Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.


3 comentarios

La propaganda bélica de la OTAN

Probablemente, estamos asistiendo a la internacionalización de la mentira en su mayor grado de intensidad. Nunca hasta ahora los medios habían llegado tan lejos y con tanta precisión. El éxito que arrastra la campaña de difamación de Rusia es exponencial. A cada misil publicitario, se redobla el porcentaje de población que tiene claro que Putin es su mayor enemigo. A cada folletín informativo en los telediarios le sucede la lástima, como parche decorativo de la inercia que arrastra consigo toda la propaganda del régimen imperialista. Lástima por los efectos perversos de toda guerra. Lástima ante las canallas imágenes subtituladas. Y, la mayoría de las veces, falsas.

El problema, el primer gran problema al que nos enfrentamos, es la ignorancia. El segundo, el desconocimiento de dicha ignorancia. Estamos, en cierta medida, ante una debacle humanitaria. Y del mismo modo que ha sucedido con la pandemia, Occidente se ha vestido de autarquía para ofrecernos, en exclusiva, la única interpretación posible. La suya.

En los muchos años que llevamos interpretando el oficialismo del discurso globalizador, sabemos ya unas cuantas cosas. Pero basta una para saber por dónde van los tiros (y nunca mejor dicho) y para sacar la única conclusión viable. Los gobiernos que se van sucediendo en EEUU no solo representan la mayor amenaza para la humanidad. Son, sin lugar a dudas, el mayor enemigo de la humanidad. Quien no tenga claro esto, debería ir retirándose a sus aposentos. Y una de dos, o tomar la determinación de informarse, o no inmiscuirse, bajo ningún concepto, en ninguna propagación de la mentira. La razón es obvia, y fundamental. No posicionarse en contra de dichos gobiernos, de la OTAN, y de la UE en éstos momentos, es dejar vía libre al nazismo. Es permitir el saqueo. Es dotar al poderoso de todas las herramientas para que siga torturando y aniquilando toda esperanza de cambio.

Podríamos resumir todo ello en una frase, bien clara, y bien definitoria. Si todo el mundo supiese lo que es capaz de hacer el brazo armado del capitalismo, saldría corriendo. Procuraría escapar del asedio y del terror. O lo que viene a ser lo mismo. Si todo el mundo supiera lo que ha sucedido en Ucrania desde finales de 2013, se echaría a temblar, y no precisamente por los bombardeos rusos.

La cuestión, la duda…, sobrevuela en muchos de nosotros. ¿Deberíamos poner las imágenes? ¿Deberíamos destrozar corazones con toda esa documentación de la que disponemos y que, ahora mismo, está surcando por tantos sitios? ¿Deberíamos concienciar a través del dolor y las emociones? Una amplia mayoría no acepta esta posibilidad. Pero ello nos expulsa, otra vez, al ostracismo. No poder arremeter contra el conformismo y la polarización mostrando la crudeza de la realidad no nos favorece, sencillamente porque nos tienen atrapados. En su círculo vicioso. En su laberinto sentimental que tanto les ha costado construir.

Del mismo modo que cualquiera ya debería saber dónde posicionarse con absoluta facilidad, también debería haber aprendido a menospreciar al manipulador. Debería haber aprendido las tretas, los juegos sucios, las herramientas utilizadas por los señores de las guerras para guiarnos por sus senderos de gloria. Debería…, pero sigue el impulso del detonador de la televisión. Sigue arrastrándose por el fango dejado por los periodistas. Muchos son claro ejemplo de ello, y la alarma roja se encendería si los nombrara. Han vuelto a cometer la atrocidad de no contar la verdad, de no imprimir a sus relatos la voz de los desheredados, y estrechar la mano de quien les da de comer. Sobran ejemplos. Quienes seguimos sus pasos, lo sabemos. Quienes seguimos sus pasos, hasta hemos visto como eliminan tweets que les hubieran dejado en evidencia. Y observamos hasta cómo son capaces de ofrecer el micrófono a nazis que están ensangrentando las grietas abiertas de Europa. Estamos ante la evidencia, han dejado de lado la deontología para formar parte del ejército. Es no solo descorazonador, sino terrible. Si todo el mundo supiera lo que ha sucedido en Ucrania este siglo. Si todo el mundo pudiera ver cómo miles de soldados están cometiendo los crímenes más atroces…

Ayer me costó dormir. Me llegaron muchas imágenes. Muchos vídeos. Pero esta vez eran muy perjudiciales. Me retrotraen a los tiempos en los que los rebanacuellos atormentaron a Siria. Esta vez, incluso acostumbrado al horror de las guerras, resultaba más hiriente. Y había dos razones para ello. Por un lado el terror en sí, y el inmenso dolor de las víctimas. Y, por otro, la imposibilidad de darle la vuelta a la historia. La imposibilidad de hacer ver lo increíble, lo innombrable, lo escondido. Solo voy a escribir lo que sucedió en uno de ellos. “Un soldado ucraniano detiene a un hombre. Le interroga pidiéndole que le diga dónde están las posiciones rusas. No consigue respuesta. Coge un cuchillo y lo apuñala varias veces en sitios no letales. Al no hablar, decide clavárselo en el ojo. Sus chillidos son el espanto de nuestra era. Al final, muere sin remedio. Y el soldado que lo ejecuta decide gritar -Gloria a Ucrania-. El prisionero, era civil”.

