permiso para contemplarte sobre el agua.
Photo by Joséluis Vázquez Doménech
Esa jornada estaremos todos pendientes de ti. Jaleándote. Y te acompañaremos anotando todas tus reacciones y todos tus impulsos.
Desde el primer momento te espoleará la curiosidad. Las primeras semanas caminarás con una seguridad asombrosa, pero tras la primera tormenta llegará el comienzo de tu irritación. La imposibilidad de verte (reflexivo) será ya la construcción de una nueva imagen. Cada vez más ofuscado sentirás cómo llega el invierno antes de que las hojas empiecen a caer.
Han pasado nueve años. Nueve años sin ti. Sin darte cuenta, te sabes ya un escondite. Tú mismo eres un escondite. El anhelo del reflejo de tu rostro son abriles de ignorancia. Quieres gritar y hacer callar a quienes se preocuparon por saber cuándo nos llegaba el Yo de la consciencia, y se olvidaron por completo de su recuperación.
Ah! De eso se trata. De regresar una vez que nos perdimos. !Como si la mismidad durara toda la vida!. Hay que aprender a aceptarse de nuevo, una y otra vez. O lo hacemos por voluntad, o te obligan a ello. Es por el bien de la comunidad. La Democracia en el país de las Maravillas.
En medio del tumulto, al límite de tu tiempo, buscando oxígeno, regenerando la identidad…, no te queda más que ir al encuentro de la otredad, y te enamoras. Hay que joderse, te enamoras justo cuando quedan diez días para los diez años, y me vienes con la milonga de que has visto la luz, precisamente cuando no eras capaz ni de ver tu sombra.
El castigo no se hará esperar. El espejo no es el amor de tu vida. Quisiste encontrarte y lo confundiste todo. Estabas a punto de solventarlo y contribuiste como solo lo hacen los dandis bajo la lluvia, creyendo que la seducción es el camino más corto hacia el final.
Fracaso absoluto.
El deseo de saber de ti te llevará siempre al prójimo. Pero cuando regreses de él, querrás mirarte y te darás cuenta de que eres más barro que piedra, y que cada vez que lo intentes, verte de verdad, querrás ir al encuentro, en el límite de reconocer tu integridad.
Romper todos los espejos…, antes de ir al encuentro de tu consciencia. Para aprehender la realidad, ya está el dibujo de las olas sobre la arena.
Nada hay más trascendental que la soledad, capaz de reinventar el amor para escapar a su propia existencia. (En recuerdo a «Una breve historia sobre el amor» – Dos seres malheridos necesitados urgentemente de afecto).
Photo by Joséluis Vázquez Doménech ———————– Sandefjord 2014
No deberíamos partir de la posibilidad de hacer feliz a nadie. Si ya de por sí es una ingente tarea recaudar tu propia felicidad, imagina las consecuencias a la hora de redoblar esfuerzos… y tener que institucionalizarlos.
La ausencia de vínculos inquebrantables, esos que anteriormente denominábamos para siempre, se deshacen. Pero se mantiene la necesidad, el impulso de amarrar lazos allí donde embarcan las emociones, con la diferencia de que ahora el proceso de individualización requiere más de nosotros mismos, y de un complemento energético para consolidar el propio esfuerzo. Sin el respaldo anterior de las instituciones de gran poder socializador, la autonomía esclarece aún más la sociedad de lo íntimo.
Refugiados (pero conectados), intuyendo que no habrá ligadura que cien años dure, que no habrá garantía alguna de perpetuidad. La exploración dentro de esta jaula de oro encierra una excepcional paradoja: conectar sí, pero sin atar bien los términos de cada unión, con el firme propósito de proseguir otro camino para cuando las circunstancias se alteren.
Lo que subyace es un sentimiento de debilidad y desprotección, donde por un lado encontramos el detonador perfecto para buscarnos, pero por otro una balsa ligera, donde se construye anémicamente una frágil relación para sitiarla.
Este sentimiento procede de un hecho social que se ha instaurado en nuestras relaciones y, por tanto, en nuestra psique: somos fácilmente descartables. Así, queremos correspondernos, aunque desconfiando de hacerlo eternamente (vestigio caduco que pesa como una losa), y pensando que ello limitaría nuestra libertad.
Photo by Joséluis Vázquez Doménech
Con esta situación transitamos entre el sueño del deleite a través de “las relaciones” y la pesadilla que se instala por las frustraciones que acarrean. Y precisamente porque dichas comparecencias no resultan satisfactorias, escudriñamos una nueva, deambulando constantemente entre la esperanza y el temor, huyendo de una dependencia que parece nos disminuye.
