Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.


Pacifismo sin escrúpulos

Siendo el objetivo de la OTAN derribar su muro del este y el de Estados Unidos la adquisición de poder a cualquier precio, no son de extrañar sus incesantes movimientos para instaurar un nuevo proceso de control social y de sometimiento, cada vez más cerca del autoritarismo y de la supresión de derechos fundamentales.

Otra cosa es llegar a comprender la catarsis popular, que en nombre de un pacifismo televisado, adquiere tintes hegemónicos y de propaganda universal. Si no fuera por las tristes consecuencias que todo ello va a tener en un futuro muy cercano, los acontecimientos devienen inverosímiles y hasta cómicos.

Del mismo modo que millones de personas “padecieron” sufrimientos ostensibles durante el abandono de Afganistán por parte del imperio, y empatizaron como nunca con sus mujeres hasta el punto de querer traerlas a todas a nuestro occidente tan amigable, ahora las mismas personas vuelven a pasar por ese proceso de humanismo incontrolable, y quieren traer a todos los niños ucranianos para adoptarlos y ayudarles alejándoles del ruido de las bombas.

Del mismo modo que millones de mujeres siguieron la estela del me too, abanderadas por Hollywood y Femen, y decidieron salir a las calles y hacer la revolución sin exigir una verdadera transformación, ahora las mismas personas gritan a los cielos para que todas las palomas blancas aleteen con sus consignas antibélicas.

Del mismo modo que media población de repente se sintió ecologista y admiró el enorme trabajo de la juventud liderada por Greta Thunberg, y tomó la decisión de tomar las calles para cambiar el planeta (mientras las verdaderas líderes eran asesinadas sin contemplación alguna en Latinoamérica), ahora las mismas personas contraatacan señalando a Rusia sin miramientos.

Del mismo modo que la población europea se encandiló con un tal Obama, y aplaudió hasta con las orejas su triunfo electoral, a la búsqueda como estaba de líderes justos y poco agitadores (olvidándose milagrosamente de todas las guerras que provocó), ahora las mismas personas exigen con los corazones rotos la paz perpetua como si les fuera la vida en ello.

Del mismo modo que los medios señalan con el dedo, y la gente avanza a paso firme al lugar señalado, llegará un día en que perseguirán comunistas y algún que otro periodista despistado. Y llegará un día en que impondrán sus designios a la luz de la censura institucionalizada, y arropados por la mágica autocracia global saldrán a las calles a celebrar el triunfo de una nueva forma de tiranía, encubierta de mayorías de temerosa ignorancia.

En una de mis últimas intervenciones advertí con claridad que podíamos caer más bajo aún y, en el breve plazo de un mes, hemos caído al precipicio. Habitantes de todas las urbes piden la paz hasta en la cola de los supermercados, los estadios se llenan con las banderas ucranianas, las calles estallan con el estruendo de millones de voces contra las batallas, los gobiernos se apresuran a lanzar sus ayudas humanitarias, y los informativos…, los informativos arruinan nuestras vidas. “Acaba de comenzar una guerra”, y todas las campanas repican en las conciencias de las personas.

Esas personas… ¿Dónde habitaban hasta ayer? ¿Dónde escondían su rabia y su dolor? ¿Dónde depositaron sus palabras y sus miedos? ¿Dónde protestaron ante las tropelías? ¿Dónde escribieron de impotencia y doloridas? ¿Dónde olvidaron sus vergüenzas?

De la noche a la mañana, las mismas personas, todas y cada una de esas personas descubrieron que había una guerra, y que semejante despropósito no se podía tolerar. Emocionadas e impulsadas por un destello interior, y armonizando con un nuevo mundo, se despojaron de todas sus vestiduras y se encaminaron con paso firme hacia una nueva regeneración de sus vidas y el planeta. Y por todo ello, les estamos sumamente agradecidos. Y si no fuera porque no nos lo permiten, estamos a nada de exigir que el próximo premio nobel de la paz sea para todas ellas, como sorprendente labor humanitaria nunca vista hasta ahora.