Si. Pensaréis que en todos lados ocurre lo mismo. Pero olvidáis muchas cosas. Y una de ellas, importantísima, es saber cómo hemos llegado hasta aquí. Y os lo voy a recordar, hasta que os sangren los ojos. Si supierais lo que ha ocurrido en Ucrania, romperíais todas las televisiones y, probablemente, os enojaríais, muy mucho, con vuestros periodistas de referencia. Sencillamente, porque esa referencia es la base del desfalco. Porque la masacre no contada del Donbáss es una de las razones de la guerra. El Donbáss. El terror sobre un pueblo…

Seguir las narraciones ayuda mucho a comprender. Hasta tal punto, que cuando has hecho callo, necesitas dos telediarios para saber qué está sucediendo. Luego, vienen la reflexión, la recopilación y el contraste de información. Me excedo. Actualmente, con el callo ya tienes suficiente. No necesitamos ni dos días para intuir que lo que están contando, no es cierto. Dejamos evidencia de ello tantas veces que ya ni nos ruborizamos. Al comienzo de todo el operativo creado por los medios yo, personalmente, os lo escribí. Con claridad. Putin, nunca bombardeó ninguna central nuclear. ¿Os han llegado las radiaciones? ¿habéis sentido el impacto del uranio empobrecido en vuestras mejillas?. Lo único a lo que habéis llegado es a creer a pies juntillas todas las miserias que nos arrojan, como deshechos de sus digestiones monetarizadas. Ese ejemplo, es solo uno entre mil. Y tampoco voy a enumerar el parte plagado de imperdonables engaños con el que nos han sometido todas estas jornadas.

Solo me gustaría plasmar la importancia que tiene detenerse un minuto. La temible maquinaria con la que operan para tergiversar todo lo que acontece, avanza sin fisuras hasta cumplir su objetivo. La asombrosa facilidad con la que lanzan historias prefabricadas es tan prodigiosa que pueden hacerlo cada 24 horas, con la complicidad de la ingenuidad del televidente, y con el perfil domesticado del bochornoso ciudadano europeo, que se ha plegado a la barbarie con una facilidad inusitada. Es igual hablar de la central nuclear, del teatro, de la mujer embarazada, de Navalny o de los corredores humanitarios. Todo, es un absoluto circo del que formas parte. Y estás en la obligación de salir de él. Insisto. Solo tienes dos opciones. O te informas, o no tienes ningún derecho a promocionar el nazismo. Y en este preciso instante, dejarse llevar por la propaganda proucraniana es permitir el afianzamiento de una dictadura global sin precedentes. A no ser, claro está, que esa tristeza que recorre todo tu cuerpo también perviva cuando Palestina, Libia, Siria o Yemen son atacadas sin contemplaciones por los mismos que ahora abogan por la causa antirusa.

Lo siento. Hay que ser duros. Ya no son horas para contemplar el atardecer cuando el fuego ha invadido nuestro hogar. Europa no es un refugio para sus habitantes, y hay que hacer constar, sin dilación, que formamos parte de un coalición que está al borde del suicidio. Si no quieres formar parte de esta broma de muy mal gusto, hay que levantarse. Levantarse y alzar la voz. Porque dentro de unos años es posible que lo vayamos a recordar. Tienes la posibilidad de informarte. Si no lo haces, apresúrate a sentir el latido de la culpabilidad en tu nuca, como la sintieron muchos millones de alemanes después… Después de que ya fuera demasiado tarde.

Si. Estoy enojado. Y, a veces, triste. Procuro despertar cada mañana y trabajar sin que todo ello me afecte. Casi siempre lo consigo. Pero ayer, ayer vi cosas terribles. Y hoy, hoy no podía detenerme ante mis sensaciones. La obligación apremia. Esa labor que no hacen desde el periodismo hay que cubrirla, antes de que estallen la rabia, la impotencia y el dolor.

La prensa libre debería ser aquella que defiende al pueblo de las arbitrariedades de la política. De no ser así, ¿qué queda? Una férrea disciplina hacia el poder que acalla las voces de la sociedad. Es fácil constatar que la prensa está mediatizada, alquilada al mejor postor. Y como rehén que es de la banca, se desvive por ella. Recordemos la jornada posterior a la muerte de Emilio Botín. Todas las portadas se vistieron de rojo, de gala para arrodillarse ante su mesías.

Con el tiempo, sofisticados mecanismos han empeorado la situación, hasta tal punto que nuestros cerebros son ya el blanco de la OTAN. Y ahí vuelve a empezar todo, a desdoblarse la Historia. En recientes filtraciones hemos descubierto una nueva modalidad de guerra, y esta organización expone con pelos y señales en qué consiste. En resumidas cuentas, la Guerra Cognitiva formará parte del nuevo arsenal ideológico militar, con el único y claro objetivo de debilitar y eliminar al enemigo potencial, estabilizando su causa en su propia casa. Claro que la guerra psicológica es tan antigua como la humanidad, pero ahora está encapsulada en parámetros de vigilancia masiva, espionaje electrónico, análisis en tiempo real y operaciones militares encubiertas: en 2016, la OTAN incluye el ciberespacio como Dominio Militar, y en marzo de 2020 expone las tendencias militares de desarrollo para los próximos 30 años.

