Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.


Historias para no dormir

La enorme dificultad de luchar contra la televisión

He realizado una especie de prospección sobre cómo se delibera en relación a la vacunación. La he realizado, entre otras formas, dirigiéndome personalmente a un número de personas de las que doy fe que piensan, saben escribir, son juiciosas y, muchas veces, se dirigen al público en general animando a que éste opte por la opción de administrarse la dosis que haga falta.

He escogido este grupo de personas, por un lado, porque deseo mirarme en el espejo, y hacer un poco de autocrítica con mi propia percepción o mis modos de intentar llegar a saber qué está sucediendo en el mundo. Por otro, porque en realidad, deseo saber su opinión y, lo más importante, cómo han llegado a ella.

Por tanto, hay una aproximación deliberada que, ante todo, se ha realizado con respeto. Pero también, con cierta curiosidad que, si bien no es que no me deje dormir, si me “angustia” un poco. Este acercamiento no ha sido extraño para mi, porque todas las personas con las que he contactado forman parte “de un círculo aproximado”. Podríamos decir que, generalmente, tenemos una visión de lo que acontece a nuestro alrededor, bastante similar y, a todas luces, desde una perspectiva clara de izquierdas.

Quizás por ello mi sorpresa ha sido muchas veces relevante y constante. Digamos que me cuesta comprender cómo es posible que una mayoría absoluta de éstas personas que, normalmente, son muy críticas con el poder, con los medios, y con todo lo que se mueve, en relación a la vacunación miran hacia otro lado o, lo que es peor, no utilizan las mismas pautas de recogida de información, análisis, reflexión y crítica, de la que sí hacen gala habitualmente.

Me explico, y dejo sobre la mesa los hechos que pretendo analizar. La mayoría de las personas, y me incluyo, tenemos grandes dificultades para salir de nuestro “caparazón intelectual”. Creemos tener unas ideas bien fundamentadas. Y no solo reflexionamos sobre ellas sino que, además (y así es en todos los casos con quien he contactado), tenemos el valor de proponerlas o compartirlas. Intentando hacer una invitación de puesta en común, me encuentro con unos resultados que son muy descorazonadores. No porque no haya conseguido convencer a nadie (que no era mi intención); sino porque ninguna persona se ha detenido a reflexionar sobre un documento que les he hecho llegar. Sencillamente, porque nadie cree que yo vaya a aportarles ningún tipo de información que pueda hacer mella en su discurso o sus opiniones. O dicho de otra forma, nadie piensa que pueda hacerles llegar algo que no han estudiado anteriormente o que desconozcan. Sé que todas las personas a las que he escrito pasan mucho tiempo de su vida investigando o intentando comprender todo aquello que sucede en nuestro entorno y, muy importante, leo a todas ellas, generalmente, con gusto, porque siempre aportan y considero que atinan mucho con sus obsequios.

Pero creo que hay un elemento fundamental que nos lleva a esta situación. Creen, descaradamente, que lo que les hago llegar no es verdad. O que no es posible que pueda llegar a tener el más mínimo sentido (y si lo tiene, será justificado como otro elemento más dentro del sistema normalizado del funcionamiento de la industria farmacéutica). Por desgracia, les hablo de cifras. Entendiendo perfectamente el cansancio y saturación que puede llegar a significar hablar de cifras. Lo hace todo el mundo. Nos han vendido muchas motos con ellas. Nos han vendido el miedo muy bien con una cantidad intolerable de números. Pero para mí, éstas cifras son especiales. Y necesito hablar de ellas, necesito compartirlas. Y, lo más importante, necesito más que nunca que alguien venga y me lo diga: esos datos no son reales, los reales son éstos. Porque si ello no sucede, mis análisis proseguirán con la misma desconfianza y con el mismo ánimo de siempre, intentando poner sobre la mesa aquello que creo es clave.

Nos engañan. Nos siguen engañando y no comprendo por qué cerramos los ojos ante tanta desinformación. Ahora lo están haciendo con las muertes post-vacuna. Pasado el furor/conmoción por el fallecimiento de una mujer de 43 años en Marbella, decidieron que no sería viable ni tolerable que la población pudiera llegar a pensar que las vacunas estuvieran asociadas a peligro alguno. Desde entonces, la opacidad se instala en el proceso de información. Ya no existe la fatalidad, como gusta de expresar el colectivo médico. Quedan en el olvido todos y cada uno de los fallecimientos que se van produciendo en Europa, y tanto la Agencia Europea del medicamento como todas las subagencias estatales rinden tributo al supuesto beneficio sobre la más mínima duda (es del todo revelador el flagrante olvido que han tenido con el fallecimiento del militar de 35 años en Navarra). Y para aligerar peso, por eclosión instantánea y encantamiento grupal, todos los turoperadores informativos nos llevan de viaje a laboratorios e instituciones sanitarias, donde nos esperarán eminentes especialistas para decirnos, fíjate tú por donde, que los riesgos de una toma de Astra Zeneca son inferiores a los que puede llegar a producir la aspirina, la píldora anticonceptiva, el ibuprofeno o lo primero que se les viene en gana. Todo ello, aderezado, sí, con resplandecientes datos.

