Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.


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Obama y algunos destellos de la posmodernidad

La posmodernidad requiere de altas dosis de análisis para poder llegar a comprender cómo es posible que haya gente capaz de pagar un dineral por escuchar a un sujeto caracterizado por su afán invasor y por su sobrada experiencia en conseguir enemigos allá donde ha puesto su mirada.

Es decir, la posmodernidad conquista al nuevo individuo con la máscara de los medios, y lo obnubila con la cruda realidad. Son millones quienes estarían encantados de estar allí, frente al gran Obama, escuchándole en su nueva faceta discursiva, y muchos también quienes después de escucharle alabarían su capacidad intelectual. Pero solo pueden ir 12.000.

Y así nos llegará el verano, enfundados en las trincheras del desconocimiento y dándole alas al ocupante. Porque no debemos olvidar que el nuevo sujeto, reconstruido con esmero a través de la guerra cognitiva tiene el don de dormir con tranquilidad después de haber participado y cooperado con personalidades difícilmente aceptables en una sociedad honrada.

Un nuevo sujeto informado pero aletargado, de izquierdas pero belicoso, ecologista pero que se disuelve en las aguas más turbias del capitalismo. Son épocas, que no requieren de grandes estudios para comprender cómo funciona el mundo, pero que necesitan de verdaderas investigaciones para saber cómo es posible que el engaño haya alcanzado las más altas cotas de éxito sin necesidad de ofrecer nada a cambio, más allá de la personal satisfacción de ir haciendo el ridículo por el mundo.

Obama viene a dar una conferencia a Málaga. Quien quiera verlo paga en exceso hasta derramar su vaso. El público no puede preguntar. Abre las puertas un nuevo congreso sobre tecnología dispuesto a reivindicar el apogeo de la digitalización y allá está, un fiel amante de las nuevas tecnologías (y gran emprendedor) sorprendido ante lo que anticipa otro gurú de la maquinaria monetaria internacional. No le importan sus guerras, porque como buen abducido se arrodilla ante el carisma, y regresa a casa comentando las mejores jugadas del ínclito.

Obama se va con 500.000 euros (más) en el bolsillo y en su último “birdie” sonríe, como no podía ser, a su cadi y al mundo.

OTAN No, Bases Fuera