¿Pero, qué es la Guerra Cognitiva? Es muy sencillo. Es todo el conjunto de técnicas de las que se van a servir para hacer que las voluntades de los receptores coincidan con aquellas que se quieren “implantar”, a través de la alteración de los mecanismos cognitivos. Esta alteración, para que siga su curso con naturalidad y no sea invasiva, se realiza con métodos o fórmulas aparentemente no coercitivas, y de ese modo la manipulación, los análisis y los razonamientos influyen de tal modo que las víctimas terminan por pensar igual que sus verdugos. ¿No me digáis que no es genial? Todo el proceso termina por crear una confusión que incapacita a la ciudadanía para dirigir su ira hacia ese poder que nos está maltratando.

Y la munición que utiliza ese poder no será sino esa información elaborada hasta en su último detalle. El trabajo sucio se practica en todos los lugares y a cada instante, penetrando en todos los rincones y todos los órganos sociales, de la mano de unas políticas y de unas instituciones de las que se sirven para que la sociedad en su conjunto termine completamente “militarizada”.

Todo está perfectamente diseñado para que la posterior guerra narrativa asuma una única interpretación, con unos hechos (sin que importe lo más mínimo que sean verdaderos o falsos) que irán consolidando el guión completo, con su inicio, su nudo y su desenlace. E ir contra esta percepción global será ya una auténtica odisea. El estado de confusión atraviesa todo el entramado y hay una dificultad tremenda para recuperar la autoidentificación y luchar por las propias ideas. Las nuevas batallas se sirven de las nuevas tecnologías, con escenarios cambiantes que terminan por hacer de cada acontecimiento una compleja construcción que requeriría de análisis más distanciados. Pero esa distancia ya no existe, porque nuestros cerebros ya están en medio de su guerra.

Espero haber sido certero en este análisis, y se haya comprendido. Porque ahora, viene el broche final.

La OTAN ha subcontratado propaganda de guerra a un conjunto de empresas. Y así, cada segundo, todas las cadenas del mundo y al mismo tiempo divulgan las mismas imágenes con los mismos contenidos. La consigna, muy clara. El cuento, muy vendible; David contra Goliat y el mito de la resistencia ucraniana. La campaña, demoledora, con mensajes clave que van surcando por nuestras neuronas hasta que nos revelan el deseo de acabar con el enemigo.

Un ejército de estrategas y una inmensa red de medios vinculados a la inteligencia militar han hecho un trabajo extraordinario. Sin verificar en ningún momento toda la información que llega de Kiev, se va difundiendo la propaganda a través de empresas que trabajan directamente para el Ministerio de Asuntos Exteriores de Ucrania.

Todo con precisión y puntualidad. Parece ser que los directores de orquesta son Nicky Regazzoni y Francis Ingham, que con la inestimable ayuda de un sinfín de empresas difunden el acto propagandístico más vil acontecido útltimamente. En un proceso largo que resultaría tedioso de contar hay un eje vertebrador desde el cual se surte de información falsa a todo el mundo: desde el propio Ministerio ucraniano se distribuyen documentos y “noticias” que nos llegarán a través de los mil y un informativos.

Y he aquí el complot. Entre las construcciones de propaganda diseñadas a tal efecto tenemos el “bombardeo” de la maternidad o el bombardeo del teatro de Mariupol y, claro está, la tan manoseada información que se emitió sin parar durante varias jornadas ofreciendo la siguiente noticia: “Europa entera está al borde de un desastre nuclear. Las tropas rusas han comenzado a bombardear la planta de Zaporizhzhya, la más grande del continente”. Todo ello retransmitido incesantemente con el fin de construir y divulgar como “crímenes de guerra” los actos cometidos por los ejércitos rusos, incluidos, como no podía ser de otra forma, los continuos ataques a la población civil. No importa que todo sea mentira. Lo único que importa es que nuestros cerebros colapsen de comunismo, y encumbremos la causa ucraniana.

El apoyo público de los países occidentales es el reclamo. La casi completa adhesión de sus habitantes el triste resultado. Dan Cohen ha descrito muy bien cómo se ha realizado esta propaganda. Es necesaria la labor de mucha gente, pero como todos los medios son de los mismos acreedores, no ha resultado nada complicado. Hay otra figura muy importante en todo este entramado. Se llama Yaroslav Turbil, una especie de jefe de las comunicaciones estratégicas para globalizar toda la propaganda. Como siempre, un sujeto que ha trabajado en múltiples organizaciones de la “sociedad civil”, tan de moda en todos aquellos países donde el brazo armado americano pone a a su disposición todo lo necesario para desestabilizar hasta nuestros sueños.

Los servicios de inteligencia, a través de este entramado tan bien elaborado son capaces de hacer creer que hay refugiados de primera y de segunda, y lo hacen tan bien que hasta se te puede encoger el corazón cada vez que ves brillar el azul celestial de su bandera.

Hay que concentrarse. No sólo están destrozando nuestras vidas. Quieren hacernos partícipes de una jugada que hasta puede resultar delictiva, y en la que todos estamos siendo protagonistas. Y lo voy a decir por última vez. No quiero creer que colaborar con el nazismo sea ningún objetivo acertado. Resultados de una encuesta ofrecidos ayer muestran que siete de cada diez españoles ven con buenos ojos no solo formar parte de la alianza atlántica, sino que además apoyan el envío de armas. Y más de un ochenta por ciento temen a Rusia.

Espero, con el corazón en la mano, que no seas ninguno de ellos.

Paciencia joséluis, paciencia…

OTAN No, Bases Fuera


Pacifismo sin escrúpulos

Siendo el objetivo de la OTAN derribar su muro del este y el de Estados Unidos la adquisición de poder a cualquier precio, no son de extrañar sus incesantes movimientos para instaurar un nuevo proceso de control social y de sometimiento, cada vez más cerca del autoritarismo y de la supresión de derechos fundamentales.