Arremeter contra Putin se ha convertido en un deporte olímpico, pero no es más que una automatización de la mirada enquistada. Es tan sencillo lanzar dardos contra su diana como alabar, por ejemplo, la resistencia de un pueblo luchando por su vida. Las dos caras de la misma moneda. Las dos caras del desconocimiento.

Estados Unidos sale de nuevo indemne y, lo que es peor, reforzado en su inquebrantable carrera para que Europa se mutile, y Rusia se descomponga. Es una jugada tan malvada como planeada, pero la ciudadanía de este continente está maltrecha, herida por una afección informativa espartana. Incomprensible, pero real. La cultura del monopolio globalizador ha hecho estragos, y sus redes han atrapado hasta al austero lector de novelas de evasión. Lo vamos a pagar caro, muy caro.

De nada sirve que cien guerrilleros de las redes lleven años interceptando los mensajes que lanzan los políticos y sus amigos los periodistas desde sus guaridas, y los divulguen avisando de la catástrofe. De nada sirve que llevemos años mostrando, con toneladas de información y documentación los planes del imperio. De nada sirve gritar en medio del narcotizado aforo del capitalismo; el público se entretiene con todo aquello que se divulga, como pez hambriento en medio de un mar extenso y sin vida.

Se sale a los balcones con la misma facilidad con que uno se puede ir de compras. Y hoy, se habla de la guerra como si ayer no la hubiera. Siria, Sudán del Sur, República Centroafricana, Nigeria, República Democrática del Congo, Afganistán, Irak, Yemen… No. No hay guerras en el mundo. La primera desde 1945 es ésta de Putin. La más tenebrosa, la más escandalosa, la más impune.

Todo lo demás es un simple juego, una invención comunista para distraer a los conspiranoicos. No hay maldad en el mundo. Solo Rusia encierra una crueldad necesitada de cirugía. Pero estamos acostumbrados. Las cerillas alumbran más cuando toda la cajetilla se enciende al mismo tiempo. Y todo occidente está ahora mismo ebrio de luz, iluminada por la OTAN y los Estados Unidos de América. Siento cada vez más vergüenza del mundo que me rodea.

El 02 de mayo de 2014 fueron quemados vivos en Odesa, por los neonazis ucranianos, 36 miembros de organizaciones comunistas y de izquierda. Asesinados por los mismos grupos neofascistas que respalda Ucrania y, por tanto, la UE y EEUU. Quienes sobrevivieron en la Casa del Sindicato donde se produjeron los tristes sucesos, fueron enviados a prisión, acusados de terrorismo. Pero los pacifistas que ahora brotan como setas no olieron esos cuerpos calcinados, dado que sus informantes nada les dijeron.

En la charla que dimos en el Club de Amigos de la Unesco, Javier Parra, José Couso, Evgeny Evdokimov, Purificación G. De la Blanca y yo, el 28 de enero de 2017, denunciamos el acoso y derribo a Rusia. Hablamos de la estrategia del caos, del nuevo orden mundial, del papel de la OTAN y de otras muchas historias muy tristes. Lógicamente, no os contaron nada de esa charla en televisión. Pero quienes fueron, saben muy bien lo que allí aconteció. Saben muy bien que todo lo que hoy está sucediendo, es algo tan sencillo como un plan. Que viene de atrás, del lejano occidente. Y, lógicamente, no es que no nos pille desprevenidos, es que todo nos termina por hacer mucha gracia. Oliver Stone piensa lo mismo. Desde que produjo el documental sobre Ucrania del que ya dimos cuenta, está desterrado, por intentar ser un periodista. Julian Assange también sabe mucho de eso. Está encerrado, por intentar ser un periodista. Hace pocos días detuvieron en Polonia, en un pueblo fronterizo con Ucrania, al reportero vasco Pablo González, por intentar ser un periodista. De las millones de personas que éstos días están compungidas y clamando por el arresto de Putin no van a detener a nadie. Sencillamente, porque el bando de los buenos y de los demócratas está de parte de Ucrania.