Ni que decir tiene que esta manifestación nada espontánea arrastra a miles de seguidores que hacen de altavoz y se dedican a decorar las redes sociales con preciosas infografías para el deleite artístico de nuestra mirada. No nos debemos preocupar. La mayoría de medicamentos tienen sus efectos secundarios, y no nos detenemos a leer sus prospectos porque si lo hiciéramos limitaríamos la toma de cualquier sustancia de forma considerable. Chis pun…!

Apagamos el televisor y nos vamos de vacuna, como quien se va de feria. Pero…, vamos a detenernos un instante. Análisis detallados de los datos hasta el 14 de abril de 2021, tal y como ellos mismos describen en su página, nos dan una serie de resultados dignos de tener en consideración. Resultados que son los que yo hice llegar a una serie de personas y que, por lo visto, no les parecieron lo suficientemente elocuentes como para debatir sobre ellos.

Ellos son el gobierno británico. Es decir, todos y cada uno de los datos que van a ir apareciendo en los diferentes enlaces, son contabilizados y ofrecidos por las propias instituciones políticas y sanitarias del Reino Unido. La página en cuestión es una web de investigación y análisis que va detallando el resumen semanal de los informes que se reportan a través de la Tarjeta Amarilla. Esta tarjeta es utilizada en todos los países de nuestro entorno, y en pocas palabras, es un tipo de formulario que sirve para evaluar posibles relaciones de causalidad entre un medicamento y una medicación adversa. Se podría definir como el depósito donde se van guardando las respuestas nocivas a los fármacos. El caso que nos ocupa nos lleva a estudiar las reacciones adversas a la vacuna contra el coronavirus (Covid-19).

La Agencia Reguladora Británica de Medicamentos y Productos Sanitarios (MHRA) nos dice, a fecha 28 de abril de 2021, lo siguiente. En relación a las dosis inyectadas de Astra Zeneca: Total Fatal Outcome Reports, 627. Dejo a vuestra entera imaginación qué puede llegar a significar esto. En relación a las dosis inyectadas de Pfizer/BioNTech, 334. Estos dos documentos, a falta de los de Moderna y otros medicamentos, reportan todos y cada uno de los casos documentados a través de las tarjetas arriba mencionadas. Los más de mil resultados fatales (muertes) obtenidos entre todas las vacunas, y secuenciados perfectamente con la causa correspondiente, al parecer, son un dato insignificante para los científicos, gobernantes, investigadores, periodistas… y gran parte de la ciudadanía, preocupada como está por escuchar que las probabilidades de tener una trombosis es más baja que la de tener un accidente de coche.

He de decir que cada documento de los aquí analizados tiene alrededor de 80 páginas, pero no hay más que ir a la última para obtener los resultados globales. Los aquí mencionados corresponden solo al Reino Unido. Si hacemos un posible balance de lo que podría estar sucediendo en Europa, es probable que la ciudadanía en masa saldría espantada.

Como siempre, todo tiene sus lecturas. Por un lado están los propios Estados, la Industria Farmacéutica y la OMS, narrando una gran historia en la que cuentan que todas estos efectos adversos no tienen su correspondencia real con el hecho de haber sido vacunado. Es decir, no hay investigación que determine que esos efectos y muertes se deban a las vacunas, más bien son debidos a la vejez y a muchas patologías asociadas a ella, o a otras adversidades que ya habitaban en esos cuerpos sufrientes. Por otro lado están todas aquellas personas que a la mínima observan una clara relación entre la vacuna y todos los males del mundo. En medio, está tú.

En este pequeño artículo está mi invitación, para que quien quiera, tenga acceso a todos los informes elaborados por el grupo de expertos que asesora al gobierno británico en todo lo concerniente al proceso de vacunación.

Te van a decir que no eres científico, y que ni sabes ni puedes llegar a leer los datos como merecen. Y que, por lo tanto, mejor que permanezcas en silencio. Pero, al menos, ahí los tienes. Una inmensa mayoría de la población tampoco sabe lo que es una circunscripción, cómo se contabilizan los votos, en qué consiste una papeleta en blanco, cómo se consigue un escaño o cuál es el programa real de un partido, pero no por ello te dicen que no vayas a votar o que no creas en la democracia.

Cuidaros! Un abrazo

Colaboración para Iniciativa Debate y Ojos Para la Paz


Cómo nos venden la moto

Hace ya mucho tiempo que Ignacio Ramonet y Noam Chomsky nos contaron con pelos y señales Cómo nos venden la moto”.Pero antes de que la población se sentara (de nuevo) a recapacitar un poco sobre ello, llegaron las grandes corporaciones ligadas a las redes sociales y a los medios de comunicación, y dieron por sentado que lo que nos hicieron llegar con ese sencillo y ameno libro no era nada comparado con lo que ahora estamos viviendo.