Otra cosa es llegar a comprender la catarsis popular, que en nombre de un pacifismo televisado, adquiere tintes hegemónicos y de propaganda universal. Si no fuera por las tristes consecuencias que todo ello va a tener en un futuro muy cercano, los acontecimientos devienen inverosímiles y hasta cómicos.

Del mismo modo que millones de personas “padecieron” sufrimientos ostensibles durante el abandono de Afganistán por parte del imperio, y empatizaron como nunca con sus mujeres hasta el punto de querer traerlas a todas a nuestro occidente tan amigable, ahora las mismas personas vuelven a pasar por ese proceso de humanismo incontrolable, y quieren traer a todos los niños ucranianos para adoptarlos y ayudarles alejándoles del ruido de las bombas.

Del mismo modo que millones de mujeres siguieron la estela del me too, abanderadas por Hollywood y Femen, y decidieron salir a las calles y hacer la revolución sin exigir una verdadera transformación, ahora las mismas personas gritan a los cielos para que todas las palomas blancas aleteen con sus consignas antibélicas.

Del mismo modo que media población de repente se sintió ecologista y admiró el enorme trabajo de la juventud liderada por Greta Thunberg, y tomó la decisión de tomar las calles para cambiar el planeta (mientras las verdaderas líderes eran asesinadas sin contemplación alguna en Latinoamérica), ahora las mismas personas contraatacan señalando a Rusia sin miramientos.

Del mismo modo que la población europea se encandiló con un tal Obama, y aplaudió hasta con las orejas su triunfo electoral, a la búsqueda como estaba de líderes justos y poco agitadores (olvidándose milagrosamente de todas las guerras que provocó), ahora las mismas personas exigen con los corazones rotos la paz perpetua como si les fuera la vida en ello.

Del mismo modo que los medios señalan con el dedo, y la gente avanza a paso firme al lugar señalado, llegará un día en que perseguirán comunistas y algún que otro periodista despistado. Y llegará un día en que impondrán sus designios a la luz de la censura institucionalizada, y arropados por la mágica autocracia global saldrán a las calles a celebrar el triunfo de una nueva forma de tiranía, encubierta de mayorías de temerosa ignorancia.

En una de mis últimas intervenciones advertí con claridad que podíamos caer más bajo aún y, en el breve plazo de un mes, hemos caído al precipicio. Habitantes de todas las urbes piden la paz hasta en la cola de los supermercados, los estadios se llenan con las banderas ucranianas, las calles estallan con el estruendo de millones de voces contra las batallas, los gobiernos se apresuran a lanzar sus ayudas humanitarias, y los informativos…, los informativos arruinan nuestras vidas. “Acaba de comenzar una guerra”, y todas las campanas repican en las conciencias de las personas.

Esas personas… ¿Dónde habitaban hasta ayer? ¿Dónde escondían su rabia y su dolor? ¿Dónde depositaron sus palabras y sus miedos? ¿Dónde protestaron ante las tropelías? ¿Dónde escribieron de impotencia y doloridas? ¿Dónde olvidaron sus vergüenzas?

De la noche a la mañana, las mismas personas, todas y cada una de esas personas descubrieron que había una guerra, y que semejante despropósito no se podía tolerar. Emocionadas e impulsadas por un destello interior, y armonizando con un nuevo mundo, se despojaron de todas sus vestiduras y se encaminaron con paso firme hacia una nueva regeneración de sus vidas y el planeta. Y por todo ello, les estamos sumamente agradecidos. Y si no fuera porque no nos lo permiten, estamos a nada de exigir que el próximo premio nobel de la paz sea para todas ellas, como sorprendente labor humanitaria nunca vista hasta ahora.

Arremeter contra Putin se ha convertido en un deporte olímpico, pero no es más que una automatización de la mirada enquistada. Es tan sencillo lanzar dardos contra su diana como alabar, por ejemplo, la resistencia de un pueblo luchando por su vida. Las dos caras de la misma moneda. Las dos caras del desconocimiento.

Estados Unidos sale de nuevo indemne y, lo que es peor, reforzado en su inquebrantable carrera para que Europa se mutile, y Rusia se descomponga. Es una jugada tan malvada como planeada, pero la ciudadanía de este continente está maltrecha, herida por una afección informativa espartana. Incomprensible, pero real. La cultura del monopolio globalizador ha hecho estragos, y sus redes han atrapado hasta al austero lector de novelas de evasión. Lo vamos a pagar caro, muy caro.

De nada sirve que cien guerrilleros de las redes lleven años interceptando los mensajes que lanzan los políticos y sus amigos los periodistas desde sus guaridas, y los divulguen avisando de la catástrofe. De nada sirve que llevemos años mostrando, con toneladas de información y documentación los planes del imperio. De nada sirve gritar en medio del narcotizado aforo del capitalismo; el público se entretiene con todo aquello que se divulga, como pez hambriento en medio de un mar extenso y sin vida.

Se sale a los balcones con la misma facilidad con que uno se puede ir de compras. Y hoy, se habla de la guerra como si ayer no la hubiera. Siria, Sudán del Sur, República Centroafricana, Nigeria, República Democrática del Congo, Afganistán, Irak, Yemen… No. No hay guerras en el mundo. La primera desde 1945 es ésta de Putin. La más tenebrosa, la más escandalosa, la más impune.

