Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.


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Aguados de amor

Colaboración con las inquebrantables amistades de La Ignorancia Crea.

 

«En la árida tierra que habitamos los sueños terminan por emigrar, y cada pisada se convierte en una grieta, y cada grieta abre un surco como un parto prematuro que no sabemos si es para olvidar o, si por el contrario, nos hace recordar…, que las glicinias siempre florecen, a pesar de que los topos oraden hasta el último refugio donde las semillas podían germinar.

Y resuelta a desobedecer la vida arrinconada, en éste preciso lugar, me das la mano y tu mirada me invita a pasear, lejos de los espasmos y más bien cerca de alguna fosa que nos lleve al mar. Y me abrazas rodeada de agua, porque dices, el agua puede sanarte hasta la eternidad. Yo nunca termino de comprender muy bien lo que me quieres decir, pero tampoco le doy mucha importancia, porque cuando estoy sumergido contigo hasta las mecedoras dejan de balancear.

La lentitud nos identifica en las caricias bañadas, y a veces no hace falta ni que el sol resplandezca para determinar que merece la pena permanecer allí hasta ahogarse, cuando es tu boca donde me zambullo sin saber siquiera que una rana acaba de depositar sus huevos en tu paladar.

Ni los peces de colores son capaces de deslizarse marcha atrás, pero tú…, eres capaz de hacerme creer que podemos amarnos sin tan siquiera saber nadar, y todo porque el agua es una constante cuando la sed ha de aplacar toda la tensión sexual. La botella sobre la mesilla de día, porque de noche preferimos bebernos, y al despertar, enjuagarnos los labios no vaya a ser que sin humedad no acertemos ni a regresar…

Dispuesta a que todo fluya, me invitas a que podamos presenciarnos poniendo como testigo el manantial de donde brota toda posibilidad de avanzar, y vuelves a darme la mano, esperando que todo el agua del mundo se convierta en ola…, y nos lleve una y otra vez, al fondo de nuestro mar»

http://www.laignoranciacrea.com/…/04/La-Ignorancia_22-Agua.…


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Soledad

Poemario Disidente

Todos los paneles dejaron de emitir su luz hacia tu cuerpo.

Las lagartijas corren sin cola y la única nube que vaga en el cielo acaba escondiéndose lejos del alcance de mis manos temblorosas. Ya sin caricias, el agua dejó de ser. Los besos en barbecho, surcos, ni tan siquiera huesos de aceituna en el plato.

Un carro pasa sin caballo. Chirrían las ruedas, los últimos latidos son incapaces de inyectar sangre a esos ojos que buscaban. El mármol siempre frío. Los sonidos del otoño no pueden amortiguar un nuevo capítulo, en caída libre.

Cada dentellada, infiel reflejo poblado de espejos que distorsionaban la vida.

He de no recordarte, y labrar clavos en la dehesa que va desde tus hombros hasta las últimas letras que pronunciaste.

Sin fuerzas, dejo caer las cenizas, que pesan más que el júbilo que siempre te acompañó. Amor y muerte. El viento lo lleva todo.

… Menos mi soledad.

Photo by joséluis vázquez domènech


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La Violencia como Ejercicio Social

La convivencia social y la violencia de género

Hay una especie de creencia sobre el abuso y la violencia sexual que viene a decir que en los últimos años el mundo se ha vuelto loco, pero debemos constatar que tales comportamientos han estado presentes durante toda la historia.

No debemos olvidar tampoco que los abusadores no son sujetos extraños o marcadamente específicos, pues pueden ser de cualquier raza, edad, nivel socioeconómico y, no lo olvidemos, de instrucción.

Llama la atención que una acción social e institucionalizada, con gravísimas consecuencias para un elevadísimo porcentaje de la población, no haya sido considerada problema de primer rango y no se hayan puesto todos los medios para poder atajar tanta barbarie.

Durante los últimos años parece haber posicionamientos y políticas destinadas a contribuir en la ayuda a las víctimas, así como discusiones sobre los castigos que se debieran implementar para quienes ejercen el maltrato contra las mujeres. Pero además de estar desactivadas por la imprecisión y por una especie de negación del sentido común, apenas hay respaldo suficiente y, lo que es peor, es casi inexistente la búsqueda necesaria de los orígenes y causas del uso de la violencia, elemento fundamental que deberíamos considerar en la lucha contra esta lacra que parece no tener fin.

Claro que podemos llegar a comprender tanta desidia al comprobar que quien atesora en sus manos el don de la violencia es quien ha de resolver o minimizar el uso de ella.

La incapacidad de decretar y establecer más leyes al respecto, de ponerlas en práctica y estudiar su vigencia y eficacia se traduce, no lo olvidemos, en un cementerio menos vacío.

Desde el Estado hasta el último reducto de la sociedad, desde todas las instancias de poder hasta el último hombre, está jerarquizado y naturalizado el patrimonio del mandato supremo del macho dominante. Y la manada parece seguir fiel a este rito histórico feroz, donde el cazador sigue marcando sus leyes, y donde la cultura aún no ha podido usurpar su sitio a ese mecanismo que como precepto instintivo quedó grabado de generación en generación durante miles de años.

En el proceso histórico pasamos de la horda a la tribu, y de ésta a la constitución de la familia. Y también pasamos de aquél apareamiento indiscriminado y desorganizado, donde no había forma de determinar la paternidad, a las restricciones en el comportamiento sexual así como al uso de la violencia y el asesinato como principal forma de acceso al dominio, estableciéndose estas relaciones exclusivas y cerradas para el grupo unido por lazos de consanguinidad.

Llegó el periodo de protección, y lo que podríamos denominar las nuevas experiencias de comunicación, amor y ternura. Se dio paso a la constitución de castas y el linaje, con los diferentes condicionamientos en las relaciones que irían dando forma a lo que después se consolidaría en las formas de relación estable del matrimonio, y se favorecía el fortalecimiento del grupo con generaciones de nuevos guerreros para prosperar y luchar contra las amenazas.

Durante cientos de miles de años se ha ejercido la violencia como medio para imponerse al medio, a las fieras y depredadores…, y a los demás hombres. Con el desarrollo de la conciencia aparecen el trabajo agrícola y artesanal, y la evolución de la sociedad trae consigo la aparición de la religión, la ética, la ciencia y los manuales de buenos usos y costumbres, supuestamente de acuerdo a los valores superiores de cada sociedad.

Hasta que el hombre aprendió a sentirse dueño del mundo, y seguir siéndolo…, de la mujer. Y en esas estamos, a pesar de toda evolución, y en contra de todos los criterios de lo que entendemos por civilización; el hombre sigue siendo el enemigo principal de la mujer. Y estamos obligados a detenernos en las causas si realmente queremos atajar las consecuencias.