Desde 2014 a 2022 se calcula que el gobierno de Kiev ha matado a unas diez mil personas en el Donbass, con continuas incursiones y bombardeos, sin que un solo medio de comunicación de masas nos informara de ello, sin que un tierno pacifista europeo clamara al cielo ante la barbarie. Una persecución contra una población olvidada por un dios nada poderoso.

El departamento de propaganda sabe de sobra cómo engañar a la población, cómo domesticar y cómo afianzar los valores adecuados para su causa. El goteo continuado de información antirrusa ha hecho de Europa, durante todo este siglo, un enjambre de ciudadanas y ciudadanos ejemplares, convirtiéndolos sutilmente en belicistas pro OTAN. Si, en auténticos belicistas, apadrinados por la histeria colectiva y el miedo, incendiando su lado amable y quebrado de información delictiva.

Para quienes llevan mucho tiempo luchando, de verdad, contra las guerras, el actual capítulo ucraniano es una especie de consolidación del final de una era. El telón ha caído, y un nuevo capítulo de nuestra historia comienza a abrirse paso. Sobre el escenario, las arenas movedizas europeas.

Como escribe Heden Delnz, Ucrania no es más que un caballo de troya introducido por los EEUU en la frontera, y éstos vuelven a abrirse paso colocando los cimientos para nuevas guerras en Europa (entre europeos), para que puedan salvar así su agonizante modelo capitalista. Pero eso sí, sin que caiga una sola bomba en su país, mientras nosotros nos destrozamos sumisos a sus consignas.

El primero de marzo Joe Biden ofreció su primer discurso del estado de la Unión: “Pasaremos esta prueba. Para proteger la libertad y la autonomía, para expandir la equidad y las oportunidades. Salvaremos la democracia”. Muy interesante. Los mismos que provocaron el cambio de gobierno en Ucrania y financiaron a grupos nazis y se sirvieron de ellos para sus propios propósitos nos dicen que van a salvar la democracia. Los mismos que la pasada semana trasladaron a unidades de combatientes de Al-Qaeda al frente ucraniano nos dicen que van a proteger la libertad. Y mientras, el mundo lo celebra. El mundo aplaude las restricciones, las amenazas, los embargos y las sanciones económicas, deportivas y culturales a Rusia. Estamos jugando con fuego, y Europa, sobre todo, está dando alas a un nuevo tipo de fascismo, que deambula de un lado para otro, a través de “grupos rebeldes” que son capaces de instalarse en las cúpulas del poder. Jugando con fuego.

OTAN No, Bases fuera

posdata con un poco de humor: La Federación Internacional Felina (FIFe, por sus siglas en francés) también se ha sumado a las sanciones contra Rusia y ha decidido imponer restricciones a los gatos criados en el país euroasiático.

En un comunicado, la entidad afirmó estar «conmocionada y horrorizada» por la operación militar rusa en Ucrania y que no podía quedarse de brazos cruzados. Por esa razón, decidió que a partir de este 1 de marzo «ningún gato criado en Rusia puede ser importado y registrado en los libros de pedigrí FIFe fuera» del territorio ruso.

Además, «ningún gato que pertenezca a expositores que vivan en Rusia podrán participar en ninguna feria organizada por la FIFe fuera».

Como han sugerido algunos internautas, estaría bien que Occidente imponga sanciones al viento del norte, que sopla a través de Rusia.


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Caos

Breves

Cuando un suicida arde, ya es demasiado tarde para apagarlo. Hay que combatirlo allí donde se produce: en las fábricas escondidas y polvorientas subvencionadas por la globalización y que vienen a llamar agencias de espionaje. Incluso desde las embajadas promocionan la desestabilización, y lo que podía ser diplomacia se convierte en el prostíbulo del terrorismo.

Hoy despierto frecuentando el desasosiego del infortunio. No para mi, sino para esas millones de personas que viven a expensas de que su dado haya volcado sin que arista alguna haya podido detener el estruendo.