Los suplementos de los periódicos y las revistas semanales tienen un remanente excelente para llenar sus columnas con profusos consejos y seducirnos con infinidad de posibilidades. Pero son incapaces de resolver el misterio que ya se constata; hay un deseo creciente de tocarse, y al mismo tiempo un fervor latente para que no deje huella.
La confusión se instala en el difícil camino que va de las parejas a las redes, del compromiso a estar en contacto… La virtualidad tiene una fácil puerta de entrada, y un más cómodo portón de salida (borrar un contacto responde fácilmente a la sencilla pauta de desabastecerse de complicación alguna).
Puede deducirse de éstas líneas que es la calidad la que está en desuso, la que se fragmenta sin remedio ante la perenne existencia de un inestable discurso. Y cuando la calidad desmerece se investiga en la cantidad, enamorándonos y desenamorándonos como consuelo de esa oquedad, repitiendo el suceso vulnerables al amor… y la penumbra.
Conectados (pero refugiados), intuyendo que el tiempo es otro.
¿No sabes que hacer éste fin de semana? Te invito al cine
Laurence Anyways
Loca, libre, extravagante, intensa, dramática, excesiva, sensorial… Dejo a vuestro buen criterio rastrear la infinidad de aristas que se perfilan en este tercer largometraje del joven director canadiense Xavier Bolan. El lenguaje de la sexualidad, del amor, adheridos a la puesta en escena del impulso o de la reflexión, de la rabia o la locura. Está bien aproximarse a otro colorido, a pesar de la excesiva duración. Está bien inyectarse savia nueva, sobre todo si por las venas surcan palabras que inciden directamente en nuestra mirada… «no todo es culpa de la sociedad, sino de nosotros mismos, de ser lo suficientemente valientes y fuertes como para romper con las normas establecidas y vivir de la forma que deseamos».
Laurence Alia (Melvil Poupaud) es un profesor de literatura con un trabajo estable y una sólida relación con su novia (Suzanne Clément). Sin embargo, un día decide contarles a sus amigos y seres más queridos sus planes para cambiarse de sexo.
Premios
2012: Festival de Toronto: Mejor película canadiense
2012: Festival de Cannes: Sección «Un Certain Regard»: mejor actriz (Clément)
2012: Premios César: Nominada a Mejor película extranjera
2012: Premios Guldbagge: Nominada a mejor película extranjera
¿No sabes que hacer éste fin de semana? Te invito al cine
Nymphomaniac Completo
Lars Von Trier tiene la osadía de posicionarnos frente a una ninfómana, pero para hablarnos de amor, y de sexo mutilado. Contrariamente a lo que nos vendieron, resulta imposible sentir satisfacción alguna viendo esta película. Desde luego, ninguna satisfacción erótica o sexual, porque desde el principio todo el discurso está dirigido a interpelarnos sobre nuestros modos de ver y sentir, y a urgar en las grietas de los protagonistas. Me temo que una de las claves es la lucha que mantiene el director por hacernos partícipes de una sociedad obsesionada con el amor, pero depositando en ella aspectos que en innumerables ocasiones ocultamos. «El amor apela a nuestros instintos más bajos. Con el erotismo, solo hay que decir que sí». La adicción por deseo y no por necesidad, nos traslada también a un universo donde el individuo moderno está colapsado de él, y en su nombre, rastrea los bajos fondos permeable a las carencias emocionales. La narración tiene fuerza y con maestría nos va dejando en manos del protagonista, para mirarnos frente al espejo interrogándonos sobre el bien y el mal, sobre la soledad y la libertad. Perturbador y desasosegante, estamos ante una nueva entrega con el sello indiscutible de un gran realizador. Ante una historia donde el sexo no se representa a través del placer, sino desde la obsesión, el dolor y el sufrimiento.
Historia de una ninfómana contada por ella misma. Una fría noche invernal, un viejo solterón (Stellan Skarsgård) encuentra en un callejón a una joven (Charlotte Gainsbourg) herida y casi inconsciente. Después de recogerla y cuidarla, siente curiosidad por saber cómo pudo haber llegado esa mujer a semejante situación; escucha atentamente el relato que ella hace de su vida, una vida llena de conflictos y turbias relaciones. Para su estreno comercial se dividirá en dos partes. Hay una versión completa de cinco horas y media que sólo se verá en ciertos actos culturales.