Photo by joséluis vázquez domènech

Un enorme interrogante abre una grieta, probablemente, en la propia constitución y desarrollo posterior de la institución a la que llamamos familia. A mi entender ha adoptado una forma de proceder que repite el mismo esquema que se da en ese Estado opresor que se protege de forma carcelaria. Si lo que en otros tiempos pudo salvarnos y quizás ahora nos esclaviza, puede que sea tiempo de revisar la experiencia. Y al igual que transformamos la educación o el estilo de vida, puede ser perentorio progresar hacia un nuevo modelo de convivencia.

Es urgente, a no ser que la supervivencia de las mujeres nos parezca una ocupación secundaria en el mercado de la vergüenza y la ignominia. Tal vez podamos confirmar que los efectos de tanto terror las paguemos entre toda la ciudadanía, pero la muerte se ensaña siempre con el mismo colectivo y no cederá en su impulso y en su insistencia desmedida.

La UNESCO acertó claramente en el diagnóstico sobre la violencia, y en su carta constitucional después de la segunda guerra mundial promulgó: “puesto que las guerras nacen en la mente de las personas, es en la mente de las personas donde deben erigirse los baluartes de la paz”. Muy atinados en su análisis, y bastante desacertados en la implementación de políticas que pudieran resolver dicha realidad.

No encuentro otra apreciación mejor y, por tanto, prosigo para ver hasta dónde podemos llegar. Jordi Calvo Rufanges nos recuerda que nuestras mentes incorporan la violencia como algo consustancial a nuestra forma de ser, y así, no cabe duda de que innumerables rutinas relacionadas con ella van conformando nuestro carácter social. Lo más grave es poder seguir comprobando que es el propio Estado, única entidad autorizada para ejercer la violencia en el territorio que lo conforma, quien guía a ciegas a su propia ciudadanía hacia el proceso de militarización de las mentes.

Hay una ideología que propicia dicha militarización, y una educación que la acompaña. El capitalismo más salvaje nos enseña que la lucha individual contra nuestro competidor es una constante, y que la figura que lo simboliza se puede redefinir desde un patriarcado rearmado con otros valores pero con aquellos recursos que le siguen reafirmando en su mandato y con su autoridad.

Si. La inscripción de la violencia  en las normas sociales ha sido el primer eslabón para convivir con ella, para dotar al sistema de una razón de fuerza mayor a la que se pliega, y consolidar así su necesidad rampante.

No es difícil observar cómo se extiende el ánimo arrebatado y enfurecido a través de todos los canales, hasta instalar en nuestros cerebros el chip del enfrentamiento como elemento natural de nuestra especie. Y todo porque la violencia… se estimula.

Un informativo cualquiera en casi todos los rincones del mundo pretende generar audiencia, y como si se tratara de un show más nos somete a la vulgarización de los hechos más terribles y difíciles de asimilar. Sin que importe mucho la localización del suceso, podemos pasar de un tren descarrilado en Corea a una inundación en Perú en dos segundos, o de una avalancha en una discoteca de India a un incendio en una fábrica pirotécnica en China. Y en medio de todas las noticias, la guerra. La fuerza bruta como resolución de conflictos, como necesidad dicen, para promover una paz que nadie entiende. Y en todo este proceso no nos dejan observar los acontecimientos, solo mirar, sin detenernos, para presenciar miles de secuencias de sangre derramada y polvorienta anquilosados en la costumbre.

No existe mejor obra para que de manera subliminal nos lleguen mensajes favorables a los más variados procesos de confrontación.

¿Quién puede negar que esta institucionalización de la violencia se filtra también a través de todas las estructuras sociales y en el marco de todas nuestras relaciones más comunes? Me temo que es imposible. La cultura de la paz deja paso constantemente a la construcción de un enemigo que combatir. Y en el amor, el “enemigo”, termina tomando forma de mujer. En el amor las mentes también están militarizadas, y el rol de los “combatientes” está perfectamente entrenado para volver a ganar.

Cientos de hombres son unos perfectos corresponsales de guerra, y muchos de sus movimientos responden perfectamente a directrices que bien pudieran estar marcadas en algunas de las guías de entrenamiento de las fuerzas armadas.

Personalmente no observo obstáculo alguno para poder afirmar que la violencia es un ejercicio social que se instaura y con la que se convive con total naturalidad, hasta tal punto que termina por contribuir a procesos cognitivos que justifican desde la intimidación al más vil de los actos, como pueden ser los maltratos.

Leo estos días algunos apuntes sobre la desvalorización de la vida amorosa, y pienso que el punto culminante de dicho enviciamiento es el uso de la violencia. ¿Qué sucede cuando nos socializamos optando por los valores equivocados?. El universo de los afectos no se transmite ni tan siquiera en el currículo de los colegios, porque consideran más importantes las competencias que el conocimiento de las emociones y su regulación en nuestras vivencias sociales.

Y tomando preferencia, como lo hemos hecho, por unos valores nada entrañables no debemos extrañarnos por la existencia de un buen número de hombres que encuentran en la degradación psíquica de sus parejas el objetivo final de sus victorias.

En el contexto analizado observamos cuan fácil puede resultar familiarizarse con el uso de la violencia, pero ello no lo explica todo ni mucho menos. Quiero creer que aquella corriente que debía existir (procedente de la afectividad y sensualidad) fue mutilada en la infancia, o que a lo largo de la vida de los maltratadores (por una u otra serie de razones) no confluyeron como debieran los lazos necesarios para conectar con las demás personas. Quiero creer que no se nace violento, y que hay una combinación de factores que forjan una estructura cerebral que más o menos es incapaz de controlar las emociones agresivas. Quiero creer muchas cosas, pero he de atenerme también a aquello que puedo ver. Nos educan en el uso de la violencia, y todo confluye para que se sigan conservando las más perversas manifestaciones de dominio y aquellas fantasías que cooperan tan bien con el uso y abuso del poder.

¿Cómo podemos erradicar esta cultura de la violencia si desde las entrañas del Estado se construyen unos referentes de socialización que nos llevan una y otra vez hacia ella?

¿Cómo podemos escapar de tanta crueldad si seguimos alimentando guerreros y ejércitos que lo único que consiguen es expandir el pánico y publicitar la apología  de la agresión?

Guerreros que ya no necesitamos, ni para defendernos de las bestias ni para protegernos de peligro alguno que ponga en entredicho el proceso de nuestra evolución.

Quizás debiéramos empezar desmilitarizando la vida, quizás debiéramos partir sin miedo a construir la olvidada y marginada cultura de la paz. Porque con ello desmilitarizaríamos nuestras mentes… y las formas de entender el amor y las relaciones seguirían el mismo curso…


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Breves

Violencia y Perturbaciones Amorosas

Leo sobre la desvalorización de la vida amorosa. Pienso que el punto culminante de dicho enviciamiento es el uso de la violencia. El hombre que hace uso de ella se vale de toda una serie de recursos, y todos ellos «encuentran su objetivo final en la degradación psíquica del objeto sexual». Quiero creer que aquella corriente procedente de la afectividad y sensualidad fue mutilada en la infancia, o que a lo largo de la vida (por una u otra serie de razones) no han confluido como debieran los lazos necesarios para conectar con las demás personas. 