Por momentos me gustaría que todos viviéramos allí, y a nuestro regreso volviéramos hieráticos, golpeados por esta desafección que no quiere comprender al otro, ni tan siquiera en el desgarrador lamento del abandono.

Somos un incontrolable desperfecto humano. Y no merecemos el más mínimo recuerdo para ningún pasado. Libia, Siria, Venezuela, Yemen, Palestina… Perdonad tanta infamia, pero nuestras democracias son así, el alimento para una nueva tragedia.

Photo by joséluis vázquez domènech

 


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La violencia como estrategia: 04

Desestabilización programada y violencia

¿Os imagináis que dadas las circunstancias el pueblo acuerda lanzar una ofensiva contra el Estado, y éste decide acudir al combate con derecho a su legítima defensa? A modo más que simbólico ésta metáfora tiene su presencia en nuestro entorno, y viene a darse cada vez con más frecuencia y con un talante más sofisticado en aquellos territorios donde se dice que la modernidad ha llegado. La abstención es el arma popular que se extiende como la lava cada vez que una nueva erupción estalla en el seno de los gobiernos. Y ante esa decisión no se resquebraja institución alguna, bien al contrario, todo se mantiene en su sitio y nadie notifica el más mínimo arrepentimiento. Porque esa es su “legítima defensa”, mostrar que el pueblo ha decidido y que todo ha de proseguir igual, sin que medie consideración alguna. En esta breve reseña ha de quedar constancia de que alguien, con muy buenos modales pero con una acritud endiablada, nos ha tendido una trampa.

El conflicto deja de lado a los dos contendientes y deja de ser real por inadmisible, y lo que parecía una necesaria emergencia, librarnos de todo Estado opresor y coercitivo, se vuelve en contra nuestra. Gracias a inigualables reglas del juego un intermediario se yergue como máximo protagonista, y en su seno es donde se librará la batalla. Los dos polos quedan imantados por lo que llamamos democracia, y quien debía ser afluente de aguas cristalinas, es sin darnos cuenta el colector de todos los residuos.

El alcantarillado público, con las administraciones al frente y con los ministerios a buen recaudo, se conecta a través de infinidad de ramales con todos y cada uno de los habitantes, del centro y de las periferias. Esto se produce de tal modo que a cada una de nuestras casas (incluso a las chabolas), conexión mediante, llegan normas universales que emanan de la popular soberanía. Pero casualmente no resultan del agrado de las mayorías.

¿Será posible? Lo que parecía un ajuste de cuentas entre dos, pasa por arte de magia a ser una riña continuada entre todos. Entre todos nosotros que, enmarcados tras el bello retrato político, no podemos dar crédito a tanta debacle. Y cuando hasta la ilusión se despeña, nos miramos, nos diferenciamos, y nos restregamos. Y es entonces cuando observamos el mapa y terminamos por creer que somos muchos, que la tierra no da para todos, que la riqueza no llega, y que por el trabajo se deja uno la vida.

El conflicto está a ras de suelo, bajo nuestras pisadas. Nos han otorgado el falso poder de elección y cuando comenzamos a ser conscientes del juego, estalla la violencia.

Pero para entonces la estrategia imperial ya está servida. La visión policial del mundo retiene en sus mazmorras de vigilancia activa no sólo aquello que viene sucediendo desde tiempos inmemoriales, sino también aquello que va a acontecer. Y si no va cumpliéndose como “se esperaba”, se articularán todos los instrumentos para que así sea.

Photo by Joséluis Vázquez Domènech

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La campaña violenta trazada ofrece normalmente dos alternativas:

  1. Se puede dejar en manos interesadas la capacidad de maniobra necesaria para que cunda el pánico, bien en un barrio periférico, en un territorio por conquistar, o en un país entero. Esta forma de obrar está presente y latiendo en el mundo con una fuerza sobrecogedora, y resulta imposible desenmascarar el centro neurálgico del embate, sencillamente porque diferentes grupos de presión son capaces de cotizar al alza un maniquí disuasorio que luego se tornará en enemigo visceral.