Me está resultando del todo inaudito ver cómo la población, casi en su integridad, está asumiendo con total naturalidad la propaganda vil que se está generando desde que un buen día a alguien se le ocurriera decir que vivimos en pandemia.

No voy a entrar en sus causas ni en ningún debate científico. A éstas alturas, ni me interesa ni me quedan fuerzas para ello. Bastante tenemos con lidiar la vida cotidiana con los destellos de la vacunación allí donde extiende sus alas.

No cabe duda alguna: nuestros gobiernos e instituciones nos están llevando en volandas por un camino que si por algo se caracteriza es por una clara utilización de la información como arma arrojadiza contra todo aquello que se mueve contra el pensamiento único.

En tiempos presentes no hay lugar para la reflexión. La distracción se ha convertido en un juego perverso y, en dicho juego, pueden entrar tanto las guerras como las batallitas del famoseo, las migraciones dolorosas o las reconciliaciones de parejas, las quinielas electorales o las vergüenzas de los partidos. Pero aunque a mucha gente le cueste creerlo, también nuestra salud forma parte de ese entretenimiento. Tanto que, a día de hoy, podemos concluir que no solo están jugando con nuestra salud sino que se están riendo de ella.

“Si se tiene el control absoluto de los medios de comunicación y el sistema educativo y los intelectuales son conformistas, puede surtir efecto cualquier política”. Y cualquier política es…, cualquier política. Yo, como profesor, puedo confirmar ruborizándome hasta la extenuación, que esta parcela de la administración para la que trabajo no solo está doblegada a unos intereses concretos, aún peor, está subordinada a ese ideario común que consiste en no tener ideas, y proyectar únicamente aquéllas que nos venden por televisión. Procurar invitar a la capacidad crítica y al diálogo es una pérdida de tiempo. Y si este pequeño detalle es una norma a mi alrededor, no quiero ni pensar lo que sucede más allá de los muros de los diferentes departamentos de la enseñanza. La situación es insostenible intelectualmente. Hemos llegado a tal punto que el debate es único e intransferible, y en ese debate han de participar solo los bienpensantes y todas aquellas personas cuyas palabras se inmolan antes de llegar a mancillar la imagen del poder. Y por muy abstracto que sea éste, siempre queda a salvo de todo enjuiciamiento.

Siguiendo con la lectura de ese certero ensayo arriba mencionado, nos dicen ambos autores que “el destacado teólogo y crítico de política internacional Reinold Niebuhr, conocido a veces como el teólogo del sistema, y gurú de George Kennan y de los intelectuales de Kennedy, afirmaba que la racionalidad es una técnica, una habilidad, al alcance de muy pocos: solo algunos la poseen, mientras que la mayoría de la gente, se guía por las emociones y los impulsos”. No puedo estar más de acuerdo, y no quiero erigirme en racionalista ni en ningún ser humano especial con ningún talento, tan solo quiero mostrar cómo se consolida esta idea y cómo se propaga sin parar. Yo tampoco estoy a salvo de las tormentas que acechan mis emociones, faltaría más. Pero creo que, a veces, me detengo.

Como lo estoy haciendo ahora, para ahondar en qué es lo que está sucediendo, y saber por qué a nuestro alrededor solo hay yermo.

Tal y como señalan, el furor ideológico del dogmatismo moderno no se detiene, y actualmente, está haciendo estragos con el denominado pensamiento único ***. Es tan denigrante la situación que no queda espacio para la disidencia. Y es tan grotesca la puesta en escena que solo pueden ser actores sociales aquellas personas capaces de fomentar el eco de sus palabras. No quiero dar nombres, aparecen siempre los mismos personajes cumpliendo a rajatabla el dictamen de la industria farmacéutica. Las vacunas son seguras, si no lo fueran, no las habríamos puesto en vuestras manos. Con ellas, salvamos a la población mundial de un desastre humanitario, y debemos confirmar una y otra vez que los beneficios superan a los riesgos.

Parece difícil llevar a todo un país a una guerra, pero es tan sencillo como dejarnos llevar por quien quiere la guerra. Y aunque creamos que no nos dejamos llevar, nos llevan en volandas. Raro es el pueblo que quiera justificar combate alguno, pero no hay pueblo que se salve de la inclemencia a la que nos someten los medios.