Nos educan en el uso de la violencia, y todo confluye para que hasta en las metas sexuales se conserven las más perversas manifestaciones de dominio y aquellas fantasías que solo cumplimentan los descabellados motivos condicionados por el uso y abuso del poder.

Sigo leyendo, y sigo reflexionando…

Photo by joséluis vázquez domènech

 

 


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Terapia emocional

Poemas Narrados

Insistieron con aquello de que teníamos que reinventar el amor, ¿recuerdas?, y escribieron millones de páginas (dicen) colmadas de inteligencia emocional. Ya en el primer capítulo descubrí que solo podía descansar, administrar mi ignorancia de la mejor manera posible, y esperar a que el mundo tropezara de nuevo con su ansia de vender hasta mi último latido con tu respirar. 

Photo by joséluis vázquez domènech


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La Virginidad

(O UNA MIRADA DESDE LA NUCA HASTA LOS PIES ).

Hacia 1550, el Concilio de Trento impone el celibato de los curas y afirma solemnemente que la virginidad es un estado preferible al matrimonio. Llega hasta poner orden en el exceso de los pintores y escultores, y el papa Pablo IV hace cubrir a los personajes de “El juicio final” de Miguel Ángel que adornan la capilla Sixtina.

            Un paseo por el diccionario nos puede ayudar a clarificar rumores que se extienden como la pólvora. Virgen: adj. Se dice de la persona, especialmente la mujer, que no ha tenido relaciones sexuales. // Que está en su estado original, que no ha recibido ningún tratamiento artificial o que todavía no ha sido utilizado. Virginal: adj. Puro, limpio, inmaculado. Virgo: m. Himen.

            Y de esta forma tan sencilla, como quien ha establecido una fórmula matemática, la unión de estas tres acepciones ha contribuido a que en nuestras relaciones humanas la virginidad haya desfilado por la imaginación de numerosas personas casi como una verdadera obsesión. Y, como ha ocurrido en la mayoría de las ocasiones, recayendo sobre el mundo de la mujer la miseria que lleva consigo su desconcertante puesta en escena.

            Un criterio y una pauta histórica se han considerado a lo largo del tiempo en la mayoría de las culturas, colaborando y amparando una conducta sexual en la que lo importante era que la mujer arribara virgen al matrimonio, y en el que el hombre bien podría llegar como quisiera, tanto es así, que se eliminaba toda trascendencia al hecho o estado virginal de él. Y aún más, si éste disfrutaba antes de experiencias sexuales (aunque uno se pregunta a veces para qué dicha experiencia y tanto empeño baldío) su ego se veía florecer, paseando por la avenida su porte viril reconocible en su mirada carnavalesca.

            Pero lo más susceptible es la incorporación de un sentido instrumental (incluso de dominio), de una ética sexual de bricolaje con taladro que apenas si deja un resquicio para poder determinar, experimentar o imaginar que la virginidad no sólo bebe de la ruptura de una membrana insignificante. Una mirada desde la nuca hasta los pies, transgrediendo el modelo del coito,  una mirada que se detiene a dos milímetros, son suficientes para desbloquear aquél estado nuestro de originalidad. Son suficientes para comprender que el intenso brillo de unos ojos que posan en los nuestros representa con mayor exactitud una sensación de interferencia en el curso de nuestras sensaciones.

            Una interferencia que dormitará en nosotros recordándonos que un extraño acontecimiento ha tenido lugar, dejando una huella de trazado singular, no ya en los cuerpos rígidos de  incertidumbre, sino en ese libro de las emociones que todos poseemos, y que cuando leemos en sus páginas, tan sencillo puede resultar descifrar.

            Porque uno puede perder la virginidad como quiera, e incluso me atrevería a decir que uno puede perderla incluso caminando por la calle, escuchando el silbido del viento, mientras una lluvia fina dibuja un nuevo retrato en el rostro, y en el cuerpo, desde la nuca hasta los pies.

Photo by joséluis vázquez domènech

Photo by joséluis vázquez domènech


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Políticas Amorosas

MiCita con las palabras:

El amor es como una ciudad a la intemperie por la que discurren innumerables principios de vida, presuntuosas rebeldías, negociaciones a destiempo, e incluso justificaciones de  épicas aventuras. Lo sorprendente es ver como se vacía de noche, engullido por los secretos de la vida, por el ansiado color que desprende de día.

 

 

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

 


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Hábitos del amor

Breves:

Muchísimas de las experiencias acumuladas son solo eso, un montón de hábitos repetidamente almacenados. Piensa sino en la cantidad de costumbres que congregamos una y otra vez y que, lógicamente, terminan por dar un resultado similar. El amor es uno de los paradigmas que mejor representa ese ir y venir en la misma dirección, con idéntico patrón de muestra y con parecida reválida que solventar. Es ese molde donde se añade un nuevo componente pensando que así habrá un nuevo despertar.

Pero en realidad es el encofrado el espacio que definitivamente hay que descomponer, es tu propia presencia la que ha de transmutarse, la que ha de mudarse para hacer posible el asombro y que continúe la exploración.

 

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

 


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Amoríos

MiCita con las palabras:

Hasta el amor es revolución, excepto cuando retienes el influjo servil de la infancia, el trato protector de la familia, el paradigma de la cultura, o la jaula de tu propia experiencia. Si, hasta el amor es química, cuando corrompes toda norma y te diriges sin óxidos y sin amarras.

Photo by Joséluis Vázquez Doménech - Oñati

Photo by Joséluis Vázquez Doménech – Oñati


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Inesperado error

Breves:

Te apropiaste de mis palabras y fruto de aquella acción nació esta pequeña historia al borde del mar. No quisiste comprender cuando te acompañé a casa aquella madrugada estival y te dejé en la cama inclinada sobre el abismo de tu ebriedad. Procuré hacerte ver que todo aquello pasaría (porque allí estaría yo para doblegar tanto malestar). Y llena de voluntad, decidiste cada noche hacer lo propio, para que una y otra vez volviera a transportarte a tu lecho de paz. No cerrabas los ojos hasta escuchar de nuevo mi voz, y así expulsabas el vértigo y te alejabas de toda soledad. 

Una aciaga jornada dejó de palpitar tu alarma vital. Minutos antes fui a buscarte al mismo bar y sonreías sumergida en un inquietante halo de felicidad. Camino del desenlace y desprovista del temor inicial, recuperaste aquellas fuerzas que habías dejado años atrás y rozaste mis labios con la inquebrantable decisión de poder amar. Tergiversaste mis actos y fruto de ese error surgió un enorme vacío para mi transitar.