La mano que te da de comer puede pasar a ser la que apriete el gatillo en el momento menos inesperado. Cuestión de logística y de turbación complementaria.

Sería un arduo trabajo recopilar la infinidad de casos donde una desestabilización programada incide en futuras intervenciones políticas para seguir con el control exhaustivo de la población civil y, sobre todo, de sus riquezas naturales. Son muchas ya las investigaciones realizadas para determinar con claridad cómo unos pocos intervienen en nuestras vidas para llevarse nuestras propiedades y, una vez colapsada la opción de continuidad, dejadnos con los excrementos de una tierra ya baldía.

  1. América Latina sabe mucho de eso, demasiado. Y sin que todo ese proceso culmine, porque siempre ronda el imperialismo ciego para dinamitar allá donde encuentra cualquier grieta, hay que añadirle la violencia añadida, ese experimento cotidiano que protagonizan los ejes del poder sin compasión, y cada vez con menor sutileza.

Como si no fuera poco interferir del modo que lo hacen, desde altas instancias y de forma  casi generalizada parece instalarse entre nosotros la nueva fase de agresividad, propagando el dolor y la muerte sin que medie razón alguna. Y la estandarización del miedo es ya la segunda alternativa de la campaña, como si de un elaborado plan de marketing se tratara.

Y en este punto surge el gran interrogante sobre la presencia de la violencia infiltrada con vehemencia desde las cloacas del Estado, perforando el desarrollo de cualquier democracia y aniquilando las escasas posibilidades que quedaban para que ésta emergiera.

Nos situamos. El abstracto monopolio de una lucha sin cuartel contra el pueblo es delirante. Y ha llegado hasta tal punto que considerar ese menosprecio como un proceso anecdótico ha dejado de ser admisible.

La incorporación de la violencia  a las normas sociales ha sido el primer eslabón para convivir con ella, y para dotar al sistema de una razón de fuerza mayor a la que se pliega, consolidando su necesidad rampante.

No es difícil observar cómo se extiende el ánimo arrebatado y enfurecido a través de todos los canales, hasta instalar en nuestros cerebros el chip del enfrentamiento como elemento natural de nuestra especie. Y todo porque la violencia… se estimula.

La propia globalización y sus enormes repercusiones en lo que podemos denominar nuevos focos de pobreza es solo parte de todo un entramado difícil de digerir sin sentir los ánimos angustiados. Pero donde más hierve la inquina es a través de los medios de comunicación, auténticos promotores de un trauma colectivo que nos sumerge en un escenario nada improvisado.

Un informativo cualquiera en casi todos los rincones del mundo pretende generar audiencia, y como si se tratara de un show más nos somete a la vulgarización de los hechos más terribles y difíciles de asimilar. Sin que importe mucho la localización del suceso, podemos pasar de un tren descarrilado en Corea a una inundación en Perú en dos segundos, o de una avalancha en una discoteca de India a un incendio en una fábrica pirotécnica en China. No nos dejan observar los acontecimientos, solo mirar, sin detenernos, y presenciar miles de secuencias de sangre derramada y polvorienta anquilosados en la costumbre.

Si, la globalización. No existe mejor obra para que de manera subliminal nos mande mensajes favorables al capitalismo más ruin e incómodo. Y tras ella la ofrenda al mercado de valores, al dinero inexistente que atropella los silencios de nuestros sueños.


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De viaje

Breves: Travesías

He semidespertado porque aún no sé si he dormido. Un rumor continuo me invade y decido incorporarme. Creo estar en un gran centro comercial, y cientos de personas están llegando a este punto de desencuentro que ha ido abriendo sus puertas a las tres de la mañana. Bebés y ancianos en sillas de ruedas también participan del evento, y los rostros de cansancio (como si todos hubiésemos sido fumigados por algún elemento extraño) son el resultado final de un pequeño via crucis que decidimos protagonizar. Starbucks, Pret a manger o World dutty free son solo algunos de los letreros que visualizo mientras escribo estas tediosas palabras, antes de dirigirme a ese panel de salidas por el que todos parecen suspirar. La puerta de embarque número 54 es mi próxima batalla, la continuación de una agonía que no parece tener fin. Ya en el pasillo que me asignan miro hacia arriba y me encuentro con un nuevo regalo: «10 minutes walk to gates».