En un comienzo más tibio, pero con mayores dosis de ambigüedad, nos contaron pequeñas historias irreconciliables con la verdad. Llegaron a decir tantas cosas que necesitamos un archivo especial en el cerebro para recordarlo todo. El virus se contagiaba por tierra, mar y aire. Todas las superficies del mundo eran las enemigas a batir, y limpiar hasta la última mota de polvo se convirtió en el objetivo vital de miles de personas. Un día, me quedé petrificado ante la pantalla. Era la Sexta, y llegaron a dar porcentajes de la causa de contagio; el 60% de las veces resultaba ser por culpa de ese tipo de contacto. ¿De dónde sacaban esos datos? Era alucinante. Ahora resulta que es más que probable que no exista caso alguno de contagio por culpa de superficie contaminada alguna. Pasado el tiempo y todos conocemos la historia, la vacunación se ha convertido en el preciado elemento de venta. Y el proceso propagandístico es igual. Mentir o no decir la verdad ha sido el mantra que nos hemos visto obligados a tragar. Si hace dos años nos hubieran contado las mismas historias (sin los hechos que hasta ahora han ido ocurriendo), no se hubiera puesto la vacuna de Astrazeneca ni el director del hospital de mi comarca. Hoy, se la pone hasta el profesor de física y química. ¿Qué ha cambiado? La maquinaria no se detiene. Más bien, avanza y se hace más fuerte ante las adversidades.

La democracia es un sistema en el que los partidos que la sustentan están entrenados para trabajar al servicio de sus amos. Y si por alguna razón el entrenamiento falla o no da los resultados previstos, se cambia de discurso o de táctica, importando bien poco el sentido de ideología alguna. E importando, aún menos, las promesas o aquellas premisas que el electorado tuvo a bien respaldar en las últimas elecciones. La democracia, nuestra democracia, es un coladero de rentabilidad empresarial, en beneficio de unos pocos, y en claro detrimento de la mayoría absoluta.

Pero se fabrica opinión, igual que se pueden fabricar coches eléctricos, para que luzca mejor el escaparate de la modernidad. De tal forma que la ciudadanía cree tener la suya sin ser consciente de que su opinión no es más que el resultado del minucioso trabajo ejercido por miles de francotiradores a los que llaman periodistas, columnistas o tertulianos. Sin ellos, tendríamos alguna oportunidad de tocar el cielo. Con ellos, estamos bajo fuego enemigo tocando las puertas del infierno. Son el verdadero lastre del que primeramente nos deberíamos emancipar, antes incluso de hacerlo de la casa de nuestros padres.

¿Cuántos artículos habéis leído (en los medios más populares) poniendo en duda el patronazgo de la OMS o el discurso petrificado de nuestros mandatarios? Artículos duros, críticos, incisivos, que pongan en tela de juicio todo este proceso. Casi no existen. Y cuando aparecen, lo hacen porque los señores de arriba han abierto las puertas. Como ahora, que ante las reacciones tan evidentes que van apareciendo, no les queda otro remedio que decir algo al respecto. Decir nimiedades, para regresar al poco a cumplir con los objetivos marcados, alterando un poco el discurso, manipulando…

¿Cuántos informes oficiales reveladores de lo que está sucediendo os han analizado con precisión? Echarle un ojo a éste que publica el gobierno del Reino Unido recogiendo los casos de los efectos adversos de todas las vacunas.

La opinión…, o ese constructo consensuado para doblegar todos los posibles focos de protesta.

En un primer momento acordaron reunir al personal menor de 55 años para darle el premio a su fidelidad. Luego, y en base a rigurosos estudios realizados en tiempo récord, recomendaron ampliar el techo de edad, y las afortunadas serían todas aquellas personas que llegaran hasta los 65 años. Pero mira tú por donde que la ciencia avanzó tan rápido, que antes de darnos cuenta nos hicieron ver desde Alemania, siempre en la vanguardia de la investigación, que era preferible suministrar la suspensión inyectable solo a quienes hubieran franqueado la barrera de los 65 años. Y, al mismo tiempo, la Gran Bretaña, impulsora y productora de la vacuna en cuestión, apremiada por los increíbles resultados obtenidos en sus contundentes estudios decidió que los menores de 30 años mejor que se quedaran en casa, no fuera a ser que tuvieran un mal dormir.

Este fragmento, por si solo, sería suficiente para que la tropa de élite del periodismo mundial se parara a pensar un poco y escribiera los análisis más conflictivos existentes hasta hoy, pero ante la evidencia incuestionable de que todo va muy bien porque los beneficios superan a los riesgos, y ante la aclamada rueda de prensa ofrecida por la Agencia Europea del Medicamento (mostrando su absoluto respaldo al despropósito), el show televisivo sigue su curso.

La urgente necesidad de que en verano obtengamos el pasaporte sanitario, y respaldados por la increíble eficiencia de las demás vacunas, que éstas sí han sido testadas hasta con niños y niñas de todos los colores, tenemos como resultado que la industria farmacéutica hace y deshace a su gusto, los gobiernos bailan al son del más prepotente, y el pueblo…, el pueblo no despierta ni finalizado el toque de queda. Un certificado digital inteligente concedido como premio a la buena labor social, sin que importe lo más mínimo que un individuo vacunado pueda ser portador y transmisor de la infección, sin que importe en absoluto que no sepamos cuánto dura la inmunidad de la vacuna en cuestión, y sin que haya garantía de aptitud para viajar.