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

 


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17 M (Día Internacional Contra la Lgtbfobia)

Transexualidad

Uno de los primeros artículos de la Declaración de los Derechos Humanos debería comenzar por respetar y facilitar la construcción de la identidad y orientación sexual de las personas, independientemente de su sexo biológico y de sus preferencias e inclinaciones.

Ello con el propósito de contribuir al desarrollo integral y saludable de cada persona, favoreciendo así una vivencia plena y propia de los sentimientos, de las emociones y de los afectos, sin la cual, todos estaríamos anclados a los usos y normas generalizadas, constriñendo la particular expresión de nuestras diferentes identidades.

De nada sirven nuestros supuestos derechos y libertades (sin distinción de raza, color y sexo) si tras ellos conviven las barreras, y esas etiquetas que proclaman lo atípico o desigual como enfermedad o patología a erradicar.

Un porcentaje muy elevado de nuestras posibilidades para conseguir momentos de felicidad y equilibrio vital pasa, sin duda alguna, por la necesaria manifestación y expresión libre de nuestras emociones, por la necesaria armonía entre la elección de género y las características sexuales corporales heredadas al nacer, así como por el consiguiente derecho a poder proclamarlo y compartirlo sin ser juzgado.

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Sin esa opción surge una especie de expropiación de los sentimientos, un complejo conflicto personal, que conlleva a arrastrar el dolor y la no aceptación. Y lo que es peor, la vivencia con unas patologías añadidas que nada tienen que ver con la realidad y que incapacitan para la consecución de una vida plena.

No existe enfermedad alguna en esos modos de vivir el sexo y el amor en conflicto con la asignación de un cuerpo equivocado. Lo que hay es tan solo la dificultad de poder traspasar los límites establecidos en nuestro entorno. Una persona transexual necesita de todos los medios que podamos ofrecer para que pueda hacerse real una identificación entre su mente, su cuerpo, su placer, su erotismo, su sexualidad y su vivencia en comunidad. Y para ello, han de facilitarse todas las ayudas, desde las terapias necesarias hasta las operaciones que se tengan a bien realizar, y siempre, de modo gratuito.

Esto no es un capricho (Basta con exponer la cifra de suicidios que se da dentro de este colectivo, un 20% superior a la media). Forma parte de la necesidad de poder convivir con los vínculos afectivos con la misma facilidad que pueden hacerlo todos los demás.

Colaboración para Iniciativa Debate


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La exclusividad sexual

Bajo el monopolio del amor romántico

La implicación del amor romántico en nuestras biografías ha traído consigo una serie de argumentos vitales que están erosionando la buena marcha en el discurrir de las relaciones de pareja.

Estos argumentos son consecuencia de la idealización con que se observa el mundo, a través de unas lentes que solo permiten visionar sueños inconsistentes. La eterna durabilidad de la magia, una educación sentimental accidentada, la búsqueda de otras mitades, o la subordinación del placer al sentimiento de culpa representan algunas de las manifestaciones heredadas de esta abrupta doctrina del amor.

Pero hay además una divulgación o afirmación que incumple toda norma para la buena conexión de las libertades asociadas y las emociones compartidas: la posesión del otro como símbolo de pertenencia, logrado eso sí, con la única condición de la causa amorosa, en la que queda de manifiesto el usufructo (derecho de goce o disfrute de una persona ajena) bajo titularidad única y monopolizada.

La no aceptación de esos términos rompe una de las reglas de oro del pensamiento erótico consagrado, y descalifica a quienes osan incumplirlo, o a quienes sostienen su nula capacidad de éxito a largo plazo.

No importa que las parejas sepan que al cabo de un tiempo su deseo esté minado. Apenas se le da importancia al hecho de que las esperanzas ocultas y los impulsos no se refrigeren. El autoengaño toma fuerza para sostener los pilares de un edificio que necesita ser restaurado. Y lo más terrible, se retiene sin fundamento alguno, el cuerpo latente.

Este modo de transitar, además de no permitir la espontánea aplicación de nuevas sensaciones, coopera de buena forma con la limitación de uno de nuestros principios básicos, tal y como sucede con la búsqueda de la autonomía personal. No tanto porque parece restringir los movimientos, sino también porque consigue instalar unos perversos efectos en todos los ámbitos de la vida cotidiana.

Ilustración: Almudena Carreño Torremocha

Ilustración: Almudena Carreño Torremocha

La sensación de no terminar de lograr una conciliación perfecta con uno mismo es notoria. Y ello sucede porque los sentimientos no están cimentados desde la personal construcción del mundo, sino desde el distintivo con el que etiquetamos a la pareja. Y ésta última, no consigue reflejar nuestras verdaderas inquietudes y biorritmos, sino esa otra mitad que ni es nuestra, ni podrá serlo nunca.

De este modo, al diseñar de antemano la vacante existente en nuestras propias experiencias, lo que terminamos por hacer es amoldarnos a la llegada de un intruso del que nos han dicho ha de cubrir una falta que por sí llevamos grabada a fuego.

Algo tan cotidiano es una “inspiración” constante en la música, el cine o la literatura. El rastreo de príncipes y princesas no ha desaparecido; sigue latente en las modernas actitudes de las nuevas generaciones. La práctica del sexo sigue anquilosada en el mismo esquema machista y heterosexual, y no fluye como elemento de placer autónomo, sino como referente del mismo orden de dominio. El hecho de que las relaciones sexuales comiencen antes, o sean más propensas (supuestamente) a desvincularse del amor, no significa que hayan alterado ninguna imagen; tan sólo han derivado en otras secuencias, pero con el mismo patrón.

La exclusividad sexual en la pareja pervive a estos cambios sin despeinarse. Porque todavía no hemos aprendido a reconocer el valor de nuestra soledad y, sobre todo, a conquistarla desde nuestra absoluta integridad. La otra mitad es un delirio, una perversión que nos encarcela de a dos. De ahí las enormes dificultades en las separaciones o en las aspiraciones rotas.

En realidad no existe una única persona que haya de refundar nuestra visión del amor; podemos coexistir con cientos de individuos que pueden deleitarnos, complacernos, y ayudarnos a palpar infinidad de posibilidades. Expandirnos es necesario, porque la particularidad constriñe.

 

Publicado en ssociologos.com y en iniciativadebate

imagen, almudena carreño torremocha

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Vulnerables

Caminando Sobre Arenas Movedizas

La ausencia de vínculos inquebrantables, esos que anteriormente denominábamos para siempre, se deshacen.  Pero se mantiene la necesidad, el impulso de amarrar lazos allí donde embarcan las emociones, con la diferencia de que ahora el proceso de individualización requiere más de nosotros mismos, y de un complemento energético para consolidar el propio esfuerzo. Sin el respaldo anterior de las instituciones de gran poder socializador, la autonomía esclarece aún más la sociedad de lo íntimo.