Todo lo demás es un simple juego, una invención comunista para distraer a los conspiranoicos. No hay maldad en el mundo. Solo Rusia encierra una crueldad necesitada de cirugía. Pero estamos acostumbrados. Las cerillas alumbran más cuando toda la cajetilla se enciende al mismo tiempo. Y todo occidente está ahora mismo ebrio de luz, iluminada por la OTAN y los Estados Unidos de América. Siento cada vez más vergüenza del mundo que me rodea.

El 02 de mayo de 2014 fueron quemados vivos en Odesa, por los neonazis ucranianos, 36 miembros de organizaciones comunistas y de izquierda. Asesinados por los mismos grupos neofascistas que respalda Ucrania y, por tanto, la UE y EEUU. Quienes sobrevivieron en la Casa del Sindicato donde se produjeron los tristes sucesos, fueron enviados a prisión, acusados de terrorismo. Pero los pacifistas que ahora brotan como setas no olieron esos cuerpos calcinados, dado que sus informantes nada les dijeron.

En la charla que dimos en el Club de Amigos de la Unesco, Javier Parra, José Couso, Evgeny Evdokimov, Purificación G. De la Blanca y yo, el 28 de enero de 2017, denunciamos el acoso y derribo a Rusia. Hablamos de la estrategia del caos, del nuevo orden mundial, del papel de la OTAN y de otras muchas historias muy tristes. Lógicamente, no os contaron nada de esa charla en televisión. Pero quienes fueron, saben muy bien lo que allí aconteció. Saben muy bien que todo lo que hoy está sucediendo, es algo tan sencillo como un plan. Que viene de atrás, del lejano occidente. Y, lógicamente, no es que no nos pille desprevenidos, es que todo nos termina por hacer mucha gracia. Oliver Stone piensa lo mismo. Desde que produjo el documental sobre Ucrania del que ya dimos cuenta, está desterrado, por intentar ser un periodista. Julian Assange también sabe mucho de eso. Está encerrado, por intentar ser un periodista. Hace pocos días detuvieron en Polonia, en un pueblo fronterizo con Ucrania, al reportero vasco Pablo González, por intentar ser un periodista. De las millones de personas que éstos días están compungidas y clamando por el arresto de Putin no van a detener a nadie. Sencillamente, porque el bando de los buenos y de los demócratas está de parte de Ucrania.

Desde 2014 a 2022 se calcula que el gobierno de Kiev ha matado a unas diez mil personas en el Donbass, con continuas incursiones y bombardeos, sin que un solo medio de comunicación de masas nos informara de ello, sin que un tierno pacifista europeo clamara al cielo ante la barbarie. Una persecución contra una población olvidada por un dios nada poderoso.

El departamento de propaganda sabe de sobra cómo engañar a la población, cómo domesticar y cómo afianzar los valores adecuados para su causa. El goteo continuado de información antirrusa ha hecho de Europa, durante todo este siglo, un enjambre de ciudadanas y ciudadanos ejemplares, convirtiéndolos sutilmente en belicistas pro OTAN. Si, en auténticos belicistas, apadrinados por la histeria colectiva y el miedo, incendiando su lado amable y quebrado de información delictiva.

Para quienes llevan mucho tiempo luchando, de verdad, contra las guerras, el actual capítulo ucraniano es una especie de consolidación del final de una era. El telón ha caído, y un nuevo capítulo de nuestra historia comienza a abrirse paso. Sobre el escenario, las arenas movedizas europeas.

Como escribe Heden Delnz, Ucrania no es más que un caballo de troya introducido por los EEUU en la frontera, y éstos vuelven a abrirse paso colocando los cimientos para nuevas guerras en Europa (entre europeos), para que puedan salvar así su agonizante modelo capitalista. Pero eso sí, sin que caiga una sola bomba en su país, mientras nosotros nos destrozamos sumisos a sus consignas.

El primero de marzo Joe Biden ofreció su primer discurso del estado de la Unión: “Pasaremos esta prueba. Para proteger la libertad y la autonomía, para expandir la equidad y las oportunidades. Salvaremos la democracia”. Muy interesante. Los mismos que provocaron el cambio de gobierno en Ucrania y financiaron a grupos nazis y se sirvieron de ellos para sus propios propósitos nos dicen que van a salvar la democracia. Los mismos que la pasada semana trasladaron a unidades de combatientes de Al-Qaeda al frente ucraniano nos dicen que van a proteger la libertad. Y mientras, el mundo lo celebra. El mundo aplaude las restricciones, las amenazas, los embargos y las sanciones económicas, deportivas y culturales a Rusia. Estamos jugando con fuego, y Europa, sobre todo, está dando alas a un nuevo tipo de fascismo, que deambula de un lado para otro, a través de “grupos rebeldes” que son capaces de instalarse en las cúpulas del poder. Jugando con fuego.

OTAN No, Bases fuera

posdata con un poco de humor: La Federación Internacional Felina (FIFe, por sus siglas en francés) también se ha sumado a las sanciones contra Rusia y ha decidido imponer restricciones a los gatos criados en el país euroasiático.

En un comunicado, la entidad afirmó estar «conmocionada y horrorizada» por la operación militar rusa en Ucrania y que no podía quedarse de brazos cruzados. Por esa razón, decidió que a partir de este 1 de marzo «ningún gato criado en Rusia puede ser importado y registrado en los libros de pedigrí FIFe fuera» del territorio ruso.