Todo, y mucho más, en el marco de una lógica sin precedentes. Falta de lógica que, al parecer, tampoco despierta un gran revuelo crítico entre los sesudos analistas que merodean los platós y los salones radiofónicos.

Estamos desprovistos de toda posibilidad de informarnos debidamente, a no ser que uno se proponga la ardua tarea de leer muchos documentos que están ahí, pero que los periodistas no leen porque no forma parte de su trabajo. Estamos a la deriva, y nos rescatan a golpes de emociones y responsabilidad. La palabra del año. Responsabilidad. ¿Cómo se contrarresta la dificultad de hacer creer a la población de que es bueno inyectarse con vacunas experimentales cuyas consecuencias están más allá de todo saber por muy científico que sea? Apelando a la responsabilidad personal de la ciudadana. Y este mensaje, tan hondo y entusiasta, llega al fondo de los corazones, y de la noche a la mañana, millones de personas se reconvierten con la nueva doctrina. Medio mundo asume que es su cometido ayudar a los demás, acepta con un sacrificio sin par tamaña obra, y se vacuna. Y lo hace, que duda cabe, por responsabilidad.

Pero no os creo. No os conozco, pero no os creo. He apelado a la responsabilidad conjunta miles de veces. Para no apoyar bajo ningún concepto la invasión de Libia, para defender a golpe de coraje la salida de la OTAN, para no cercar la pobreza en África, para ayudar al pueblo palestino, para desterrar a personajes como Guaidó, para no votar a partidos que nos empobrecen y oprimen, para abrir los ojos ante la política bélica de EEUU, para nombrar a Israel como merece, para promocionar el culto a la crítica, para esclarecer lo que acontece en Siria, para no rendir tributo a los “Cascos Blancos”, para depositar una mayor confianza en la paz, para resquebrajar el capitalismo, para incendiar las redes, y hasta para amar al prójimo…, pobre, inmigrante y sin horizonte. ¿Y sabéis cuál ha sido el resultado?. Exacto. Vacío absoluto. La tele no auspicia ni ensalza estos brotes perturbados que me caracterizan.

La tele, se dedica a otras cosas más complacientes con el engaño. Deseo recordar cómo fueron los comienzos de la propaganda; de la aprehensión de nuestras mentes y nuestros sentimientos. Y regreso de nuevo a Ignacio, a Noam, y a tantos otros que se han preocupado por hacernos ver cómo nos estafan: “Ocurrió bajo el mandato de Woodrow Wilson. Este fue elegido presidente en 1916 como líder de la plataforma electoral Paz sin victoria, cuando se cruzaba el ecuador de la Primera Guerra Mundial. La población era muy pacifista y no veía ninguna razón para involucrarse en una guerra europea; sin embargo, la administración Wilson había decidido que el país tomaría parte en el conflicto. Había por tanto que hacer algo para inducir en la sociedad la idea de la obligación de participar en la guerra. Y se creó una comisión de propaganda gubernamental, conocida con el nombre de Comisión Creel, que, en seis meses, logró convertir una población pacífica en otra histérica y belicista que quería ir a la guerra y destruir todo lo que oliera a alemán, despedazar a todos los alemanes, y salvar así al mundo.”

Creo que hay que tener un poco de cuidado, con todas esas corporaciones o grupos de poder que quieren salvarnos de las amenazas que perturban este mundo. La razón es muy sencilla; el mundo, sin ellos, ya está a salvo.

Y quizás, ya sea hora de terminar por hoy. “El jardinero fiel” ya pasó a la historia. Por aquél entonces, reaccionamos con pavor e indignación. Aquella aterradora verdad de las farmacéuticas anunciaba un mundo que se nos venía abajo, y estábamos agradecidos por saber cómo funcionaba éste. Pues bien, el mundo no ha cambiado, pero el guion de la película ahora es otro. Estaría bien que fuéramos capaces, aunque sea, de no dar crédito al pensamiento único, y considerar la opción de que, quizás, nos estén tomando el pelo.

Estaría bien que determinados colectivos, como al que pertenezco, hicieran valer la misma capacidad reflexiva y crítica que, en principio, exige a su alumnado. Estaría bien que antes de decir si a todo, digamos si a nuestra propia capacidad contestataria, esa misma que tantas veces aplaudimos en las salas de cine, embriagados ante la cruda realidad.

Lástima que aún nos quede un largo recorrido para dar rienda suelta a nuestra irrefrenable y deslumbrante responsabilidad.