Refugiados (pero conectados), intuyendo que no habrá ligadura que cien años dure, que no habrá garantía alguna de perpetuidad. La exploración dentro de esta jaula de oro encierra una excepcional paradoja: conectar sí, pero sin atar bien los términos de cada  unión, con el firme propósito de proseguir otro camino para cuando las circunstancias se alteren.

Lo que subyace es un sentimiento de debilidad y desprotección, donde por un lado encontramos el detonador perfecto para buscarnos, pero por otro una balsa ligera, donde se construye anémicamente una frágil relación para sitiarla.

Este sentimiento procede de un hecho social que se ha instaurado en nuestras relaciones y, por tanto, en nuestra psique: somos fácilmente descartables. Así, queremos correspondernos, aunque desconfiando de hacerlo eternamente (vestigio caduco que pesa como una losa),  y pensando  que ello limitaría nuestra libertad.

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Con esta situación transitamos entre el sueño del deleite a través de “las relaciones” y la pesadilla que se instala por las frustraciones que acarrean.  Y precisamente porque dichas comparecencias no resultan  satisfactorias, escudriñamos una nueva, deambulando constantemente entre la esperanza y el temor,  huyendo de una dependencia que parece nos disminuye.

Los suplementos de los periódicos y las revistas semanales tienen un remanente excelente  para llenar sus columnas con profusos consejos y seducirnos con infinidad de posibilidades. Pero son incapaces de resolver el misterio que ya se constata; hay un deseo creciente de tocarse, y al mismo tiempo un fervor latente para que no deje huella.

La confusión se instala en el difícil camino que va de las parejas a las redes, del compromiso a estar en contacto… La virtualidad  tiene una fácil puerta de entrada, y un más cómodo  portón de salida (borrar un contacto responde fácilmente a la sencilla pauta de desabastecerse de complicación alguna).

Puede deducirse de éstas líneas que es la calidad la que está en desuso, la que se fragmenta sin remedio ante la perenne existencia de un inestable discurso. Y cuando la calidad desmerece se investiga en la cantidad, enamorándonos y desenamorándonos como consuelo de esa oquedad, repitiendo el suceso vulnerables al amor… y la penumbra.

Conectados (pero refugiados), intuyendo que el tiempo es otro.

Colaboración para Ssociólogos.com

Publicado también en Iniciativa Debate 

 


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Soy Lesbiana

Sí, soy lesbiana. Pero no quiero acostarme contigo

María Jesús Méndez

Ya sé que así, dicho de la nada, parecerá irrisorio y ridículo, pero tienes que saber que no. Que mi lesbianismo no es una forma de llamar tu atención. Que cuando beso a una chica en un bar, la abrazo o le cojo la mano, no es una manera seductora de pedirte que te unas a nosotras o que nos des conversación. No sé si habrás notado, pero cuando eres tú el que está con una chica en un bar, besándola o abrazándola, por muy guapa que sea tu compañera, no me acerco a sugerir mi presencia en un acto sexual ni a dejar claro lo muy excitante que me parece vuestra exhibición del amor o la pasión que desbordáis.

Dejando claro que mi lesbianismo no es una manera de seducirte, creo que es un buen momento para plantear que no deseo ser “salvada”. No soy lesbiana por desconocer tus atributos y tamaños físicos. No soy lesbiana porque no he encontrado a un hombre ni por no haberme acostado aún contigo. Aunque, si insistes en defender este argumento, es hora de que te plantees que quizás tú sigues siendo heterosexual por aún no haber conocido las bondades del sexo con otro hombre, ¿no es así?

Sé que no eres del todo culpable de tu ignorancia. No pretendo ser injusta. Sé que has nacido hombre y por eso te han educado para pensar que eres el primero, el más fuerte y el más listo. Que desde pequeño has aprendido que ser macho es exaltar la sexualidad y ser mujer es esconderla. Que has visto, y sigues viendo en muchas culturas, que las mujeres estamos para servirte, tanto en las tareas hogareñas como en tus apetencias sexuales; que a las mujeres, más que respetarlas, hay que protegerlas. Has aprendido que feminidad es signo de fragilidad y debilidad. Y masculinidad es signo de fuerza, incluso, a veces, de violencia. E, insisto, te entiendo. Porque a mí me enseñaron lo mismo. Mientras a lo largo de la historia las necesidades de tu pene han sido siempre atendidas, las de mi vagina han sido ignoradas, postergadas y hasta perseguidas.

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Ya sé que Freud te parece muy respetable y que, por eso, puedes llegar a atribuir mi lesbianismo a un trauma infantil o a la envidia a tu pene. Pero si vamos a ir por el camino de la psiquiatría, debo decirte que hay otras teorías que postulan que lo normal en las mujeres es el lesbianismo y lo anormal es la heterosexualidad. Que así como tú y yo tenemos como primer objeto de amor y deseo a nuestras madres, una mujer, mantenemos el objeto de deseo hacia las mujeres, el trauma es cambiarlo. ¿Te estoy liando? Ya lo sé, es complicado. Así que mejor abandonemos el campo de la medicina, no porque sea una institución que nos ha tratado como enfermas, pervertidas y anormales durante muchos años, sino, sobre todo, porque hay investigaciones que te darán la razón a ti, y otras que me la darán a mí. Y así no nos vamos a poner de acuerdo.

Mejor dejémoslo todo en el campo del sentido común. Y también del respeto. Yo puedo entender que la industria pornográfica te haya vendido el sexo lésbico como producto de excitación y deseo. Pero hombre, una cosa es la fantasía y otra es la realidad.

¿Sabes? Yo sé que puedo darte miedo. Que sí, hombre, no te pongas nervioso. Es algo que no reconocerás, pero dentro de ti sabes que hay algo de cierto. Que te has criado en una sociedad patriarcal que durante siglos ha sometido a las mujeres y las ha tratado como una pertenencia de los hombres. Y que mi lesbianismo no sólo significa que no quiera acostarme contigo. Mi lesbianismo puede leerse también como una reacción al sistema patriarcal, la manera más clara que tengo para decirte que no necesito tu protección ni tu pene para lograr lo que quiero y ser quien soy. Que sí, que sí, que los machos no le temen a nada, y menos a una mujer. No pretendo que lo reconozcas ahora, sólo que lo tengas ahí, y lo medites cuando la sociedad y las instituciones reaccionan contra el lesbianismo y contra la desobediencia de las mujeres que no siguen el patrón fijado: matrimonio con un hombre e hijos con éste.