Premios
2014: Festival de Berlín: Sección oficial fuera de concurso (versión extendida)
Sí, soy lesbiana. Pero no quiero acostarme contigo
María Jesús Méndez
Ya sé que así, dicho de la nada, parecerá irrisorio y ridículo, pero tienes que saber que no. Que mi lesbianismo no es una forma de llamar tu atención. Que cuando beso a una chica en un bar, la abrazo o le cojo la mano, no es una manera seductora de pedirte que te unas a nosotras o que nos des conversación. No sé si habrás notado, pero cuando eres tú el que está con una chica en un bar, besándola o abrazándola, por muy guapa que sea tu compañera, no me acerco a sugerir mi presencia en un acto sexual ni a dejar claro lo muy excitante que me parece vuestra exhibición del amor o la pasión que desbordáis.
Dejando claro que mi lesbianismo no es una manera de seducirte, creo que es un buen momento para plantear que no deseo ser “salvada”. No soy lesbiana por desconocer tus atributos y tamaños físicos. No soy lesbiana porque no he encontrado a un hombre ni por no haberme acostado aún contigo. Aunque, si insistes en defender este argumento, es hora de que te plantees que quizás tú sigues siendo heterosexual por aún no haber conocido las bondades del sexo con otro hombre, ¿no es así?
Sé que no eres del todo culpable de tu ignorancia. No pretendo ser injusta. Sé que has nacido hombre y por eso te han educado para pensar que eres el primero, el más fuerte y el más listo. Que desde pequeño has aprendido que ser macho es exaltar la sexualidad y ser mujer es esconderla. Que has visto, y sigues viendo en muchas culturas, que las mujeres estamos para servirte, tanto en las tareas hogareñas como en tus apetencias sexuales; que a las mujeres, más que respetarlas, hay que protegerlas. Has aprendido que feminidad es signo de fragilidad y debilidad. Y masculinidad es signo de fuerza, incluso, a veces, de violencia. E, insisto, te entiendo. Porque a mí me enseñaron lo mismo. Mientras a lo largo de la historia las necesidades de tu pene han sido siempre atendidas, las de mi vagina han sido ignoradas, postergadas y hasta perseguidas.
Photo by Joséluis Vázquez Doménech
Ya sé que Freud te parece muy respetable y que, por eso, puedes llegar a atribuir mi lesbianismo a un trauma infantil o a la envidia a tu pene. Pero si vamos a ir por el camino de la psiquiatría, debo decirte que hay otras teorías que postulan que lo normal en las mujeres es el lesbianismo y lo anormal es la heterosexualidad. Que así como tú y yo tenemos como primer objeto de amor y deseo a nuestras madres, una mujer, mantenemos el objeto de deseo hacia las mujeres, el trauma es cambiarlo. ¿Te estoy liando? Ya lo sé, es complicado. Así que mejor abandonemos el campo de la medicina, no porque sea una institución que nos ha tratado como enfermas, pervertidas y anormales durante muchos años, sino, sobre todo, porque hay investigaciones que te darán la razón a ti, y otras que me la darán a mí. Y así no nos vamos a poner de acuerdo.
Mejor dejémoslo todo en el campo del sentido común. Y también del respeto. Yo puedo entender que la industria pornográfica te haya vendido el sexo lésbico como producto de excitación y deseo. Pero hombre, una cosa es la fantasía y otra es la realidad.
¿Sabes? Yo sé que puedo darte miedo. Que sí, hombre, no te pongas nervioso. Es algo que no reconocerás, pero dentro de ti sabes que hay algo de cierto. Que te has criado en una sociedad patriarcal que durante siglos ha sometido a las mujeres y las ha tratado como una pertenencia de los hombres. Y que mi lesbianismo no sólo significa que no quiera acostarme contigo. Mi lesbianismo puede leerse también como una reacción al sistema patriarcal, la manera más clara que tengo para decirte que no necesito tu protección ni tu pene para lograr lo que quiero y ser quien soy. Que sí, que sí, que los machos no le temen a nada, y menos a una mujer. No pretendo que lo reconozcas ahora, sólo que lo tengas ahí, y lo medites cuando la sociedad y las instituciones reaccionan contra el lesbianismo y contra la desobediencia de las mujeres que no siguen el patrón fijado: matrimonio con un hombre e hijos con éste.