Además, «ningún gato que pertenezca a expositores que vivan en Rusia podrán participar en ninguna feria organizada por la FIFe fuera».

Como han sugerido algunos internautas, estaría bien que Occidente imponga sanciones al viento del norte, que sopla a través de Rusia.


Cómo nos venden la moto

Hace ya mucho tiempo que Ignacio Ramonet y Noam Chomsky nos contaron con pelos y señales Cómo nos venden la moto”.Pero antes de que la población se sentara (de nuevo) a recapacitar un poco sobre ello, llegaron las grandes corporaciones ligadas a las redes sociales y a los medios de comunicación, y dieron por sentado que lo que nos hicieron llegar con ese sencillo y ameno libro no era nada comparado con lo que ahora estamos viviendo.

Me está resultando del todo inaudito ver cómo la población, casi en su integridad, está asumiendo con total naturalidad la propaganda vil que se está generando desde que un buen día a alguien se le ocurriera decir que vivimos en pandemia.

No voy a entrar en sus causas ni en ningún debate científico. A éstas alturas, ni me interesa ni me quedan fuerzas para ello. Bastante tenemos con lidiar la vida cotidiana con los destellos de la vacunación allí donde extiende sus alas.

No cabe duda alguna: nuestros gobiernos e instituciones nos están llevando en volandas por un camino que si por algo se caracteriza es por una clara utilización de la información como arma arrojadiza contra todo aquello que se mueve contra el pensamiento único.

En tiempos presentes no hay lugar para la reflexión. La distracción se ha convertido en un juego perverso y, en dicho juego, pueden entrar tanto las guerras como las batallitas del famoseo, las migraciones dolorosas o las reconciliaciones de parejas, las quinielas electorales o las vergüenzas de los partidos. Pero aunque a mucha gente le cueste creerlo, también nuestra salud forma parte de ese entretenimiento. Tanto que, a día de hoy, podemos concluir que no solo están jugando con nuestra salud sino que se están riendo de ella.

“Si se tiene el control absoluto de los medios de comunicación y el sistema educativo y los intelectuales son conformistas, puede surtir efecto cualquier política”. Y cualquier política es…, cualquier política. Yo, como profesor, puedo confirmar ruborizándome hasta la extenuación, que esta parcela de la administración para la que trabajo no solo está doblegada a unos intereses concretos, aún peor, está subordinada a ese ideario común que consiste en no tener ideas, y proyectar únicamente aquéllas que nos venden por televisión. Procurar invitar a la capacidad crítica y al diálogo es una pérdida de tiempo. Y si este pequeño detalle es una norma a mi alrededor, no quiero ni pensar lo que sucede más allá de los muros de los diferentes departamentos de la enseñanza. La situación es insostenible intelectualmente. Hemos llegado a tal punto que el debate es único e intransferible, y en ese debate han de participar solo los bienpensantes y todas aquellas personas cuyas palabras se inmolan antes de llegar a mancillar la imagen del poder. Y por muy abstracto que sea éste, siempre queda a salvo de todo enjuiciamiento.

Siguiendo con la lectura de ese certero ensayo arriba mencionado, nos dicen ambos autores que “el destacado teólogo y crítico de política internacional Reinold Niebuhr, conocido a veces como el teólogo del sistema, y gurú de George Kennan y de los intelectuales de Kennedy, afirmaba que la racionalidad es una técnica, una habilidad, al alcance de muy pocos: solo algunos la poseen, mientras que la mayoría de la gente, se guía por las emociones y los impulsos”. No puedo estar más de acuerdo, y no quiero erigirme en racionalista ni en ningún ser humano especial con ningún talento, tan solo quiero mostrar cómo se consolida esta idea y cómo se propaga sin parar. Yo tampoco estoy a salvo de las tormentas que acechan mis emociones, faltaría más. Pero creo que, a veces, me detengo.

Como lo estoy haciendo ahora, para ahondar en qué es lo que está sucediendo, y saber por qué a nuestro alrededor solo hay yermo.

Tal y como señalan, el furor ideológico del dogmatismo moderno no se detiene, y actualmente, está haciendo estragos con el denominado pensamiento único ***. Es tan denigrante la situación que no queda espacio para la disidencia. Y es tan grotesca la puesta en escena que solo pueden ser actores sociales aquellas personas capaces de fomentar el eco de sus palabras. No quiero dar nombres, aparecen siempre los mismos personajes cumpliendo a rajatabla el dictamen de la industria farmacéutica. Las vacunas son seguras, si no lo fueran, no las habríamos puesto en vuestras manos. Con ellas, salvamos a la población mundial de un desastre humanitario, y debemos confirmar una y otra vez que los beneficios superan a los riesgos.

Parece difícil llevar a todo un país a una guerra, pero es tan sencillo como dejarnos llevar por quien quiere la guerra. Y aunque creamos que no nos dejamos llevar, nos llevan en volandas. Raro es el pueblo que quiera justificar combate alguno, pero no hay pueblo que se salve de la inclemencia a la que nos someten los medios.