Para terminar, creo que es importante que sepas que el hecho de que me guste una mujer, no implica que odie a los hombres, que yo quiera ser uno o que mi pareja cumpla ese rol. ¿Sorprendido? Ya lo sé. Es duro descubrir que el mundo no es siempre como lo imaginas, o como te han enseñado a imaginarlo. Sé que es frustrante, pero necesitaba decírtelo una vez más: mi lesbianismo no tiene que ver contigo. Y menos con tu pene.


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¿Qué soy? Y que importa…

ContraCorriente (buscando nuevas miradas).

Culturas, sexos, géneros y otras calamidades. La construcción cultural de toda identidad nos reprocha nuestra autenticidad y hasta el valor de ser. Volar sin orientación alguna, y llegaréis más lejos de lo que jamás pudisteis imaginar…

King_ a shortfilm from Iris Segundo from Iris Segundo on Vimeo.

http://vimeo.com/12802513

 


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Individualidades en Red

O cómo vamos al encuentro de las nuevas formas de comunicación

Charla sobre la Comunicación. Civivox San Jorge. Pamplona. 17 marzo. 19’00

No paramos de hacer, y no hay lugar ni espacio para contarnos, para sentirnos y batirnos. Casi nada nos contiene, y se nos escapan las estaciones para detenernos y comunicarnos. El mundo se presenta ante nosotros repleto de recursos, y nos abruman con ingentes cantidades de ensoñaciones y recreos.

Creemos que sí, pero no. Estamos, como dice Ernesto Sábato,  abstraídos de la sociedad de las relaciones humanas y nos acoplamos a la cotidianeidad de nuestras vidas. De la televisión a las pantallas táctiles una multitud mira atentamente. Lo importante es ver, y creernos cómo estamos conectados a través de ese ver, que no es mirar. Observamos un universo creado por unos pocos y en la redistribución del microespacio que nos asignan residimos involucrándonos en una realidad que, en cierto sentido, carece de verdad.

Alejándonos; porque la calidad de vida no se determina por el dinero y aquello de lo que  dispongo, más bien por el tiempo que me queda para disponer y la compañía con la que he de rehacer (restaurar todo aquello que perdí mientras buscaba el camino de mis fondos y perdía aliento al regresar).

Con una facilidad que debería hacernos interrogar accedemos a todo, y convencidos de una mejora en la calidad de nuestras vidas somos capaces de olvidar con quien hablé ayer… ¿En qué red social, comunicándome sin descanso, perdí a mi interlocutor? ¿Dónde delegué el sonido de la lluvia, del viento y de los mares? ¿Quién me sigue, sin tan siquiera saber quién soy?

Es posible que nuestro sentido de la independencia haya hecho olvidar la importancia que conlleva estar pendiente de aquello que nos rodea y, sobre todo, de quienes nos rodean. Los vínculos se van fragmentado, y la globalización termina por descentralizarnos y sumirnos en su despreocupada uniformidad.

Las nuevas herramientas de comunicación asemejan la puerta de salida de emergencia a nuestras soledades o incluso nuestras carencias, pero se convierten sin esfuerzo alguno en un nuevo plan de fuga, en una mayor prolongación de nuestro individualismo.

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Los nuevos lazos que se enumeran por seguidores no contrarrestan nuestra debilidad; la afianzan. El super yo sale fortalecido y los primeros brotes de éxtasis te conmueven cuando ya son cien quienes han decidido rastrear en tu camino. Cuando son mil, llega una primavera que brota flores desde el estómago. Popularidades inanimadas de distracción masiva.

¿Nos encontramos realmente con los demás? ¿Sabemos de la vida de los otros? ¿Estamos al corriente? Todo parece indicar que hay una adulterada articulación que patrocina el acceso masivo a la información. Y corremos el serio peligro de convertirnos en nuestros propios impostores, disfrazados de identidades temerosas llenas de insuficiencias. ¿Quién desea habitar una pantalla pudiendo lucrarnos con nuestros sentidos? 

Las fronteras de la identidad se están puliendo en beneficio de una sospechosa transformación hacia la prosperidad otorgada por las nuevas tecnologías.

Nuestras cualidades subjetivas ganadas a pulso en ese arduo trabajo de interconexión se erigen en pórtico, posiblemente, hacia un deseo de  existencia con mayores posibilidades. Mas no queda mucho por comunicar en ese entorno de recelo y desconfianza y, al final de la jornada, regresamos postrados al punto de partida.

El mayor peligro consiste en quedarnos atrapados en la inconsciencia de una estrategia que maquilla la vida. Sospechamos que algo va mal, pero no terminamos de comunicarnos, tal vez porque ya nos hemos conformado con ser y estar con los demás a través de éstos medios.

La saturación y la inmediatez son un contenido hueco. Nos hemos exiliado de la capacidad de profundizar, reflexionar y contemplar el mundo desde una perspectiva individual y crítica. Y somos ya un animal globalizado, sumisos a cada nueva irrupción de las ciencias “aplicadas” en perfectas técnicas de interiorización de lo banal. Creemos meditar consumiendo información, pero apenas si somos capaces de cultivar un poco de sabiduría.

Las formas de pensamiento han sufrido un cambio drástico, y con ello, un nuevo modelo de comprensión y aprehensión de la realidad. Modelo que lógicamente ha comportado una progresiva transformación de las formas comunicativas.

En el deseo de constatar este cambio no se pretende difundir una idea “criminalizada” de las sucesivas corrientes tecnológicas, sino interrogarnos sobre las alternativas de uso que habremos de tener con ellas.  En la razón del presente artículo sí mantenemos serias dudas sobre la hipotética relación entre el progreso, la fingida democratización, y el bienestar.

Salir al encuentro constante de emociones en las actuales condiciones moldeará un nuevo estado de cibermalestar, en el que la dispersión y la siempre inconclusa satisfacción terminarán por adentrarnos en el laberíntico y agotador proceso de búsqueda.

Publicado en http://www.ssociólogos.com 

Individualidades en la Red (o cómo vamos al encuentro de las nuevas formas de comunicación)

 


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La vida de Adèle

¿No sabes que hacer éste fin de semana? Te invito al cine

La vida de Adèle

Una película sobre el primer amor, sobre la identidad sexual, sobre la adolescencia, y sobre la vida.  Una película verdadera, dado que vas adentrándote en ella sin fisuras, con la presencia de dos extraordinarias actrices, Léa Seydoux y, sobre todo, Adèle Exarchopoulos.

La polémica viene de la propia autora del cómic «El azul es un color cálido», sobre el que se basa el guión. Julie Maroh sostiene que es un emotivo relato sobre lesbianas pero realizado sin lesbianas, lo que viene a decir que La vida de Adèle está rodada por un heterosexual y para el disfrute de los hombres.  Imagino que ésta impresión está ceñida a las escenas de sexo.

Hoy quiero trascender la polémica y dejarme acariciar por el inmejorable sabor de boca que deja esta intensa historia de amor.

