Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.


Con-tacto

Una nueva colaboración para «la ignorancia crea»

Se le olvidó acariciar. No es que antes fuera una eminencia en las aproximaciones corporales, pero era capaz de distinguir una anémona de un lunar. Me dijo no recordar, cuándo fue la última vez que encalló en algún puerto seguro, y presentí que cansada de transitar de boca en boca se abandonó. Pero lejos de aparentar esa añoranza que dibuja el deseo anhelado, estaba extrañamente sosegada, apartada (digámoslo así) del círculo vicioso que representa la maquinaria sin par del reconocimiento. Yo siempre la imaginé fuera del tiempo, y no tanto por su distraída percepción del momento, sino por esa querencia inconsciente de querer abstraerse a través de la más mínima grieta.

En el fondo, se sentía tranquila, tan solo impaciente por quedarse sola, arrinconada como decía ella, por algún libro que otro, por algún delirio ultrasensorial que hace tiempo era incapaz de sentir con ningún hombre. Trasladaba sus apetitos a las páginas perfumadas con algunas reflexiones que humedecían sus pensamientos, a la pantalla de su televisor con alguna película que la afligía, o a alguna canción que, dadas las circunstancias, hasta la alegraba.

Definitivamente, vivía también esa contradicción que se había instalado dentro de las murallas que había levantado Occidente. Por un lado no quería saber nada del mundo en general y, bastante poco, de alguien en particular y, por otro, añoraba el olor de la contienda, el aroma de algún rastro que mereciera la pena.

Pero a estas alturas, dado que casi nada ni casi nadie merecían la pena, optó por el sendero inmaterial, por los astros y algún universo muy poco celestial. Y claro está, por el más allá. Porque más acá, se sentía enjaulada, y muchas veces incluso despreciada. Ese tipo de desprecio parecido al de sentirse melocotón en almíbar en una estantería cualquiera.

Había olvidado hasta socializar; ya no había aroma, repetía. La pérdida definitiva del eslabón que aún nos mantenía próximos a la evolución la invitaba a aislarse sin concesiones. Las nuevas tecnologías que no eran tal a los pocos meses oprimían su pecho y respiraba humanidad a duras penas. Solía expresar sin tapujos y, normalmente, con dos vinos de menos, que prefería una bolsa de pipas a desembolsar su trascendencia una noche entera.

Desayunaba sola. Lo venía haciendo así desde el preciso instante en el que el cambio climático perforó sus ovarios. Hasta hoy, que lo ha hecho conmigo. Tomar un café y acariciar mi mano. En silencio. Al parecer, lo último que debemos olvidar es -a pesar de todo-, el contacto humano.


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Caos

Breves

Cuando un suicida arde, ya es demasiado tarde para apagarlo. Hay que combatirlo allí donde se produce: en las fábricas escondidas y polvorientas subvencionadas por la globalización y que vienen a llamar agencias de espionaje. Incluso desde las embajadas promocionan la desestabilización, y lo que podía ser diplomacia se convierte en el prostíbulo del terrorismo.

Hoy despierto frecuentando el desasosiego del infortunio. No para mi, sino para esas millones de personas que viven a expensas de que su dado haya volcado sin que arista alguna haya podido detener el estruendo.

Por momentos me gustaría que todos viviéramos allí, y a nuestro regreso volviéramos hieráticos, golpeados por esta desafección que no quiere comprender al otro, ni tan siquiera en el desgarrador lamento del abandono.

Somos un incontrolable desperfecto humano. Y no merecemos el más mínimo recuerdo para ningún pasado. Libia, Siria, Venezuela, Yemen, Palestina… Perdonad tanta infamia, pero nuestras democracias son así, el alimento para una nueva tragedia.

Photo by joséluis vázquez domènech

 


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Despertar

Breves:

Es probable que cualquier día te levantes y veas la soledad más cerca que nunca. No hace falta que nadie te haya abandonado, bastará con que te des cuenta de que no es temprano para reencontrarse con uno mismo. Entonces, comenzarás a recobrar parte del sentido, pero probablemente el sentido que te queda estará tan dañado que querrá rechazar tu atrevimiento. Esa lucha, no lo olvides, será el dilema que hayas de resolver, antes de quedarte dormido de nuevo.

Picture Taghreed Albaqshi

Picture Taghreed Albaqshi


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La balada de Narayama

¿No sabes que hacer éste fin de semana? Te invito al cine

Narayama Bushi-ko

Nuestras vidas son como pequeñas narraciones que van representando nuestra visión del mundo. La historia que planteamos hoy abre un debate ético ante una problemática que a nuestros ojos se nos revela dificilmente asumible. El abandono de una anciana en las cumbres del monte Narayama nos obliga a verlo con los estrictos criterios de supervivencia existentes en una pequeña aldea japonesa. Pero paralelamente nos traslada a interrogarnos sobre nuestras escenas cotidianas (y no tan solo aquellas que vienen determinadas por la presencia de la muerte). El obligado destierro de los mayores nos sitúa ante un drama que forma parte de una totalidad donde la lucha con la naturaleza es el filtro por donde discurren narraciones costumbristas que se irán mostrando con total desnudez. Grande la película, igual que la fortaleza de la mujer protagonista, que asume su destino como anticipo de un ciclo que cree no debe detenerse.

Google Images

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No he podido conseguir la última

Título original, Narayama Bushi-ko
Año, 1983
Duración, 130 min.
País,  Japón
Director, Shôhei Imamura
Guión, Shôhei Imamura (Novela: Shichirô Fukazawa)
Música, Shinichiro Ikebe
Fotografía, Masao Tochizawa
Reparto, Ken Ogata, Sumiko Sakamoto, Tonpei Hidari, Aki Takejô, Shoichi Ozawa, Fujio Tokita, Sanshô Shinsui
Productora, Toei Company
Género, Drama | Vejez. Remake
Sinopsis
Era una vieja ley del pueblo, de un tiempo tan lejano que ya nadie lo recordaba; Al alcanzar los 70 los ancianos debían abandonar el pueblo para ir a vivir en la cima de la montaña Narayama. Una sentencia de muerte despiadada que sumía en la tristeza y la desesperación a las familias cuando tenían que enviar a sus mayores a la montaña. Orin tiene 69 años y se acerca el momento de partir hacia la montaña, pero todavía tiene que encontrar una mujer a su hijo. Remake de la película «Narayama bushiko», dirigida en 1958 por Keisuke Kinoshita.
Premios

1983: Cannes: Palma de Oro

Para quienes quieran ver también  la película original de 1958, aquí dejamos la puerta abierta…

https://lamula.pe/2014/05/24/ciclo-cine-internacionalpadres-e-hijos-la-balada-de-narayama-de-keisuke-kinoshita/pantagruel/