En un comienzo más tibio, pero con mayores dosis de ambigüedad, nos contaron pequeñas historias irreconciliables con la verdad. Llegaron a decir tantas cosas que necesitamos un archivo especial en el cerebro para recordarlo todo. El virus se contagiaba por tierra, mar y aire. Todas las superficies del mundo eran las enemigas a batir, y limpiar hasta la última mota de polvo se convirtió en el objetivo vital de miles de personas. Un día, me quedé petrificado ante la pantalla. Era la Sexta, y llegaron a dar porcentajes de la causa de contagio; el 60% de las veces resultaba ser por culpa de ese tipo de contacto. ¿De dónde sacaban esos datos? Era alucinante. Ahora resulta que es más que probable que no exista caso alguno de contagio por culpa de superficie contaminada alguna. Pasado el tiempo y todos conocemos la historia, la vacunación se ha convertido en el preciado elemento de venta. Y el proceso propagandístico es igual. Mentir o no decir la verdad ha sido el mantra que nos hemos visto obligados a tragar. Si hace dos años nos hubieran contado las mismas historias (sin los hechos que hasta ahora han ido ocurriendo), no se hubiera puesto la vacuna de Astrazeneca ni el director del hospital de mi comarca. Hoy, se la pone hasta el profesor de física y química. ¿Qué ha cambiado? La maquinaria no se detiene. Más bien, avanza y se hace más fuerte ante las adversidades.

La democracia es un sistema en el que los partidos que la sustentan están entrenados para trabajar al servicio de sus amos. Y si por alguna razón el entrenamiento falla o no da los resultados previstos, se cambia de discurso o de táctica, importando bien poco el sentido de ideología alguna. E importando, aún menos, las promesas o aquellas premisas que el electorado tuvo a bien respaldar en las últimas elecciones. La democracia, nuestra democracia, es un coladero de rentabilidad empresarial, en beneficio de unos pocos, y en claro detrimento de la mayoría absoluta.

Pero se fabrica opinión, igual que se pueden fabricar coches eléctricos, para que luzca mejor el escaparate de la modernidad. De tal forma que la ciudadanía cree tener la suya sin ser consciente de que su opinión no es más que el resultado del minucioso trabajo ejercido por miles de francotiradores a los que llaman periodistas, columnistas o tertulianos. Sin ellos, tendríamos alguna oportunidad de tocar el cielo. Con ellos, estamos bajo fuego enemigo tocando las puertas del infierno. Son el verdadero lastre del que primeramente nos deberíamos emancipar, antes incluso de hacerlo de la casa de nuestros padres.

¿Cuántos artículos habéis leído (en los medios más populares) poniendo en duda el patronazgo de la OMS o el discurso petrificado de nuestros mandatarios? Artículos duros, críticos, incisivos, que pongan en tela de juicio todo este proceso. Casi no existen. Y cuando aparecen, lo hacen porque los señores de arriba han abierto las puertas. Como ahora, que ante las reacciones tan evidentes que van apareciendo, no les queda otro remedio que decir algo al respecto. Decir nimiedades, para regresar al poco a cumplir con los objetivos marcados, alterando un poco el discurso, manipulando…

¿Cuántos informes oficiales reveladores de lo que está sucediendo os han analizado con precisión? Echarle un ojo a éste que publica el gobierno del Reino Unido recogiendo los casos de los efectos adversos de todas las vacunas.

La opinión…, o ese constructo consensuado para doblegar todos los posibles focos de protesta.

En un primer momento acordaron reunir al personal menor de 55 años para darle el premio a su fidelidad. Luego, y en base a rigurosos estudios realizados en tiempo récord, recomendaron ampliar el techo de edad, y las afortunadas serían todas aquellas personas que llegaran hasta los 65 años. Pero mira tú por donde que la ciencia avanzó tan rápido, que antes de darnos cuenta nos hicieron ver desde Alemania, siempre en la vanguardia de la investigación, que era preferible suministrar la suspensión inyectable solo a quienes hubieran franqueado la barrera de los 65 años. Y, al mismo tiempo, la Gran Bretaña, impulsora y productora de la vacuna en cuestión, apremiada por los increíbles resultados obtenidos en sus contundentes estudios decidió que los menores de 30 años mejor que se quedaran en casa, no fuera a ser que tuvieran un mal dormir.

Este fragmento, por si solo, sería suficiente para que la tropa de élite del periodismo mundial se parara a pensar un poco y escribiera los análisis más conflictivos existentes hasta hoy, pero ante la evidencia incuestionable de que todo va muy bien porque los beneficios superan a los riesgos, y ante la aclamada rueda de prensa ofrecida por la Agencia Europea del Medicamento (mostrando su absoluto respaldo al despropósito), el show televisivo sigue su curso.

La urgente necesidad de que en verano obtengamos el pasaporte sanitario, y respaldados por la increíble eficiencia de las demás vacunas, que éstas sí han sido testadas hasta con niños y niñas de todos los colores, tenemos como resultado que la industria farmacéutica hace y deshace a su gusto, los gobiernos bailan al son del más prepotente, y el pueblo…, el pueblo no despierta ni finalizado el toque de queda. Un certificado digital inteligente concedido como premio a la buena labor social, sin que importe lo más mínimo que un individuo vacunado pueda ser portador y transmisor de la infección, sin que importe en absoluto que no sepamos cuánto dura la inmunidad de la vacuna en cuestión, y sin que haya garantía de aptitud para viajar.

Todo, y mucho más, en el marco de una lógica sin precedentes. Falta de lógica que, al parecer, tampoco despierta un gran revuelo crítico entre los sesudos analistas que merodean los platós y los salones radiofónicos.