Google Images

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http://www.pelispedia.tv/pelicula/blue-is-the-warmest-color-la-vida-de-adle/

Título original, La vie d’Adèle – Chapitre 1 & 2 (Blue Is the Warmest Color)
Año, 2013
Duración, 180 min.
País,  Francia
Director, Abdellatif Kechiche
Guión, Abdellatif Kechiche, Ghalya Lacroix (Novela gráfica: Julie Maroh)
Música, Varios
Fotografía, Sofian El Fani
Reparto, Adèle Exarchopoulos, Léa Seydoux, Salim Kechiouche, Mona Walravens, Jeremie Laheurte, Alma Jodorowsky, Aurélien Recoing, Catherine Salée, Fanny Maurin, Benjamin Siksou, Sandor Funtek, Karim Saidi
Productora, Wild Bunch / Quat’sous Films / France 2 Cinema / Scope Pictures / Vértigo Films / RTBF / Canal + / CNC
Género, Romance. Drama | Drama romántico. Adolescencia. Erótico. Homosexualidad. Cómic
Web Oficial, http://laviedadele-lefilm.com/
Sinopsis
Adèle (Adèle Exarchopoulos) tiene quince años y sabe que lo normal es salir con chicos, pero tiene dudas sobre su sexualidad. Una noche conoce y se enamora inesperadamente de Emma (Léa Seydoux), una joven con el pelo azul. La atracción que despierta en ella una mujer que le muestra el camino del deseo y la madurez, hará que Adèle tenga que sufrir los juicios y prejuicios de familiares y amigos. Adaptación de la novela gráfica «Blue», de Julie Maroh.
Premios
2013: Festival de Cannes: Palma de Oro (Mejor película) y Premio FIPRESCI2013: Premios César: 8 nominaciones, incluyendo Mejor película2013: Globos de Oro: Nominada a mejor película extranjera2013: Critics Choice: Mejor film de habla no inglesa y mejor intérprete joven

2013: Premios BAFTA: Nominada a Mejor película de habla no inglesa

2013: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor película extranjera

2013: National Board of Review (NBR): Mejor actriz revelación

2013: Premios del Cine Europeo: Nominada a Mejor película y mejor director

2013: Independent Spirit Awards: Nominada a Mejor película extranjera

2013: Satellite Awards: 3 nominaciones, incluyendo mejor film extranjero

2013: Premios Guldbagge: Mejor película extranjera

2013: Premios Goya: Nominada a Mejor película europea


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Educación Sexual

MiCita con las palabras.

El secreto de una buena educación sexual está en esquivar la mirada de la Iglesia, cerrar la puerta de la habitación de tus padres, y no acostarte en primera instancia con ningún incauto que te dice que te quiere… y te necesita. (Busca la belleza, y aprópiate de ella)

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Photo by Joséluis Vázquez Doménech


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Hedonismo y Sexualidad

La gélida vertiente sexual del hedonismo tecnificado

La conmoción de la sociedad de la que hablaba Lipovetsky se ha desplegado con certera eficacia. Las costumbres del individuo contemporáneo han rebasado el consumo masificado y el nuevo modelo de socialización es ya el reflejo de la seducción continua, representada fielmente con la magia de las nuevas tecnologías y la consabida ganancia en autonomía personal.

Así, al mismo tiempo que se ha procedido a ahondar en un modelo de socialización más individualizado, el mundo como imagen y comunicación ha asentado la cultura moderna de la emancipación personal, liberándonos de roles y complejos.

Esta liberación se ha articulado tejida por la impronta del hedonismo, esa búsqueda del goce como tránsito hacia una vida más plena. Y paralelamente hemos incorporado en esa exploración el placer por excelencia protagonizado por nuestros cuerpos; una nueva sexualidad interconectada que está propiciando de una forma desbordante la publicitación de nuestra privacidad, hasta el punto de revelarla natural y cotidiana.

La sexducción ha tomado conciencia. Frente a la represión se ha patrocinado “ese verlo-todo, hacerlo-todo y decirlo-todo”, liberando con ello la  disponibilidad de nuestros cuerpos. De este modo la corriente narcisista encuentra en la personalización del deseo la medicina más deleitable.

Supuestamente imbuidos por las continuas descargas de información y estimulación, nos organizamos y orientamos gestionando los comportamientos desde amplios márgenes de decisión y elección.  Podríamos pensar que las cotas de libertad por las que nos movemos lograrían, en la medida de lo posible, una diversificación de nuestras vidas y también, en última instancia, de la felicidad.

Esta visualización de un universo completo a nuestros pies (y lleno de otros individuos sexuados) ha consagrado aún más el detonador que frecuenta la tecla del deseo, y ha incrementado la motivación por una causa libre, a la carta y sin aparentes reglas homogéneas, reconvirtiendo al ciudadano moderno en un ser henchido de autonomía y apetito.

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

El irrefrenable caudal de la apetencia no ha necesitado de pócima alguna para desproteger la intimidad  y dotarla de una coexistencia amplificada. Y sin privacidad alguna se ha ingeniado una nueva modalidad de proyección, de mostrarse sexualmente a los ojos del mundo como  elemento emergente de socialización.

La red social es la estancia donde se aloja cómodamente la avidez acumulativa; exceso de todo para intoxicar aún más la ausencia. El impulso añadido, el amor sin trono, el sueño en burbujas de vapor, el escaparate digitalizado, la competición mimética, el desguace de la rutina y… sobre todo, el sexo, exultante ante tanta avalancha.   Hemos mutado (avanzado) vertiginosamente hacia la tiranía del estímulo inabarcable, y a lo que era la adquisición compulsiva de bienes materiales, se le añade ahora la donación sin límites de promociones sexuales, bien a través de imágenes eróticas, citas consoladoras, apuestas experimentales, y encuentros sin precedentes…

En un intento de disfrutar al máximo de la vida, permitiendo que afloren los arrebatos narcisistas y emocionales, el  hedonismo se reconcilia con la autocomplacencia efímera y esquiva. Y, por tanto, la cultura del yo se vuelve sobre-exposición constante.

Las sensaciones obtenidas se van aligerando de entusiasmos y, quizás por ello, se reanuda la búsqueda en un bucle interminable de reiteración y conquista. Disciplinados en el deseo, la sexualidad emerge a cada instante. Sus apetencias son devoradas fácilmente en el espacio cibernético y como si de cualquier información se tratara, los pechos, los penes, las sonrisas y los dildos protagonizan  infinidad de escenas cotidianas. Se observan, se comparten, se viven, se dislocan con el teléfono en una mano y la precaria satisfacción en la otra. La sexualidad puede estar presente mientras cocinas, mientras viajas y mientras trabajas. Está más presente y es más explícita que nunca; es la mercancía más demandada.