Para terminar, creo que es importante que sepas que el hecho de que me guste una mujer, no implica que odie a los hombres, que yo quiera ser uno o que mi pareja cumpla ese rol. ¿Sorprendido? Ya lo sé. Es duro descubrir que el mundo no es siempre como lo imaginas, o como te han enseñado a imaginarlo. Sé que es frustrante, pero necesitaba decírtelo una vez más: mi lesbianismo no tiene que ver contigo. Y menos con tu pene.
¿No sabes que hacer éste fin de semana? Te invito al cine
The Broken Circle Breakdown (Alabama Monroe)
Épica del amor a primera vista, entre dos personajes resueltamente ajenos, o al menos de dos culturas urbanas bien definidas, que determinadas por un acontecimiento inesperado, vivirán momentos de reproches o incomprensión, probablemente por la existencia de un desencuentro moral e ideológico. Los dos actores nos trasladan a una dolorosa vivencia, a explorar abiertamente sino el sufrimiento instintivo, sí al menos la densa niebla que nos acompaña en muchos momentos de nuestras vidas.
Narra la historia de amor entre Elise y Didier. Ella tiene una tienda de tatuajes, él toca el banjo en una banda. Es amor a primera vista, a pesar de sus diferencias. Él habla, ella escucha. Él es ateo y un ingenuo romántico. Ella tiene una cruz tatuada en el cuello, y los pies en el suelo. Su felicidad se completa con el nacimiento de la pequeña Maybelle. Pero la niña enferma a los seis años.
Premios
2013: Oscar: Nominada a Mejor película de habla no inglesa2013: Festival de Tribeca: Mejor guión y Mejor actriz (Baetens)2013: Premios del Cine Europeo: Mejor actriz (Veerie Baetens). 5 nominaciones
2013: Satellite Awards: Nominada a Mejor película extranjera
Si como dices…, lo contrario del olvido es el amor, quizás deberíamos empezar a pensar que la memoria es el fraude del enamoramiento. (Gracias Marta, por la noches poéticas)
La pornografía delinque contra el pudor, y aun siendo propio del deseo infringir las normas, el deseo de amor se erotiza, para celebrar las normas de la ética indolora.
Para lograr una aceptación plena de la vivencia de la sexualidad hemos de partir de una premisa caracterizada por reconocer dos sujetos compartiendo las pulsiones que emergen. Las condiciones que permiten poder alcanzar un mayor equilibrio entre dichas identidades se manifiestan con naturalidad si respetamos el potencial que posee cada una de ellas. Pero aun siendo especiales en sus estallidos químicos y combinaciones genéticas, exclusivos en sus interconexiones neuronales, y actores únicos en sus representaciones, a día de hoy, esos dos sujetos siguen conviviendo bajo la estricta coacción del discurso que les acompaña.
Buscamos el amor porque nos da la sensación de que estamos vivos. E incluso podríamos llegar a decir que dicha búsqueda nos hace preferir el sufrimiento que la ausencia del mundo.
Solo hay que cumplir cuatro requisitos para buscar la libertad. El primero requiere no tener dependencia financiera con entidad usurera alguna. El segundo pasa por no firmar contrato de trabajo que impacte con nuestras convicciones. El tercero obliga a romper con los lazos del amor romántico y la exclusividad sexual. Y el último, diluye toda religión en el encuentro íntimo del individuo con su propia conciencia.
Cuando Lucas Reisengberger descubrió mariposas en su estómago, se perforó sin tregua alguna diez centímetros por encima de su ombligo, y pudo extraer todas aquellas alas de colores sin el menor signo de arrepentimiento. Pero al poco de cerrarse la herida, diez días después de su auto-intervención emocional, comenzó a notar extraños movimientos en su interior más profundo y dilatado. Sigue leyendo →
La sociedad occidental idealiza el enamoramiento y lo presenta como un objetivo a perseguir, convirtiéndolo en la clave para alcanzar la felicidad y huir de la vida cotidiana. Y miles de creyentes, fieles a dichos principios, orientan sus acciones en dicho sentido, con enormes expectativas para ser célebres protagonistas de su propia biografía.
Con el enamoramiento comienza el “renacimiento”, hay una nueva forma de observar el mundo, un margen de esperanza en el intrincado laberinto de las pasiones y de los deseos. Sigue leyendo →
Ciertamente, nuestra existencia ha sido impregnada de una serie de creencias, tabúes, mitos e imposiciones que han contribuido al deterioro de nuestra salud mental y han dificultado el desarrollo de una vida más placentera. Miles de años y de bárbaras experiencias nos han legado un “brillante” y extensísimo catálogo, orientándonos debidamente sobre el comportamiento sexual y amoroso. Sigue leyendo →