Estamos desprovistos de toda posibilidad de informarnos debidamente, a no ser que uno se proponga la ardua tarea de leer muchos documentos que están ahí, pero que los periodistas no leen porque no forma parte de su trabajo. Estamos a la deriva, y nos rescatan a golpes de emociones y responsabilidad. La palabra del año. Responsabilidad. ¿Cómo se contrarresta la dificultad de hacer creer a la población de que es bueno inyectarse con vacunas experimentales cuyas consecuencias están más allá de todo saber por muy científico que sea? Apelando a la responsabilidad personal de la ciudadana. Y este mensaje, tan hondo y entusiasta, llega al fondo de los corazones, y de la noche a la mañana, millones de personas se reconvierten con la nueva doctrina. Medio mundo asume que es su cometido ayudar a los demás, acepta con un sacrificio sin par tamaña obra, y se vacuna. Y lo hace, que duda cabe, por responsabilidad.

Pero no os creo. No os conozco, pero no os creo. He apelado a la responsabilidad conjunta miles de veces. Para no apoyar bajo ningún concepto la invasión de Libia, para defender a golpe de coraje la salida de la OTAN, para no cercar la pobreza en África, para ayudar al pueblo palestino, para desterrar a personajes como Guaidó, para no votar a partidos que nos empobrecen y oprimen, para abrir los ojos ante la política bélica de EEUU, para nombrar a Israel como merece, para promocionar el culto a la crítica, para esclarecer lo que acontece en Siria, para no rendir tributo a los “Cascos Blancos”, para depositar una mayor confianza en la paz, para resquebrajar el capitalismo, para incendiar las redes, y hasta para amar al prójimo…, pobre, inmigrante y sin horizonte. ¿Y sabéis cuál ha sido el resultado?. Exacto. Vacío absoluto. La tele no auspicia ni ensalza estos brotes perturbados que me caracterizan.

La tele, se dedica a otras cosas más complacientes con el engaño. Deseo recordar cómo fueron los comienzos de la propaganda; de la aprehensión de nuestras mentes y nuestros sentimientos. Y regreso de nuevo a Ignacio, a Noam, y a tantos otros que se han preocupado por hacernos ver cómo nos estafan: “Ocurrió bajo el mandato de Woodrow Wilson. Este fue elegido presidente en 1916 como líder de la plataforma electoral Paz sin victoria, cuando se cruzaba el ecuador de la Primera Guerra Mundial. La población era muy pacifista y no veía ninguna razón para involucrarse en una guerra europea; sin embargo, la administración Wilson había decidido que el país tomaría parte en el conflicto. Había por tanto que hacer algo para inducir en la sociedad la idea de la obligación de participar en la guerra. Y se creó una comisión de propaganda gubernamental, conocida con el nombre de Comisión Creel, que, en seis meses, logró convertir una población pacífica en otra histérica y belicista que quería ir a la guerra y destruir todo lo que oliera a alemán, despedazar a todos los alemanes, y salvar así al mundo.”

Creo que hay que tener un poco de cuidado, con todas esas corporaciones o grupos de poder que quieren salvarnos de las amenazas que perturban este mundo. La razón es muy sencilla; el mundo, sin ellos, ya está a salvo.

Y quizás, ya sea hora de terminar por hoy. “El jardinero fiel” ya pasó a la historia. Por aquél entonces, reaccionamos con pavor e indignación. Aquella aterradora verdad de las farmacéuticas anunciaba un mundo que se nos venía abajo, y estábamos agradecidos por saber cómo funcionaba éste. Pues bien, el mundo no ha cambiado, pero el guion de la película ahora es otro. Estaría bien que fuéramos capaces, aunque sea, de no dar crédito al pensamiento único, y considerar la opción de que, quizás, nos estén tomando el pelo.

Estaría bien que determinados colectivos, como al que pertenezco, hicieran valer la misma capacidad reflexiva y crítica que, en principio, exige a su alumnado. Estaría bien que antes de decir si a todo, digamos si a nuestra propia capacidad contestataria, esa misma que tantas veces aplaudimos en las salas de cine, embriagados ante la cruda realidad.

Lástima que aún nos quede un largo recorrido para dar rienda suelta a nuestra irrefrenable y deslumbrante responsabilidad.

*** ”¿Qué es el pensamiento único? La traducción a términos ideológicos de pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en especial, las del capital internacional. Se puede decir que está formulada y definida a partir de 1944, con ocasión de los Acuerdos de Bretton-Woods. Sus fuentes principales son las grandes instituciones económicas y monetarias –Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, Acuerdo General sobre Tarifas Aduaneras y Comercio, Comisión Europea, Banco de Francia, etc. (quiero añadir yo a la OMS)– quienes, mediante su financiación, afilian al servicio de sus ideas, en todo el planeta, a muchos centros de investigación, universidades y fundaciones que, a su vez, afinan y propagan la buena nueva. Esta es recogida y reproducida por los principales órganos de información económica y principalmente por las biblias de inversores y especuladores de bolsa –The Wall Street Journal, The Financial Times,The Economist, Far Eastern Economic Review, Agencia Reuter, etc.–que suelen ser propiedad de grandes grupos industriales o financieros. En casi todas partes facultades de ciencias económicas, periodistas,ensayistas y también políticos, examinan de nuevo los principales mandamientos de estas nuevas tablas de la ley y, usando como repetidores los medios de comunicación de masas, los reiteran hasta la saciedad sabiendo a ciencia cierta que, en nuestra sociedad mediática,repetición vale por demostración.”

Cuidaros!

OTAN NO, Bases Fuera

Colaboración para Iniciativa Debate y Ojos para la paz