*** ”¿Qué es el pensamiento único? La traducción a términos ideológicos de pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en especial, las del capital internacional. Se puede decir que está formulada y definida a partir de 1944, con ocasión de los Acuerdos de Bretton-Woods. Sus fuentes principales son las grandes instituciones económicas y monetarias –Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, Acuerdo General sobre Tarifas Aduaneras y Comercio, Comisión Europea, Banco de Francia, etc. (quiero añadir yo a la OMS)– quienes, mediante su financiación, afilian al servicio de sus ideas, en todo el planeta, a muchos centros de investigación, universidades y fundaciones que, a su vez, afinan y propagan la buena nueva. Esta es recogida y reproducida por los principales órganos de información económica y principalmente por las biblias de inversores y especuladores de bolsa –The Wall Street Journal, The Financial Times,The Economist, Far Eastern Economic Review, Agencia Reuter, etc.–que suelen ser propiedad de grandes grupos industriales o financieros. En casi todas partes facultades de ciencias económicas, periodistas,ensayistas y también políticos, examinan de nuevo los principales mandamientos de estas nuevas tablas de la ley y, usando como repetidores los medios de comunicación de masas, los reiteran hasta la saciedad sabiendo a ciencia cierta que, en nuestra sociedad mediática,repetición vale por demostración.”

Cuidaros!

OTAN NO, Bases Fuera

Colaboración para Iniciativa Debate y Ojos para la paz


De vacunas, transparencias y otras cuestiones

Con la que está cayendo, y considerando que estamos próximos a dividir la sociedad en dos (del mismo modo que se hacía en los tiempos gloriosos del “Todo es ETA”), creo que nos vendría bien detenernos un poco y saber leer al prójimo, sin incendiarnos, y con un poco de capacidad de reflexión y crítica serena. Eso de ir señalando por ahí a todo aquél que escribe u opina, por el mero hecho de que deja un rastro diferente al que supuestamente debería dejar según los criterios afianzados, es una especie de posicionamiento parapolicial que no deja títere con cabeza. Y, lo que es peor, no deja paso al diálogo ni a la discusión. La fe está colapsando el camino. Y miles de creyentes están identificándose con una u otra ideología con supuestas toneladas de información que terminan siendo, la mayor de las veces, una mera opinión.

Para comenzar, me gustaría poner sobre la mesa un hecho que está pasando desapercibido. Lógicamente, porque hay intereses muy fuertes en ello. Y, lógicamente, porque como ocurre siempre en éstos casos donde se quiere imponer una verdad absoluta, los medios de comunicación se dirigen, todos, al mismo lado; al que se nos quiere forzar a ir de cualquier modo.

Al igual que nos hicieron creer que solo existían dos tipos de personas, los demócratas y los que no lo éramos, ahora han de existir también otros dos, los que están a favor de la vacunación y el discurso oficial, y los otros, esos negacionistas impresentables a los que hay que arrojar a los leones. Como si no hubiera nada en medio, como si la tierra se tragara de repente a millones de personas cansadas ya de estas absurdas peleas construidas con el ánimo de envilecer a la sociedad y suscitar más miedo aún en cada casa y en cada recuerdo.

¿Cómo enmarcamos la situación en el contexto en el que ya ha empezado la vacunación colectiva? Cabe decir que estamos ante una «autorización de comercialización condicional» de dicha vacuna y, por tanto, en terreno, cuando menos, resbaladizo. O lo que viene a ser lo mismo, no estamos ante una vacuna que haya pasado por todas las fases y nos de la seguridad necesaria para tomar las decisiones más acertadas.

¿Dónde reside uno de los grandes sesgos que permite negar a la población un discurso más coherente y completo? Como ocurre normalmente y por imperativo legal, en los documentos oficiales ocultados que han de respaldar las acciones que llevan adelante los gobernantes. Por ello, haremos acopio de dichos documentos y procuraremos mostrar la incidencia que pudieran tener en el ánimo o la conciencia colectiva.

Al grano. El medicamento en cuestión, Cominarty, posee una licencia para poder venderse siempre y cuando se den una serie de condiciones.

Y somos muchos, sin ser negacionistas ni trotskistas, quienes pensamos que para que una información pueda ser transparente ha de ofrecer todos y cada uno de los detalles, y no guardar aquellos flecos que si se mostraran (sabemos), crearían muchas suspicacias. 

Ahora mismo se podría decir que la vacuna está en fase de prueba.

Entonces, ¿qué es lo que realmente está sucediendo y no nos cuentan? Lo define perfectamente la propia Agencia Europea de Medicación, tal y como podemos leer en el propio documento que acaba de publicar: “para confirmar la eficacia y seguridad de Comirnaty, el TAC deberá enviar el informe del estudio clínico final para el estudio aleatorizado, controlado con placebo y con enmascaramiento para el observador C4591001. Fecha límite, diciembre de 2023”.

El proceso de inoculación que ya ha comenzado forma parte del estudio que se ha de realizar. Es importante recordar que nos encontramos ante una vacuna a la que la Comisión Europea le ofrece este tipo de autorización para que sea de uso público. Y así, será la población que se vacune la que terminará por ofrecer los datos concluyentes.

