Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.

Venezuela

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Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe

Es del todo gratificante comprobar cómo se celebró en España el cambio de sistema de una dictadura a una parafernalia que aún no ha terminado, y poder observar que los mismos que se llenaron la boca de agua por algo tan deprimente  (solo posible con la muerte de Franco) celebran ahora la victoria popular burguesa para derrocar al gobierno chavista, ese malvado régimen que se deja vencer en las elecciones y no con las armas, como hubiera correspondido a tanta patraña que llaman periodismo.

Es gratificante saberlo porque estamos a las puertas de cerrar uno de los últimos capítulos de las luchas anti capitalistas, y ahora habremos de mirar a nuestro entorno y comprobar cómo estamos inmersos en medio de la catarsis global de la humillación a la que nos someten los medios, con la nula esperanza de poder derrocar la necedad humana y con la seguridad de que América es ya territorio conquistado.

El Imperio sonríe y millones de personas se entusiasman sin advertir que Estados Unidos tiene la capacidad de tumbar cualquier gobierno inyectando millones allí donde sabe eclosionarán sus flores. Le vale con estrangular al enemigo al precio que sea, y le sobra bombardeando el mundo con sus informativos mercenarios.

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Las «democracias» que así surgen  son un reajuste continuo de los modos de implantar el capitalismo, y solo cuando éste tiene el éxito asegurado ellos pueden llegar a decir que la libertad ha triunfado.

Y así ha sido. Venezuela ha conseguido a través de la injerencia opresora quebrar un modelo social insumiso, y con miles de periodistas y televisiones esgrimiendo sus maldades ahora volverá a campar a sus anchas la inmaculada y democrática concepción del liberalismo.

Sí, es del todo gratificante, saber cómo se acaba con una «dictadura de terciopelo» a través de unos votos amamantados por el más vil de los colonialismos.

Que vivan nuestras democracias, servidoras de un nuevo modo de entender el esclavismo!

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