En casi todo el recorrido no podemos ver ni el sol ni el nudo que todos llevamos dentro de nuestros estómagos, habitando un capítulo más de un capitalismo que ya ha conseguido globalizar aquellos aviones que parecían ser privilegio para unos pocos. Y ahora me froto los ojos, interrogándome sobre este amanecer a destiempo (desdibujado), agotado por una travesía que me consume. 

Photo by Joséluis Vázquez Domènech

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Attenberg

¿No sabes que hacer éste fin de semana? Te invito al cine

Attenberg

¿Está el mundo virtual y tecnificado posibilitando que toda comunicación humana carezca aparentemente del significado que antes le otorgábamos? La directora griega Athina Rachel Tsangari nos lleva a dicho interrogante, procurando explorar unas relaciones humanas determinadas por la soledad. El modelo industrial neoliberal y la globaliación son un marco que ya presagia esa crisis en una Grecia sumida en una crisis llena de melancolía. Buscando, en la sexualidad y en las puertas de emergencia. Agradezco su propuesta, y comprobar cómo nos deslizamos sintiéndonos o no, integrados en nuestra sociedad. Notable película, para escapar a Grecia y descubrir otras miradas.

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Título original, Attenberg
Año, 2010
Duración, 95 min.
País,  Grecia
Director, Athina Rachel Tsangari
Guión, Athina Rachel Tsangari
Fotografía, Thimios Bakatatakis
Reparto, Ariane LabedGiorgos LanthimosVangelis MourikisEvangelia Randou
Productora, Greek Film Center / Stefi S.A. / Boo Productions / Haos Films / Faliro House Productions
Género, Drama
Web Oficial, http://www.attenberg.info
Sinopsis
Marina (Ariane Labed), una chica de 23 años, vive con su padre, un arquitecto, en una pequeña ciudad industrial experimental en la costa. Marina se siente extraña y repele todo contacto con la especie humana, con la que no se identifica. Se entretiene escuchando canciones, viendo los documentales de David Attenborough, y asistiendo a las clases de educación sexual de su única amiga, Bella (Evangelia Randou). Un día, un desconocido llega a la ciudad, justo cuando el padre de Marina se prepara para despedirse de un siglo XX que considera «sobrevalorado». 
Premios
2010: Festival de Venecia: Mejor actriz (Ariane Labed)2011: BAFICI: Mejor Director


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Individualidades en Red

O cómo vamos al encuentro de las nuevas formas de comunicación

Charla sobre la Comunicación. Civivox San Jorge. Pamplona. 17 marzo. 19’00

No paramos de hacer, y no hay lugar ni espacio para contarnos, para sentirnos y batirnos. Casi nada nos contiene, y se nos escapan las estaciones para detenernos y comunicarnos. El mundo se presenta ante nosotros repleto de recursos, y nos abruman con ingentes cantidades de ensoñaciones y recreos.

Creemos que sí, pero no. Estamos, como dice Ernesto Sábato,  abstraídos de la sociedad de las relaciones humanas y nos acoplamos a la cotidianeidad de nuestras vidas. De la televisión a las pantallas táctiles una multitud mira atentamente. Lo importante es ver, y creernos cómo estamos conectados a través de ese ver, que no es mirar. Observamos un universo creado por unos pocos y en la redistribución del microespacio que nos asignan residimos involucrándonos en una realidad que, en cierto sentido, carece de verdad.

Alejándonos; porque la calidad de vida no se determina por el dinero y aquello de lo que  dispongo, más bien por el tiempo que me queda para disponer y la compañía con la que he de rehacer (restaurar todo aquello que perdí mientras buscaba el camino de mis fondos y perdía aliento al regresar).