Su dictamen final sería que la relación beneficio-riesgo merece la pena, y que por ello, dan este paso. Pero no decir toda la verdad es también, desinformar. ¿Por qué? Porque a la hora de tomar la decisión de inyectarnos, nos hacen firmar un consentimiento con el cual admitimos estar informados. Cuando realmente, no es así.

Se les escapa este pequeño detalle. Por ello, creo que no es de recibo ese intento de querer tirar por la borda a todas aquellas personas que deciden no vacunarse. No es de recibo tachar de insolidarios a quienes mantienen serias dudas sobre todo este proceso que, respaldado por un marketing inusual, está saturando nuestra agónica mente con los primeros héroes de la industria farmacéutica.

“Héroes” son, por ejemplo, quienes atraviesan medio África y se embarcan a un destino incierto para terminar ahogándose en los mares que golpean nuestras conciencias. Héroes son los miles de libios, sirios o palestinos que han de hacer frente a las garras del imperialismo y a la soberbia racista israelí.

Pero la información, en su propia era, si por algo se caracteriza es por su aparente opulencia y su absoluta ineficacia, porque más que nunca, la búsqueda que circunvala a la verdad se hace tediosa y extremadamente laboriosa. Entre otras cosas porque nos ocultan, una y otra vez, todos aquellos sucesos y explicaciones de interés general. Que se lo pregunten si no a Julian Assange.

Concretando. El propio Parlamento Europeo creó a través de la Comisión una norma que facilita que se den estas situaciones. Tal y como podemos observar en el reglamento 507/2006, leemos: “2) No obstante, con determinadas categorías de medicamentos, para satisfacer necesidades no cubiertas de los pacientes y en interés de la salud pública, puede ser necesario conceder autorizaciones de comercialización basadas en datos menos completos de lo habitual y sometidas a obligaciones específicas, denominadas en lo sucesivo «autorizaciones condicionales de comercialización”.

Pero miren como incluye un regalo sorpresa dicho reglamento: 6)… “Antes bien, una vez se hayan suministrado los datos que faltan, debe poder sustituirse por una autorización de comercialización no condicional, es decir, no sujeta a obligaciones específicas. En cambio, lo habitual es que nunca sea posible constituir el expediente completo de una autorización de comercialización concedida en circunstancias excepcionales.”

Como ya hemos explicado anteriormente, para obtener la eficacia y seguridad que se precisa, han de seguir obteniendo una serie de datos que, en última instancia, han de verificar que su utilización es la adecuada. Y es en ese momento cuando estaríamos ante una autorización no condicionada porque ya se habrían cumplido todos los requisitos.

Quienes hacen las leyes, siempre, se guardan las espaldas, y procuran con un tino extraordinario poder irse de rositas ante eventuales circunstancias que podrían surgir. Y leer, nuevamente, esa última frase, dice mucho sobre lo que estamos intentando exponer.

Creo que es habitual que no sea posible constituir esos expedientes completos porque la industria farmacéutica forma parte del equipo que toma dichas decisiones.

El marketing, si se caracteriza por algo es por su insistencia en querer alterar o crear una opinión con un interés concreto. En este caso, es necesario para vender algo que la mayoría no desea, porque en caso contrario, no nos someterían al imperio de su publicidad.

Están jugando con resultados preliminares pendientes de aprobación. De una aprobación en sus justas medidas, digámoslo así. Porque una cosa es aprobar algo excepcional, y otra determinar la eficacia necesaria después de los exhaustivos estudios que siempre se requieren.

Una rápida respuesta que nos brindará mucha gente será decir que ven lógica esta situación, porque ante situaciones excepcionales, no queda más remedio que dar paso a las respuestas excepcionales. Hasta aquí todo puede parecer correcto, pero seguimos huérfanos de diferentes puntos de vista, huérfanos de información plural, fundamental para poder determinar que nuestra elección se basa en principios sólidos. Y cuando dicha información se pierde una y otra vez porque no se nos quiere ofrecer, la confianza sale trasquilada.

La carrera por liderar el lucrativo y revolucionario mercado de la edición genética en humanos ya ha comenzado, y quizás por ello también sería interesante que nos educaran para saber en qué consiste dicha tecnología. La aplicación de una nueva técnica en humanos quizás debería tener una aplicación más pausada, una vez terminados todos los ensayos clínicos. Y las sensaciones que se están depositando en nuestras mentes no ayudan a que la mayoría de la población se alinee con la propaganda unidireccional.

Los caudales de dinero que han ido redistribuyéndose en función de los casos “detectados”, la ausencia de autopsias, la obligatoriedad de invertir el dinero de la pandemia en proyectos determinados, el psicótico juego a la que nos somete la política, la privatización de la distribución de la vacuna, unos datos que parecen sacados de una feria, la ausencia de luz al final del túnel, las continuas contradicciones de la OMS, o la fábula orquestada a través de los protocolos testados con PCRs son solo una pequeña muestra del escenario que estamos presenciando. Y si de transparencia debemos hablar, o bien comienza de nuevo el juego, o nos muestran cada una de las piezas que conforman este inmenso puzle.