Pero la cultura tecnificada pos-moderna nos ha identificado como saboteadores de nuestra propia satisfacción. En el tránsito, del consumo innecesario de objetos hemos pasado a franquear las pantallas para consumirnos nosotros mismos. Saturno devorando a sus hijos. La sexualidad excede en sus pretensiones, y deja de germinar por agotamiento. Claudica ante su pirotécnica puesta en escena (los miles de destellos que procuraba han desaparecido), y habita un cuerpo frío, cada vez más alejado de la satisfacción y más cerca del hastío y el cansancio.

El placer está cada vez más lejos, porque en ésta gélida estancia la seducción perpetua nos está colapsando. Existiremos a la espera de un nuevo implante tecnológico, que promoverá la rebelión de los afectos.

Publicado en http://iniciativadebate.org/2014/02/12/hedonismo-y-sexualidad/

Y en http://ssociologos.com/2014/02/10/la-gelida-vertiente-sexual-del-hedonismo-tecnificado/


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Polémicas diferencias (II)

Desatando nudos. Polémicas diferencias (II)

Para lograr una aceptación plena de la vivencia de la sexualidad hemos de partir de una premisa caracterizada por reconocer dos sujetos compartiendo las pulsiones que emergen. Las condiciones que permiten poder alcanzar un mayor equilibrio entre dichas identidades se manifiestan con naturalidad si respetamos el potencial que posee  cada una de ellas. Pero aun siendo especiales en sus estallidos químicos y combinaciones genéticas, exclusivos en sus interconexiones neuronales, y actores únicos en sus representaciones, a día de hoy, esos dos sujetos siguen conviviendo bajo la estricta coacción del discurso que les acompaña.

Róza El-Hassan - Syria

Róza El-Hassan – Syria

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Polémicas diferencias (I)

Desatando nudos. Polémicas diferencias (I).

Iconos, símbolos y dogmas establecidos por multitud de civilizaciones han posibilitado constituir un sistema  de incompatibilidades en la actitud y aptitud de sus habitantes,  propagando fábulas sobre la diferenciación de ambos sexos y jerarquizando su posición en el mundo. Parece que todo ha estado perfectamente ordenado y, por desgracia, cabalmente escrito, para que asumamos con naturalidad la idea de un principio en el cual hombres y mujeres se reconocen como sujetos con pocas posibilidades de compartir el mismo balcón en el abismo que representa nuestro pequeño mundo.

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La realidad y el deseo

Desatando nudos. La realidad y el deseo.

Quizás, una de las mayores contradicciones que se plantean en las relaciones sexuales es aquella que se produce cuando apreciamos el enorme tramo que dista entre la realidad y el deseo. Este último favorece los sueños de fugaz recorrido, y explica no pocas veces la frustración en la que nos sumergimos distraídamente.

Las fronteras que separan al deseo del amor encierran en su interior el dolor de la ausencia, el cuerpo abandonado en una noche huraña. Y el desconcierto ante infinidad de preguntas provoca la ira del sosiego y la temerosa presencia del recuerdo. Las dudas suscitadas por el deseo nos confunden, porque no sabemos de donde procede el susurro de sus palabras, y desconocemos donde descansa cuando calla. Sigue leyendo


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La mutilación (o el drama del amor romántico)

Desatando nudos. La mutilación.

La vivencia íntegra del amor romántico hace posible que la fascinación y la idealización del objeto amado arrastren todas las energías y canalicen todos los actos y movimientos para que el proyecto tan esperado se materialice en esa estimada sonrisa de placer, en ese delirio de bienestar fruto de la complicidad de ese deseo. Pero cuando el apego se intensifica y se camina despojado sin sentir apenas la presencia del mundo, la entrega fluye corriente abajo y no hay tiempo para elegir el camino, reconvirtiendo ese posible  “yo”, en  un “nosotros” enmascarado. Y en ese preciso momento, nos convertimos en depositarios de una parte esencial de nuestras vidas. Sigue leyendo


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La exclusividad sexual

Desatando nudos. La exclusividad sexual

La implicación del amor romántico en nuestras biografías ha traído consigo una serie de argumentos vitales que están erosionando la buena marcha en el discurrir de las relaciones de pareja.

Estos argumentos son consecuencia de la idealización con que se observa el mundo, a través de unas lentes que solo permiten visionar sueños inconsistentes. La eterna durabilidad de la magia, una educación sentimental accidentada, la búsqueda de otras mitades, o la subordinación del placer al sentimiento de culpa representan algunas de las manifestaciones heredadas de esta abrupta doctrina del amor. Sigue leyendo


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La represión del placer

Desatando nudos. La represión del placer

El placer refunda al individuo en su libre camino hacia la vida. Su búsqueda es incesante desde que éste abre sus ojos y la luz penetra por sus pupilas. E, inherente a su propia esencia, la sexualidad desciende desde la inconsciencia.

Sin sexo, el ser humano, queda amputado. Y aunque las conductas eróticas contribuyan a la relajación, a lo largo de la historia y especialmente en la cultura judeocristiana,  la iglesia no se presta a que el deseo campe a sus anchas. Desde los templos se ha combatido el gobierno de nuestras propias vidas y no se ha permitido que en sus territorios todas las sensaciones inunden los húmedos océanos. Sigue leyendo


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Nos aproximamos hacia el amor

Desatando nudos. Nos aproximamos hacia el amor

La sociedad occidental idealiza el enamoramiento y lo presenta como un objetivo a perseguir, convirtiéndolo en la clave para alcanzar la felicidad y huir de la vida cotidiana. Y miles de creyentes, fieles a dichos principios, orientan sus acciones en dicho sentido, con enormes expectativas para ser célebres protagonistas de su propia biografía.

Con el enamoramiento comienza el “renacimiento”, hay una nueva forma de observar el mundo, un margen de esperanza en el intrincado laberinto de las pasiones y de los deseos. Sigue leyendo


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Despejando la incógnita

Desatando nudos. Despejando la incógnita

Ciertamente, nuestra existencia ha sido impregnada de una serie de creencias, tabúes, mitos e imposiciones que han contribuido al deterioro de nuestra salud mental y han dificultado el desarrollo de una vida más placentera. Miles de años y de bárbaras experiencias nos han legado un “brillante” y extensísimo catálogo, orientándonos debidamente sobre el comportamiento sexual y amoroso. Sigue leyendo


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Desatando nudos

Desatando nudos. Introducción

Desde la más tierna infancia, un mundo extraño espera, pacientemente, a que tus fuerzas se debiliten… Sin que apenas te des cuenta, te juzgarás extranjero de tus propias emociones y, poco a poco, serás un inmigrante más, reclamando la ilusión de vivir en armonía con los sentimientos.

Y entonces, ya no te quedará más que elegir: continuar por un sendero al que le han arrebatado las semillas originarias del placer y el sosiego, o destrozar el camino… para que seas tú quien transite por zarzales con olor a otoño… y humedad.

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@socioamores