Con una facilidad que debería hacernos interrogar accedemos a todo, y convencidos de una mejora en la calidad de nuestras vidas somos capaces de olvidar con quien hablé ayer… ¿En qué red social, comunicándome sin descanso, perdí a mi interlocutor? ¿Dónde delegué el sonido de la lluvia, del viento y de los mares? ¿Quién me sigue, sin tan siquiera saber quién soy?

Es posible que nuestro sentido de la independencia haya hecho olvidar la importancia que conlleva estar pendiente de aquello que nos rodea y, sobre todo, de quienes nos rodean. Los vínculos se van fragmentado, y la globalización termina por descentralizarnos y sumirnos en su despreocupada uniformidad.

Las nuevas herramientas de comunicación asemejan la puerta de salida de emergencia a nuestras soledades o incluso nuestras carencias, pero se convierten sin esfuerzo alguno en un nuevo plan de fuga, en una mayor prolongación de nuestro individualismo.

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

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Los nuevos lazos que se enumeran por seguidores no contrarrestan nuestra debilidad; la afianzan. El super yo sale fortalecido y los primeros brotes de éxtasis te conmueven cuando ya son cien quienes han decidido rastrear en tu camino. Cuando son mil, llega una primavera que brota flores desde el estómago. Popularidades inanimadas de distracción masiva.

¿Nos encontramos realmente con los demás? ¿Sabemos de la vida de los otros? ¿Estamos al corriente? Todo parece indicar que hay una adulterada articulación que patrocina el acceso masivo a la información. Y corremos el serio peligro de convertirnos en nuestros propios impostores, disfrazados de identidades temerosas llenas de insuficiencias. ¿Quién desea habitar una pantalla pudiendo lucrarnos con nuestros sentidos? 

Las fronteras de la identidad se están puliendo en beneficio de una sospechosa transformación hacia la prosperidad otorgada por las nuevas tecnologías.

Nuestras cualidades subjetivas ganadas a pulso en ese arduo trabajo de interconexión se erigen en pórtico, posiblemente, hacia un deseo de  existencia con mayores posibilidades. Mas no queda mucho por comunicar en ese entorno de recelo y desconfianza y, al final de la jornada, regresamos postrados al punto de partida.

El mayor peligro consiste en quedarnos atrapados en la inconsciencia de una estrategia que maquilla la vida. Sospechamos que algo va mal, pero no terminamos de comunicarnos, tal vez porque ya nos hemos conformado con ser y estar con los demás a través de éstos medios.

La saturación y la inmediatez son un contenido hueco. Nos hemos exiliado de la capacidad de profundizar, reflexionar y contemplar el mundo desde una perspectiva individual y crítica. Y somos ya un animal globalizado, sumisos a cada nueva irrupción de las ciencias “aplicadas” en perfectas técnicas de interiorización de lo banal. Creemos meditar consumiendo información, pero apenas si somos capaces de cultivar un poco de sabiduría.

Las formas de pensamiento han sufrido un cambio drástico, y con ello, un nuevo modelo de comprensión y aprehensión de la realidad. Modelo que lógicamente ha comportado una progresiva transformación de las formas comunicativas.

En el deseo de constatar este cambio no se pretende difundir una idea “criminalizada” de las sucesivas corrientes tecnológicas, sino interrogarnos sobre las alternativas de uso que habremos de tener con ellas.  En la razón del presente artículo sí mantenemos serias dudas sobre la hipotética relación entre el progreso, la fingida democratización, y el bienestar.

Salir al encuentro constante de emociones en las actuales condiciones moldeará un nuevo estado de cibermalestar, en el que la dispersión y la siempre inconclusa satisfacción terminarán por adentrarnos en el laberíntico y agotador proceso de búsqueda.

Publicado en http://www.ssociólogos.com 

Individualidades en la Red (o cómo vamos al encuentro de las nuevas formas de comunicación)