El 18 de marzo de 2020 el gobierno español generó nueva legislación para permitir trabajar al centro nacional de Biotecnología con cualquier organismo modificado genéticamente. El Real Decreto 8/2020 autoriza el desarrollo de actividades de uso confinado con nivel de bioseguridad III. Se podría decir que en este caso la rapidez del gobierno ante la declaración de la pandemia es espectacular, pero me temo que, como en muchas otras cosas, hay gato encerrado. Hay toda una serie de decretos y legislación al respecto que permite una urgente permisividad con los privilegios de la industria farmacéutica y otros sectores del poder, pero por el contrario, hay una nula asignación de derechos y beneficios para la población en general, a la que se la ha estampado contra la pared. Y los datos, asustan. Solo algunos detalles…

El dinero de “estímulo” que se está utilizando de aquella manera ha permitido un enriquecimiento mayor de las grandes corporaciones y el cierre de miles de pequeñas empresas. Las estadísticas se tambalean ante el aumento imparable de la pobreza y de personas que se encuentran al borde de la indigencia. La solicitud del desempleo, el aumento del paro, el número de personas sin hogar, los bancos de alimentos o el índice de pobreza indican un aumento imparable del sufrimiento. La administración desangra en todos los espacios; acudir al INEM, a la Seguridad Social, al Centro de Salud, a los Ayuntamientos y un sinfín de trámites para la ciudadanía se han visto diseccionados, con la consiguiente fractura del Estado (cuestión ésta que merece un capítulo especial). Todas estas “incidencias” deberían también de hacernos detener. A mí, desde luego, me llaman en exceso la atención, precavido como soy con el constructo social y económico de la modernidad.

Y me gustaría concluir con esta mirada esquiva, que no con una posición distante o de oposición. Con esta mirada inquisitiva por el deseo de querer llegar a buen puerto desde la reflexión, no por el deseo de expandir odio o rabia en ciertos sectores de la población. Llegar a algún punto que todavía está en proceso de análisis; todo lo que está ocurriendo no es un error forzado, más bien es una recopilación de sucesos que casan a la perfección con una agenda económica impecable.

El colapso que estamos viviendo y la absoluta precariedad en la que se están convirtiendo nuestras relaciones sociales son una violenta constatación de los resultados del capitalismo más ruin. Desconozco cuando fue la última vez en que hubo un trasvase de negocio tan descarado y brutal como el que está aconteciendo ahora. Un trasvase donde la riqueza ha ido concentrándose en pocas manos y está lanzando al vacío a un número desproporcionado de individuos. Bajo el pretexto de la salud pública y universal, un reducido número de personas está llevando a cabo su particular revolución, y todo ello implementará un nuevo ciclo donde las condiciones de vida de millones de personas van a ser deplorables.

¿Por qué un virus con una bajísima tasa de mortalidad (sobre todo en personas menores de 65 años) y que lleva parejo un 95% de muertes con morbilidad asociada está causando un desastre sin precedentes? ¿Por qué la existencia de unas medidas de bloqueo draconianas que cada vez más estudios señalan como ineficaces? ¿Cómo es posible que con todo lo que está sucediendo mientan a la hora de mostranos cómo es el funcionamiento de la infraestructura sanitaria, y sepamos perfectamente que la ausencia de inversiones significativas están a la orden del día en casi todos los países de nuestro ámbito? (Claro ejemplo lo tenemos en la emblemática comunidad de Madrid).

Estados Unidos, ese país vergonzoso al que muchos todavía llaman democracia es un claro ejemplo donde está implementándose toda esta secuencia sin duda alguna, con absoluta nitidez. Un robo de enormes dimensiones se está produciendo mientras con el dedo nos señalan la existencia de un virus, y al mismo tiempo observamos un cielo oscurecido gracias a la política mundial establecida.

Llevamos tiempo diseccionando el hedor que está dejando tras de si el neoliberalismo más visceral, después de los arranques de cólera que dejó el binomio Reagan/Tatcher. Tiempo considerando la imposibilidad de que dicho sistema pudiera avanzar en las condiciones actuales. Tiempo reclamando la atención para señalar cómo una serie de países están creando guerra y destrucción cómo única fórmula para sanear sus deudas y su estancamiento. Tiempo suscitando dudas sobre cómo saldrán de ésta…, y me temo que ya han movido la primera pieza.

Saludos y feliz año!

(colaboración para Iniciativa Debate)

OTAN NO, Bases Fuera


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Un discurso aleccionador

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Todavía no tengo información suficiente, pero imagino que sucederá en algún congreso de medicina celebrado en Berlín el 13 de marzo. Un ponente, el doctor Rath, pone de manifiesto la forma de proceder de nuestros gobernantes, e insta a todos los ciudadanos europeos para construir una nueva Europa lejos del euro y de la bárbara política económica a la que estamos siendo sometidos. Sigue leyendo